El perdón como elemento esencial
Hna. Perla Esquivel y Min. Esdras Valencia
El matrimonio no me asusta, casarme con la persona equivocada sí». Hace poco escuché a una joven, que recién se había divorciado, mencionar esta frase. Cuando le pregunté por qué decía eso, compartió que, el breve tiempo que duró su matrimonio, fue una experiencia abrumadora y desgastante, pues cada vez que se enfrascaba en una discusión con su esposo, ella no tardaba en buscar la reconciliación. Sin embargo, él tomaba una actitud de orgullo y arrogancia, lo que orilló a que el amor se enfriara y, al final, ella se cansó de ser la única que pedía perdón; fue tanta su decepción que consideró imposible continuar casados.
Si bien, en el matrimonio los conflictos se presentan de manera inevitable y por diversas circunstancias, esta historia nos lleva a analizar cómo estamos actuando cuando se presentan los problemas o diferencias en nuestra relación. Además de revisar qué papel juega el perdón de manera individual y en el matrimonio.
Cuando permitimos que el peso del conflicto se interponga entre esposos dejamos que el orgullo y la arrogancia hagan mella en la relación, generando heridas que crean resentimiento. Cada uno va arrastrando esas situaciones adversas y las marcas de las decepciones, lo cual va creando experiencias traumáticas además de un distanciamiento en la pareja, se rompe la comunicación creando una barrera en la intimidad estancando la relación.
Las heridas expuestas
¿Qué sucede cuando una herida está expuesta? Se infecta. Ahora imagínelo en su matrimonio. ¿Hemos sido honestos al exponer esas heridas? ¿Las hemos compartido con nuestro cónyuge? ¿O preferimos ignorarlas, creyendo que, en algún momento, como por arte de magia, solas van a sanar?
Necesitamos revisar si en nuestra relación existe algún rencor que hayamos querido esconder, pero que cuando el cónyuge toca una fibra sensible de inmediato sale a la luz como un reproche. Por eso, es necesario curar esa herida y prueba de ello es el perdón.
El apóstol Pablo escribe en la carta a los Colosenses 3:13-15 (NTV) lo siguiente: Sean comprensivos con las faltas de los demás y perdonen a todo el que los ofenda. Recuerden que el Señor los perdonó a ustedes, así que ustedes deben perdonar a otros. Sobre todo, vístanse de amor, lo cual nos une a todos en perfecta armonía. Y que la paz que viene de Cristo gobierne en sus corazones. Pues, como miembros de un mismo cuerpo, ustedes son llamados a vivir en paz. Y sean siempre agradecidos.
Esta exhortación es un llamado al amor para reflejar el carácter de Cristo cuando somos heridos e incluso cuando herimos a nuestro cónyuge. Si bien, en la convivencia diaria surgen las diferencias, faltas con o sin intención, eso no significa que como cristianos debemos pasar por alto algún agravio u ofensa, por el contrario, es importante acercarnos al cónyuge para expresarle nuestro sentir, no de manera reaccionaria sino con la cabeza fría, en un momento en que podamos hablar tranquilamente sin reprimir algún sentimiento que esto nos haya generado; al sincerarnos podemos avanzar hacia el perdón.
El gran acto de humildad
Somos seres imperfectos, ninguno estamos exentos de herir al otro, lo importante es reconocer nuestra falta sin minimizarla, afrontarla, resarcir y decidir de manera consciente no volver a lastimar a mi cónyuge, ese acto requiere humildad. Pero, también lo es para quien ha decidido perdonar, pues es el primer paso para el camino de la sanación con la guía de Dios.
Hay una frase que me parece ad hoc: «No olvidaré lo que ocurrió, pero ya no lo usaré en tu contra ni me aferraré a este dolor». Llegar a ese punto no es por nuestras fuerzas sino porque hemos reconocido que, así como El Señor nos ha perdonado, dejando de lado nuestras transgresiones, hemos sido llamados para seguir su ejemplo.
No significa que estamos justificando un mal realizado en nuestra contra, sino que decidimos dejar de lado el enojo, no permitiendo que la ira y la amargura se apoderen de nosotros, decidimos confiar en que el Padre tomará el control aún en esa situación.
Fortalezcamos nuestro futuro
Es tiempo de mirar hacia adentro de nuestra relación si deseamos tener una vida matrimonial saludable, por ello deseo compartir tres acciones que pueden ayudarnos para fortalecer nuestro vínculo:
1. Renuncien a la venganza
Cuando hemos sido lastimados quizá nuestra primera reacción es hacer lo mismo, si es así ¡detente! Toma un momento (el que consideres necesario) para orar a Dios pidiendo su dirección para hablar con tu cónyuge. En Mateo 6:14-15 el Señor nos dice: Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro padre celestial. Mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas. Debemos cultivar en el matrimonio la práctica del perdón, como una puerta que nos permite disfrutar la gracia de Dios en todo su esplendor.
2. Reconstruyan la confianza
Aunque es cierto que, otorgar el perdón de manera sincera es un acto que se realiza de manera inmediata, es importante reconocer que reconstruir una confianza que ha sido defraudada implica tiempo y esfuerzo de ambas partes. Se requiere paciencia, voluntad y convicción, es necesario que ambos cónyuges estén conscientes de todo lo que implica la reconstrucción de la confianza perdida y trabajen en una comunicación sana, respetuosa y abierta, que les permita expresar sus sentimientos y aun aquello que les molesta.
3. Pidan ayuda
Nadie nace sabiendo ser esposo o esposa. Por lo que, siempre será necesario reconocer que no tenemos la solución a todos los problemas ni las respuestas a cada situación. Nuestra primera fuente de auxilio viene de Dios, quien es nuestro sanador y nuestra ayuda (Salmo 121). También es importante reconocer cuál es nuestra red de apoyo, con la cual contamos: familiares, amistades, hermanos en la fe. Debemos identificar en esos elementos quién o quiénes podrían ser un apoyo. En muchas ocasiones, las parejas han sido bendecidas al tener entrevistas pastorales que les permiten ubicar la situación que están viviendo, a la luz de la Palabra de Dios. No obstante, debemos comprender que, en ocasiones, por la complejidad de las dificultades, hay situaciones que rebasan incluso la competencia de un pastor o asesor matrimonial, cuando es así también se puede acudir a un terapeuta profesional. No debemos ver estos elementos como algo fuera de la fe, sino como los recursos que Dios pone a nuestro alcance.
El matrimonio es un vínculo entre dos grandes perdonadores. Indudablemente practicarlo no siempre será fácil, por lo que necesitamos los recursos que vienen de Dios, para que en nuestro matrimonio el perdón sea un elemento permanente, que nos ayude a vivir en armonía y paz. Pidamos a Dios su sabiduría y fortaleza para perdonar, que, a través de esta práctica constante y permanente del perdón, podamos reflejar la gracia que hemos recibido del Señor con la persona que hemos decidido compartir el resto de la vida.
Bibliografía
https://www.biblegateway.com/
https://lamenteesmaravillosa.com/por-que-a-veces-no-podemos-perdonar-ni-olvidar/
Manual para matrimonios 2020, Ed. La verdad presente.