EL PAPEL DEL PROFETA EN LA IGLESIA
¿Cuál es nuestra historia ahora? Desmembrada en el interior de un centro botanero en Taxco, Guerrero, fue encontrada la nutrióloga Magdalena Aguilar Romero después de nueve días de su desaparición el pasado 22 de enero del 2018. Nos sorprendió la nota, pero, ¿acaso es el único y espeluznante feminicidio? No, como este caso hay muchos; así como las/os desaparecidos.
El uso de adolescentes que son forzados para ser comandos armados o parte de células delictivas. Los constantes asesinatos de ciudadanos y de quienes forman parte del crimen organizado. Las víctimas por tráfico de niños y mujeres es tan real en México que supera los 500,000 casos.
En un mundo cuyo gobierno se basa en diversas ideologías de poder que, en lugar de potenciar al ser humano, lo han llevado a experiencias de vida infrahumanas con sus políticas tiranas.
Un mundo donde todo se ha materializado y donde el poseer se mira como el único fin para ser pleno; donde se reduce a los seres humanos a simples objetos; donde los índices de enfermedades y pobreza se han elevado sin posibilidad alguna de ser atendidas. En un mundo así, es evidente la urgencia de ser liberados de tanto dolor. En una realidad así que está en constante lamento por el pecado y la injusticia, se anhela escuchar algo nuevo.
La iglesia debería sacar las voces que recuerden al Señor Jesús diciendo a los discípulos de Juan: … Los ciegos ven, los cojos andan, los que tienen lepra son sanados, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncian las buenas nuevas (Lucas 7:22b, NVI).
¿Quién hablará hoy cuando todos callan? ¿Cómo puede el creyente de hoy ser un heraldo de la esperanza divina?
Cabe entonces la pregunta: ¿cómo se presentan desde esta perspectiva en el N.T. los creyentes?
En principio, el Nuevo Testamento presenta a Juan y a Jesús como los últimos profetas a manera de oficio o itinerantes. Ellos ejercieron su ministerio ante una situación social similar a la descrita anteriormente. El texto los describe como personas impulsadas y potenciadas por el Espíritu Santo como rasgo distintivo.
Por otro lado, el Nuevo Testamento señala a los creyentes que recibieron el «Don de profecía» que edificaban y exhortaban a la iglesia. También, presenta a personas que vivieron como radicales (con raíces profundas) que entendieron su relación con Dios a través de un compromiso con su realidad. Ellos pronunciaban su palabra y corrieron el riesgo por el juicio que declaraban contra quienes, gozando de poder, oprimían y querían ocultar sus pecados por actos sociales o religiosos opresivos. En este sentido, nuestros primeros hermanos en la fe, fueron profetas, porque como dice Harold Segura: «Dios les había quemado el corazón con el fuego de su Palabra, y no les quedaba otra alternativa que hablar».
Entonces, es pertinente preguntarnos: ¿Cuál es específicamente la función del profeta en la actualidad en la iglesia?
La función del Profeta
Tomando en cuenta nuestros referentes neotestamentarios, por un lado, denunciaban toda manifestación de injusticia y todo pecado en el pueblo y dentro de la iglesia. Por el otro, anunciaban salvación y esperanza en la figura principal Jesucristo, frente a las realidades de pecado, riquezas mal habidas e injusticia y frente al dolor de los más empobrecidos (niños, mujeres, enfermos, ancianos).
Cuando se habla el tema de la profecía es menester aclarar que, profetizar no es vaticinar eventos futuros ni, exclusivamente, la manifestación abierta de información secreta. Sino antes aún, actualizar en el presente la palabra de Dios que comienza transformando las realidades en el aquí y en el ahora, aunque con una mirada hacia el futuro de la completa y plena redención que obrará nuestro Señor Jesucristo.
El Apóstol Pablo menciona alguna de las funciones de la profecía en la iglesia en su Carta a los Corintios Pero el que profetiza habla a los hombres para edificación, exhortación y consolación (1 Corintios 14:3).
Edificaban a la Iglesia
No apaguéis al Espíritu. No menospreciéis las profecías. Examinadlo todo; retened lo bueno (1 Tesalonicenses 5:19-21). Pablo siente el deber de orientar a los creyente en estas dos realidades, las cuales procuraban el crecimiento y la madurez en la iglesia. Así lo hicieron Judas y Silas: Y Judas y Silas, como ellos también eran profetas, consolaron y confirmaron a los hermanos con abundancia de palabras (Hechos 15:32). Invertían sus fuerzas fortaleciendo a las comunidades.
Vivían cercanos a Dios y comprometidos con su prójimo
El profeta vivía cercano a Dios, pero también estaba, plenamente, con su pueblo. Veía a Dios y a su vez estaba viendo, analítica y críticamente, las realidades históricas. Tenía como referencia la enseñanza de Jesús: El amor a Dios y el amor al prójimo debe estar en relación de semejanza. Era un radical porque veía lo que otros no podían ver, miraba su mundo con los ojos de Dios y su corazón ardía con celo por la voluntad de Dios, de manera que la realidad lo incomodaba tanto que callar era imposible para su caso. Así lo comprendió Juan el teólogo: Entonces uno de los ancianos me preguntó: «¿Quiénes son estos que están vestidos de blanco, y de dónde han venido?» «Tú lo sabes, señor», le contesté. Y él me dijo: «Éstos son los que han pasado por la gran tribulación, los que han lavado sus ropas y las han blanqueado en la sangre del Cordero (Apocalipsis 7:13-14, DHH).
Denunciaban los pecados, abusos de gobernantes y dirigentes religiosos. Jesús no dudo en realizar una crítica radical a los poderes establecidos y la provocación de una esperanza inusitada. Denunció proféticamente en contra de los pecados personales y estructurales en clave sociopolítica.
Dos casos de confrontación entre Jesús y las autoridades que abusaban en el templo según Marcos, cuando dice: Y les decía en su doctrina: Guardaos de los escribas, que gustan de andar con largas ropas, y aman las salutaciones en las plazas, y las primeras sillas en las sinagogas, y los primeros asientos en las cenas; que devoran las casas de las viudas, y por pretexto hacen largas oraciones. Estos recibirán mayor condenación (Marcos 12:38-44). Al mismo tiempo, enfocó a los dirigentes que promovían el abuso del tributo. Jesús no respondió directamente diciendo: «no es lícito». Más bien, su respuesta implicaba que si Dios es el exclusivo Amo y Señor y, si el pueblo de Israel vive bajo el exclusivo dominio de Dios, entonces todo pertenece a Dios, y las implicaciones para el César serían obvias.
La misma función profética la desarrolló Juan cuando «denunció los pecados de las siete iglesias, atacó el culto al emperador (Apocalipsis 13:2,4) y condenó ardientemente los crímenes del imperio romano». A la vez anunció el juicio contra los opresores. El triunfo del bien sobre todo mal, y sobre todo, anuncia una nueva creación, una nueva comunidad y un nuevo paraíso (Apocalipsis 20-22).
Consolaban al pueblo en momentos de dolor
Los apóstoles también fueron seducidos por el Espíritu de Dios y tomaron muy en serio su papel de portavoces de la palabra de Dios.
Y ahora, Señor, mira sus amenazas, y concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra, mientras extiendes tu mano para que se hagan sanidades y señales y prodigios mediante el nombre de tu santo Hijo Jesús. Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios (Hechos 4:29-31).
¿Cuáles son las implicaciones para la vida eclesial en la actualidad?
Conscientes de la realidad actual donde las desigualdades sociales se incrementan debido al poder con pretensiones multiformes del capitalismo financiero y hegemónico de nuestra era postmoderna. Al mismo tiempo, los excluidos y empobrecidos claman por una nueva forma de vida. Es muy preocupante el silencio y la falta de compromiso evangélico por parte de los cristianos en el presente; en la vida cómoda, sin compromiso alguno por parte de la iglesia, hacia afuera, es decir, en la sociedad.
Hoy se hace necesario la presencia de una iglesia con voz profética. Si consideramos que la tarea fundamental del profeta es hacer realidad un nuevo comienzo humano mediante la expresión de la libertad de Dios y la política de justicia y compasión, entonces somos desafiados a:
Primero. Comprender y aceptar que, con el derramamiento del Espíritu en la iglesia del primer siglo, el anuncio de la palabra ya no es solo de unos cuantos sino de toda la iglesia. Así, queda marcada como una comunidad profética, donde todo creyente tiene ese llamado y el deber de cumplirlo en todo tiempo. Anunciemos que Dios en Jesucristo tiene la fuerza para seguir adelante.
Segundo. Seguir mirando arriba sin quitar los pies de la tierra, es decir, asimilar que nuestro papel profético no es espectáculo o desciframiento de misterios, no es solo ver hacia el futuro negando el presente. Por más que nos aferremos a silenciar los múltiples textos en la Biblia que registran la confrontación a las estructuras de poder político y religioso, el Evangelio y su anuncio sigue siendo «el recuerdo peligroso de la libertad que cuestiona todas nuestras opresiones, nuestros miedos, nuestros desalientos, nuestras cobardías y también nuestras seguridades». La iglesia tiene que mirar a los desvalidos y oprimidos tal como miró Jesús al pueblo que estaba sin pastor o a la encorvada ignorada por los mismos líderes de la sinagoga o a la samaritana repudiada.
Tercero. Todo cristiano está obligado a enjuiciar la maldad a través de esa palabra divina que es Cristo. Esa palabra le hace valorar como algo positivo la desaparición de la esclavitud, el tráfico de órganos, la trata de blancas, la explotación laboral. También la hace juzgar como inadmisibles las terribles diferencias estructuradas entre ricos y pobres; le impulsa a rechazar una economía de la exclusión y la inequidad. Por ejemplo, a los empobrecidos que, por nuevas reformas, son desplazados de sus áreas de comercio por una riqueza privada sobre la pobreza pública. Además de denunciar cuando la iglesia o los dirigentes muestren abusos de poder y pisoteen los derechos de las personas.
Cuarto. Seguir abonando a favor del crecimiento y madurez de la fe, en una época en la que la iglesia resulta poco atractiva o sin crédito, ante la triste decadencia de nuestra sociedad. La palabra del profeta debe examinar y responder llamándonos a volver a Jesús y a encontrar la plenitud solo en Él. Así, una forma de profetizar hoy, es hablar la verdad de Dios frente a la mentira que el mundo ofrece.
Quinto. Son muchos los desafíos de la labor profética en la iglesia actual, teniendo en mente que no todo está perdido. Por ello, el creyente debe seguir anunciando esperanza. Como dice la Carta del Apóstol Pedro: y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros (1 Pedro 3:15b).
Anunciar que un nuevo reino está presente, y que es el mismo Jesús infundiendo valor y fe todos los días. Anunciar que el bien triunfa sobre el mal. Anunciar que una nueva creación es posible. Anunciar la llegada de una nueva comunidad y un nuevo paraíso como lo anunció Juan: He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último. Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad (Apocalipsis 22:12-14).
El presente sigue demandando nuestro papel profético y la iglesia está llamada a ejercerlo aquí y ahora, y hasta el último momento de nuestra existencia.
Recuerde que callar nunca fue una opción para los primeros cristianos. Ellos expresaron su fe, su esperanza y el juicio para todo sistema opresivo y en pecado. «Yo quisiera vivir sin tener que ser profeta…perder la huella de la noche, no sostener más la perla del abismo…Pero es imposible, Dios mío» Canto de la locura (1962), versos de Matos Paoli, encarcelado en una sombría mazmorra por su entrega sacrificada a la patria y su devoción a la más genuina conciencia religiosa, nos sean de inspiración para seguir siendo la voz de Dios en nuestro tiempo.
Fuentes de consulta
José Luis Sicre, Profetismo en Israel. Editorial Verbo Divino-2003
Luis Rivera-Pagán, La voz profética: Justicia, paz y reconciliación. Tomado de: http://www.lupaprotestante.com/blog/la-voz-profetica-justicia-paz-y-reconciliacion/.
Walter Brueggemann, La imaginación profética (España: Editorial Sal Terrae 986), 117.
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