CUESTIONES DEL CORAZÓN

CUESTIONES DEL CORAZÓN

El regreso del odio…

¡Construyan el muro!, fue la frase que gritaban varios niños estudiantes en la cafetería de una escuela en Michigan. Según reportaron los directivos escolares, varios alumnos latinos que estaban ahí, derramaron lágrimas ante la burla de sus compañeros, quienes eran estadounidenses en su mayoría1.

Un supuesto mexicano asesinó a un norteamericano a las afueras de un bar en Atlanta, luego de que este último le gritara, en una acalorada discusión, que en los próximos días sería deportado2.

Una servidora pública del condado de Clay, en Virginia Occidental, celebró la victoria de Trump escribiendo en su cuenta de Twiter: «Será muy refrescante tener de nuevo a una primera dama hermosa, elegante y digna en la Casa Blanca. Estoy cansada de ver a una simia en tacones». «Acabas de alegrarme el día…», respondió a la publicación Beverly Whaling, alcaldesa del condado. Por estas acciones, la primera fue removida de su cargo, la segunda renunció.

El día de los Veteranos en Estados Unidos, varias personas irrumpieron en un desfile en California con banderas de los confederados, el bando que durante la Guerra Civil norteamericana de 1860 apoyaba la esclavitud3.

En una reunión del movimiento «alt-right» (o derecha alternativa), realizada en Washington, Richard Spencer, líder de este grupo, dijo en su discurso: «Hail Trump! Hail our people! Hail victory!» (Salve Trump, salve nuestro pueblo, salve la victoria). Tal afirmación es una clara referencia al saludo nazi, que en las décadas de los 30’s y 40’s del siglo pasado, se hacía en honor a Adolfo Hitler, uno de los genocidas más terribles de la historia. Diversos medios señalaron que, el citado discurso estuvo lleno de: «declaraciones racistas y ataques a las minorías»4.

«El odio vuelve a Norteamérica»decía, con alarma, el titular de un portal de noticias. «Los incidentes violentos – especialmente contra las comunidades hispana y judía– van en aumento. Las víctimas de crímenes de odio aumentaron en Estados Unidos…», señalaba la publicación. Informaba también que: «Después de la elección de Donald Trump como Presidente (…), el país no sólo se dividió: se volvió más violento contra las minorías. Decenas de ataques racistas en escuelas, iglesias y hasta en la vía pública se han registrado en los últimos días. Hispanos, musulmanes, afroamericanos y judíos (…) entre las víctimas más recurrentes».

Estas agresiones, y otras muchas más, sucedieron sólo durante noviembre de 2016, el mes en que Donald Trump obtuvo la victoria en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos. A lo largo de su campaña, el republicano neoyorquino, sostuvo un discurso caracterizado por la xenofobia, los prejuicios y los estereotipos raciales. Sus mensajes discriminatorios contra los indocumentados, las mujeres, personas con discapacidad, y otros, han propiciado que, posterior a la elección estadounidense, se prolongue y agudice un periodo de tensión, zozobra, odio racial y violencia.

… que tal vez no se había ido

Contra todo pronóstico, Donald Trump fue electo como nuevo Presidente de una de las naciones más poderosas del mundo. Pocos creían que él sería electo candidato de su partido, el Republicano, y lo fue. Pocos pensaban que podía ganar las elecciones, y las ganó. Al parecer, sus arengas de odio encontraron eco en diversos sectores de la sociedad.

En una nación que parecía haber ya superado los prejuicios raciales con la llegada del afroamericano Barack Obama a la Presidencia, surge esta nueva realidad: la retórica xenófoba y segregacionista del ahora Presidente electo, fue abrazada por millones de personas. Lamentablemente, entre ellas, cristianos, pastores, e incluso latinos. Se despertó o estimuló el espíritu racista que muchos tenían dentro.

¿El odio ha vuelto o no se había ido? ¿Será que el racismo regresó a Norteamérica o tal vez sólo estaba ligeramente escondido? ¿Será que, realmente, aquellas mentalidades supremacistas que el pastor Martin Luther King confrontó en la década de los sesenta, con voz profética, habían desaparecido, o tal vez, sólo se ocultaron, y ahora, en estas generaciones, simplemente, están emergiendo?

Un diálogo…

El texto bíblico, ante estas situaciones, nos guía hacia el corazón de Dios. Es necesario escudriñarlo, y revisar la realidad a la luz de sus verdades eternas. El relato del evangelista Marcos, por algunos llamado: «lo que contamina al hombre», nos brinda una muy rica y pertinente enseñanza para estos días (Marcos 7:1-23).

El Señor Jesús, cuando conversa con sus discípulos, después de enfrentarse en un debate ante los Escribas y Fariseos respecto a lo que contamina al ser humano, dijo: Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre (vv. 21-23)6.

El debate surge cuando los Escribas y Fariseos le recriminan a Jesús que sus discípulos no siguen el ritual de lavarse las manos al consumir alimentos, como marcaba «la tradición de los ancianos». En su respuesta, Jesús da otro sentido a la distinción entre alimentos puros e impuros. Lo que hace es revolucionario, pues esta distinción entre alimentos era una situación que provocaba la segregación de los judíos hacia los paganos. Jesús, califica como «tradición de los hombres» a estas prácticas rituales de purificación. Con lo anterior, evidencia la manera en que los Escribas y Fariseos, marginaban y discriminaban, en nombre de Dios. Enseña que lo que purifica al hombre no es el riguroso cumplimiento de los ritos judíos, sino la actitud que se tiene hacia los demás.

… un grupo

Así como en este relato, los Evangelios nos narran recurrentes ocasiones en las que Jesús tiene confrontaciones con los Fariseos. En su comprensión, sin embargo, esta secta buscaba cumplir la voluntad de Dios y deseaba influir en el pueblo para que también la cumplieran7:

1. De entre todos los grupos judíos contemporáneos de Jesús, los Fariseos eran los que tenían la doctrina más parecida a la de Él8.

2. Existen diferentes versiones respecto al origen de esta secta. Diversos autores coinciden en que su cuna se encuentra en un movimiento (los asideos) que surgió como oposición a la helenización que se pretendió imponer por la fuerza a los judíos, poco más de cien años antes de Cristo. Se caracterizaban por su entrega a la observancia de la Ley como rasgo central de su resistencia9.

3. Su labor consistía, entre otros aspectos, en hacer reflexiones e interpretaciones a partir y sobre la Ley, con el fin de guardarla lo más estrictamente posible.

4. Solían llevar una vida sencilla, sin ostentaciones. Sus miembros eran, en su mayoría, artesanos, comerciantes o agricultores. Se esforzaban por santificar sus vidas en todos los ámbitos, sometiéndolas a la Ley10. Nada quedaba excluido, ni el trabajo, ni el reposo, ni la comida, ni la bebida, ni el vestido, ni la higiene, ni la vida sexual… Nada era demasiado insignificante para no ser tomado con la mayor seriedad11.

5. Al grupo de los Fariseos podían pertenecer personas de todas las clases sociales. Encarnaban las aspiraciones y sentimientos de las personas humildes en oposición a las clases aristocráticas. No ejercían oposición a los sacerdotes, pero les reprochaban su secularismo, su ambición y su intromisión en la política imperial12.

6. A diferencia de otras sectas de la época, ellos no fueron cerrados y aislados. Vivían en medio del pueblo. Su intención era ser «como una levadura entre ellos»13, para llevarles a una observancia más estricta de la Ley y a un mayor amor por el templo. Tenían celo en difundir sus puntos de vista por todo Israel. En ese sentido, su agenda era misionera14.

¿Qué pasó con este grupo, que en sus orígenes se encuentran indicios de motivaciones justas, y cuyas pretensiones eran obedecer a Dios? ¿Por qué son confrontados por Jesús?

Aquellos que, por afán de pureza, celosamente observaban la Ley, con sus interpretaciones sobre ésta y con las acciones consecuentes, marginaban y excluían a personas que vivían en situaciones vulnerables o que eran diferentes: enfermos y paganos, entre otros. Considerados impuros, por su condición, en el caso de los enfermos; o por su forma de vivir alejada de los preceptos que ellos mismos habían puesto, en el caso de los paganos. El problema no era la Ley, pues un sentido de ésta consistía en posibilitar la vida en común desde la justicia y el cuidado de la dignidad de todos; el asunto eran sus interpretaciones, con las cuales propiciaban el segregacionismo. En la búsqueda de cumplir la voluntad divina, discriminaban a gente necesitada de esperanza.

… Retomando el diálogo

Contrario al énfasis en los ritos externos que promovían los Fariseos para lograr la pureza, Jesús enseña que la suciedad puede venir de dentro del ser humano y se evidencia en las actitudes injustas hacia el prójimo. Con su mensaje, Jesús señala que la verdadera impureza se manifiesta en el egoísmo, la soberbia, la marginación y todas aquellas acciones que atentan contra los demás y que surgen del corazón. Es el «corazón sucio» el que hace que se manifiesten conductas que son contrarias a la voluntad de Dios y que deterioran nuestras relaciones horizontales, haciéndolas desiguales. Por eso, Jesús busca la transformación del corazón y se opone a la discriminación. Es la soberbia del corazón, el sentirse superiores (en cuanto a moral en el caso de los Fariseos), lo que propicia el segregacionismo. Es el corazón transformado el que evidencia amor, inclusión y fraternidad.

Los fariseos perdieron el rumbo, aun cuando sus intenciones, en un principio, eran buenas. Olvidaron que toda la ley, se resume en amor, como lo diría Jesús.

Revisión de la propia vida, para cuidar el corazón

Lo que sucedió con los Fariseos en el tiempo de Jesús, y la postura que Él tuvo ante éstos, nos ofrece varias reflexiones importantes, considerando lo que ha sucedido en los últimos meses en torno a la elección presidencial en los Estados Unidos.

Ante los errores de otros, revisar la propia vida es ineludible, pues pudiésemos estar cometiendo errores similares también. Otros nombres, distintas historias, sí, pero con actitudes en esencia parecidas. Al igual que los Fariseos, pensando que cumplimos la voluntad de Dios, pudiese ser que en las acciones evidenciemos lo contrario. Así como en diversos sectores de la población norteamericana el racismo ha emergido y se ha evidenciado en mensajes de odio, pudiese ser que en nuestro corazón se oculte rechazo y desprecio, hacia otro u otros.

Así como para los Fariseos y Escribas, las personas consideradas impuras, eran el objeto de su rechazo y discriminación; para los supremacistas blancos, son los latinos, afroamericanos y otros más. Para nosotros, ¿quiénes serán esas personas, a quienes nos cuesta aceptar, y que en algún momento hemos rechazado o marginado?

Lamentablemente muchas veces, sin darnos cuenta, creamos diferencias que nos separan mediante prejuicios. ¿De qué manera podríamos estar discriminando sin percatarnos de que lo hacemos? Algunos ejemplos:

1. Al rechazar a alguien con una idea o credo distinto al nuestro. Hablar despectivamente de la gente que profesa la tradición católica, es un ejemplo.

2. Cuando hacemos acepción de personas, dando preferencia a aquellas por sus títulos, posición económica o liderazgo.

3. Al no atender de manera adecuada a las personas con capacidades diferentes, ni darles el lugar que merecen. Algunos de nuestros templos, por ejemplo, en sus diseños, no consideran a este sector.

4. Con aquellos comentarios racistas en los que denigramos a los indígenas, a personas por su color de piel, o a nosotros mismos como mexicanos. Por ejemplo, cuando un niño nace con piel blanca, a manera de broma se dice: «ya mejoró la especie»; otras frases: «Trabajo como negro para vivir como blanco», «nunca falta un prietito en el arroz», «no tiene la culpa el indio, sino el que lo hace compadre», «traes el nopal en la cara», y otras más.

5. A las mujeres, cuando se le trata como inferiores a los varones y se les otorgan menos espacios y oportunidades para el desarrollo. A los niños, cuando se les da menor importancia que a los adultos, y no se les trata de manera digna. A los ancianos, cuando se les abandona y no se les atiende como merecen.

6. Al pensar que, por cubrir ciertas pautas morales, ya se es superior a otros en espiritualidad. Se señala a quien se considera con menor solvencia moral. Cuando eso pasa, las congregaciones dejan de ser un ámbito de sanidad y restauración para quienes lo necesitan.

7. Las personas con tendencias homosexuales, en ocasiones, viven marginación y rechazo por parte de algunos sectores de las congregaciones. Es difícil, para diversos creyentes, asumir que este grupo requiere restauración y esperanza.

Que el Señor siga trabajando en nuestro corazón, para que, notemos cuando, sin querer, incurrimos en actitudes que discriminan y marginan. Sí, un trabajo desde dentro, para que, a través del amor, continuemos tejiendo lazos de fraternidad inclusivos que restauren, dignifiquen y den esperanza a todos y todas.

Discriminados que discriminan 

Si nos descuidamos, existe el riesgo de que seamos discriminados que discriminan. Un triste ejemplo, son los mensajes despreciativos que, algunos sectores de la sociedad, emitieron hacia los haitianos que llegaron hace meses a territorio mexicano. Miles de personas de aquel país hermano, con deseos de pasar a Estados Unidos, quedaron varados en algunos puntos de Baja California. Ante esta situación, los medios señalan: «…un grupo en redes sociales promueve la xenofobia hacia migrantes africanos y haitianos que se encuentran refugiados en México (…). En el grupo de Facebook, Frente Nacionalista Mexicano, hay comentarios en los que incitan el odio hacia los migrantes, tales como: – Los haitianos, por las particularidades de su «cultura», que incluye la práctica de cultos satánicos, sacrificios de animales y una vocación para vivir en la miseria y en la inmundicia, no pueden ni tienen por qué ser recibidos en México, por lo cual movilizaremos todos los recursos pacíficos y legales disponibles para que sean expulsados a su lugar de origen-»15.

Ante lo sucedido en Estados Unidos, revisemos el corazón y mantengámonos alertas. Hay que cerrar la puerta al odio que nunca se fue del todo.

Bibliografía

1 www.univisión.com/Niños cantan “¡construyan el muro!”

2 www.excelsior.com/Mexicano asesina a hombre pro-Trump que amenazó con deportarlo

3 www.excelsior.com/ONU pide a EU investigar crímenes de odio a fondo

4 www.ccnoticias.com/Saludos nazis en un evento de la derecha alternativa de los Estados Unidos

5 www.sinembargo.mx/El odio vuelve al Norteamérica

6 La versión utilizada en las diferentes referencias bíblicas que aparecen en el presente artículo es la Reina – Valera 1960.

7 Ibid.

8 Sanders, E.P., La figura histórica de Jesús, Verbo Divino, Estella 2000.

9 www.mercaba.org/Fariseos

10 Según la literatura rabínica y el testimonio del historiador Josefo.

11 Testimonio de los Evangelios y del historiador Josefo.

12 www.mercaba.org/Fariseos

13 Josep Kausner, Jesús de Nazaret. Su vida, su tiempo y enseñanza. Ed. Paidos, Buenos Aires 1971

14 www.mercaba.org/Fariseos

15 www.eluniversal.com/Denuncian xenofobia contra africanos y haitianos

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LIBRES, VALIENTES Y AMOROSOS

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Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora (Romanos 8:22).

La película «Un día después de mañana» del director Roland Emmerich ha generado en muchos la inquietud acerca de los efectos reales del cambio climático del planeta en el medio ambiente. La trama presenta una sorpresiva destrucción de vastas regiones del planeta, provocada por el descongelamiento de los polos y el consiguiente desbordamiento de los mares; todo esto como consecuencia del cambio climático. Los países que rodean los polos son terriblemente afectados con inundaciones, tornados, granizadas y tormentas de nieve. Las imágenes son dramáticas, las poblaciones enteras aparecen tan frágiles ante la furia de la «naturaleza».

Para muchos especialistas, la película exagera los efectos del cambio climático; sin embargo, no podemos negar que señala algo real: el planeta está mostrando alteraciones, que en buena medida se deben a irresponsables acciones de los seres humanos, tales como: el uso de combustibles contaminantes y de aerosoles, la salvaje explotación de los bosques, la quema de pastizales, el empleo desmedido de aire acondicionado, la construcción de enormes planchas de asfalto o cemento, y otras. Por lo que dichas alteraciones deben interpretarse como la respuesta del planeta a estas agresiones.
Esta respuesta, o más bien, este clamor de la tierra, nos obliga como cristianos a reflexionar y a actuar por el cumplimiento fiel de nuestro llamado a ejercer la mayordomía de la creación. ¡Tenemos un encargo de Dios: Señorear en toda la creación! (Génesis 1:28).

El cambio climático

El clima es el resultado del vínculo que existe entre la atmósfera, los océanos, las capas de hielo (criósfera), los organismos vivientes (biósfera) y los suelos, sedimentos y rocas (geósfera).
La atmósfera es uno de los componentes más importantes del clima terrestre. Es una capa gaseosa compuesta de una diversidad de elementos bien mezclados, pero que no es uniforme, ya que tiene variaciones en temperatura y presión dependiendo de la altura sobre el nivel del mar.

La temperatura se equilibra entre otras cosas por la proporción de los gases invernadero, como el dióxido de carbono (CO2), el metano (CCH4) y el óxido nitroso (N2O); los cuales forman una capa protectora para el planeta.

El problema es que esta capa se engruesa cada vez más, básicamente por los siguientes factores: la quema de carbón, petróleo y gas natural que libera grandes cantidades de CO2 a la atmósfera; la tala inmoderada de bosques que reduce la absorción de dicho gas realizada por los árboles; la cría de bovinos y el cultivo de arroz que general metano y otros gases semejantes. Si no se controla esta situación habrá un aumento global de la temperatura entre 1.5 y 4.5 “C en los próximos 100 años, ya que los gases invernadero absorben y reemiten la radiación de onda larga infrarroja que emite la superficie de la tierra; tal reemisión ha crecido por el espesor de la mencionada capa y es la causante del aumento en la temperatura. A este fenómeno se le ha denominado: Efecto Invernadero, causa principal del cambio climático.

Los posibles efectos del cambio climático
Los efectos de un cambio climático tan rápido ocasionarían que los ecosistemas no se adaptaran al ritmo del proceso y habría efectos en los patrones de la lluvia y del viento. El calentamiento de la tierra podría descongelar las capas polares y provocar un cambio en el sistema de circulación del aire, modificando los ciclos de lluvia. El nivel del mar podría subir y amenazar islas y áreas costeras bajas; lo cual, unido al aumento poblacional del planeta, generaría hambrunas, además de las muertes de las personas vulnerables a las temperaturas extremas; traería también el esparcimiento de enfermedades como la malaria, el dengue y el cólera; y quizá, presentarse en la realidad lo que la película mencionada muestra tan crudamente y que nosotros vinculamos al clamor de la tierra.

Qué hacer ante el clamor de la tierra
La ONU, a través de su organismo especializado en este problema de la humanidad, se propone estabilizar los gases invernadero en la atmósfera. Algunos países promueven el uso eficiente de la energía en los diferentes sectores: industrial, doméstico, comercial, del transporte. Estimulan el uso de fuentes de energía renovable, atacan la deforestación y promueven la reforestación.
Hay distintos esfuerzos de diferentes instancias, de los gobiernos y de organismos particulares; sin embargo, hasta ahora los resultados son mínimos. Por otra parte, la Iglesia cristiana se ha mostrado indiferente ante el problema ecológico. Por lo cual es la hora de recordar que la tierra espera una respuesta de los hijos de Dios: Porque el anhelo de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios (Romanos 8:19).

Fundamentos para una respuesta cristiana
La tierra es de Dios: Porque así dijo Jehová que creó los cielos; él es Dios el que formó la tierra, el que la hizo y la compuso: no la creó en vano, para que fuese habitada la creó: Yo soy Jehová, y no hay otro (Isaías 45:18).
Dios es el creador de la tierra. Él la hizo de tal manera que fuese posible la vida, una vida que realmente sea vida. La convirtió en el espacio para el desenvolvimiento del ser humano.

Teológicamente, al hablar del mundo visible es conveniente comprenderlo como creación y no como naturaleza; en su sentido griego el concepto de naturaleza de la idea de algo que existe por sí misma, que ya está acabado y que tiene su valor en sí misma. En cambio, creación implica que el mundo que habitamos es resultado de una mente y poder superior y bueno.
Esta creación está hecha con sabiduría y representa una obra en la que Dios se expresó. Él puso su sello en cada principio que rige el cosmos, que en la «casa del hombre». Dios vio que su creación era buena (Génesis 1:31). La cualidad de ser buena no se limita a ser bella, implica el que era favorable al ser humano, funcionaba para la vida.

La tierra es la casa de la vida
De nuestro análisis del texto bíblico, llegamos a comprender que Dios está íntimamente relacionado con su mundo. Que los principios que puso en él nos hablan de su permanente cuidado y de su profundo amor por la vida del ser humano, de los animales y de toda su creación; así lo canta el Salmo 104. Dios sostiene su mundo y sus criaturas.

Los principios que Dios puso en la creación rigen para preservarla como cada de vida. Hay una relación entre la obediencia a estos principios y las consecuencias para el ser humano: Si anduvieres en mis decretos y guardareis mis mandamientos, y los pusieres por obra yo daré vuestra lluvia en su tiempo, y la tierra rendirá sus productos, y el árbol del campo dará su fruto (Levítico 26:3-4).

Hay una interrelación entre Dios y el ser humano y la creación. El pecado del hombre genera el luto de la tierra a casa de la sombra de muerte que la cubre. La ambición humana y las prácticas irresponsables destruyen la armonía y provocan la extinción de los animales que Dios creó: Oís palabra de Jehová, hijos de Israel, porque Jehová contiende con los moradores de la tierra; porque no hay verdad, ni misericordia, ni conocimiento de Dios en la tierra. Perjurar, mentir, matar, hurtar y adulterar prevalecen, y homicidio tras homicidio se suceden. Por lo cual se enlutará la tierra, y se extenuará todo morador de ella, con las bestias del campo y las aves del cielo; y aún los peces del mar morirán (Oseas 4:1-3). La ideología dominante tiene como uno de sus puntos centrales el progreso y mira la «naturaleza» como algo para conquistar y arrancarle sus riquezas.

El hombre: protector de la casa de la vida
Dios le ha otorgado al ser humano la dignidad y responsabilidad de proteger el medio ambiente a favor de las generaciones presentes y futuras. Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrará y lo guardase (Génesis 2:15). La voluntad de Dios es que el ser humano proteja la creación con el fin de que cada uno siga disfrutando de ella: Cuando sities a alguna ciudad, peleando contra ella muchos días para tomarla, no destruirás sus árboles metiendo hacha en ellos, porque de ellos podrás comer; y no los talarás, porque el árbol del campo no es hombre para venir contra ti en el sitio (Deuteronomio 20:19).
Dios se declara en contra de la crueldad y de acciones que destruyan el medio ambiente y nos enseña a ser compasivos con todos los seres vivos con los que estamos ligados. Si viereis el asno de tu hermano, o su buey; caído en el camino, no te apartarás de él; le ayudarás a levantarlo (Deuteronomio 22:4). El justo cuida de la vida de su bestia; mas el corazón de los impíos es cruel (Proverbios 12:10).

El reposo sabático fue dispuesto por Dios para liberarnos de la ambición desmedida de arrancarle irracionalmente los recursos a la creación. Guardar el sábado nos permite mantener el equilibrio de la tierra, dejamos que la tierra se restaure, contaminamos menos y recordamos de quién es la casa que habitamos.

Conclusión
La casa de la humanidad fue creada en un equilibrio armonioso, y así deberá mantenerse. La irresponsabilidad del hombre manifestada en la destrucción de los bosques, el uso irracional de los productos derivados de petróleo, la agresión hacia la naturaleza (la contaminación de los ríos, la extinción de especies animales, la generación de basura, y otros) ha provocado que el clima se vaya modificando.

Las respuestas del planeta: las lluvias, las inundaciones, el aumento de la temperatura, las nuevas epidemias, representan el grito de una creación viva que se ve amenazada. La creación clama por su liberación, aguarda la manifestación de los hijos de Dios.

Reconociendo la soberanía de Dios en su creación y aceptando la condición de mayordomos en ella, en el Concilio Ministerial del 2003 hemos declarado nuestro compromiso a:

1. Conservar los recursos humanos.
2. Buscar, restaurar y recuperar el suelo, el agua, el aire, etc.
3. Reforestar recursos tales como árboles, arbustos, etc., en la medida que se considera práctico hacerlo.
4. Practicar el reciclaje de objetos de plástico, vidrio, papel y metal en toda oportunidad.
5. Involucrarse en la limpieza y mantenimiento de nuestro ambiente inmediato.
6. Involucrarse en programas educacionales que promuevan la conservación y restauración de nuestros recursos naturales.
7. Reconocer que el uso prudente de los recursos de la tierra es recomendable.
8. Evitar apoyar y participar en organizaciones que tengan una posición radical o anti bíblica respecto al ambiente.
9. Participar en el cuidado y la defensa de los animales como parte de la creación de Dios, particularmente de las especies en extinción.

«Solamente cuando se haya secado el último río, cortado el último árbol, matado el último pez, el hombre se dará cuenta de que no puede comerse el dinero» (Lema del Parque Nacional «Iguazú», Argentina).

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SOMÉTANSE A LAS AUTORIDADES

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Al menos los discursos expresados por el entonces candidato en las campañas, estaban cargados de un contenido racista, beligerante, con propuestas de medidas radicales en los ámbitos de migración de personas, económicas, anti-islámicas, moralistas, impulsoras de un supuesto patriotismo mal entendido. Pero lo más sobresaliente para la presente reflexión es la sorpresa que se generó al obtener una victoria contra toda predicción de los encuestadores y el deseo expresado en el voto popular, así como las diferentes manifestaciones de oposición de personas famosas e influyentes a nivel global. En las redes sociales, en los noticiarios, en manifestaciones de masas dentro y fuera del país, no se dejaron esperar las expresiones de rechazo; primero a la candidatura, y después al resultado sorpresivo de la victoria. ¿Qué pasó?, ¿cómo sucedió esto que pocos esperaban, o al menos esa era la percepción?

Ante la noticia sorpresiva de las elecciones, no faltaron los comentarios provenientes de círculos evangélicos y líderes «cristianos» que interpretaron el hecho como la voluntad de Dios: «esto sucedió para que se cumplan las profecías»; «Dios así lo quiso para que inicie la tercera guerra mundial y suceda el apocalipsis»; «El Señor levantó a este líder para hacerle frente a los musulmanes»; en las redes sociales se hicieron virales comentarios como: «el candidato aceptó a Cristo como su salvador en una iglesia evangélica»; «ahora sí, el cristianismo volverá a ocupar su lugar de dominio en América y se pondrá freno a las corrientes libertinas», y otros.

Los comentarios anteriores han vuelto a sacar a la luz un pensamiento generalizado entre muchos cristianos evangélicos, ideas que hacen necesario volver a evaluar la participación del cristiano en la sociedad y en la transformación de su entorno.

Gobiernos con los que la gente no está de acuerdo

Nuestro mundo está convulsionado. En diferentes países se viven experiencias amargas y dolorosas que resultan del ejercicio de gobiernos malos, injustos y perversos. Por doquier hay tiranos: Corea del Norte, China, Venezuela, Cuba, Sudán, Irán, Uganda, Guinea, Camerún; Presidentes corruptos, tan solo en Latinoamérica han sido acusados ocho expresidentes por casos de corrupción y enriquecimiento ilícito: Brasil, Honduras, Argentina, Guatemala, El Salvador y Perú; en nuestro país, estas noticias no son extrañas: Gobernadores, presidentes municipales, senadores, diputados, magistrados, jueces, e incluso el Presidente; se han visto en el foco de atención debido a un ejercicio errado de su gobierno, malos manejos del poder, de los recursos económicos, tráficos de influencias, y más.

Alrededor del mundo hay una queja generalizada, constante y aún hay gritos desesperados de dolor, de hartazgo y de impotencia; parece que los malos gobiernos, la injusticia y la opresión no tienen fin. Por supuesto hay también los escasos buenos gobiernos y están las quejas de aquellos a quienes nada les satisface, aunque estén disfrutando de bienestar y tranquilidad. También están los que se quejan porque el gobierno en turno no compensa a sus intereses egoístas y mezquinos y no tanto al bien común, pero de eso nos ocuparemos en otra ocasión.

El creyente ante las autoridades

Cuando uno observa las diferentes actitudes que los cristianos tenemos ante la realidad de injusticia y el mal ejercicio de los gobiernos, se pregunta, ¿a qué se debe nuestra pasividad que a veces raya en la indiferencia?

Se escuchan entonces diversos argumentos y muchos de ellos se apoyan en la interpretación de algunos versículos de la Biblia; solo haré referencia a los tres más citados:

Daniel 2:21: Él (Dios) muda los tiempos y las edades; quita reyes, y pone reyes; da la sabiduría a los sabios, y la ciencia a los entendidos.

Romanos 13:1-3: Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos.

Tito 3:1: Recuérdales que se sujeten a los gobernantes y autoridades, que obedezcan, que estén dispuestos a toda buena obra.

Muchos creyentes encuentran en estas referencias bíblicas un argumento para mantenerse al margen, y muchas veces para validar o legitimar a los malos gobiernos. Ya he mencionado algunas expresiones que surgen desde algunos círculos cristianos, y debo reconocer que estoy convencido de que éstas son expresiones profundamente creyentes; de una fe, honesta y sincera, pero no por ello, acertadas o apegadas a la verdad.

¿Podemos decirles a los norcoreanos que acepten a su tirano como un hombre que fue puesto por Dios? ¿Podemos decirles a las familias de los ejecutados, por ser opositores en regímenes totalitarios, que deben aceptar su condición con abnegación y serenidad porque Dios fue quien los determinó así? ¿Es válido explicarles a las víctimas de la injusticia, de la violencia y del abuso que están sufriendo esas condiciones, porque Dios está cumpliendo una profecía? A veces imagino que muchas de estas interpretaciones bíblicas se hacen desde la comodidad que nos ofrece vivir en un país con mayores libertades.

La Biblia debe interpretarse teniendo una visión completa de su mensaje

Para responder a los planteamientos anteriores necesitamos tener una visión completa, general y global del mensaje bíblico.  La verdad bíblica no se sustenta solo por citar un versículo, es necesario levantarla sobre el conjunto de la revelación para que pueda aseverarse que cumple con el calificativo de «Bíblica».

Así como encontramos la exhortación, en Romanos y Tito, a reconocer que las autoridades fueron dispuestas en ese orden por Dios, en otros contextos encontramos expresiones de crítica, señalamiento y hasta de condenación contra las autoridades injustas: Moisés desafiando al Faraón (Éxodo 8:1); Elías haciendo frente a los atropellos y la apostasía de Acab (1 Reyes 21:20); Amós confrontando a las autoridades que se dejan sobornar para cometer cohecho y oprimir al pobre en la época de Uzías y Jeroboam (Amós 1:1; 7:1ss); Isaías denunciando la corrupción de los jefes del pueblo en su tiempo; Jeremías alzando su voz para llamar al arrepentimiento a los malos pastores de Israel (Jeremías 23); Daniel, confrontando a Nabucodonosor por haberse ensoberbecido al punto de bestializarse (Daniel 4); Juan (el bautista) confrontando el pecado de Herodes (Lucas 3:19); nuestro Señor llamando «zorra» a Herodes (Lucas 13:31-32), denunciando la hipocresía de los jefes del pueblo (Mateo 23), llamando bienaventurados a los perseguidos por causa de la justicia (Mateo 5:10); Juan, el escritor del Apocalipsis, denunciando las injusticias y perversidades de Roma (Apocalipsis 17).

Por supuesto, todos ellos fueron perseguidos, amenazados e incluso algunos de ellos asesinados por esta causa. ¿Fueron rebeldes a la autoridad? ¿Se opusieron a lo que Dios había establecido? ¿Eran personas amargadas, descontentas o resentidas? ¿Dejaron de someterse a la autoridad?

Con base en estas dos posiciones, necesitamos comprender la dinámica de relación que existe entre un creyente y las autoridades.

¿Autoridades puestas por Dios?

En primer lugar es importante comprender que existe diferencia entre: dar origen a las «autoridades» y designar a quién ocupa el lugar para ejercer esa autoridad. La primera se refiere a las estructuras, a los poderes y la segunda a las personas. La Escritura señala que Dios creó las cosas invisibles: tronos, dominios, principados, potestades (Colosenses 1:16); en Romanos 13:1, Pablo explica que Dios estableció a las autoridades, del gr. tásso, que significa arreglar de manera ordenada; esta indicación refiere el hecho de haber creado las estructuras sobre las cuales los seres humanos se organizan para promover el orden en la sociedad y el mundo. Es a este acomodo ordenado que se recibe la exhortación de someterse.

¿Someterse?

El verbo griego ὑποτάσσω (jupotásso1), que se utiliza en ambos textos paulinos, es la composición que resulta de jupo=bajo y tasso=arreglar de manera ordenada, disponer. Se traduce como someter, sin embargo, cabe señalar que esta expresión se refiere a un acto voluntario y consciente, el de ponerse a disposición, en armonía de colaboración, no el de sometimiento servil o sin consciencia, como el que tiene un esclavo (para eso se utiliza: αἰχμαλωτίζω, aichmalōtizō1), o como el sometimiento de un soldado que llega a cometer toda clase de vilezas porque «sólo obedece órdenes», sino el de un ciudadano libre que se dispone para contribuir con la autoridad en los propósitos nobles del Estado.

Ninguno de los personajes que pusimos como ejemplo anteriormente dejó de estar sometido a la autoridad; precisamente, su reconocimiento de que han sido puestos por Dios, les llevó a cuestionar si realmente estaban haciendo lo que se esperaba de ellos. En consecuencia, no a título personal ni en su propio nombre, sino en el de Aquel que les concedió ese lugar de servicio, les llamaron a cambiar de dirección en su camino. En ningún hombre de Dios vemos la insubordinación. Cuando levantaron su voz, se sometieron a la decisión que sus autoridades tomaron en consecuencia porque siempre fueron motivados por el deseo de promover que la autoridad cumpliera con el propósito designado para ellos. Para todo creyente, está claro que ponerse a disposición de una autoridad es algo incuestionable, la rebelión es un pecado equivalente a la adivinación (1 Samuel 15:23), sin embargo, este sometimiento es primeramente al Reinado de Dios, pues los creyentes somos «ciudadanos de dos mundos» y es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres (Hechos 4:19; 5:29).

La labor profética

Sí, Dios creó los poderes y las estructuras para hacer posible un orden que sea propicio para la vida plena; sin embargo, las personas que ocupan esos lugares son pecadores, seres falibles y débiles como todos lo somos.

Ante esta realidad se hace necesario que la iglesia se manifieste en el mundo, no solo con la predicación del Evangelio, sino con el anuncio del Reino de Dios, con el llamado al arrepentimiento, que incluye la invitación a las autoridades para que se sometan a Dios y realicen su vocación de servicio conforme a los principios del Reino.

En este sentido, es importante mantener un sentido crítico frente a las acciones de los gobernantes, para generar consciencia entre las personas con tal de trabajar junto con ellos en la construcción de un mundo en el que se experimenten las bendiciones del Reino que está entre nosotros, los frutos de la justicia y la paz. Esa es la labor profética de la iglesia (1 Timoteo 2:1-4).

«El Estado tiene el derecho de exigir sumisión exclusivamente en su ámbito o jurisdicción; cuando va más allá de los límites, la resistencia es un deber al pueblo profético y recordar que la soberanía de todos los poderes le corresponde a Dios»

Ausencio Arroyo

Bibliografía

1 Strong, J. The exhaustive concordance of the Bible : Showing every word of the test of the common English version of the canonical books, and every occurence of each word in regular order. Ontario: Woodside Bible Fellowship.

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PASTORAL EN EL MATRIMONIO

PASTORAL EN EL MATRIMONIO

Vivimos tiempos desafiantes, la relación de pareja y el matrimonio están siendo cuestionados en su forma y fondo. Nosotros, como pastores de la grey, debemos mantener los ojos bien abiertos y los oídos atentos a nuestro entorno y a la Palabra de Dios.

Contrario a lo que algunos afirman, no todos los cambios que se han dado en nuestra época son negativos y opuestos a la voluntad de Dios. Lo que sucede es que, el desconcierto que provoca lo nuevo, a veces produce miedo y éste, nos lleva a replegarnos y refugiarnos en lo que consideramos seguro. Necesitamos estar conscientes de esa reacción natural, para que al detectarla, asumamos una postura crítica, mas no cerrada, ante los acontecimientos y definiciones recientes.

Respecto al matrimonio, los planteamientos contemporáneos, han aportado diversos matices de comprensión, que ayudan mucho a las parejas en su plenificación. Por ejemplo, hoy como nunca antes, se valora la buena convivencia, sana comunicación y realización, en el marco de la vida en pareja. Por otro lado, los matrimonios occidentales, en general, no son obligados ni condicionados, por personas externas a la pareja, sino consensuados ¡esto es bueno!

Sin embargo, tampoco debemos pasar por alto que el hedonismo y el individualismo, propios de nuestra época, también han condicionado a muchas parejas. Esto se hace evidente en la búsqueda del disfrute a toda costa, y en la condicionante producida por dicha búsqueda: se piensa que, el matrimonio, debe mantenerse mientras todo esté bien. Esto ha provocado, entre otras cosas: parejas con poca tolerancia al sufrimiento compartido, y muchos divorcios.

También, hay parejas en las que la soledad se hace presente. El individualismo, que afecta a ambos, los lleva a tener vidas paralelas, en donde, los integrantes, sólo son dos desconocidos que comparten la cama, y a veces, la mesa, con proyectos personales completamente distintos, y hasta opuestos.

Dadas las circunstancias actuales, como pastores, tenemos la encomienda de acompañar a matrimonios y darles pautas para su vivencia en pareja. Dichas pautas, deben ser, por un lado actuales, tomando en consideración los cambios que en la vida de pareja implica la vida moderna; pero también contextuales, considerando la realidad propia del matrimonio que se acompaña. Por ejemplo, en nuestras congregaciones, hay matrimonios que han asumido un modelo tradicional (patriarcal), otros que han asumido un modelo más equitativo (moderno). Considero que el modelo no es el problema en sí, lo que debemos brindarles como pastores, son herramientas y orientaciones que abonen en relaciones basadas en la Palabra: justas, restauradoras y, sobre todo, amorosas. Esto no implica, imponer un modelo de pareja ajeno. Nuestras pautas y orientaciones pastorales, sobre todo, deben ser guiadas por Dios, en su Espíritu, a través de su Palabra.

A continuación, les comparto algunas reflexiones bíblicas y herramientas prácticas; con la esperanza de que estas se añadan a su capacidad y experiencia pastoral, para el mejor acompañamiento y orientación de los matrimonios que el Señor ha encomendado a su cuidado.

Definición de matrimonio en nuestro credo

«El matrimonio es el propósito de Dios para la pareja, en el que un hombre y una mujer se comprometen a unir sus vidas mediante un pacto de amor y fidelidad. Inicia ante las autoridades civiles con testigos de la sociedad y es bendecido por el Creador, ante la Iglesia, para que dure toda la vida, en un marco de igualdad, tolerancia, respeto y apoyo mutuo, que honre a ambos»1

Acercamiento a la Palabra

Polvo y Soplo: el matrimonio está hecho de fragilidad humana y suficiencia de Dios.

Cuidemos los conceptos: el matrimonio, como definición, no está unificado en el canon bíblico. Sin embargo, hay un texto que resulta fundamental para comprender el matrimonio a la luz de la voluntad de Dios: Génesis 2:7-25. Haremos un breve acercamiento a algunos versos de dicho texto.

El concepto de matrimonio monógamo surge en el contexto del pueblo de Israel como contracultura, en oposición a la cultura circundante cananea, en cuyos pueblos la poligamia era lo normal. Este texto, surge en el siglo X a. C., con la intención de validar teológicamente y afirmar al matrimonio monógamo, así como defenderlo ante las influencias cananeas.

En Génesis 2:7, se nos dice que el ser humano fue hecho del polvo de la tierra y del aliento de vida infundido por Dios en la nariz. El ser polvo de la tierra deja en claro la debilidad, la insuficiencia, el fracaso implícito que somos. Sin embargo, el soplo de vida de Dios, nos hace fuerza, suficiencia y logro posible en todo momento. Lo del polvo de la tierra, recibe de Dios la posibilidad de superación. Pero el texto nos deja un detalle valioso, el soplo de vida lo infundió Dios en la nariz; es una imagen muy bella y tierna: el Creador-alfarero, no sólo se ensucia las manos para hacer al ser humano, también se acerca mucho a él. Es un acercamiento amoroso para infundir en él, su soplo. De eso estamos hechos todos los seres humanos, incluidos los que decidimos conformar una pareja.

Esta sencilla verdad, nos debe hacer conscientes, por un lado, de la fragilidad con la que están hechos los matrimonios: los cónyuges son polvo de la tierra, imperfectos y frágiles, por naturaleza. Por otro lado, nos hace conscientes, de la infinidad de posibilidades de bien, de desarrollo y crecimiento; porque tenemos la fuerza que viene de Dios.

En Génesis 2:18, Dios reconoce y afirma que no es bueno que el hombre esté solo. Esta hermosa frase deja en claro que fuimos hechos para el encuentro con el otro, el ser humano no puede ni debe vivir en el aislamiento. Ante esa soledad, Dios promete hacer ayuda idónea para el ser humano. Ningún animal creado por Dios, logra suplir esa necesidad del hombre (2:20). Y es que ayuda idónea, es ayuda que viene de arriba, que completa, que plenifica; nada que venga sólo de lo terreno puede hacer eso en el humano, sólo lo que es, además de polvo, soplo.

Resulta muy significativo que, Dios tomase del costado del hombre, para hacer a la ayuda idónea, una costilla que estaba resguardando el corazón. Alude a dos cosas significativas: lo primero es, la vulnerabilidad del hombre que se enfatiza al dejarlo sin esa costilla que protegía su corazón, ahora está vulnerable. Pero al mismo tiempo, de esa costilla será creada quien será su ayuda, su fuerza.

La expresión de Adán, ante la visión maravillosa de su compañera deja en claro esto (2:23): Hueso de mis huesos: ella es mi fortaleza. Carne de mi carne: también mi debilidad. La carne, representa el espacio limitado, pero abierto a Dios.

En el verso 25, se enmarca la importancia de la «desnudez» en la relación de la primer pareja. Dicha desnudez, no es, sobretodo, física, implica bajar la guardia, abrirse al otro, lo cual conlleva vulnerabilidad.

El matrimonio implica tres cosas: dejar, unirse y ser una sola carne

Ponemos aparte el comentario del verso 24, debido al marco básico que da para el matrimonio, seguimos aquí el aporte de Walter Trobisch en su libro «Yo me casé contigo»2

«Dejar». Implica por un lado poner a los padres en segundo término, cortar relaciones de dependencia con ellos, tanto en lo emocional, económico y en cuanto a las decisiones. Por otro lado, hacer completamente público el amor y el deseo de estar juntos.

«Unirse». Se refiere al amor, tiene que ver con los sentimientos, pero también con la voluntad de estar con otro. Es el anhelo de querer estar con alguien más cerca y permanentemente.

«Ser una sola carne». Implica la fusión de horizontes, de prioridades, de proyectos de vida, que se consuman en matrimonio, particularmente en la intimidad sexual.

Dios en el matrimonio

La vida en pareja, es un don de Dios, nace en Su corazón, como un regalo de su amor. Sin embargo, es un don que requiere nuestra colaboración; el matrimonio se construye entre dos. Es un proyecto que Dios diseña e inicia, y el ser humano, desarrolla con la guía del Espíritu.

Sin embargo, una de las cosas que debemos evitar es priorizar a la pareja en lugar de a Dios. Es Él quien nos proveyó en su amor al cónyuge y nunca debiera éste, sustituir a Dios; al hacerlo nuestra relación con Dios se debilita y nuestra relación con la pareja se pone en riesgo, pues incurrimos en idolatría.

Por otro lado, también es peligroso priorizar a alguien o algo más (otra persona, el trabajo, objetos, etcétera), por encima de nuestra pareja. Eso también es peligroso, y es incurrir en una idolatría que nos distancia del ser amado.

En cuanto a la sexualidad en la vida de pareja, esta debiera ser siempre una entrega totalizadora, buscando que el otro sienta, sobre todo, el amor que se le tiene. A través del acto sexual se debe amar con todas las células.

Desafíos actuales del matrimonio

Hoy, ocurren muchos más divorcios que antes ¿es buena o mala señal? No se puede categorizar sencillamente como buena o mala, se debe a múltiples factores, entre ellos, el demográfico. En la actualidad, hay mucho más parejas que se casan, respecto a antes. Sin embargo, el hecho de que haya más divorcios indica, entre otras cosas, que las expectativas en cuanto al matrimonio han cambiado.

Bien lo explican Jean Stapleton y Richard Bright: «El matrimonio no es una institución que está muriendo. Es una institución en cambio. Hoy día más gente se casa en algún momento de su vida como nunca antes. Hoy se divorcian más personas que nunca, también, no porque divorciarse sea más fácil sino porque esperan mucho más del matrimonio: la intimidad sólo prospera cuando el compromiso es incondicional y de largo plazo… y la intimidad solo es posible cuando dos personas se consideran iguales»3

Expectativa del matrimonio:

Antes:

Hijos

Familia

Intimidad

No estar solo

Tener quien me cuide

Tener un proveedor

Una cocinera

Ahora:

Buena comunicación

Comprensión

Respeto

Justicia

Cariño

Apoyo

Compañerismo

Hoy, se busca un matrimonio que potencie a ambos. La expectativa de antes aún sigue vigente; pero en muchos matrimonios, sobre todo en los citadinos y de clase media a alta, se espera más que eso. Sin embargo, aunque la expectativa es alta, en la mayoría de los casos, las parejas no cuentan con los recursos suficientes para ver cumplidos sus anhelos.

Por lo anterior, una de las tareas fundamentales del pastor es brindar pautas y herramientas que nutran las relaciones de las parejas, para que éstas puedan ver cristalizados sus anhelos.

Intimidad matrimonial: ¿genitalidad o sexualidad?4

Una primer cuestión que hay que aclarar es qué entendemos por vida sexual y sexualidad. Dios nos creó. A Él se le ocurrió que hubiese hombres y mujeres, y que ambos fueran hechos a su imagen. Es decir, la sexualidad y la posibilidad de relaciones sexuales, están impresas en la vida humana desde sus comienzos; no se trata solamente del hecho de tener órganos genitales o aparatos reproductores diferentes.

La vida sexual abarca todo aquello que se vive como hombre o como mujer. En este sentido, toda nuestra vida es sexual porque es sexuada. Todo lo que hacemos, lo realizamos como hombres o mujeres, según el caso. Por tanto, la vida sexual, incluye el conocimiento de la propia persona: cómo se es, lo que se cree, lo que se siente, lo que se percibe, lo que se hace. Cuando la persona se pregunta quién es, se descubre como persona, pero no como una persona neutra, sino como hombre o como mujer.

La vida sexual abarca también la manera en que se relacionan los hombres con las mujeres, las mujeres con los hombres, las mujeres con las mujeres y los hombres con los hombres. En el sentido más estricto de la palabra, existe una amplia variedad de relaciones sexuales: tenemos padres, madres, hermanos y hermanas, jefes y jefas, empleados y empleadas, conocidos y conocidas, colegas, camaradas, amigos y amigas, enemigos y enemigas, amigos y amigas íntimos, novios y novias, prometidos y prometidas, esposos y esposas, etcétera. Todas nuestras relaciones, están marcadas por la cultura y la sociedad en que vivimos.

La sexualidad, es una construcción social donde se asignan los lugares y los roles, y se crean los moldes y estereotipos sexuales. Algunas de esas cuestiones son un obstáculo para ejercer la sexualidad adecuada y tener relaciones sexuales sanas, ya que expresan una deformación social. Este es, por ejemplo, el caso del machismo, donde se otorga la responsabilidad del desarrollo de los hijos sólo a la mujer, en la concepción del cuerpo como pecaminoso, el del mito del amor romántico espontáneo, etcétera. Los medios de comunicación masivos, también contribuyen a reforzar diversos modelos y, sobre todo, implementar ciertos mitos: como el del varón experimentado, fuerte, distante y atractivo; frente a mujeres vulnerables, vírgenes, jóvenes, con un cuerpo escultural.

La cultura y la sociedad levantan diferencias entre los sexos, que conducen a relaciones constructivas o destructivas, entre el hombre y la mujer. La familia, como producto de su sociedad y su cultura, reproduce el modelo y la calidad de estas relaciones. La familia, es la primera célula que influye en la socialización de las actitudes sexuales. No es lo que se dice, sino la actitud hacia lo sexual y la manera en que se tratan los hombres y mujeres —aquello que los niños aprenden en el regazo de sus padres y en el seno familiar—, lo que determina sus conductas futuras. La capacidad de hablar abiertamente, y la disposición a cambiar, son los valores más positivos que se pueden generar en los niños: esto es verdad y de particular importancia en el terreno de lo sexual. Por el contrario, el temor, el ocultamiento y los secretos vergonzosos, son sentimientos y costumbres, que estorbarán a la vida sexual general, y que contaminarán la relación de pareja. El respeto por los que son de sexo diferente, la aceptación de cada persona como ser único e irrepetible, cuya contribución al mundo es esencial e insustituible, son un rico tesoro que los padres pueden dar en herencia a sus hijos.

Las relaciones entre hombres y mujeres pueden volverse constructivas o destructivas. La Biblia llama «pecado» a la capacidad de destrucción inherente al ser humano, su cultura y su sociedad, y esta capacidad aparece unida al rechazo a Dios. Las relaciones destructivas entre hombres y mujeres son pecaminosas. Cuando un hombre usa a una mujer para su propio provecho, sin importarle las consecuencias para la persona que es ella, está pecando. Cuando una mujer hace lo mismo, o permite que la usen, peca.

La Biblia llama «amor» a la capacidad de construcción potencial del ser humano, y esta capacidad aparece unida a su esencia de imagen de Dios y a su respuesta positiva a Él. Cuando procuramos construirnos a nosotros mismos y construir a los demás, estamos ejerciendo nuestra sexualidad, dando gloria a Dios y cumpliendo los dos grandes mandamientos que resumen toda la ley: Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y ama a tu prójimo como a ti mismo (Lucas 10:27).

La expresión íntima, emocional y física de la sexualidad en un matrimonio es parte de su vida sexual más amplia. Los casados, no dejan de relacionarse con otros hombres y mujeres por el hecho de haberse casado. Su sexualidad de pareja no sólo la expresan en el lecho conyugal, sino también en las múltiples actividades que realizan juntos, dentro y fuera del hogar. La expresión emocional y física de su intimidad sexual incluye piropos, masajes, abrazos, mimos, caricias, juegos amorosos y también el trato diario y continuado. El aspecto genital de la sexualidad es solamente un matiz en el amplio arco iris de la vida sexual de una pareja. Sin embargo, es un matiz importante del que no se habla, se habla poco o se habla demasiado, ya sea de una forma despreciativa, que provoca culpa, o exaltándolo exageradamente. En ocasiones, el aspecto reproductivo de la sexualidad es sobrevalorado; se le privilegia de tal modo que opaca, obstaculiza e incluso, oculta otros aspectos de la vida sexual igualmente importantes.

La vida sexual de un matrimonio abarca, entonces, una amplia gama de aspectos. Incluye el conocimiento de uno mismo, el tipo de relación existente en la pareja: la comunicación, el compañerismo, la amistad, los roles que se acuerda asumir en la intimidad sexual.

Al referirnos a la intimidad conyugal sexual, estaremos intentando abordar tres aspectos:

  1. La intimidad emocional. La relación hombre-mujer en el matrimonio incluye el respeto, la tolerancia, la generosidad, la solicitud del uno para con el otro, los sentimientos de agrado y desagrado, de seguridad y de inseguridad, de satisfacción e insatisfacción, el trabajo conjunto, el enfrentar problemas juntos, el diálogo, la admiración, la ternura, la calidez, la autenticidad, la fidelidad. Todos éstos son los ingredientes que conforman el amor.

                  Además, si dos se acuestan juntos, uno a otro se calientan; pero uno solo, ¿cómo va a entrar en calor? Uno solo puede ser vencido, pero dos podrán resistir. Y además, la cuerda de tres hilos no se rompe fácilmente (Eclesiastés 4:11-12).

                  El placer sensual. La intimidad física en la relación matrimonial incluye los besos, las caricias, los cariños o mimos, los abrazos, el tacto corporal, la explotación y el goce del cónyuge con todos los sentidos.

                  ¡Dame un beso de tus labios! Son más dulces que el vino tus caricias, deliciosos al olfato tus perfumes, tu nombre es perfume derramado. ¡Por eso te aman las mujeres! (Cantares 1:2-3).

                  Calma tu sed en el agua que brota de tu propio pozo… ¡Bendita sea tu propia fuente! ¡Goza con la compañera de tu juventud, delicada y amorosa cervatilla! ¡Que nunca te falten sus caricias! ¡Que siempre te envuelva su amor! (Proverbios 5:15, 18-19).

  1. El acto sexual. Es la unión física, cuerpo a cuerpo, entre el hombre y la mujer. Específicamente, la unión genital cuyo nombre científico es coito, que consiste en la penetración del pene en la vagina y puede ejecutarse en diferentes posiciones.

                  ¡Llévame pronto contigo! ¡Llévame, oh rey, a tus habitaciones! Que ponga él su izquierda bajo mi cabeza y que con su derecha me abrace!(Cantares 1:4; 8:3).

Estos aspectos interactúan entre sí y no pueden separarse totalmente unos de otros. Representan el carácter integral y la variedad que conforman a todo ser humano. Se manifiestan e interactúan en forma diferente, según la apreciación subjetiva que tenga cada persona acerca de la calidad e intensidad de la relación, según el carácter y la personalidad de cada cónyuge, y según la época y circunstancias que se vivan en lo personal, y como familia. La vida sexual íntima es generalmente un espejo de la vida en común.

Bibliografía

1                 Punto de fe 19 del Fundamento Doctrinal.

2                 Trobisch, Walter, «Yo me casé contigo», Salamanca: Editorial Sígueme: 1996.

3                 Frase citada en Clinebell, Howard, «Asesoramiento y Cuidado Pastoral», Grand Rapids, Libros Desafío: 1999 (p. 233).

4                 Este apartado ha sido tomado y adaptado de: «Intimidad sexual: una aventura con dos protagonistas» escrito por Jesús Camargo López y Carmen Pérez de Camargo, capítulo 6 del libro «Hacer el amor en todo lo que se hace», Padilla, C. René y Pérez de Camargo, Carmen, Buenos Aires: Kairós, 2002 (pp. 96-100).

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LA PASIÓN MÁS GRANDE

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“Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano” (Isaías 55:6).

Aún cuando un científico se apasiona intensamente por los avances de sus investigaciones o descubrimientos, o un minero por encontrar un yacimiento de su metal soñado, o quien busca apasionadamente una oportunidad en el mundo de los negocios, o simplemente quien se apasiona al ver ganar a su equipo favorito, nada de eso es comparable a la pasión que algunos hombres han sentido por encontrarse con Dios. Ciertamente no hay comparación, porque todas las otras pasiones son temporales, es decir, son metas y objetivos efímeros, pero la búsqueda y experiencia de Dios, nos sacia aquí en la tierra y nos da la posibilidad de mansiones eternas (Proverbios 2:4-5; Salmo 73:25).

Buscar a Dios tiene opiniones encontradas. Por un lado, se nos dice que es Espíritu, inmortal, y que vive en luz inaccesible, que los cielos de los cielos no lo pueden contener, y que mirarlo produce la muerte; y por otro lado, se dice que está a nuestro lado, muy cerca de nosotros, cerca de nuestra mano y de nuestro corazón, que si lo buscamos podemos encontrarlo y experimentar la gloria de su presencia (Juan 4:24; Jueces 13:22).

De hecho, aunque normalmente no lo vemos, por ser Espíritu, en verdad nos envuelve y nos llena con su presencia sin nosotros saberlo ni sentirlo, pues su poder nos sustenta. En ciertos momentos de la historia bíblica, se ha manifestado, es decir, ha permitido que algunos humanos lo experimenten. En ocasiones, fue Dios mismo quien tomó la iniciativa, se hizo presente a gente que no lo estaba buscando, las sorprendió irrumpiendo en su vida y les dio un nuevo significado; como diría el escritor del libro a los Hebreos: espacio nos faltaría para seguir recordando gente que se apasionó por Dios sobre todas las cosas, que sobresalió en la búsqueda de Dios y experimentó su presencia, como aquel comerciante de perlas que un día encontró una que llenó su corazón, y gustoso vendió todo lo que tenía para adquirirla.

Lo que estorba

Según hemos visto, las circunstancias difíciles no impiden que Dios sea experimentado, más bien hacen que el corazón se aferre a la promesa, en contra de imperios, peligros de muerte, ser despojados de todo y presiones por todos lados no bastaron para disuadir su dependencia del Señor. Más bien, lo que impide la búsqueda de Dios es la ignorancia de su existencia, las tradiciones religiosas que ya se han conformado con reglas y formas externas lejos del dinamismo del Espíritu. El profeta Isaías dice que es el pecado lo que hace un abismo entre Dios y los hombres, y Pablo, que eso nos destituye de su gloria. Es pues el pecado, traducido en opresión, indiferencia, orgullo, soberbia y autosuficiencia que nos impide apasionarnos por Dios, nuestros intereses son otros (Isaías 59:2-7; Santiago 4:6).

Dios espera que lo busquemos

A pesar de que en el Edén, el hombre  volvió la espalda al Señor, Él se dio a la tarea de buscarlo. Le causó profundo dolor ver cómo el mundo antiguo fue destruido por su pecado, por su inclinación continua al mal, a través de los profetas. El Señor dijo: «buscadme y viviréis», «buscadme mientras puedo ser hallado», «clama a mí y te responderé», «volveos a mí», y tantas otras, pero por más que Dios buscó en tiempos claves de la historia, no encontró nadie que se volviera a Él  (Génesis 3:8-9, Ezequiel 22:30).

Dios se hizo visible y cercano

Todas las formas previas en la búsqueda divina, Él mismo las va a superar enviando a su Hijo a la tierra, ya no será asunto de señales, símbolos, promesas o pequeñas manifestaciones, sino la presencia misma del Hijo explicándonos y acercándonos al Padre (Juan 1:18; Hebreos 1:2).

Jesús nos revelará al Padre de una manera tal, que dice que quien lo ve a Él, ve al Padre; y lo muestra tocando a los enfermos, invitando a los pecadores, declarando su preferencia por las viudas y los huérfanos, y diciendo que había venido a buscar y salvar lo que se había perdido. Con la venida de Cristo, su vida, muerte y resurrección, Dios se puso al alcance de la mano y del corazón, a través de la fe (Juan 14:9; Romanos 8:32-34).

La invitación de Jesús

El Señor nos invita para llevar todas nuestras cargas a Él, nos está esperando en la intimidad de nuestra recámara, dice que velemos y oremos para vencer la tentación, está a la puerta llamando, rogando la atención de nuestro corazón, y bien sabemos que donde Él está hay paz y vida abundante, pues conocer al Padre y al Hijo es la vida eterna (Mateo 6:6; Juan 17:3).

Estar en comunión con Dios es un privilegio de sus hijos, es nuestro privilegio. Quitemos todo pecado que estorbe, para que nos sea familiar su presencia y cercanía; teniendo su palabra y una Iglesia que nos ame. Y ya que la sangre de Cristo nos ha limpiado y ha abierto el camino al mismo trono y teniendo en nuestro corazón el Espíritu Santo, corramos la carrera que nos es propuesta, con gozo cada día, sabiendo que Él quiere hacerse manifiesto entre nosotros, seguramente no nos arrepentiremos. Busquemos apasionadamente el rostro de nuestro Señor (Hebreos 12:1-2).

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LA PAZ DE DIOS

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La paz es un don

La paz es un don de Dios, basado en la comunión con Él1, produce un estado de bienestar abundante2 que afecta todos los aspectos de la vida humana3: espiritual, físico, mental, social, político y económico; así, como sus relaciones4: con él prójimo y la creación.

1Isaías 48:17-19; 57:2; Juan 14:23-27; 2Isaías 9:6-7; 3Salmo 51:10-12; Jeremías 33:6-9; Marcos 5:34; Romanos 8:6; Filipenses 4:7; 1 Tesalonicenses 5:23; 4Zacarías 8:16,17
La paz es la característica principal del Evangelio por su estrecha relación con la salvación1. El creyente tiene como fruto del Espíritu la paz 2que gobierna su corazón3 y sus pensamientos por lo tanto vive libre del dominio del temor, la ira y el enojo4.

1Isaías 52:5-7; Lucas 2:10-14; Hechos 10:36; Efesios 6:15; 2Gálatas 5:22; 3Romanos 14:17; Filipenses 4:7; 4Juan 14:27; Colosenses 3:8,15

La paz es una tarea

Además de ser un regalo, la paz es una tarea que Dios encarga a sus hijos como parte integral de su participación en el anuncio del Evangelio1. Los creyentes son llamados a ser constructores de paz y esta tarea es una bienaventuranza2.

1Romanos 12:17-19; 2Mateo 5:9

Jesús otorgó la paz no solo con sus acciones y milagros también con el saludo “Paz a vosotros1, pues las veces que lo expresa a sus discípulos convierte su angustia y sentimiento de desamparo en completa paz.

1Shalom” saludo en hebreo que se traduce: “Paz a vosotros” en Lucas 24:36; Juan 20:19, 21, 26; Biblia Reina-Valera 1909

El “Paz a vosotros” es en realidad una bendición que convierte a los creyentes en portadores de paz1, enviados por Jesús y respaldados por su autoridad. No es un saludo o formulismo común ni una contraseña; porque al darlo, los creyentes asumen un compromiso que los obligaba a construir un estado de paz entre ellos, que incluye a sus enemigos2. Este saludo es entonces una bendición que le aporta un don a la persona que lo recibe y un compromiso para quien lo da.

Mateo 10:12-13; 2 Mateo 5:44-45; Romanos 5:6-7

La paz se opone a la violencia

Jesús enseñó el amor a los enemigos1 y lo cumplió hasta las últimas consecuencias2, heredando a sus discípulos su compromiso por la paz, mismo que se puede apreciar en las exigencias que a su vez ellos dejaron a los creyentes en sus cartas3. El Señor no recurrió a la violencia para realizar su ministerio; defenderse4, ni en contra de los que lo rechazaban5.

1Mateo 5:44-45; 2Romanos 5:6-7; 3Colosenses 3:15; Hebreos 12:14 4Mateo 26:51-53; Juan 18:36; 19:10-11; 5Lucas 9:51-56

El episodio de Jesús echando a los cambistas en el templo1 obedece a la profecía del Salmo 69:9, y es una expresión de indignación santa, ante la injusticia y los abusos de los administradores del templo.

1Marcos 11:15-17; Juan 2:13-17

El creyente reprueba la guerra porque al ser promotor de la paz y se opone a todo tipo de violencia. Sin embargo, por su condición de ciudadano, participa solo en servicios de ayuda humanitaria si es requerido por su gobierno en conflictos armados.

PAZ

Para traducir shalom (paz en el idioma hebreo) el idioma griego no disponía de otra palabra que eirene. En Grecia eirene significaba el período de transición entre dos guerras. No era, pues, una traducción muy buena de shalom.

El Nuevo Testamento tiene los siguientes significados de la palabra eirene (paz):

Eirene = orden.

“Dios no es Dios de confusión, sino de paz”, escribe Pablo en 1 Corintios 14:33. Eirene tiene aquí el significado de orden. Donde hay eirene todas las cosas están en su lugar y funcionan según la voluntad de Dios. Así también en la congregación: todas las cosas deben hacerse con orden; no hay que hablar con dos o tres profetas a la vez, sino uno por uno. En el Reino de Dios no reina el desorden, sino el orden. Algo de esto debe reflejarse ya en la iglesia.

Eirene en la visión de los tiempos del fin en el Nuevo Testamento.

Eirene es el don de Dios del tiempo del fin, que se hace realidad por medio del Mesías. A esta luz debemos leer Lucas 1:79 y el cántico de los ángeles de Lucas 2:14.

En la tierra paz es igual a: en la tierra la salvación del tiempo del fin. Ahora que el Mesías ha nacido, los ángeles ven ya la tierra llena de esta situación de buenas relaciones, bienestar y felicidad que no se conocía desde el paraíso. También Lucas 19:42 se refiere a la paz mesiánica. Es la paz del cielo, que el Mesías ha traído a esta tierra (Lucas 19:38).

Esta paz se establece por medio del Mesías Jesús (Efesios 6:15; Hechos 10:36; Efesios 2:17). Dios, por medio de la predicación de los apóstoles,     llamó a esta paz a judíos y gentiles (1 Corintios 7:15). Jesús da esta paz a sus discípulos (Juan 14:27). Es su paz la que da (Juan en su evangelio        habla de la salvación del tiempo del fin como ya conocida y presente ahora). Frente a la miseria de la opresión, encontramos en Juan 16:33 la paz en Jesucristo: los discípulos viven todavía en el mundo, pero ya pertenecen al mundo de gozo y felicidad que en Cristo ya es realidad.

Esta es también la paz en que pensaban los cristianos al usar la salutación judía (Pablo al comienzo de sus epístolas). En Lucas 10:5-7 podemos apreciar cuán en serio se tomaba este saludo.

A esta gran paz mesiánica se refiere también Hebreos 12:13 donde la traducción “procuren estar en paz con todos” (DHH) puede dar lugar al malentendido de que la idea es que hay que tratar de vivir en paz con toda la gente. La interpretación correcta es: Tratad de conseguir, en conjunto con todos los cristianos, la paz, que es el gran don que la cristiandad ha recibido de Dios. Esta paz reina en el corazón (Colosenses 3:15) y es un poder que conserva a los hombres (Filipenses 4:7); es inimaginable, porque supera todo entendimiento.

Según su contenido, eirene es la situación en que Dios y el hombre están en su propio lugar normal, de manera que ha sido restablecido el orden correcto en el mundo y los hombres son lo que deben ser como hombres de Dios.

Negativamente esto significa la ausencia de todo mal (Romanos 16:20); positivamente significa: estar en casa, vivir por fin en el sentido pleno de la palabra, ser plenamente hombre, haber alcanzado la situación de normalidad.

El mundo de ahora no conoce esta paz, ni la puede dar (Juan 14:27); no conoce la verdadera vida, porque no conoce esta paz; sólo conoce la muerte (Romanos 8:6); toma lo anormal por normal. Gracias al Espíritu los cristianos tratan de conseguir la vida y la paz (Romanos 8:6). Esta paz es salvación para todo el hombre, en espíritu, alma y cuerpo (1 Tesalonicenses 5:23). Esta es la promesa dada a los cristianos, esto es lo que por la fe en Jesucristo recibieron y lo que tratan de conseguir. En Cristo Jesús han descubierto el verdadero ser hombre y esto les ha sido prometido. Son participantes de ello. ¿No desearían entonces poder vivir, por fin, como personas normales, como personas que responden a la norma y que en la situación concreta de su vida viven en shalom? Romanos 8:31-39.

Eirene = paz con Dios.

Sólo raras veces eirene tiene el significado de una relación de paz con Dios, que viene a reemplazar a la enemistad. Tenemos que mencionar Efesios 2:14-17 donde Cristo es anunciado como Aquel que puso fin a la ley y de esta manera a la enemistad entre Dios y los hombres, y entre los hombres mutuamente. En vez de enemistad puso la eirene, en vez de la separación entre los judíos y gentiles puso la unidad de la nueva humanidad. Derribó la pared que separaba (la enemistad).

Tenemos que mencionar especialmente Romanos 5:1. Esta relación de paz con Dios llegó a establecerse porque los hombres que eran enemigos de Dios fueron reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo (Romanos 5:10).

Eirene = paz entre los hombres.

“El reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo” (Romanos 14:17). En este pasaje Pablo se dirige a los “fuertes” que quieren vivir plenamente la libertad del cristiano y que por eso se irritan con los “débiles” que se abstienen de comer carne de animales que fueron sacrificados a los ídolos (14:2). Les dice que no deben creer que el reino de Dios consista en mover a los débiles a comer y beber cosas que para su conciencia están prohibidas, sino en que reinen la justicia, la paz y la alegría. Esa paz, que tiene que ser buscada, es igual a: el vivir el uno con el otro en amor (14:19). Así será el reino de Dios.

La paz tiene este significado también en 1 Corintios 7:15; Gálatas 5:22; Efesios 4:3; Santiago 3:18; 1 Pedro 3:11; 1 Tesalonicenses 5:13; Mateo 5:9.

Eirene = paz en el alma.

Sólo podemos mencionar Romanos 15:13. Pablo ruega que los cristianos sean llenados por Dios de todo gozo y paz en el creer. Paz significa aquí que un hombre está interiormente “en orden”, que todas las cosas están en su lugar, de manera que no es presa de toda clase de perturbaciones. Es un anticipo del gozo y la paz del tiempo del fin.

Bibliografía:

Pop, F. J. (1972) Palabras bíblicas y sus significados, Argentina: Editorial Escatón. pp. 260-261.

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A SOLAS CON JESÚS

A SOLAS CON JESÚS

Durante un viaje a Nicaragua hace algunos meses, me encontré con una frase de Ernesto Cardenal – poeta, teólogo, religioso y escritor, oriundo de ese país – que cimbró mis pensamientos: «…al ser humano moderno ya le resulta difícil estar solo; por el deseo de acrecentar su yo, le es casi imposible. Pero si alguna vez está consigo mismo, en su pequeña habitación, y a punto de conocer a Dios, enciende la radio o el televisor». Quizá me llamó poderosamente la atención, porque en aquellos meses, debido al mucho trabajo, pocos momentos de calma y solitud lograba tener.

Solitud se diferencia de soledad. La soledad, la pudiéramos resumir como la carencia circunstancial de la compañía. Bien puede ser voluntaria, pero la mayoría de las definiciones la señalan como involuntaria. Otra acepción de soledad, la refiere como el «pesar y melancolía que se sienten por la ausencia, muerte o pérdida de alguien o de algo»(i). A menudo, a la soledad se le relaciona con sentimientos desagradables o negativos.

El término solitud, en cambio, expresa lo que el ser humano necesita para revisar su interior y también su exterior. Las definiciones de solitud la enuncian como carencia de compañía. La mayoría añaden que ésta es voluntaria. Se relaciona con sentimientos de quietud y sosiego. Se le vincula con la introspección y la meditación.

Mientras que a la soledad se le dan connotaciones negativas, las cuales manifiestan que, a veces, no necesariamente surge de la voluntad; a la solitud, se le dan connotaciones positivas, en las que se alude que puede surgir de la voluntad. Si bien, etimológicamente se relacionan, para los propósitos del presente artículo, la solitud expresa mejor lo que deseamos compartir.

En los Evangelios, es frecuente ver a Jesús que toma espacios para la solitud y el silencio. Al hacer referencia ahora al silencio, es importante aclarar que no es propiamente un método de relajación: «es más bien el ejercicio de actitudes esenciales que nos formula una exigencia: la necesidad de abrirnos a Dios»(ii).

Uno de los momentos de solitud más dramáticos que tuvo Jesús, lo encontramos en Marcos 14:32-36(iii)Vinieron, pues, a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que yo oro. Y tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan, y comenzó a entristecerse y a angustiarse. Y les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí y velad. Yéndose un poco adelante, se postró en tierra, y oró que si fuese posible, pasase de él aquella hora. Y decía: Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti; aparta de mí esta copa; mas no lo que yo quiero, sino lo que tú.

Del relato, podemos resaltar varios elementos valiosos que la solitud y el silencio nos regalan para enriquecer nuestro itinerario espiritual:

Distancia de la vida.

Jesús se apartó a orar dice el relato. Lo hacía de manera recurrente, aún en medio de la mucha necesidad y de la búsqueda incesante de la gente. A veces, trataba de encontrarle sentido a su llamado, pues, por momentos, implicaba dolor y sufrimiento. De andar por el desierto y desgastarse, se alejaba de la muchedumbre y se encontraba consigo mismo, y con su Padre, siendo lleno así, de aliento y esperanza.

La vida es nuestro propio desierto, de donde será necesario apartarnos a nuestro Getsemaní. En el camino de la vida poblado de fracasos, derrotas, luchas, miedos, alegrías, victorias, certezas y sueños; el apartarse y contar con la compañía y presencia de Dios será vitalizante. Nos ayudará a no perder el sentido.

En el camino de la existencia, a veces es necesario tomar distancia. Como el pintor de su obra, para verla de lejos completa, después acercarse y retocarla. Así es necesario distanciarse de las propias obras de la vida.

Permite ver hacia adentro.

El apartarse permite ver dentro de sí. Jesús, encuentra en su interior tristeza y temor cuando ora en el Getsemaní. No los evade. Los asume y expresa al Padre. En la solitud se encuentra con Él como vulnerable.

La solitud y el silencio permiten vernos hacia dentro. Vernos de frente, para encontrarnos. Ver nuestras miserias, luchas, sombras; ver nuestra humanidad. En el silencio tenemos los propios desatinos ante nuestros ojos. En el silencio no miramos a los otros, miramos a nosotros mismos y nos enfrentamos a lo que descubrimos. No juzgamos a los demás. El Silencio es una forma de encuentro consigo mismo, donde es necesario asumir la propia contingencia y vulnerabilidad.

Ir a dentro, a veces causa miedo, por temor a lo que se puede encontrar. Sin embargo, es necesario, para aprender y crecer; para sanar y recuperar.

Da libertad.

Jesús puso distancia del trajinar constante. Los momentos en el Getsemaní, evidencian su práctica invariable. Él puso distancia. Los valores de la época no lo dominaron; caminó libre, y dio libertad.

El retiro da libertad. La libertad de los moldes y exigencias sociales, que a menudo nos abrazan y pretenden engullir. La distancia de la vida que es validada por la productividad y, aparentemente, saciada por el consumismo.

La solitud manifiesta la renuncia a las exigencias de la época en la que se vive; al trabajo incesante para producir, a las propias expectativas de la vida, de nosotros mismos. El silencio permite encontrar las expectativas del Dios que libera.

Jesús se apartaba y revisaba su corazón. Las tentaciones en el desierto, no lo vencieron. Ante éstas, permaneció firme. En el alejamiento y el silencio se renuncia no sólo a hablar, sino también a todas aquellas ocupaciones que apartan de Dios y de uno mismo, a aquellas tentaciones que pretenden robar la libertad.

Permite nuestra alineación con Dios.

Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti; aparta de mí esta copa; mas no lo que yo quiero, sino lo que tú: fueron las palabras de Jesús en su oración aquella noche en el Getsemaní. La distancia de la vida, permite también distanciarse de todo aquello de nosotros que desea ir en sentido contrario a Dios; para así poder decir: no lo que yo quiero, sino lo que tú.

«La lucha más grande es contra nosotros mismos»(iv). Contra nuestras insatisfacciones, vacíos, anhelos contrarios a Dios, que nos separan de Él. Ideas y visiones que nos distancian de los sueños y anhelos del Padre. Deseos excesivos egoístas, que nos alejan del Reino. La distancia de la vida, representará el alejamiento de la obsesión por querer ocupar siempre el centro. Sí, necesitamos solitud y silencio, para quitarnos del centro y poner a Dios.

Abre a su voluntad y al amor.

…Sea lo que quieres tú, fue la oración de Jesús. La voluntad de su Padre, por encima de todo, era lo que deseaba hacer. El silencio ayuda al oído a percibir la voluntad, la Palabra de Dios. Aumenta la sensibilidad para captar la presencia del Buen Pastor como espacio en el que nos movemos y para atender su voz que nos indica el camino que es vida y lleva a la vida.

Jesús se alejó con un grupo de discípulos. El otro, recuerda, representa a Jesús. El que en el silencio está abierto a la Palabra de Dios, también presta oído a las palabras de los hermanos, también puede ver en el prójimo la presencia del Señor. La solitud y el silencio, se viven desde la comunidad. Parafraseando las palabras de Bonhoefher: «en la realidad de la otra persona se manifiesta el Jesús presente y resucitado»(v).

La solitud no es aislarse, y dejar de relacionarse. Es tomar distancia del ajetreo que distrae, -del entorno deshumanizante e individualista que envuelve-, para acercarse a Dios, y también así, unirse al hermano. Es la solitud que permite la vida en comunidad. Carencia de la compañía del entorno, que permite estar en la compañía del hermano, y amarlo. Mirar hacia adentro, para salir, entrar en el corazón de Dios, y así, desde el amor, mirar el corazón del otro, abriendo el propio.

A solas con Jesús.

En estas épocas recientes, donde la tecnología se ha convertido en el principal instrumento que afecta nuestras relaciones, no solamente con Dios, sino también con las personas amadas y con las cercanas, se hace necesario tomar distancia(vi). «A solas con Jesús», es el título de un hermoso himno, que resume muy bien, las bendiciones que esos momentos de retiro nos regalan:

A solas al huerto yo voy,

Cuando duerme aún al floresta;

Y en quietud y paz con Jesús estoy,

Oyendo absorto allí su voz.

CORO

¡Él conmigo está, puedo oír su voz!

Y que suyo, dice, seré;

Y el encanto que hallo en Él allí,

Con nadie tener podré.

Tan dulce es la voz del Señor,

Que las aves guardan silencio;

Y tan sólo se oye esa voz de amor,

Que inmensa paz al alma da.

Con Él encantado yo estoy,

Aunque en torno lleguen las sombras;

Más me ordena a ir que a escuchar yo voy, Su voz doquier la pena esté.

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ÚLTIMA CENA, INICIO DE LA VIDA NUEVA

ÚLTIMA CENA, INICIO DE LA VIDA NUEVA

“Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fué entregado, tomó pan”

(1 Corintios 11:23).

La mayoría de los pueblos, tiene una narración con la que cuenta la historia de su fundación. Roma contaba la historia de Rómulo y Remo alimentados por una loba. Los aztecas contaban la leyenda de cómo, sus deidades los guiaron hasta encontrar el águila devorando una serpiente apoyada sobre un nopal, en medio de un lago, lugar en el que fundarían su gran ciudad. El México moderno contará la historia de su independencia y pondrá especial interés en el momento conocido como «el grito», evento que se recordará año con año como «símbolo» de la emancipación y del nacimiento de La Nación.

La Pascua fue para los israelitas la historia de su fundación, no surgieron como nación a partir de que ocuparon el territorio prometido, sino a partir de su liberación en Egipto. Desde entonces, cada año, se recordó en Israel aquel evento, no solo por ser un mandamiento de Dios sino por ser tan importante para su historia y significativo para su vida. De esclavos a libres, de no ser pueblo a ser pueblo elegido por Dios, de vivir oprimidos a formar una sociedad justa, de ser propiedad de otros a tener su propiedad, de estar lejos de Dios a tenerlo como tesoro más preciado, cercano y compañero de jornadas.

La ceremonia, permaneció con aquellos símbolos que recordaban los actos extraordinarios de Dios y las bendiciones recibidas, incluso; con el paso del tiempo, se añadieron elementos como las oraciones, los himnos y la bendición de la copa. Sin lugar a dudas, para el pueblo de Israel, la Pascua es la celebración más importante, pues en ella están contenidos los símbolos de la fe, de la explicación de su origen como pueblo y de sus más altos valores.

Para cada pueblo, contar su historia fundante no representa solo el saber acerca de su origen, el dato histórico de hecho es lo menos importante, lo que más interesa son los valores que se desprenden de su historia, por eso, la narración y sus símbolos tienen un gran peso, pues llegan a determinar la cosmovisión, la forma de ser y de pensar de quienes se ven identificados con ella, en consecuencia sirve para dar forma a sus estructuras sociales, políticas, económicas y religiosas. En el relato de fundación se justifican las acciones, las decisiones y los derroteros que se eligen en el desarrollo histórico de cada pueblo.

El nuevo pueblo de Dios: la Iglesia, no es la excepción. También contamos con una historia en la que explicamos nuestro origen y todo lo que ello comprende. Para nosotros, no es el relato de Pentecostés (Hechos 2), sino el Evangelio, y este está representado en el relato de la Cena del Señor. Desde el inicio de la Iglesia, reunirse a participar de la Mesa del Señor, mediante los emblemas del pan y del vino, ha sido el evento más importante entre las celebraciones que la comunidad tiene. El inicio de nuestro pueblo está determinado por la entrega de Jesús como cordero perfecto. Esa narración, con la profundidad de sus símbolos, son determinantes para la vida de la Iglesia y no se pueden tomar a la ligera ni confundir o diluir con otros, pues al hacerlo también se puede demeritar su contenido y fuerza.

Si bien, es cierto que la Cena del Señor se instituyó en el marco de la celebración de la Pascua judía, no es equivalente. Es decir, la Cena del Señor no es para los cristianos lo que la cena de Pascua (Séder) para los judíos. Sin embargo, hay quienes pueden confundir ambos eventos y ponerlos en la misma dimensión. Esto, quizá se deba al hecho de que el apóstol Pablo menciona a Cristo como «nuestra pascua» y a que ambos eventos coinciden en el tiempo. Será importante entonces señalar algunas diferencias, aunque necesitamos comenzar con sus «similitudes».

La primera similitud que salta a la vista es la fecha. Dentro de la gran celebración de pascua, que duraba siete días y se componía de dos eventos, el primero, era la cena de Pascua conocida como Séder, que se comía en la tarde, al final del día 14 del primer mes (Nisán), después de que se sacrificaba a los corderos (Éxodo 12:6). Con esta cena, comenzaba la celebración de los panes sin levadura o los ázimos (matzá/mazzot) que comenzaba en la tarde que da inicio al día 15, la cual duraba siete días (Éxodo 12:14-20). El Maestro no instituyó la Cena en la fecha que corresponde al Séder, sino que «se adelantó» (Juan 13:1) y la tomó al inicio del día 14. Juan 18:28 indica que la mañana en la que el Señor fue juzgado, precedía a la Cena pascual, por lo tanto, aunque la Cena del Señor y la Pascua (Séder) se comen el día 14 de nisán, la primera se realiza al inicio y la segunda al final, y esto tiene un propósito que más adelante comentaremos.

La segunda similitud es la referencia a la palabra Pascua. La palabra Pesaj (Pascua), hace referencia a un brinco, a un salto, al movimiento que hace un cojo al caminar. Es muy probable que esta expresión refiera a la acción de Dios al pasar aquella noche y «saltarse» las casas que tenían la señal en el marco de la puerta. En 1 Corintios 5:7, Pablo menciona que Cristo es nuestra pascua, en este contexto, no se refiere a la fiesta sino a la acción mediante la cual, por medio de su sangre somos libres de la muerte. Aquí, la palabra pascua se utiliza de la misma forma que la levadura, como símbolos de la experiencia cristiana, con la primera se refiere a la experiencia de haber sido liberados de la muerte y la segunda acerca de la pureza moral a la que los creyentes somos llamados.

La tercera similitud es el uso de pan ázimo. El maestro tomó el pan que era parte del Séder (aunque no era la fecha) e hizo el rito como era costumbre, sin embargo, introdujo una explicación diferente a la tradicional, con ello, rompe el significado original y le da un nuevo sentido. Para los Israelitas, el ázimo significaba la prisa con la que tuvieron que salir de Egipto, representaba que la acción liberadora de Dios dio lugar a una salida rápida, sin previsiones (Éxodo 12:34, 39). Jesús por su parte dijo: este es mi cuerpo que por vosotros es entregado (Lucas 22:19). En otros textos del Nuevo Testamento, la levadura tiene una interpretación diferente.

Hemos visto que las similitudes solo son aparentes, es decir, aunque el mismo símbolo está presente, su significado es muy diferente. Completaremos el conjunto de diferencias atendiendo a los elementos distintivos de la Cena del Señor.

La presencia de los doce. La Cena pascual se realizaba regularmente entre familiares, por supuesto había excepciones, sin embargo, en el caso de la Cena del Señor es claro que la presencia de los discípulos no fue accidental, estaba determinada por el propósito de Jesús. En los doce se representa a un Nuevo Pueblo, con ellos se fundará la Iglesia, ellos son, las primicias del Reino de Dios que ha llegado (Apocalipsis 21:14). El número doce representa elección y no es casualidad que sea el mismo número de los patriarcas de Israel que dieron origen a las tribus que conformarían el Pueblo de Dios.  Estos doce fueron llamados, Jesús los eligió, están sentados a la mesa por la gracia de Dios, son lo vil del mundo y lo menospreciado (1 Corintios 1:28), aún el que entregaría al Maestro está allí, símbolo de la inclusión, y los otros le abandonarán, pero serán redimidos. En aquella mesa estaba presente la gracia, la aceptación, el perdón, la justificación, la redención y el amor de Dios vertidos sobre doce discípulos que nos representan a nosotros: la Nueva Humanidad.

El vino. Este no era parte de la cena de pascua que se relata en el libro del Éxodo, se incorporó después como copa de bendición (en realidad eran cuatro). Para los hebreos, el vino representa la alegría de los hombres (Jueces 9:13), se incorporó a la ceremonia como símbolo que expresa alegría, lo opuesto a las hierbas amargas, que les recordaban la condición de esclavitud y los sufrimientos. Jesús utiliza una copa e introduce la frase: Esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada (Marcos 14:24). Aquí, Jesús da otro giro, completamente novedoso e inesperado al ceremonial, porque carga con un significado incomparable al acto de participar de la copa, es Su sangre y es un Nuevo Pacto.

La consigna de Jesús: haced esto en memoria de mí (Lucas 22:19, 1 Corintios 11:24, 25).  Otro elemento diferente es la encomienda del Maestro, claramente está diciendo que esto es algo nuevo y diferente a la Pascua, está instituyendo. Normalmente cabe la pregunta acerca de las interrogantes que podrían suscitarse en la mente de los discípulos, ya que la instrucción para ellos era la de preparar la Pascua (Lucas 22:13), sin embargo; todas estas diferencias: adelantarse, dar significado nuevo al pan y al vino, hablar de su cuerpo partido, de su sangre derramada y del establecimiento de un Nuevo Pacto, no concordaban con la tradición, era de esperarse que Jesús les dejara claro que estaba estableciendo un Nuevo Memorial, pues se estaba dando origen a algo completamente novedoso. Así que no hubo preguntas, aunque la comprensión vendría después.

¿Y el cordero? Es evidente que Jesús no tomó la «pascua de los Judíos» con sus discípulos, dentro del memorial está completamente ausente el cordero. En esto es necesario detenerse porque Jesús dejó muy claro que iba a morir, que su cuerpo iba a ser partido y su sangre derramada, Él iba a ser el cordero sacrificado. Por ello, es importante resaltar que el día 14, fecha en que murió Jesús, a la hora de la tarde, en medio del proceso de su crucifixión, de manera simultánea, estaban siendo sacrificados muchos corderos como parte de la preparación para la cena pascual. Jesús murió como cordero, su muerte estaba terminando con aquella tradición, un justo estaba siendo víctima de la injusticia, el inocente Cordero de Dios se estaba entregando, eso sería el colmo de la maldad humana y al mismo tiempo el culmen de la gracia divina. En la última cena de Jesús no hubo cordero ni lo habrá después, porque Jesús murió y con su entrega terminó con los sacrificios, pues el suyo, vale una vez y para siempre (Hebreos 9:26; 10:12-14).

Aquella última Cena, narra el inicio de la Vida Nueva, el origen de nuestro Pueblo. En ella están contenidos los símbolos únicos e inigualables que relatan y dan fe del porqué, este Nuevo Pueblo puede ser la luz, la esperanza y el modelo para crear una nueva humanidad.  Nuestros símbolos sagrados, no hayan comparación en ninguna cultura, en ningún acontecimiento histórico, aún la Pascua hebrea, con todo y que fue instituida por Dios, queda como una sombra ante la grandeza de la gloria manifestada en la cruz del calvario. Vivamos nuestra celebración, nuestra pascua, conscientes de los valores, las expectativas, los desafíos y las bondades que están representadas en los símbolos que nos unen a la experiencia de la salvación, de la Nueva Creación, del Nuevo Pacto, del Nuevo Pueblo de Dios, de la Nueva Humanidad y de la Nueva Creación, hasta que lleguemos al banquete celestial, a la cena en la que El Cordero estará presente para unirse con su Novia.

Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero.

Y me dijo: Estas son palabras verdaderas de Dios (Apocalipsis 19:9).

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UNA IGLESIA PRECIOSA

UNA IGLESIA PRECIOSA

Demos gracias a Dios porque nos permite pertenecer a esta familia hermosa llamada: Iglesia de Dios (7° día) A.R. sin duda, es una Iglesia preciosa, como muchas veces lo cantamos: «Hay una Iglesia preciosa, esta es la Iglesia de Dios».

En esta Iglesia el Señor nos ha permitido tener una familia, amigos, hermanos en la fe, pero sobre todo hemos encontrado el gozo de la Salvación que es en Cristo Jesús. En esta Iglesia hemos aprendido acerca de las promesas de Dios para nuestras vidas, hemos escuchado su palabra muchas veces, «Palabra fiel y digna de ser recibida», hemos encontrado que nuestro Fundamento Doctrinal es sólidamente Bíblico y Cristo-céntrico, es una Iglesia que busca la verdad y privilegia guardar los mandamientos de Dios.

La Biblia es nuestra única norma de Fe que contiene la voluntad y Palabra de Dios, la Biblia es un tesoro y un testimonio para nosotros, testimonio que ha sido escrito para nuestra enseñanza. Porque todo lo que fue escrito en tiempos pasados, para nuestra enseñanza se escribió a fin de que por medio de la paciencia y el consuelo de las Escrituras tengamos esperanza (Romanos 15:4).

Es una Iglesia bien estructurada con un sistema funcional que continuamente se adecua a las necesidades y demandas de nuestra Asociación Religiosa, los líderes que ocupan los cargos y puestos administrativos son elegidos democráticamente y creemos que Dios es Él que pone a cada uno en el ministerio para el cuál lo quiere usar, pues la Iglesia es de Dios y los líderes, pastores y administradores únicamente somos instrumentos en las manos del Redentor.

Las más de 800 comunidades de Fe, que hay en el país, trabajan desde una misma Visión y Misión, nuestra Iglesia cuenta con un Plan Rector que marca las líneas de trabajo para todas las congregaciones y promueve la unidad en medio de la diversidad, buscando cumplir con la misión encomendada por el Señor Jesucristo en el Evangelio: Id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén(Mateo 28:19-20).

Al ser una Iglesia que abarca todos los estados del territorio Nacional, cada comunidad de fe tiene sus propias características, necesidades y formas de ser y de accionar, cada congregación tiene sus rasgos característicos propios del lugar en donde está establecida. En este sentido cada congregación es diferente y singular, sin embargo, como Iglesia de Dios (7° día) hay algo que nos une y que nos identifica como comunidad.

El común denominador de todas las congregaciones locales que nos une es: «La fe, la esperanza y el amor» el apóstol Pable escribe: Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor (1 Corintios 13:13).

A estas cualidades se les conoce como «virtudes teologales», es decir; son las virtudes que nos conectan con Dios, que nos vinculan con el Padre, son virtudes con las que el ser humano puede accionar y son dadas por Dios.

Como Iglesia nos une la fe en Dios y en Jesús su amado hijo, nos une la la esperanza en Dios, la esperanza en la resurrección, la esperanza en el regreso de Cristo Jesús por su pueblo, y sobre todo nos une el amor a Dios y a Jesús, el amor como hermanos unos a otros, el amor al prójimo.

La fe, la esperanza y el amor son las virtudes que nos hacen tener un mismo sentir, y también al aceptar a Jesús y reconocerle como nuestro Señor y Salvador nos hace participes para estar en su Mesa. Es una bendición y un privilegio pertenecer a la Iglesia de Dios y poder compartir la Mesa con nuestro Señor Jesús y en comunión con los hermanos.

Como Iglesia estamos llamados a ser una Iglesia santa y consagrada a Dios, también a ser una Iglesia unida, la santidad y la unidad son virtudes de la Iglesia que Dios anhela, Buscad la paz con todos y la santidad, sin la cual nadie vera al Señor (Hebreos 12:14). Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía Es como el buen óleo sobre la cabeza, el cual desciende sobre la barba, la barba de Aarón, y baja hasta el borde de sus vestiduras; como el rocío de Hermón, que desciende sobre los montes de Sion; porque allí envía Jehová bendición, y vida eterna (Salmos 133).

Cuando una Iglesia es unida y busca la paz, cuando una Iglesia es santa y consagrada a Dios nada ni nadie la puede destruir, porque la Iglesia es un proyecto divino, no humano, la Iglesia nace en el corazón de Dios. Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella (Efesios 5:25), procuremos que al llegar a la Mesa del Señor lleguemos en paz con nuestro prójimo, máxime con nuestros hermanos en la fe, con nuestra familia.

Continuemos construyendo la Iglesia que Dios quiere que seamos, pon tus dones y talentos al Servicio de Dios, para hacer de esta Iglesia, cada día, una mejor Iglesia: A fin de presentársela a sí mismo, una Iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha (Efesios 5:27). Esforcémonos por ser la Iglesia que Dios espera que seamos, busquemos todo lo bueno, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, dejemos a un lado la indiferencia, la apatía, la murmuración que para nada edifica, sólo destruye y daña a nuestras congregaciones, seamos una luz en medio de un mundo que vive lleno de malas noticias, que la Iglesia sea portadora de buenas noticias, sea el heraldo del Reino de Dios aquí en la tierra, y que sólo piense y actué en todo lo que sea de buen nombre, en lo que tiene virtud y en lo que es digno de alabanza.

Preparemos nuestros corazones para estar en la Mesa del Rey una vez más, procuremos la unidad, el apoyo mutuo, el servicio cristiano, cuidemos de los más pequeños, fomentemos el gozo, la alegría de vivir vidas consagradas para Dios Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca (Hebreos 10:24-25), promovamos relaciones fraternas, vínculos de hermandad y unidad, busquemos ser una Iglesia saludable.

Mantengamos y promovamos la unidad en la Iglesia para que el mundo crea que Jesús es el Cristo, el hijo del Dios viviente. Cumplamos el deseo de Jesús de ser UNO: Para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste (Juan 17:21). Si así lo hacemos, la Iglesia se edificará, fortalecerá y continuará cumpliendo su razón de Ser, el Señor nos bendecirá, y con gozo podremos proclamar y cantar:

«Oh ven, ven, ven,

Ven a la Iglesia de Dios

Donde podrás descansar

Otro sitio tal vez nunca encuentres

Cual la Iglesia de Dios sin igual».

Nuestra Iglesia es:

a) Una Iglesia que tiene su fundamento de fe basado en la Biblia

b) Una Iglesia que guarda los principios bíblicos y cristianos

c) Una Iglesia que privilegia guardar lo mandamientos divinos

d) Una Iglesia que promueve el ministerio de todos los creyentes

e) Una Iglesia que predica fielmente la Palabra de Dios

f) Una Iglesia que Sirve

g) Una Iglesia que Adora

h) Una Iglesia que Edifica

i) Una Iglesia que Evangeliza

j) Una Iglesia que vive en comunión

En suma, una Iglesia que cumple su misión, una Iglesia en acción.

Sigamos preparándonos para ser la Iglesia que Dios espera encontrar cuando venga y cuando cara a cara podremos verle y participaremos juntamente con Él en su Mesa.

Y oí como la voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos, que decía: ¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso Reina! Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa (la Iglesia) se ha preparado. Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos (Apocalipsis 19:6-8).

Y el Espíritu y la Esposa dicen: «Ven, Señor Jesús».

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UNO QUE SE OFRECE POR TODOS

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El mandamiento de Jesucristo de celebrar el acto de comer el pan y beber el vino tiene una profunda trascendencia. Mucho más allá de lo que alcanzamos a ver, en su origen mantiene un significado que jamás deberá cambiar con el paso de los años. Vale la pena que intentemos recuperar el sentido de las expresiones y descubrir no una frase, sino una presencia y unidad dados por el acto sublime de la Cena del Señor.

La frase pronunciada al distribuir el Pan partido: Esto es mi Cuerpo (Marcos 14:22) significa: «Esto soy yo mismo; con este pan me doy a mí mismo». Según esto, si Jesús interpreta la acción de distribuirles el Pan partido (una acción con significado) con las palabras: «Esto soy yo», esta frase quiere decir que: al recibir los discípulos el pan, participan de la auto entrega de Jesús. Y la frase de la copa: Esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada (Marcos 14:24b), derramar la sangre se usa cuando se habla de la muerte violenta y de entregar la vida. En otras palabras equivaldría a: «Esta es mi muerte por la multitud», que interpreta la muerte de Jesús como expiatoria y ofrecida en nombre y representación de la muchedumbre; o sea, «uno que se ofrece por todos».

Al distribuir el pan partido y al pasar el vino, la realidad significada por las palabras indica que los discípulos participan de la entrega que Jesús hace de su propia vida por los demás. Debemos agregar a esto la perspectiva profética (Marcos 14:25), que coloca a la Cena del Señor en un horizonte del futuro: Jesús introduce a sus discípulos ya ahora en la venida del Reino de Dios.

«La última Cena es la última de las comunidades de mesa que Jesús tiene con sus discípulos; y, al igual que todas estas comunidades, fue un anticipo de su pleno cumplimiento en el Reino de Dios. Aquí y ahora los hijos Pródigos pueden ya sentarse a la mesa del Padre. A la vez, es un ruego para que lleve a cabo la consumación de su Reino» (Joachim Jeremías).

En 1 Corintios 11:28, tomar la Cena o dejar de hacerlo es una responsabilidad personal; cuando participamos cada uno de nosotros nos sometemos a la acción salvífica de Dios o a su juicio. La invitación a participar de la mesa nos pone de nuevo frente a esta decisión.

Participamos de los emblemas en comunidad y no individualmente. Nuestra vida en la Iglesia es confirmada en la Cena. No podemos evadir las disensiones que tuviéremos con nuestros hermanos. No debemos dividir el Cuerpo de Cristo. Él, como padre de la familia reparte a todos sus hijos.

La Cena del Señor tiene a lo largo del Nuevo Testamento un carácter festivo. Vivamos con alegría y reverencia de la prenda que Él ha dejado. En medio de este mundo sin esperanza, en un tiempo de tormentas, el ser cristiano se alza triunfante viviendo y amando la eternidad del Reino de Dios.

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