La sinfonía del amor
Hna. Noemí Flores Vélez
La música es un medio de comunicación muy poderosa; eso lo descubrimos mi esposo y yo, aún antes de conocernos. Cada uno por nuestra parte, participábamos en el ministerio de alabanza donde nos reuníamos; de hecho, fue en un evento relacionado con la música, que tuvimos la oportunidad de conocernos. Después de casarnos, hicimos de la alabanza un hábito diario que impactó favorablemente nuestra relación matrimonial.
La Biblia contiene abundantes ejemplos de salmos que nos motivan a una vida que exprese con música la gratitud de nuestro corazón. El salmo 92 se desglosa de la siguiente manera: Bueno es alabarte, oh Jehová, y cantar salmos a tu nombre, oh Altísimo (v. 1). ¿Por qué el salmista nos dice que la alabanza a Dios es buena? En los cánticos podemos expresar muchas cosas que solo con palabras sería muy limitado. Es una oportunidad para reconocer su grandeza, para expresarle nuestras gratitudes, para conocer su carácter, para encontrarnos en intimidad con Él. Por otro lado, Childen´s Health, en su artículo “Seis beneficios de la música para la salud” en los primeros tres numerales dice: «1) Reduce la ansiedad y el estrés, 2) puede ayudar a aliviar el dolor y las molestias y 3) promueve estados de ánimo y emociones positivos». Esto es algo que nosotros experimentamos cuando alabamos a Dios en nuestros tiempos devocionales. Hacer de la música de alabanza un hábito en nuestras vidas, ha sido de mucha bendición.
Anunciar por la mañana tu misericordia, y tu fidelidad cada noche (v. 2). Antes de irnos a dormir, pasamos un momento devocional cantando acompañados de la guitarra. Creemos que esa práctica influyó positivamente la vida de nuestros hijos desde el embarazo. Después, siendo niños participaban en los devocionales familiares y, a través de los años, han desarrollado sus dones en la música. El salmo nos invita a cantar alabanzas a Dios desde la mañana y hasta el anochecer.
En el decacordio y en el salterio, en tono suave con el arpa (v. 3). Nunca aprendí a tocar el arpa, pero el Señor me permitió aprender la guitarra, la mandolina, la flauta, pandero y para mí era un verdadero placer alabar a Dios, en cualquier momento. Después, de casada, desarrollé el don de acompañar con la guitarra los cantos. Mi esposo y yo siempre nos consideramos levitas del Señor Dios, porque Él nos usaba, para la gloria de su nombre. Compartimos momentos en la alabanza y en la música, tanto nuestra vida matrimonial, como en el servicio en la iglesia.
Por cuánto me has alegrado, oh Jehová con tus obras (v. 4). Como esposos, tenemos muchos motivos de alegría. El Señor nos ha llenado de su gozo en diferentes momentos de la vida. En nuestras alabanzas damos testimonio de ellas. Sus obras en nuestra vida, nos motivan a alabarle constantemente. Una de esas alegrías es por haber sembrado la semilla de la música en nuestros hijos. Nos alegramos mucho cuando de pequeños, en casa, eran preparados para presidir y hablar de la Palabra, y en la Iglesia siempre estaban dispuestos a servir, y más cuando les daban la oportunidad a los niños. Por eso, con plena certidumbre de fe podemos decir: en las obras de tus manos me gozo. Porque si no fuera por el Señor, nosotros no seríamos nada.
Amados matrimonios, en casa es donde empieza todo; y cuando invitamos a Dios a ser el centro de nuestra vida, el primero en todo lo que hagamos, y a no hacer nada sin antes consultarlo con Él, entonces toma el control y nos lleva de gloria en gloria, nos encamina, dirige y actúa por nosotros. Por eso, a través de nuestro ejemplo queremos decirles que vale la pena cultivar un don o interés que tengamos en común, para que mientras lo practicamos, nuestra relación de pareja se vea fortalecida. Así ocurrió con nosotros, pasamos tiempo juntos, trabajamos en unidad, hacemos equipo, se fortalece la comunicación, se favorece la convivencia, damos buen testimonio a los hijos, por la gracia de Dios damos testimonio de una familia que busca la unidad y el trabajo en equipo.
Quiero ofrecerles algunos consejos prácticos.
• Descubran algún don o interés que tengan en común. No tiene que ser algo relacionado con la iglesia, pero sí alguna actividad que les permita comunicarse, pasar tiempo juntos, trabajar en equipo, algo que favorezca la convivencia y el fortalecimiento de su relación.
• Trabajen para hacer de ello un hábito. Un hábito es un ejercicio que hacemos de forma repetida, cada vez con mayor naturalidad. Si logramos convertir ese interés mutuo en un hábito, sumaremos importantemente al vínculo matrimonial
• No dejen de practicar. Aunque logren formar el hábito, no se relajen o piensen que ahora funcionará automáticamente; al contrario, busquen practicarlo constantemente.
La intención no tiene que ver directamente con cultivar buenos hábitos, sino que, al hacerlo, encontremos oportunidades para que la relación matrimonial se fortalezca, que aporten favorablemente a la confianza, a la unidad o a la comunicación. La razón verdadera es que todas esas “notas musicales” cooperen para hacer de nuestro matrimonio una hermosa sinfonía que traiga armonía y plenitud a quienes habitamos en ella.