TE DEJO GANAR MIS BATALLAS

TE DEJO GANAR MIS BATALLAS

-«Tengo que domar a dos halcones, entrenar a dos águilas, mantener quietos a dos conejos, vigilar una serpiente, cargar un asno y someter a un león.

-No vemos ningún animal cerca de la cueva donde vives. ¿Dónde están todos estos animales?

Entonces el ermitaño dio una explicación que todos comprendieron:

Estos animales los llevamos dentro; los dos halcones, se lanzan sobre todo lo que se les presenta, bueno y malo. Tengo que entrenarlos para que sólo se lancen sobre presas buenas, son mis ojos. Las dos águilas con sus garras hieren y destrozan. Tengo que entrenarlas para que sólo se pongan al servicio y ayuden sin herir, son mis manos. Los conejos quieren ir adonde les plazca, huir de los demás y esquivar las situaciones difíciles. Tengo que enseñarles a estar quietos aunque haya un sufrimiento, un problema o cualquier cosa que no me gusta, son mis pies. Lo más difícil es vigilar la serpiente aunque se encuentra encerrada en una jaula de 32 varillas. Siempre está lista para morder y envenenar a los que la rodean apenas se abre la jaula, si no la vigilo de cerca, hace daño, es mi lengua. El burro es muy obstinado, no quiere cumplir con su deber. Pretende estar cansado y no quiere llevar su carga de cada día, es mi cuerpo. Finalmente necesito domar al león, quiere ser el rey, quiere ser siempre el primero, es vanidoso y orgulloso, ese, es mi corazón»(1)

Cuando se acerca la Cena del Señor, la gran mayoría de nosotros desearíamos escuchar mensajes que nos recuerden del gran amor de Dios, de su infinita misericordia y de las promesas que tiene para nuestra vida, pero poco reflexionamos sobre la obediencia que Él quiere de nosotros, del enorme esfuerzo que tenemos que hacer para vivir en santidad, porque así lo pide Dios, de que tenemos que vivir bajo el control del espíritu y no dominadas por la carne, como Él nos lo enseñó.

Tal vez quisiéramos que todo fuera fácil, aunque nadie dijo que lo sería, por lo tanto, para andar firmes en el camino de la espiritualidad, sin poner en riesgo el Don de la Gracia, es importante dominar todo nuestro ser y vivir conforme a los deseos del espíritu. Es en nuestro Señor Jesucristo donde encontramos un genuino ejemplo de lucha, de espiritualidad, de obediencia y sacrificio. No es buen árbol el que da malos frutos, ni árbol malo el que da buen fruto. Porque cada árbol se conoce por su fruto; pues no se cosechan higos de los espinos, ni de las zarzas se vendimian uvas. Lucas 6:43-44

LA LUCHA CONTRA MI PENSAR Y ACTUAR

Una persona perversa resuelve hacer un presente a una persona pobre por su aniversario e irónicamente manda preparar una bandeja llena de basura y desperdicios. En presencia de todos, manda entregar el presente, que es recibido con alegría por el agasajado. Gentilmente, el agasajado agradece y pide que lo espere un instante, ya que le gustaría poder retribuir la atención. Tira la basura, lava la bandeja, la cubre de flores, y la devuelve con un papel, donde dice «Cada uno da lo que posee»(2)

Todo lo que somos, rige aquello que pensamos, nuestros pensamientos dirigen nuestro proceder y nuestro proceder determina nuestra verdadera espiritualidad y relación con Dios, por lo tanto, es el momento de analizar quienes somos realmente, qué poseemos en nuestro interior, ¿De qué estamos llenas, basura o flores?, ¿Qué gobierna nuestro pensamiento y nuestro actuar?

Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios (Gálatas 5:19-21).

Los pensamientos que tenemos y las palabras que decimos invariablemente están formando nuestras vivencias; muchas veces Dios permite que por causa de éstas, vivamos las pruebas y las luchas que moldearán lo que somos. Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová (Isaías 55:8).

Un pensamiento carnal es prejuicioso y nos lleva a juzgar las cosas sin tener cabal conocimiento, muchas veces ocasionando divisiones dentro de la Iglesia o llevándonos a la separación de los amigos, de la familia o de la pareja, echando por tierra toda buena obra, por eso es importante que cultivemos pensamientos y acciones de bendición, para evitar que el pecado entre en nuestra mente y se apodere de nuestro corazón, trastocando la espiritualidad con la que debemos conducirnos siempre, y no solo cuando se acerca la Cena del Señor.

Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu (Romanos 8:5), y, por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad (Filipenses 4:8).

LA LUCHA CONTRA LAS PALABRAS NECIAS

Muchas personas agreden a los demás con sus palabras, y no sólo no se dan cuenta del mal que hacen, sino que piensan que están haciendo un bien porque Dios les ha dado el poder de corregir lo que consideran que es incorrecto y van dejando detrás de sí una estela de dolor y desaliento.

Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes. Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención (Efesios 4:29-30).

El apóstol Pablo nos dice que las palabras de un cristiano deben infundirle fe y ánimo al que lo escucha. Nuestras palabras deben ser un medio de gracia y deben ser dichas con gracia: Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno (Colosenses 4:6)

Cada una de nosotras es confeccionista de lo que somos, nuestras palabras y acciones determinan nuestra espiritualidad o nuestra carnalidad, éstas son las batallas que debemos vencer día con día, la carne contra el espíritu. Somos miembros de la Iglesia de Dios, somos parte del cuerpo de Cristo, tenemos un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo y año con año recordamos el pacto hecho en Cristo, con su cuerpo y con su sangre, sin embargo aún vivimos en un cuerpo de muerte y la ley de los miembros de éste, se rebela contra la ley de Dios. Lo difícil es poner resistencia en la batalla y ceder a lo más fácil, el pecado, poniendo en riesgo la gracia salvadora. Jesucristo es quien nos ha liberado del pecado dando su vida por nosotros, entonces, ¿por qué queremos volver a colocarnos el yugo del pecado?

Finalmente, para ganar la batalla de la carne contra el espíritu y acercarme dignamente a la mesa del Señor, es necesario tener fortaleza para enfrentar las pruebas y vencer el combate contra el enemigo, y sólo puedo obtenerla por medio de la oración constante. También necesito valentía para vencer el miedo y para salir victoriosa en la tentación, ya que en la lucha entre la carne y el espíritu gana a quien alimentamos más. Más vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él (Romanos 8:9).

Es importante vivir día con día una auténtica espiritualidad, como una oportunidad constante de obrar y probar que estamos sujetas a los deseos del espíritu, siguiendo el ejemplo de nuestro Salvador, no tenemos excusa, ya que aun con sus virtudes humanas, espirituales y emocionales, que constantemente estuvieron afectadas por las circunstancias sociales en las que vivió, todo el tiempo actuó conforme al Espíritu. Permitamos que el poder de Dios actúe en nosotros y tome dominio de nuestra persona, nuestras palabras, sentimientos y actos.

Al renovar cada año el pacto con Cristo y anunciar su venida a través de la cena, podemos considerar entonces que Cristo es nuestro Rey, por lo que debemos seguir esperando su venida, con una vida donde la carnalidad esté sometida al Señor, permitiendo que Él pelee nuestras batallas. De manera que, cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor (1 Corintios 11:27).

En la disposición que tenemos por lograr una espiritualidad genuina a veces tropezamos y caemos haciendo constantemente lo que le desagrada a Dios, pero no debemos olvidar lo que Romanos 8:26-27 nos dice:

Así mismo el espíritu ayuda a nuestras flaquezas: porqué qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos; sino que el mismo espíritu pide por nosotros con gemidos indecibles. Más el que escudriña los corazones sabe cuál es el intento del espíritu (Romanos 8:26-27).

Fuentes de referencia

  1. (1) URL: http://www.tengoseddeti.org/apuntes-del-camino/el-viejo-anacoreta/
  2. (2) URL:  http://www.actosdeamor.com/queposeeuno.htm

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PAZ EN MEDIO DE LAS TORMENTAS

PAZ EN MEDIO DE LAS TORMENTAS

Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora (Romanos 8:22).

La película «Un día después de mañana» del director Roland Emmerich ha generado en muchos la inquietud acerca de los efectos reales del cambio climático del planeta en el medio ambiente. La trama presenta una sorpresiva destrucción de vastas regiones del planeta, provocada por el descongelamiento de los polos y el consiguiente desbordamiento de los mares; todo esto como consecuencia del cambio climático. Los países que rodean los polos son terriblemente afectados con inundaciones, tornados, granizadas y tormentas de nieve. Las imágenes son dramáticas, las poblaciones enteras aparecen tan frágiles ante la furia de la «naturaleza».

Para muchos especialistas, la película exagera los efectos del cambio climático; sin embargo, no podemos negar que señala algo real: el planeta está mostrando alteraciones, que en buena medida se deben a irresponsables acciones de los seres humanos, tales como: el uso de combustibles contaminantes y de aerosoles, la salvaje explotación de los bosques, la quema de pastizales, el empleo desmedido de aire acondicionado, la construcción de enormes planchas de asfalto o cemento, y otras. Por lo que dichas alteraciones deben interpretarse como la respuesta del planeta a estas agresiones.
Esta respuesta, o más bien, este clamor de la tierra, nos obliga como cristianos a reflexionar y a actuar por el cumplimiento fiel de nuestro llamado a ejercer la mayordomía de la creación. ¡Tenemos un encargo de Dios: Señorear en toda la creación! (Génesis 1:28).

El cambio climático

El clima es el resultado del vínculo que existe entre la atmósfera, los océanos, las capas de hielo (criósfera), los organismos vivientes (biósfera) y los suelos, sedimentos y rocas (geósfera).
La atmósfera es uno de los componentes más importantes del clima terrestre. Es una capa gaseosa compuesta de una diversidad de elementos bien mezclados, pero que no es uniforme, ya que tiene variaciones en temperatura y presión dependiendo de la altura sobre el nivel del mar.

La temperatura se equilibra entre otras cosas por la proporción de los gases invernadero, como el dióxido de carbono (CO2), el metano (CCH4) y el óxido nitroso (N2O); los cuales forman una capa protectora para el planeta.

El problema es que esta capa se engruesa cada vez más, básicamente por los siguientes factores: la quema de carbón, petróleo y gas natural que libera grandes cantidades de CO2 a la atmósfera; la tala inmoderada de bosques que reduce la absorción de dicho gas realizada por los árboles; la cría de bovinos y el cultivo de arroz que general metano y otros gases semejantes. Si no se controla esta situación habrá un aumento global de la temperatura entre 1.5 y 4.5 “C en los próximos 100 años, ya que los gases invernadero absorben y reemiten la radiación de onda larga infrarroja que emite la superficie de la tierra; tal reemisión ha crecido por el espesor de la mencionada capa y es la causante del aumento en la temperatura. A este fenómeno se le ha denominado: Efecto Invernadero, causa principal del cambio climático.

Los posibles efectos del cambio climático
Los efectos de un cambio climático tan rápido ocasionarían que los ecosistemas no se adaptaran al ritmo del proceso y habría efectos en los patrones de la lluvia y del viento. El calentamiento de la tierra podría descongelar las capas polares y provocar un cambio en el sistema de circulación del aire, modificando los ciclos de lluvia. El nivel del mar podría subir y amenazar islas y áreas costeras bajas; lo cual, unido al aumento poblacional del planeta, generaría hambrunas, además de las muertes de las personas vulnerables a las temperaturas extremas; traería también el esparcimiento de enfermedades como la malaria, el dengue y el cólera; y quizá, presentarse en la realidad lo que la película mencionada muestra tan crudamente y que nosotros vinculamos al clamor de la tierra.

Qué hacer ante el clamor de la tierra
La ONU, a través de su organismo especializado en este problema de la humanidad, se propone estabilizar los gases invernadero en la atmósfera. Algunos países promueven el uso eficiente de la energía en los diferentes sectores: industrial, doméstico, comercial, del transporte. Estimulan el uso de fuentes de energía renovable, atacan la deforestación y promueven la reforestación.
Hay distintos esfuerzos de diferentes instancias, de los gobiernos y de organismos particulares; sin embargo, hasta ahora los resultados son mínimos. Por otra parte, la Iglesia cristiana se ha mostrado indiferente ante el problema ecológico. Por lo cual es la hora de recordar que la tierra espera una respuesta de los hijos de Dios: Porque el anhelo de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios (Romanos 8:19).

Fundamentos para una respuesta cristiana
La tierra es de Dios: Porque así dijo Jehová que creó los cielos; él es Dios el que formó la tierra, el que la hizo y la compuso: no la creó en vano, para que fuese habitada la creó: Yo soy Jehová, y no hay otro (Isaías 45:18).
Dios es el creador de la tierra. Él la hizo de tal manera que fuese posible la vida, una vida que realmente sea vida. La convirtió en el espacio para el desenvolvimiento del ser humano.

Teológicamente, al hablar del mundo visible es conveniente comprenderlo como creación y no como naturaleza; en su sentido griego el concepto de naturaleza de la idea de algo que existe por sí misma, que ya está acabado y que tiene su valor en sí misma. En cambio, creación implica que el mundo que habitamos es resultado de una mente y poder superior y bueno.
Esta creación está hecha con sabiduría y representa una obra en la que Dios se expresó. Él puso su sello en cada principio que rige el cosmos, que en la «casa del hombre». Dios vio que su creación era buena (Génesis 1:31). La cualidad de ser buena no se limita a ser bella, implica el que era favorable al ser humano, funcionaba para la vida.

La tierra es la casa de la vida
De nuestro análisis del texto bíblico, llegamos a comprender que Dios está íntimamente relacionado con su mundo. Que los principios que puso en él nos hablan de su permanente cuidado y de su profundo amor por la vida del ser humano, de los animales y de toda su creación; así lo canta el Salmo 104. Dios sostiene su mundo y sus criaturas.

Los principios que Dios puso en la creación rigen para preservarla como cada de vida. Hay una relación entre la obediencia a estos principios y las consecuencias para el ser humano: Si anduvieres en mis decretos y guardareis mis mandamientos, y los pusieres por obra yo daré vuestra lluvia en su tiempo, y la tierra rendirá sus productos, y el árbol del campo dará su fruto (Levítico 26:3-4).

Hay una interrelación entre Dios y el ser humano y la creación. El pecado del hombre genera el luto de la tierra a casa de la sombra de muerte que la cubre. La ambición humana y las prácticas irresponsables destruyen la armonía y provocan la extinción de los animales que Dios creó: Oís palabra de Jehová, hijos de Israel, porque Jehová contiende con los moradores de la tierra; porque no hay verdad, ni misericordia, ni conocimiento de Dios en la tierra. Perjurar, mentir, matar, hurtar y adulterar prevalecen, y homicidio tras homicidio se suceden. Por lo cual se enlutará la tierra, y se extenuará todo morador de ella, con las bestias del campo y las aves del cielo; y aún los peces del mar morirán (Oseas 4:1-3). La ideología dominante tiene como uno de sus puntos centrales el progreso y mira la «naturaleza» como algo para conquistar y arrancarle sus riquezas.

El hombre: protector de la casa de la vida
Dios le ha otorgado al ser humano la dignidad y responsabilidad de proteger el medio ambiente a favor de las generaciones presentes y futuras. Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrará y lo guardase (Génesis 2:15). La voluntad de Dios es que el ser humano proteja la creación con el fin de que cada uno siga disfrutando de ella: Cuando sities a alguna ciudad, peleando contra ella muchos días para tomarla, no destruirás sus árboles metiendo hacha en ellos, porque de ellos podrás comer; y no los talarás, porque el árbol del campo no es hombre para venir contra ti en el sitio (Deuteronomio 20:19).
Dios se declara en contra de la crueldad y de acciones que destruyan el medio ambiente y nos enseña a ser compasivos con todos los seres vivos con los que estamos ligados. Si viereis el asno de tu hermano, o su buey; caído en el camino, no te apartarás de él; le ayudarás a levantarlo (Deuteronomio 22:4). El justo cuida de la vida de su bestia; mas el corazón de los impíos es cruel (Proverbios 12:10).

El reposo sabático fue dispuesto por Dios para liberarnos de la ambición desmedida de arrancarle irracionalmente los recursos a la creación. Guardar el sábado nos permite mantener el equilibrio de la tierra, dejamos que la tierra se restaure, contaminamos menos y recordamos de quién es la casa que habitamos.

Conclusión
La casa de la humanidad fue creada en un equilibrio armonioso, y así deberá mantenerse. La irresponsabilidad del hombre manifestada en la destrucción de los bosques, el uso irracional de los productos derivados de petróleo, la agresión hacia la naturaleza (la contaminación de los ríos, la extinción de especies animales, la generación de basura, y otros) ha provocado que el clima se vaya modificando.

Las respuestas del planeta: las lluvias, las inundaciones, el aumento de la temperatura, las nuevas epidemias, representan el grito de una creación viva que se ve amenazada. La creación clama por su liberación, aguarda la manifestación de los hijos de Dios.

Reconociendo la soberanía de Dios en su creación y aceptando la condición de mayordomos en ella, en el Concilio Ministerial del 2003 hemos declarado nuestro compromiso a:

1. Conservar los recursos humanos.
2. Buscar, restaurar y recuperar el suelo, el agua, el aire, etc.
3. Reforestar recursos tales como árboles, arbustos, etc., en la medida que se considera práctico hacerlo.
4. Practicar el reciclaje de objetos de plástico, vidrio, papel y metal en toda oportunidad.
5. Involucrarse en la limpieza y mantenimiento de nuestro ambiente inmediato.
6. Involucrarse en programas educacionales que promuevan la conservación y restauración de nuestros recursos naturales.
7. Reconocer que el uso prudente de los recursos de la tierra es recomendable.
8. Evitar apoyar y participar en organizaciones que tengan una posición radical o anti bíblica respecto al ambiente.
9. Participar en el cuidado y la defensa de los animales como parte de la creación de Dios, particularmente de las especies en extinción.

«Solamente cuando se haya secado el último río, cortado el último árbol, matado el último pez, el hombre se dará cuenta de que no puede comerse el dinero» (Lema del Parque Nacional «Iguazú», Argentina).

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PAZ EN TIEMPOS VIOLENTOS

PAZ EN TIEMPOS VIOLENTOS

Paz en tiempos violentos.

El pequeño cuerpo de un niño sirio de tres años sobre una playa de Turquía, ahogado en el intento de migrar junto con su familia a la Unión Europea, conmocionó al mundo hace unos meses, en septiembre de 2015. Ante tal tragedia, un diputado británico publicó en su Twitter: «El niño sirio estaba bien vestido y bien alimentado. Murió porque sus padres fueron codiciosos por la buena vida en Europa…»(1). El niño y su familia trataban de escapar de la guerra en Siria, según reportes de prensa.

París vivió un viernes 13 negro, el pasado noviembre. Sufrieron varios ataques terroristas. Fueron perpetrados en su mayoría por atacantes suicidas. Murieron 136 personas y otras 415 resultaron heridas. La autoría de los ataques fue asumida por la organización yihadista del Estado Islámico. Los atentados están vinculados con la Guerra en Siria.

En México, al igual que en varios países de América Latina, se está deteriorando la vida social, la convivencia armónica y pacífica. La violencia causada por organizaciones criminales, en nuestro país, va en aumento. Esta violencia tiene sus propias características, causas y circunstancias: la crueldad, venganza, la exhibición de poder que tiene la intención de intimidar a quienes son considerados rivales y a toda la sociedad. Narcotráfico, secuestro, trata de personas, lavado de dinero, distintos tipos de extorsión, ejecuciones intimidatorias, así como corrupción e impunidad por parte de las autoridades, son golpes mortales que hieren día a día a la sociedad mexicana.

Muchas familias, incluso nuestras, sufren violencia física, sexual, emocional y económica. Aparte de esta violencia que pudiésemos llamar intrafamiliar-social, internamente el individuo, en la profundad del alma, a veces vive tormentas que lo asfixian. Más dramático es cuando, dentro de las congregaciones, se sufre violencia. La grey es maltratada. Los pastores son maltrados. Peleas, divisiones, antagonismos y luchas de poder.

Tal realidad evidencia una sed de Shalom en todos los ámbitos, en todas las esferas.

Shalom

El término es tan rico que, según los especialistas en lenguas bíblicas, se torna difícil traducirlo en una sola palabra. La razón es que encierra varios elementos al mismo tiempo: gozo, unidad, plenitud, salud y bienestar. Abarca la totalidad de las bendiciones de Dios para su pueblo, tanto en el plano personal, como en el comunitario y social.

Shalom resume el ideal del Reino: la perfecta, íntima y permanente unión del pueblo de Dios, manifestándose en vínculos de perdón, justicia y paz que se extienden de manera incluyente, y a la vez trasformadora, hacia toda la humanidad, desde el amor. En otras palabras, comunidades de fe que se unen, aún en medio de las diferencias y ofensas, por medio de vínculos amorosos de paz, los cuales se extienden y abarcan a la sociedad, como acción pacificadora. Vínculos también de cuidado y responsabilidad hacia el Planeta.

Dios en Cristo hace posible el Shalom: a través de su vida, muerte y resurrección, Jesús nos reconcilia con el Padre, sana nuestras vidas, restaura los vínculos fraternos, despierta el compromiso ecológico. Muy bien podríamos afirmar que Shalom es la sanación de la persona completa operada desde el amor del Padre en Jesús. Implica la restauración de los cuatro ejes relacionales que todo ser humano tiene: relación con Dios, consigo mismo, con el otro, con la Creación. Shalom entonces no es algo, sino alguien. Es Jesús. El Señor es nuestra paz, de Él viene. En Él y por Él es (Efesios 2:14).

Tengan Shalom

Juan 20:19-23

Paz a vosotros (traducción de la Reina Valera) fueron las palabras que Jesús expresó a sus discípulos en una de sus apariciones posteriores a su crucifixión. Al anochecer de aquel primer día de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: Tengan Shalom. Jesús les deja la paz como un regalo de despedida.

Los discípulos estaban encerrados. Los entumía el miedo a morir en manos de los judíos. No tenían paz ni libertad. Se había esfumado la esperanza. Su ánimo se apagaba con el temor paralizante. Al ver a su Señor se alegraron. Jesús repitió: Tengan Shalom. Dicho esto, levanta los brazos, les muestra su costado y las palmas de sus manos traspasadas por los clavos. En la unión de este gesto con la palabra pronunciada encontramos la clave para comprender la trascendencia y el profundo significado de esta acción de Jesús. Está hablando a través de un signo físico. Jesús transmite paz mientras muestra en sus manos el precio que le costó conquistarla: sus llagas. Como señal de victoria allí están ahora expuestas las cicatrices de la corona de espinas, las flagelaciones en su espalda, las llagas de los clavos y la lanza que penetró en su costado. Y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz (Colosenses 1:20).

Bendición y desafío

Una vez que Jesús muestra lo que le costó hacer posible la paz y después de que se las trasmite a sus discípulos, les dice: Como me envió el Padre, así también yo os envío (v. 21b). Las heridas del Señor son señal de entrega, signos de amor que desafían. Una entrega hasta el final, por amor, que trajo el Shalom de una vez por todas. Entrega amorosa pues, que tiene que reproducirse en el discípulo. En ese sentido es desafiante. La vida, muerte y resurrección de Jesús evidencian el itinerario del transitar de quien desea seguirle. Su misión, Su tarea, tendrá que ser abrazada por aquellos que aspiran a caminar tras sus pasos.

El Shalom no viene del discípulo, viene de quien lo hace posible. Una vez que los envía, Jesús sopla y les da del Espíritu Santo (v. 22), el Espíritu de Jesús, el Espíritu de Dios, Su presencia activa en el mundo: en las personas y en la Creación. Presencia trasformadora, pacificadora, dadora de paz. Esa paz que reconcilia, que trae perdón, que une en justicia y da vida. El discípulo que recibe el Shalom es enviado a compartirlo para que otros lo vivan como él.

¿Shalom en tiempos violentos?

A menudo, la paz se relaciona con ausencia de guerra y hostilidad, pero cuando hablamos del Shalom de Dios, no siempre es así. Se da aún en medio de las circunstancias más adversas, como las que enfrentaban los discípulos. Ellos se encontraban encerrados por miedo a los judíos, y aunque fueron llenos de la paz de Jesús, las circunstancias amenazantes y violentas en el exterior no se modificaron, incluso se puede decir que empeoraron (como sabemos, algunos de ellos, tiempo después, en los sucesos subsiguientes, fueron aniquilados). El hecho en sí, considerando la circunstancia conflictiva que vivían, indica que el Shalom ha de entenderse en un sentido pleno y trascendente, como don realizado y como promesa futura, que abarca toda la realidad humana, desde la fe. En ese sentido, es bendición presente que conforta en medio del caos, y es, al mismo tiempo, bendición futura, que da esperanza, pues brinda la certeza de que lo mejor está por venir, en los últimos tiempos, al regreso del Señor de paz.

El amor hace posible la paz

El Señor Jesús vivía el Shalom en medio de los momentos terribles que sufrió. Aun padeciendo, era capaz de amar, incluso a quien lo atormentaba. Por eso, desde su amor, hizo, y hace, posible la paz.

En el libro El arte de bendecir(2) se encuentra la historia de un hombre que, encarna perfectamente lo que es dar Shalom, desde el amor, en tiempos adversos. Dicha historia es, a su vez, tomada del libro Regreso del mañana(3), escrito por un médico americano de la Segunda Guerra Mundial, George Ritchie, quien estaba con las tropas americanas que liberaron a las víctimas del holocausto en los campos de concentración nazis. El arte para bendecir narra así el testimonio del médico:

«En un campo cerca de Wuppertal, cuenta Ritchie que conoció a un prisionero que parecía llevar allí poco tiempo, ya que todavía se mantenía en pie, le brillaban los ojos y estaba radiante de salud. Como hablaba varias lenguas, se convirtió en una especie de traductor y ayudaba a los soldados americanos a cumplir sus muchas y complejas tareas administrativas, en sus esfuerzos por ayudar a los prisioneros a regresar a sus casas. Aquel hombre, a quien Ritchie y sus colegas llamaban “Wild Bill Cody” (El Salvaje Bill Cody) por sus bigotes que recordaban los del héroe del “Far West” (Lejano Oeste), estaba dotado de una energía infatigable. Después de jornadas de trabajo de 15 a 16 horas, no mostraba el menor signo de cansancio, mientras que Ritchie se caía de agotamiento.

Cuando los papeles de “Wild Bill” llegaron a su despacho, Ritchie se quedó estupefacto al ver que aquel hombre llevaba en el campo de concentración ¡desde 1939! Con los conocimientos médicos de la época, parecía imposible que un hombre hubiera sobrevivido con tan excelente salud en un ámbito físico y mental tan horroroso. Sin embargo, era un hecho indiscutible. Aquel hombre había compartido las mismas barracas infestadas de piojos, había comido la misma sopa infecta que había reducido en pocos meses a los demás prisioneros a ser piltrafas humanas; pero él derrochaba vitalidad y energía. Además, era la única persona con quien todos se entendían bien, en aquel campo de concentración donde reinaban unas enemistades entre las diversas nacionalidades casi tan intensas como contra los alemanes.

Un día, en torno a unas tazas de té, cuando Ritchie hablaba de la dificultad que podían sentir los ex-prisioneros para perdonar a sus verdugos nazis, Wild Bill contó su admirable historia. Era abogado en Varsovia y vivía con su mujer y cinco hijos en el ghetto judío. Un día, los soldados alemanes llegaron a su barrio, alinearon a todos contra un muro (excepto al abogado, porque hablaba alemán) y los ametrallaron sin piedad. “Tuve que decidir entonces”, dijo, “si iba a permitirme odiar a los soldados que habían hecho aquello. De hecho, era una decisión fácil. Yo era abogado. En mi profesión había visto con demasiada frecuencia lo que el odio puede hacer en los espíritus y en los cuerpos de la gente. Pero el odio acababa de matar a las seis personas que eran para mí los seres más preciados del mundo. Decidí en aquel momento dedicar el resto de mi vida, fueran unos pocos días o muchos años, a amar a cada una de las personas con las que entrase en contacto”.

Lo notable de este relato, entre otras muchas cosas, es que el abogado tomó su decisión simplemente sobre la base de su experiencia de la vida y sobre su constatación de que el amor regenera y el odio destruye. Hoy, gracias a la psico-neuro-inmunología (una especialidad médica que estudia los vínculos entre el sistema nervioso, el espíritu y los mecanismos inmunológicos), existen pruebas científicas de que el amor refuerza los mecanismos auto-inmunitarios del cuerpo.»

Amando a cada persona. Éste era el poder que había mantenido a un hombre bien ante la crueldad más horrenda que alguien puede vivir. Poder que hace posible el «Shalom» en los momentos de adversidad: el amor. Amor como el de Jesús.

De dentro hacia afuera

La realidad violenta en que vivimos, la sociedad, nuestras familias, la propia vida, requieren constantemente Shalom: esa realidad que nos bendice, pero que a la vez, como hemos visto, nos interpela a compartirla con quienes sufren. Nuestro interior que en ocasiones se atormenta, el exterior que dramáticamente convulsiona, anhelan Shalom. Sí, se dará desde dentro hacia fuera. Esa paz tan anhelada inicia en el corazón humano. Es Jesús en el corazón de las personas el que, a partir de ellas, posibilita la paz en el mundo violento. Las guerras, los pleitos, la violencia, vienen del corazón (Santiago 4:1). Será desde el corazón trasformado que estaremos compartiendo la paz en este entorno que se hace trizas. El mundo sufre violencia, tenemos el desafío de poner nuestro «granito de arena» para que la paz sea posible en donde estemos.

Así como Shalom en la cultura hebrea es de las palabras más recurrentes, importantes y significativas, de la misma manera lo es para nosotros, la Iglesia de Dios (7º día), desde el inicio de nuestro caminar en la fe. La hemos abrazado y la expresamos en nuestras propias palabras, en nuestra lengua, como un deseo, como saludo, aun siendo de diferentes lugares, sin conocernos incluso, así nos identificamos: «Paz a vos». Saludo y deseo que, como ya reflexionamos, implica desafío: entrega y amor aún en lo adverso. Como creyentes, tenemos la responsabilidad de llevar el Shalom más allá de un saludo, de un buen deseo. Cada vez que expresamos paz a vosotros estamos afirmando que Jesús nos ha dado la paz, de otra manera no la podríamos compartir, pero también, será necesario asumir el compromiso de hacer ese deseo de paz una realidad en quien lo expresamos.

Paz a vosotros

Expresar Paz a vosotros entonces, es entender que la paz es señal amorosa. Signo del acto de amor más grande en la historia: Jesús en la cruz. Señal de toda una vida de entrega, la cual, por ser congruente y por ende desestabilizadora, despertó celos y deseos de aniquilarla en quienes se vieron desafiados.

Paz a vosotros es asumir que el Señor nos ha dado la paz primero: gozo, unidad, plenitud, salud y bienestar en todos los ámbitos de la existencia. Nuestra reconciliación con Dios, la sanación de la propia vida, la restauración de nuestros vínculos con los demás y nuestra conciencia ecológica, son evidencias del Shalom que hemos recibido (y que estamos recibiendo, ya que la restauración de éstos elementos es un proceso que dura toda la vida).

Paz a vosotros implica comprender que el Shalom no necesariamente representa ausencia de guerra o adversidad. Aunque gocemos de la paz del Señor, tendremos momentos de zozobra y miedo ante la hostilidad que a veces trae la vida, como los discípulos del ayer lo vivieron. Violencia y contrariedad se presentarán, sin embargo, reconoceremos que ahí el Señor se hace presente, brindando confianza y moviendo al amor.

Paz a vosotros representa un compromiso. Es una tarea que el Señor ya hizo primero en nosotros y nos envía a realizarla en los demás, en medio de ésta realidad violenta. Él da la paz por medio de nosotros en su Espíritu. Los que hemos abrazado la paz de Jesús, somos llamados a compartirla, por medio de nuestras acciones amorosas, con la gente que sufre a nuestro alrededor, para que, como nosotros, ellos vivan gozo, experimenten plenitud, tengan salud y disfruten bienestar. Si bien no podremos cambiar al mundo que gime ante la violencia, pero sí haremos lo que nos toca en donde estemos. Como dijo Teresa de Calcuta: «A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara esa gota».

La opción por el amor

El portal de noticias BBC(4), y otros muchos medios, dieron a conocer la historia de Antoine Leiris, periodista de radio francesa, que perdió a su esposa, de nombre Helene Muyal, en el Teatro Bataclán, durante los atentados en París. Ella tenía 35 años, era maquilladora artística. Apenas 17 meses atrás habían tenido a su primer hijo. El periodista publicó en Facebook una carta conmovedora:

«La noche del viernes ustedes robaron la vida de un ser excepcional, el amor de mi vida, la madre de mi hijo, pero ustedes no tendrán mi odio… Así que yo no les daré el regalo de odiarlos. Eso es lo que ustedes están buscando, pero responder al odio con el odio y la rabia sería ceder a la misma ignorancia que hace de ustedes lo que son… Por supuesto que estoy devastado por el dolor… Pero no, ustedes no obtendrán mi odio».

La publicación es muy fuerte, hace referencia al odio (que podría ocasionar la violencia) y al perdón, como opción ante ésta. El Señor permita que ante la violencia podamos responder con perdón y amor, como Jesús lo hizo. Será la única manera en que la paz sea posible.

Fuentes de consulta

(1) URL: www.lajornada.unam.mx

(2) Pierre Pradervand, El arte de bendecir, Sal Terrae, 1998

(3) George G. Ritchie – Elizabeth Shrrhl, Return from the tomorrow (con un prólogo del Dr. Raymond A. Moody), NJ. 1981 (traducción al castellano: Regreso del futuro, Clio, Terrassa, 1986).

(4) URL: www.bbc.com

     La Santa Biblia (2000). Corea: Sociedades Bíblicas Unidas (Versión Reina-Valera 1960)

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TRANSFIGURANDO EL MUNDO

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El evento de la transfiguración de Jesús, es un tanto enigmático pero, sin duda, apunta a la revelación progresiva del Salvador, de su misión y de un carácter didáctico que tiene como propósito mostrarnos al Señor, moviéndose entre los hombres, entre peligros, a sabiendas de todo lo que va a acontecer y no obstante; asumiéndolo. El cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio… (Hebreos 12:2), como un ejemplo para nosotros. El evento se encuentra mencionado en tres de los evangelios; Mateo, Marcos y Lucas.

El primero nos dice que fue una visión, Jesús les mandó diciendo: No digáis a nadie la visión… (Mateo17:9). Pero aún hay algo más, antes de entrar a tratar el tema.

El pasaje se encuentra determinado, en el Evangelio de Marcos, por su propio contexto, es decir; entre la curación de dos ciegos: El de Betsaida que es sanado gradualmente, como si Jesús no le hubiera echado todas las ganas desde el principio, lo cual obviamente no es así, sino más bien Jesús, en la estrategia narrativa de Marcos; nos dice que en ocasiones no vamos a ver o comprender las cosas en su correcta dimensión, a la primera, sino que necesitamos en lo sucesivo del toque constante del Maestro. La otra sanidad es la de Bartimeo, que al ser sanado a la primera nos habla de que cuando pasamos del borde del camino, al «camino de Jesús» podemos comprender, a través del devenir de nuestra vida, la voluntad de Dios.

Este trecho comprende Marcos 8:22 al 10:52 y forma una unidad de pensamiento, porque es aquí donde Jesús muestra, por tres ocasiones, que va a ser entregado y que va a sufrir, y las tres ocasiones los discípulos no comprenden el significado, la magnitud, ni su papel, ante tan crucial evento. La primera vez que Jesús anuncia su muerte y sufrimiento (8:31-33), Pedro lo censura y lo reprende, es decir: no entendieron. La segunda vez que anuncia su muerte y sufrimiento (9:30-34), Jesús les llama la atención por discutir entre ellos quién de ellos sería su sucesor, no comprendieron tampoco. Y la tercera vez (10:32-45), Jesús recibe una solicitud inusual de dos hermanos que quieren anticiparse a los demás para tener los mejores puestos. Ante cada tentativa de Jesús por que comprendan la magnitud de lo que se avecinaba, por prepararlos para el futuro, ellos ven las cosas un tanto borrosas, como el ciego de Betsaida, y no puede ser de otro modo, porque vamos conociendo a Jesús de una manera progresiva. Ante cada intento fallido de los discípulos por entender, Jesús ofrece una enseñanza magistral, que nos ubica en el centro mismo de nuestro ministerio: La respuesta de Jesús ante el primer fracaso de Pedro es: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame… (8:34-38); la respuesta de Jesús ante la discusión de los apóstoles nos dice: Si alguno quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos. Y tomó un niño y lo puso en medio de ellos; y tomándole en sus brazos, les dijo: El que reciba en mi nombre a un niño como este, me recibe a mí…» (9:35-37); la última respuesta de Jesús, ante los dos ventajistas hermanos es: Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen sobre ellas potestad. Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos. Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos (10:42-45).

¿Cómo ves? No cabe duda que el discipulado requiere mucha paciencia, sacrificio, tolerancia y amor. Hasta aquí Jesús nos da tres joyas acerca del verdadero ministerio cristiano.

  1. Los cristianos debemos querer sacrificar nuestra vida por los demás, es decir entregar nuestro tiempo, talento, dones, profesión, oficio, habilidades a favor de nuestro prójimo. Es un llamado radical y sin duda, en algo tienes que invertir tu vida y tienes que decidir en qué realmente te vas a convertir, porque solo tienes una vida.
  2. Los cristianos debemos querer servir a los demás, antes de desear obtener puestos, reconocimiento o recompensas. Sin duda nuestro pedazo de humanidad caída, tiene la inclinación de hacer méritos para ganar puestos, pero no debe ser eso el fin último, sino el imitar a Jesús.
  3. Jesús eleva el sentido del servicio al decirnos que sirvamos a los niños, porque no hay servicio más sincero que aquel que se realiza a alguien que no puede darte nada a cambio, cuando nadie te está viendo o cuando no vas a tener ningún tipo de reconocimiento o recompensa.

Es en este contexto; el de una revelación gradual de las consecuencias del ministerio, es que Jesús toma a tres de sus discípulos y los lleva a un monte donde se transfigura. Ellos no van a comprender todo en ese momento, el mismo Jesús les da indicaciones de que no lo digan a nadie sino hasta después de la resurrección, y ellos no entienden siquiera de que les está hablando: Y descendiendo ellos del monte les mandó que a nadie dijesen lo que habían visto, sino cuando el Hijo del Hombre hubiese resucitado de los muertos Y guardaron la palabra entre sí, discutiendo qué sería aquello de resucitar de los muertos (9:9-10) ¿Te das cuenta? Es demasiada información en tan poco tiempo; no importa, no se podía dar vuelta atrás, tenían que marchar hacia adelante, aunque no comprendieran todas las consecuencias del discipulado, todo lo que estaba por venir. Pero realmente así es la vida, vas conociendo las cosas poco a poco. Estaban a punto de cambiar el mundo y no lo sabían: Estos que trastornan el mundo entero también han venido acá; a los cuales Jasón ha recibido; y todos éstos contravienen los decretos de César, diciendo que hay otro rey, Jesús (Hechos 17:6-7).

El Evangelio de Lucas nos dice parte del diálogo de alto nivel que tuvo Jesús en la visión, y hablaban de su partida, que iba Jesús a cumplir en Jerusalén (Lucas 9:31). Ahí estaban los tres apóstoles, somnolientos, pero sin poder permitirse perder este sublime momento que estaban experimentando, nerviosos, temerosos; sin saber qué papel jugar, se les ocurre una gran idea. Entonces Pedro dijo a Jesús: Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí; y hagamos tres enramadas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. Porque no sabía de lo que hablaba, pues estaban espantados (Marcos 9:5-6).   Digamos que la mejor idea que se les ocurre es quedarse a vivir ahí, en esa montaña, con tremenda compañía, en un estado de éxtasis y de bienestar que no habían experimentado. Pero ¡no!, Jesús les había permitido echar un vistazo al Reino de Dios venido con poder (9:1), les había dado la oportunidad de compartir algo especial, pero la misión no estaba en la montaña, sino entre la multitud del verso 14, la misión no estaba arriba, sino abajo, en las bases, entre «los de abajo», entre los enfermos y necesitados. La misión les esperaba en los rostros de esa multitud necesitada, en la vida de ese hijo poseído de mal, que echa espumarajos y cruje los dientes y se va secando(9:18).

A través de esta experiencia su comprensión de la misión se nutrió y se enriqueció enormemente. Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida (1 Juan 1:1).

El evento de la transfiguración es un reto actual. Dios, sin duda; nos provee de comodidades, educación, ciertas posibilidades tecnológicas, adelantos científicos de los que nos beneficiamos, pero la misión está con la gente, con los necesitados, con los marginados, con los indefensos, con los discapacitados, con los pobres, con los enfermos. Y no hay correo electrónico que sustituya un buen abrazo, y no hay charla en whatsapp, que sustituya a una persona que realmente está a tu lado, que te escucha, que llora contigo y que no tiene que utilizar emoticonespara aparentar una empatía que realmente no siente; Facebook, como comunidad virtual, no puede suplir a una comunidad de fe y de amor, no hay nada que sustituya a una persona que se acerca, que te ama, que así se entrega en pedazos, en pedazos de vida, en pedazos de vida eterna.

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