Empieza de nuevo en el Espíritu
Jessica González

¿En algún momento de tu vida has deseado dejar todo atrás y empezar de cero? Muchas personas han tenido historias de vida desfavorables, tanto así que han deseado haber nacido en otro lugar, en otro núcleo familiar o bajo otras circunstancias. Tienen estos pensamientos como una fuga mental de su realidad, una decepción o frustración por su vida actual o pasada, pero sabemos que esto solo es posible en el pensamiento: no podemos cambiar ningún hecho del pasado.
Si bien, es cierto que hay realidades que no están en nuestra elección —porque el nacimiento físico simplemente ocurre—, nadie nos pide permiso. No elegimos a los padres que tendremos, el color de nuestra piel, nuestra formación, el entorno familiar ni nuestro lugar de origen; ni siquiera podemos elegir nuestro nombre. Pareciera que estamos condenados a vivir con esa situación de vida que nos tocó.
Lo interesante aquí es: ¿qué hacer si esta situación de vida que tengo en el presente me está generando frustración o descontento? ¿Debo vivir amargado por mi pasado, por cosas que no fueron mi decisión? Gracias a Dios tenemos esperanza.
El deseo de tener un nuevo comienzo se puede hacer realidad en nuestra vida cuando nosotros tomamos la decisión y optamos por renacer en el Espíritu. Este nuevo nacimiento implica una renovación interna que es esencial para la vida cristiana, como lo vemos en Juan 3:5-6: Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.
Necesitamos nacer en agua y Espíritu. En este sentido, tenemos total y completo control sobre nuestro nacimiento espiritual, sobre nuestra vida presente y futura, en la cual la frustración se convierte en esperanza y la amargura en plenitud, con muchos beneficios. Pero esto implica un esfuerzo y compromiso, porque encontrar a Dios es un camino personal, y nuestras experiencias en este camino son tan únicas como nosotros.
Entonces, podríamos decir lo siguiente: cada ser humano tiene dos realidades, la física y la espiritual. A través de nuestro nacimiento físico llegamos a este mundo temporal, pero para vivir en el reino de Dios necesitamos experimentar un nacimiento espiritual.
¿Cuánto tengo que esperar? Primero es necesario realizar un ejercicio para examinar nuestra vida: reconocer nuestra condición de pecado, lo que nos permitirá dejar de justificarnos y empezar a hacer cambios en nuestra vida. Sobre todo, empezar a hacer cambios en aquellas situaciones de nuestro pasado en las cuales no tuvimos la oportunidad de elegir.
Debemos renunciar a aquello que nos hace daño, pero sobre todo necesitamos estar dispuestos a reaprender, descartar las viejas creencias, actitudes y hábitos, y empezar de cero como aquellos bebés que empiezan a conocer la vida y tienen que aprender absolutamente todo. Pero no lo hacen solos: siempre tienen la compañía de sus progenitores que les guían y acompañan. En esta nueva vida nosotros tendremos la compañía y guía de Jesús.
Cuando nos dejamos guiar por Jesús, nos permitimos experimentar cambios reales en nuestra vida. Aunque al principio puede haber temor ante lo desconocido, debemos ser pacientes con nuestro propio proceso y, sobre todo, ser perseverantes, porque el crecimiento espiritual es gradual, no siempre lineal.
Estos cambios graduales se empiezan a ver en nuestro día a día. Principalmente podemos tener una mejor comprensión de nosotros mismos, más allá de las cotidianidades que establece la sociedad. Comenzamos a aceptarnos tal cual somos, podemos comenzar a entender y descubrir nuestro propósito de vida. Podemos decidir cortar con aquellas cargas emocionales de nuestra vieja vida como la frustración, el rencor, la culpa o el dolor no sanado, preparándonos para tener una mejor gestión emocional y libertad para expresar y vivir plenamente.
Otro cambio oportuno que llega a nuestra vida es poder comprender un poco más la existencia de las demás personas, permitiéndonos ser más empáticos, compasivos y amorosos con los demás (Mateo 25:35-40).
El reino de Dios es hoy
Muchas veces hemos creado la idea de que el reino de Dios es algo por lo que debemos esperar porque es un evento en el futuro, pero como lo dice Lucas 17:20-21: El reino de Dios no vendrá con advertencia, ni dirán: ‘Helo aquí’ o ‘Helo allí’, porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros. El reino de Dios no es solo un lugar, sino una realidad que podemos experimentar hoy.
Disfruta el reino de Dios en tu vida hoy; concédete la oportunidad de tener una mejor relación contigo mismo, encuentra tu propósito y procura tener una mejor relación con Dios. Déjate guiar por su Espíritu y, para fortalecer esa comunión, persiste en la oración, cumple la voluntad de Dios en tu vida, cuidando tu corazón y pensamientos, al mismo tiempo que cuidas y sirves a los demás.