Enséñanos a orar
Hna. Jocheved Martínez Vargas
¿Sabes orar? ¿Te gusta orar? Quizá recuerdes las oraciones que repetían tus padres antes de dormirte o al tomar los alimentos. Puede que guardes en tu mente las recomendaciones de la abuelita que decía: “Cierra bien los ojos, junta las manos, repite conmigo…” Y tú, apenas entrecerrabas los ojos, no querías hacerlo completamente, pensabas que te podías perder de algo importante y lo que hacías, era repetir sus frases, muchas de ellas sin entender el significado.
¿Cómo fueron tus primeras experiencias de oración? Quizá las intensas plegarias del pastor en el culto, a la hora de pedir por los enfermos o las extensas súplicas de algún miembro de tu familia te marcaron. Si creciste en un hogar cristiano, seguro intentaron enseñarte. Ya sea en la casa o en el templo, te pusieron a orar, y es que la oración es una práctica común. Tan común que muchas veces, solo nos quedamos con la costumbre y nos perdimos del verdadero significado de esta experiencia espiritual. Si llegaste a la Iglesia como adolescente o joven, muy probablemente te pidieron que hicieras oración y tú pensabas, pero ¿Cómo empezar? ¿Quién me enseña?
Con el paso del tiempo seguramente te habrás ejercitado más sobre esto. Queriendo o no, te has apropiado esta disciplina, porque, aunque no identificas claramente todos sus beneficios, ni has llegado a conocer profundamente todas sus implicaciones, la oración te ha servido en los momentos críticos que has vivido.
Aquí es importante puntualizar aspectos básicos de la oración que a veces se pasan por alto:
¿Qué es la oración? Es hablar con Dios. Hacer un tiempo para acercarte a un amigo muy especial que te ama y desea lo mejor para tu vida.
¿A quién orar? A Dios. Él es el creador de todo lo que existe. El que sostiene toda la realidad.
¿Para qué orar? Para expresar gratitud, mostrar alegría y contentamiento con las cosas que suceden. También, para pedir cosas necesarias o eventos que anhelamos.
Orar es una actividad esencial en la vida del creyente. Es como hacer una llamada telefónica, eso sí, dirigida al cielo, al espacio de las estrellas, a un lugar tan alto, pero tan cercano, donde habita Dios. Son palabras al Señor poderoso de la creación, al dueño de la vida, al que siempre es y que siempre está.
Esta práctica primordial, se genera en el corazón de Dios y en su deseo de estar cerca de nosotros. El mayor ejemplo de un buen orante es Jesús, su Hijo, quien, durante su ministerio terrenal, hizo de la oración su mejor experiencia de fe.
—¡Señor, enséñanos a orar!, le pidieron sus amigos, quienes constantemente se daban cuenta de los tiempos que Jesús dedicaba a la oración. Si Él, un ser poderoso y lleno de amor, necesitaba comunicarse con su Padre, cuánto más nosotros con nuestra naturaleza frágil e imperfecta.
Vivimos en una aldea global altamente comunicada. En un momento podemos saber lo que pasa del otro lado del mundo, y comunicarnos en cuestión de segundos con personas alejadas a miles de kilómetros. En aspectos tecnológicos, contamos con las mejores herramientas. En cambio, la oración es una cuestión de fe, no requiere de recursos materiales. Y parece que necesitamos aprender más cada día sobre esta tarea espiritual para sobrevivir en un mundo lleno de incertidumbre, oscuridad y pecado.
Orar como Jesús, es el desafío que tenemos en este tiempo.
1. Ora al iniciar tu día. Al abrir los ojos, un hábito provechoso es pedir la bendición del Señor para tus actividades. Separa cinco minutos solamente. Ese tiempo se convertirá en un valioso soporte para la multitud de tareas que te esperan.
Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba (Marcos 1:35).
2. Ora en toda decisión importante. Al elegir tu carrera, al solicitar un empleo, al pedir por una pareja a la que puedas amar sinceramente…
En aquellos días él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios. Y cuando era de día, llamó a sus discípulos, y escogió a doce de ellos, a los cuales también llamó apóstoles (Lucas 6:12-13).
3. Ora desde el corazón. A veces aprendemos a orar usando enunciados ya establecidos. Las oraciones del corazón expresan las emociones, los temores y miedos. Es la forma más convincente de presentarnos ante el Padre, y es la llave para ser escuchados
Y él se apartó de ellos a distancia como de un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró, diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle (Lucas 22:41-43).
4. Ora ahora. Haz de la oración una permanente plática con Dios. La oración de Jesús era algo natural, un diálogo constante en todo tiempo y lugar. En ocasiones, creemos que solo se puede orar en el templo, frente a los alimentos, al salir y llegar de viaje o en posiciones autorizadas como de rodillas, cerrando los ojos, usando las mismas frases para iniciar o terminar, etcétera. Por ejemplo, ahora que lees este artículo, el Señor está a tu lado y si deseas orar puedes hacerlo. Él te oye, Él oye siempre.
Mas él se apartaba a lugares desiertos, y oraba (Marcos 5:16)
Jesús les contó una historia a sus discípulos, para enseñarles que debían orar siempre y sin desanimarse (Lucas 18:1)
La oración no es importante por quien la dice, sino por quien la escucha. Te confieso que mis oraciones son breves y simples. Cuando escucho a otras personas orar, me emociono mucho; saben hacerlo de una manera elegante, con un vocabulario refinado e ideas bien hilvanadas. Haz de cuenta que esa oración es como un potente coche de carreras con un motor de combustión interna, de cuatro tiempos turboalimentado, y mi oración, es un sencillo auto con problemas en la marcha y en la dirección. Pero me consuela recordar que no es importante quién hace la oración, sino quién la escucha, y ese es el Dios lleno de poder y amor que está atento a cada necesidad.
«Señor, enséñanos a orar», es la mejor petición. Es el anhelo del corazón que desea encontrar la luz en este mundo oscuro y vacilante. Es el grito desesperado que brota en el tiempo del peligro. Es el suave murmullo que brinda esperanza y paz aquí y ahora. Es acercarnos al Padre, percibir su amor y sentir que cuando no podemos seguir, nos levanta, y amorosamente nos lleva en sus brazos.
¡Oremos hoy!
Bibliografía:
La Santa Biblia (2000). Corea: Sociedades Bíblicas Unidas (Versión Reina-Valera 1960).
Traducción en lenguaje actual (TLA) Copyright © Sociedades Bíblicas Unidas, 2000. Usado con permiso.