Mujer, ¡qué grande es tu fe!

Mujer, ¡qué grande es tu fe!

Hna. Cindy Ramos Pérez

 A través de los tiempos hemos visto y escuchado cómo la fe permite experimentar momentos asombrosos en nuestra vida y en la vida de los demás. Hebreos 11:1-3, (NVI) dice: Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve.  En estos versos descubrimos como hombres y mujeres del pasado, fueron expuestos a situaciones difíciles, en donde su lógica humana no lo podía entender. Sin embargo, tuvieron el valor para creerle a Dios, y experimentar su poder ante tales situaciones. 

En Mateo 15:21-28 encontramos un relato en el que la fe es puesta a prueba, pero con un resultado maravilloso.  

Un encuentro con Jesús

“Saliendo Jesús de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón.  Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región clamaba, diciéndole: ¡Señor, Hijo de David, ¡ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio” (vv. 21-22).

El relato menciona que una mujer cananea había salido al encuentro de Jesús. Estaba desesperada porque un demonio atormentaba horriblemente a su hija; se preocupaba y sufría al ver su condición. Seguramente, esta mujer, había agotado todos sus recursos, estaba cansada y con pocas esperanzas, agotada de buscar una solución y no encontrarla. Pero a pesar de su cansancio y desesperación, deseaba ver sana a su hija. No le importó lo que podía enfrentar: rechazo, obstáculos, romper barreras culturales; lo único que deseaba era llegar a donde estaba Aquel que le podía sanar a su hija. La fe la impulsó a salir al encuentro con Jesús, a pesar de que no era bien vista por los judíos, pues la consideraban impura, “pagana”. 

La fe, nos impulsa a hacer cosas que no imaginamos, nos mantiene activos y en movimiento; a no esperar a que la respuesta nos llegue, más bien a aprovechar las oportunidades que se nos presenten, en pocas palabras a salir al encuentro con Jesús.  

Quizá nos encontramos o hemos pasado la misma situación que la mujer. En algún momento, un familiar enferma de gravedad. Tratamos de buscar la mejor solución, consultamos a un médico, adquirimos los mejores medicamentos, nos unimos como familia, aportamos económicamente para el sustento, pero a pesar de todo, parece que nada de eso funciona. Entonces, doblamos nuestras rodillas y vamos al encuentro con Jesús, reconociendo que en Él está la respuesta. Pero a veces sentimos que no nos escucha y que no responde a nuestra petición. Llegamos a sentirnos solos. Pero, ¿hemos persistido? Esto fue lo que experimentó la mujer, quien, a pesar de eso, no desistió y continuó dando grandes voces.

El silencio también es una respuesta

“Pero Jesús no le respondió palabra. Entonces acercándose sus discípulos, le rogaron, diciendo: Despídela, pues da voces tras nosotros. Él respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel”  (vv. 23-24). 

Jesús guardó silencio y aparentemente ignoró la petición de la mujer, sin embargo, ese silencio indicaba que algo estaba por suceder, algo extraordinario y para que eso sucediera era necesaria la paciencia y dedicación. 

Cuantas veces hemos experimentado la misma situación, clamamos a Dios, con la esperanza de recibir una respuesta, pero lo único que recibimos es un silencio, que nos hace sentir solos, abandonados y sin pensarlo. La desesperación toca a nuestra puerta, y es en ese momento donde creemos que todo está perdido. Pero, el Espíritu de Dios nos recuerda: Así que no temas, porque yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré y te ayudaré; te sostendré con la diestra de mi justicia (Isaías 41:10, NVI). Y entonces reconocemos que no estamos solos, que Jesús está a nuestro lado, acompañándonos en ese momento difícil, esperando el momento oportuno para intervenir. 

Jesús alaba la fe de la mujer

Entonces ella vino y se postró ante él, diciendo: ¡Señor, socórreme! Respondiendo él, dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos. Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos. Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora (vv. 25-28).

La respuesta de la mujer conmovió a Jesús, quien finalmente le concedió su petición y sanó a su hija en ese mismo momento. La mujer había reconocido que las palabras de Jesús eran ciertas y que no era merecedora de una respuesta, pero que ella solo necesitaba las “migajitas” para experimentar su poder. Un poquito del Maestro era suficiente para ella. 

Este relato nos permite reflexionar que muchas veces hemos estado expuestos a situaciones de mucha necesidad, en el cual clamamos a Dios con la esperanza de ser escuchados y recibir una respuesta alentadora. Muchas veces somos retados a actuar como esta mujer, a tener una fe valiente, inquebrantable, que no se desiste hasta obtener una respuesta. 

Cada vez más nos enfrentamos a un mundo que sufre violencia de todo tipo, narcotráfico, injusticias, abusos, personas desaparecidas, divorcios, pobreza, personas en adicciones, maltrato animal, desastres naturales y un sinfín de situaciones. Muchas de ellas nos llevan a la frustración, desánimo, desesperación y buscamos respuestas rápidas en el Señor, porque nos cuesta esperar. Pero los que conocemos a Dios sabemos que su tiempo es perfecto, y obrará en el tiempo oportuno. La Palabra nos enseña que las situaciones adversas nos permiten aprender; y, aunque muchas veces la espera es larga, el resultado es una bendición. Dios usa ese proceso para ayudar a fortalecer nuestra fe. 

Hace algunos años, Dios me permitió conocer a una persona que abrió su hogar para estudios de la Palabra, y con quien por un tiempo tuvimos la oportunidad de convivir, pero lamentablemente enfermó de gravedad y falleció. En algún momento cargué con la culpa y el remordimiento de que no hice lo suficiente para que tuviera un encuentro con Jesús y que lo aceptara como su Señor y salvador. La tristeza y desánimo que sentía en ese momento, me hicieron pensar que no era útil para el ministerio y que lo más conveniente era abandonarlo todo. Pero, el Espíritu de Dios me recordó lo que dice 1 Corintios 3:6: “Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios”. Entendí que hay cosas que nos toca hacer -sembrar-, pero las cosas sorprendentes solamente las puede hacer el Señor. Ante esta situación Dios me enseñó que tenía que seguir, que todavía había mucho más que hacer, que la necesidad continuaba siendo mucha. Fortaleció mi fe, mis ganas de servir, renovó mis fuerzas y me recordó por qué me había llamado, no permitió que mi fe se debilitará. 

Hermano y hermana líder, no permita que su fe se debilite, porque le puede llevar por el camino equivocado. El mundo necesita de personas, con una fe firme, que no se deje vencer fácilmente, que provoque más encuentros con Jesús. Usted y yo, somos llamados a generar esos encuentros. ¿Está listo para hacerlo?

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CONGRESO NACIONAL FEMENIL 2023 “Revestidas en Cristo”

Revestidas en Cristo

CONGRESO NACIONAL FEMENIL 2023

“Revestidas en Cristo”

Reseña

¡Por la gracia de Dios, desde muy temprano del jueves 2 de noviembre de 2023 comenzaron a llegar más de mil congresistas, provenientes de todos los puntos del país e invitadas de Estados Unidos y Guatemala! Con un clima cálido y agradable y teniendo como marco la espléndida vista del Océano Pacífico, Mazatlán nos dio la bienvenida.

Dada la magnitud del evento, al principio hubo dudas y confusión, pero con el paso de las horas, nos fuimos acomodando y a las 6 de la tarde, ya estábamos listas para el Culto de Apertura. Dámaris Flores inició cantando “Ha sido largo el viaje, pero al fin llegué…” mientras, en la pantalla veíamos fotografías con grupos femeniles de cada Distrito, los Estados que lo conforman y el nombre de su Directora Distrital, también de las hermanas de Estados Unidos y Guatemala.  Jocheved Martínez, dio la bienvenida oficial a todas las congresistas. 

Rachel Cruz y Rosa Isela Robles nos guiaron en inspiradas alabanzas y dieron paso al Min. Efraín Reyna Vargas, Secretario del Consejo Ejecutivo General, quien hizo la Declaratoria de Apertura. A continuación, el Min. Vicente Arturo Chávez Solís, Presidente del Consejo de Administración, envió un cálido mensaje en video, para felicitar y alentar a todas las participantes. Y se llegó el momento de la primera Plenaria, con gran alegría recibimos a Eva Escamilla, quien expuso el tema “Revestidas de Gracia” y finalizamos este emotivo momento escuchando a Brenda Janett Martínez con el canto “La Bondad de Dios”.

El viernes, a las 9:30 de la mañana, ya estábamos listas para continuar. Juanita Guzmán nos condujo en un sentido tiempo de oración titulado Dios y Yo. En seguida, Elizama Rodríguez y Elizabeth Montiel nos dirigieron con vibrantes cantos para recibir a Perla Esquivel, quien tuvo una magnífica exposición de la Conferencia “María Magdalena, libre para testificar” al finalizar, se dieron las indicaciones para participar en el Concurso en Línea, previamente anunciado. Nos alegra decir que las ganadoras fueron: Primer Lugar: Giezi Arteaga del Dto 17, Segundo Lugar: Adiel Salinas del Dto 6 y Tercer Lugar: Dalila Martínez del Dto 2, quien donó su premio para la Iglesia en Acapulco ¡Deseamos intensas bendiciones para nuestras hermanas ganadoras!

Después de un breve receso, continuamos con el Foro “Las Mujeres en la Historia de la Salvación en México” contando con la acertada participación de reconocidas líderes de nuestra Iglesia: Elemy Espinoza, Ana Karen Meneses, Karla Zaldívar y Gloria Alcalá, quienes nos hablaron desde la experiencia de sus ministerios cómo ha sido la participación de niñas, adolescentes, mujeres y adultas mayores en la historia de la salvación en nuestro país. 

En seguida fue el tiempo de la fotografía, un gran desafío que se logró en tres tomas, por medio de diversos dispositivos. Después las congresistas tuvimos un tiempo libre, algunas lo utilizaron para convivir, otras para estar en la playa y algunas más, para visitar las diversas opciones turísticas de Mazatlán. A las 8 pm nos dimos cita nuevamente en el salón Los Tapices, para tener nuestra Noche de Blanco. Con la dirección de Elida Pérez y Rachel González, quien desarrolló la Dinámica “De Corazón a Corazón” preparamos nuestras vidas para recibir la Palabra de Dios por medio de Eva Delgado con la Segunda Plenaria “Revestidas de Fe”. Experimentamos la presencia de Dios que culminó con un enternecedor tiempo de oración y unción dirigido por el Min. Neftalí Pascasio, Sobreveedor del Distrito anfitrión, respaldado por ocho ministros y pastores que estuvieron ungiendo a cientos de hermanas que pasaron al frente. Bendecimos a Dios por este tiempo que llenó nuestras vidas de fe y esperanza. 

El sábado a las 9:30 de la mañana, iniciamos con un tiempo de oración, dirigido por Rachel González García, el tema fue “Dios y mi familia”, reflexionando en la parábola del Padre Amoroso y orando por nuestras familias. Continuamos con un devocional conducido por Esperanza Bautista y Cristy Pérez, quienes nos invitaron a leer Éxodo 20. Fue una memorable experiencia, escuchar en voces de todas las mujeres los Diez Mandamientos. Continuamos con el Panel “Mi Vestuario Esencial” teniendo como base bíblica Efesios 6:13-17. Karla Zaldívar habló sobre el Cinto de la Verdad, Elemy Espinoza acerca del Chaleco de la Justicia, Priscila Ruiz, el Evangelio de la Paz, Abigail Contreras, el Escudo de la fe, Ana Karen Meneses, el Sombrero de la Salvación y Gloria Alcalá, tocó el tema de la Espada del Espíritu. Nuestras panelistas tuvieron una excelente participación, y todas fuimos favorecidas por los dones que Dios ha puesto en sus vidas. 

La segunda reunión fue a las cuatro de la tarde. Dirigidas por Rachel Vázquez y Rebeca Santiago, todas alabamos al Señor con entusiasmo y alegría. Después tuvimos un momento muy especial: se entregaron Reconocimientos a Mujeres Pioneras de nuestra Iglesia, hermanas de todos los Distritos, que se han distinguido por su trabajo en la Obra de Dios. Se elaboró un video especial con sus fotografías. Con el canto “Enséñame a escuchar tu voz”, preparamos nuestro corazón para escuchar la Tercera Plenaria, “Revestidas de Santidad”, expuesta por Jocheved Martínez, quien, al concluir, invitó al Min. Efraín Reyna, para que hiciera una oración de Restauración en nuestro favor. Esa tarde, recaudamos una ofrenda para nuestra Iglesia en Acapulco. Dios se hizo presente en esta reunión y todas salimos confortadas. 

La tercera reunión del sábado fue a las ocho de la noche. Todas fuimos llegando al salón portando trajes típicos. Era un escenario multicolor, hermanas con flores en la cabeza, rebozos de colores brillantes, faldas amplias y blusas bordadas, sombreros adornados, etcétera. Y en un ambiente festivo y fraternal, nos dirigieron Ana Delia Pérez, Rosa Isela Robles y Perla Esquivel. Primero fue la presentación de Mujeres de la Biblia, con el Distrito 14, en seguida, el tema del Congreso Ministerial Internacional donde Priscila Ruiz, presentó un video con la Propuesta de este organismo a la que pertenece nuestra Iglesia y la Agenda que estarán desarrollando en Nigeria, África. En seguida, Fabiola Fuentes, presentó a Lourdes Chávez de USA y a Sandra Argueta de Guatemala, quienes nos hablaron de cómo participan las mujeres de sus respectivos países en la Historia de la Salvación. Fue una charla muy edificante. 

Para finalizar, presenciamos el Gran Desfile de Trajes Típicos. Cada Distrito desfiló, incluyendo Guatemala y Estados Unidos, cuyas hermanas representaban diversas nacionalidades. Todas nos deleitamos viendo los trajes de cada región; El vestido de Sinaloa, estado anfitrión, el tradicional traje de la china poblana, el multicolor vestido de Chiapas, los vaporosos vestidos de Veracruz, los coloridos trajes de Baja California, Chihuahua, Sonora, Jalisco. Las bellas hermanas de San Luis y Zacatecas. La ropa típica de Tlaxcala, las regias, con sus blusas de cuello alto y botas. Querétaro, Estado de México, Coahuila, Tamaulipas, también se hicieron presentes. Las hermanas yucatecas con sus elegantes ternos y sus “bombas” que provocaron la risa de todas las presentes, las oaxaqueñas que nos impresionaron con sus vestidos, hasta Frida y Diego Rivera, personificados por dos hermanas, nos acompañaron. Vivimos una hermosa e inolvidable fiesta y dimos gracias a Dios por la diversidad cultural. Fue un día intenso y muy bendecido que culminó con una rifa de regalos, patrocinada por un ministerio de nuestra iglesia.

El domingo cinco de noviembre, iniciamos con Momentos de Oración, a cargo de Abigail Hernández y Rachel Jiménez. Las reflexiones y cantos propiciaron un ambiente muy espiritual. Oramos por la iglesia en Acapulco, por nuestros líderes, y para que Dios que siga dando aliento y bendición a cada mujer. En ese entorno, pasamos al Culto de Clausura, siendo dirigidas por Yael Esparza y Lidia Quiñones. Al finalizar los acordes del himno “Cuán Grande es Él”, Elida Pérez y Jocheved Martínez pasaron al frente para agradecer a Dios su gran misericordia y entregar Reconocimientos a todo el equipo por su valioso trabajo y esfuerzo. Así, pasó Sara Escandón, para presentar la última Plenaria “Revestidas de Amor” y cerrar con broche de oro todas las reflexiones del Congreso. Fue una exposición que seguirá desafiando nuestras vidas en todo tiempo. Al concluir, pasó el Min. Efraín Reyna Vargas, para dar las palabras finales, las Directoras Distritales entonaron el emblemático canto “Tiempo de Paz”, todas las congresistas con gran emoción y uniendo nuestras manos cantamos “cuando llegue al fin aquel Dios vivo, mis lágrimas y penas las olvidaré, viviré siempre esperando a Jesucristo y cuando vuelva ha de encontrarme en su camino…” Vivimos un momento memorable.  Por último, el Min. Efraín Reyna, anunció la clausura del Congreso Nacional Femenil “Revestidas en Cristo” 

¡Gloria a Dios siempre!

Jocheved Martínez Vargas

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Mensaje especial a la iglesia

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Cristo ante la confusión

Cristo ante la confusión

Min. Josué Ramírez de Jesús

“Entonces les preguntó:

—Y ustedes, ¿quién dicen que soy? Pedro contestó: —Tú eres el Mesías”

(Marcos 8:29, NTV).

Jesús de Nazaret vivió expuesto a que sus contemporáneos y discípulos no lo conocieran bien y se hicieran imágenes equivocadas y falsas, desfiguradoras de su identidad y misión. Y es que resulta fácil perdernos ante las propias imágenes y subjetividades que nos hacemos de Dios. Una mirada somera a la iglesia nos confirmara esto.

Hoy nos encontramos ante un evangelio de promesas sin demandas, del auto perdón y la autoayuda, de la dominación proselitista, de la búsqueda de la cantidad y no de la calidad, del acceso al poder político, etcétera, en palabras de Dietrich Bonhoeffer: de una “gracia barata”.

Desde los orígenes, el corazón del hombre ha sido propenso a dejarse llevar por sus propias ideas, expectativas y aspiraciones. Por eso, Jesús indagó a sus discípulos en el momento preciso, y comprobó que ellos, al igual que mucha gente lo veían desde las expectativas mesiánicas de las ideas religiosas y políticas dominantes de su mundo socio religioso. Ellos esperaban a un mesías diferente, y no comprendían la buena nueva de Jesús, ni su conducta profética con la que mostraba la llegada del reino de Dios.

Si la novedad de Jesús y del reino de Dios sorprendió y desconcertó incluso a sus discípulos, con la expansión del cristianismo, la proliferación de iglesias, la multiplicación de las doctrinas y las artes, se han multiplicado enormemente imágenes de Jesús de todo tipo, con ellas también la confusión.

Nuestra condición humana nos expone siempre a un doble riesgo al momento de conocer y relacionarnos con otra persona, lo mismo sucede con Jesús. El riesgo de imaginarnos al “otro” no como es, sino como nos conviene y deseamos que sea. Por eso, los cristianos de todo tiempo y lugar, vivimos expuestos a falsear o desfigurar la imagen verdadera de Jesús con proyecciones, ideas y creencias (religiosas, culturales, ideológicas y psicológicas) diferentes y hasta opuestas a la imagen que Jesús da de sí mismo y de su causa del Reino de Dios.

Por ello, para todos y cada uno de nosotros los cristianos se mantiene vigente la pregunta de Jesús a sus discípulos: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy?” Con esta interpelación Él no reprocha a nadie, sólo busca que ninguno de sus discípulos se engañe. 

Jesús quiere que nos liberemos de las falsas imágenes y deformaciones de su persona y misión, para que podamos gozar del esplendor de su verdadera imagen vivificante. 

Para personalizar la interpelación de Jesús es necesario preguntarse con esperanzado interés: Mis ideas de Jesús, ¿me permiten relacionarme con Él como realmente es? Y es que, no es suficiente para ser verdaderos cristianos un conocimiento genérico, superficial, rutinario, sentimental o simplemente teórico sobre Jesús. Se requiere el conocimiento vivencial, cercano e íntimo, de la fe, que nos haga verlo como es y vivir como Él.

Nadie puede decir sin engañarse que ya conoce perfecta y plenamente a Jesús, según cuentan los evangelios ya desde el comienzo fue mal conocido por la gente y por sus discípulos. El evangelio de Marcos relata que, de camino a Cesárea de Filipo cerca ya de la subida final a Jerusalén, los discípulos decían al Maestro que la gente lo confundía con Juan el Bautista o con Elías o alguno de los profetas; y los mismos discípulos lo imaginaban como un mesías nacionalista y triunfal. 

Esta situación no es nueva, hoy tenemos al menos tres dificultades para conocer bien a Jesús. 

1. El misterio de la persona de Jesús. Los cuatro evangelios muestran en numerosos episodios que los discípulos de Jesús, aunque le admiraban y acompañaban, no entendían lo que hacía y les enseñaba. Estaban desconcertados por su persona, enseñanzas y causa, no cabía en los esquemas religiosos y culturales que tenían, pues Él desbordaba todas sus expectativas. 

2. Las mediaciones culturales y religiosas que nos transmiten la figura de Jesús. Las mediaciones se convierten en obstáculos en la medida en que las doctrinas, predicaciones, enseñanzas, escritos, canciones e imágenes no transmitan fielmente los rasgos esenciales de la identidad de Jesús; cuando lo mutilan, distorsionan y sustituyen con proyecciones religiosas, psicológicas e ideológicas. Esto puede suceder de manera involuntaria e inconsciente. 

3. Los propios límites de nuestra condición humana. La tendencia a imaginar a Jesús a nuestra propia imagen y semejanza, al servicio de nuestras seguridades, éxitos y conveniencias de todo tipo. Un texto antiguo de Jenófanes de Colofón reflejaba ya esa limitante de la condición humana, al decir: “los etíopes piensan que sus dioses son negros y chatos; los tracios dicen que sus dioses son de ojos azules y rubio cabello. Si los bueyes, caballos y leones tuvieran manos y pudieran pintar como los hombres, pintarían imágenes de dioses como bueyes, caballos y leones.

Estos límites y dificultades en algún momento nos pueden llevar a tener imágenes e ideas distorsionadas de Jesús en alguna etapa de nuestra vida. Esto lo vio Jesús en sus primeros discípulos, y, según el evangelio de Juan, lo lamentó cuando, al despedirse de ellos, interpeló a Felipe: “¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido?”

Lo que está en juego en el hecho de conocer bien a Jesucristo o conocerlo mal es decisivo para nuestra fe cristiana, para el cristianismo y para el servicio del proyecto de Dios sobre la vida de la humanidad. 

Es enorme la responsabilidad histórica que tenemos en esto cada uno de los que hemos aceptado el Evangelio y su mensaje. Para eso es necesario discernir y mejorar nuestras comprensiones de Jesús. Algunas directrices para lograr esto son:

a. Saber lo que dicen los evangelios. Conocer lo que la narrativa de los evangelios dice de Jesús es importante y no solo quedarnos con la imagen que el mercado religioso ofrece. En los evangelios, Jesús tiene vida y fuerza. Desborda humanidad, realismo y solidaridad, es una buena noticia para todos los desdichados, despreciados y excluidos. Ama con total desinterés, con misericordia y ternura. De la comparación entre las imágenes más usadas de Jesús y los rasgos de la imagen vital que Él da de sí mismo en las narraciones de los evangelios, brotan estas tres preguntas para un discernimiento básico: mis imágenes de Jesús, ¿me dejan ver a Jesús o me lo desfiguran y me lo ocultan? ¿Me mueven a asumir su causa, a creer con su fe, a esperar con su esperanza, a ser libre con su libertad para hacer como Él haría hoy amando con su amor? ¿En qué ha cambiado mi imagen de Jesús en los últimos años, y en qué debe cambiar ahora?

b. Comprender lo que dicen los evangelios. Es necesario insistir en la importancia de tomar muy en cuenta el contexto histórico de Jesús, para conocerle a Él en su conducta testificada en el Nuevo Testamento y aplicar todo eso a la situación concreta en que vive cada persona, en su familia, barrio, pueblo o trabajo. 

c. Sacar de todo eso las consecuencias necesarias para vivir y comportarse de acuerdo con lo que nos enseñó Jesús. Es importante comprender los contextos actuales para dar actualidad al mensaje de Jesús. Se trata de hacer ahora lo que haría Jesús como Él lo haría. 

Durante mucho tiempo se leyeron los evangelios como crónicas biográficas de Jesús. Se suponía que los evangelios contaban los hechos y dichos de Jesús tal y como sucedieron. Hoy está claro que los evangelios no nos ofrecen bibliografías de Jesús, sino testimonios de fe. 

Ante las subjetividades que rodean al mundo cristiano, lo más importante es que vivamos y nos comportemos como los evangelios dicen que un cristiano tiene que vivir y tiene que comportarse. Para eso es necesario discernir y mejorar nuestra comprensión de Jesús.

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Pronunciamento 20 de octubre de 2023

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Con los ojos de Jesús

Con los ojos de Jesús

Min. Israel García López

La cadena es una herramienta muy útil, su ventaja yace en su fortaleza combinada con su flexibilidad. Las generaciones familiares son como un conjunto de eslabones, uno unido al otro, la unidad mantiene su fortaleza y al mismo tiempo su flexibilidad. En la iglesia sucede lo mismo, cada generación requiere estar unida a la otra, todo eslabón tiene la misma fortaleza, valor e importancia. Pero, cuando una generación no valora a otra generación, cuando un integrante de la iglesia no valora al diferente, esta cadena pierde su fortaleza. La fortaleza está en la unidad y la flexibilidad está en recibir tal y cual es a quien es diferente. 

Una iglesia donde solo hay ancianos o donde solo hay jóvenes no es un síntoma saludable. Hay quienes se posicionan desde una actitud radical, priorizando un sector de la iglesia sobre otro. Se ha escuchado decir, “la vieja guardia era lo mejor”, ya desde ese momento hay una predisposición de no recibir, ni escuchar lo que las nuevas generaciones quieren decir. La contra postura de tachar lo antiguo, lo viejo, lo pasado como algo que debe ser desechado, tampoco es saludable, quienes desfilan por el sendero de la novedad se les olvida que pisan sobre las bases que construyeron quienes nos preceden. Clasificar a la iglesia como la vieja guardia o la nueva guardia, como lo antiguo y lo nuevo, crea disonancias, separaciones, brechas casi insalvables, estos pensamientos polarizan a la iglesia, en dos expresiones opuestas. En esto la iglesia pierde su razón de ser. 

La desvinculación con las generaciones es peligrosa. En Jueces se narra la situación que enfrentó en pueblo hebreo, no había abuelos que contaran y que compartieran sus historias de salvación a las nuevas generaciones en la tierra prometida. Los relatos de fe quedaron en el olvido. ¿Qué nos dicen los abuelos y los padres a las generaciones presentes? ¿Hay relatos de fe y salvación para la iglesia de hoy?

En Mateo 19:13-15, Jesús nos ofrece una perspectiva desafiante y reveladora. El texto enfatiza la acción de Jesús, después de reprender a los discípulos por alejar a los niños, los abraza y los coloca al centro y, con ello, lleva nuestra atención a ellos e invita a renovar la visión sobre los presupuestos sociales y culturales. En su enseñanza, Jesús siempre proponía algo diferente y mejor, nunca dejaba espacios vacíos. El Maestro les permitió ver desde una perspectiva que antes no habían visto, este panorama tiene dos momentos:

El primer momento. Jesús les dice que el reino de los cielos es de quienes son como los niños, invitando a los discípulos a verlos de forma diferente, con dignidad, con respeto, ubicándolos en igualdad de dignidad. Jesús pone de relieve su falta de estatus, y su vulnerabilidad, marginalidad y debilidad, así como su incomodidad para el mundo adulto. De esta manera el maestro les permite ver a los niños con una mirada que choca radicalmente con su visión cultural.

Segundo momento. Jesús dignifica la mirada de los niños, esta mirada que había sido ignorada; hasta ese momento la única lectura u opinión válida era la de los hombres, la de los adultos, pero Jesús con este acto ha validado la mirada de los niños, ahora son ellos los que también miran. Su mirada ahora nos enseña a mirar el Reino completamente diferente. Necesitamos la perspectiva de los niños para ver de manera integral y complementaria el reino de Dios. 

La expresión que el texto usa para “niños” es una palabra genérica que refiere a niños y adolescentes. Recordemos que una persona era niño hasta llegar a los 12 años y después de esa edad eran considerados como adultos. La adolescencia y la juventud como ahora las entendemos son compresiones muy recientes. 

¿Cómo habrán quedado los discípulos ante la mirada de los niños? ¿Cómo nos miran los niños, adolescentes y jóvenes a los pastores, maestros y a la iglesia en general? 

Después de esto, Jesús tocó a los niños. Con esto nos enseña a tocar su realidad, a conectar con su necesidad, ser sensibles y empáticos con ellos. Para esto deben volverse relevantes para la iglesia y dejar de ser invisibles. 

Actualmente, el mundo ofrece a las nuevas generaciones diferentes “alternativas” de vida, ideales, valores; esto sumado a las nuevas propuestas sexuales, ideologías de género, capitalismo descarnado y la hegemonía de mercado (inmediatez, consumismo, satisfacción efímera) y la tendencia sincretista de la religiosidad. Ante esta realidad los desafíos juveniles aumentan, la atención y orientación debe incidir en los diferentes aspectos: emocional, social, ideológico, relacional, sexual, político y ético/moral entre otros. 

El peligro radica en que el mundo tenga un catálogo amplio de alternativas y la iglesia quede bajo la sombra de esta oferta. Jesús siempre fue y sigue siendo una alternativa, siempre fue diferente a lo que en su tiempo había, y su mensaje fue claro y preciso. Una alternativa se caracteriza por ser diferente a lo que se oferta y ser clara en lo que comunica y ofrece. La iglesia debe ser una alternativa a la cultura hegemónica, de la misma manera como lo fue Jesús. 

La Iglesia debe ser iglesia para los demás. El Señor siempre se ha acercado a nuestras circunstancias, lo hizo al vaciarse y encarnarse. Jesús se acercó y tocó a los niños, al enfermo, endemoniado, a toda persona necesitada de su gracia y salvación. Si Dios se encarnó para comunicar su salvación, a nosotros no nos queda otro camino. Si queremos servir a los jóvenes debemos conocer y vivir en su contexto, tocar su necesidad y ser sensibles para ver la vida y el Reino como ellos lo miran. Dios no solo está en el cielo y en el templo, debemos encontrarlo también en la juventud de la iglesia. 

No podemos permitir que una generación se desconecte de otra. Las nuevas generaciones necesitan no solo escuchar las historias de personajes bíblicos y sus hazañas, necesitan una iglesia donde hombres y mujeres sean verdaderos testigos de fe, instrumentos del Espíritu, que sean comunidad donde desarrollen el sentido de pertenencia, para ser una nueva generación de discípulos del Señor.

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El buen pastor

El buen pastor

Min. Josué Ramírez de Jesús

Una de las tareas pastorales más importantes es la del acompañamiento. Debido a que todos poseemos creencias que guían nuestros actos es importante asumir los principios del Evangelio para encontrar en ellos dirección, por lo tanto, analizaremos a la luz del capítulo 10 de Juan el modelo pastoral de Jesús. 

En el capítulo anterior encontramos cómo Jesús denunció fuertemente la ceguera espiritual de los dirigentes judíos. Ellos vivían en las tinieblas de la incredulidad, en contraste con el ciego que se abrió a la luz de la verdad. Mientras los fariseos buscaban su propio interés a costa del pueblo, Jesús anunciaba que daría libremente su vida para salvarlo. 

Un problema detonó las acciones y palabras de Jesús respecto a los dirigentes judíos. Ellos, justificados en sus funciones se habían convertido en explotadores del pueblo, avalaban sus propias ideas para presentarlas como voluntad de Dios. Y se habían entregado a una “misión santa” únicamente para su provecho personal. 

Ante este escenario Jesús afirma que su misión como enviado de Dios es formar una comunidad alternativa, donde el hombre encuentre su plenitud. El discurso encontrado en el capítulo 10 es consecuencia de lo sucedido con el ciego.

Jesús comienza con una comparación cuyo significado en el contexto es claro. El redil representa el templo, en donde se han atribuido puestos de poder, individuos que carecen de todo derecho y que son en realidad explotadores del pueblo –ladrones y salteadores–.

El término “ladrón” es aplicado a los dirigentes y a Judas, señala a quien se opone a Jesús y se apropia de la pertenencia de los otros (Juan 12:6). Fue la primera denuncia en su visita al templo. “Salteador”, es aplicado a los dirigentes y a Barrabás y se refiere a quien usa la violencia, los dirigentes someten al pueblo con la violencia de su sistema. 

La acusación de Jesús es directa, los dirigentes que explotan al pueblo y hacen uso del violento sistema para someterlo en realidad son ladrones y salteadores. Ellos no han entrado por la puerta, son extraños, ante quienes las ovejas huyen. En contraste con esas figuras se encuentra la del pastor, quien se distingue por entrar por la puerta y el mismo “portero” le reconoce ese derecho. Su derecho se identifica con su misión divina.

Las ovejas conocen su voz y viceversa: el pastor es el que conoce a las ovejas por su nombre; las conduce y va delante de ellas. La labor del pastor se centra en cuidar de las ovejas, no en explotarlas. Por eso las ovejas escuchan su voz y le hacen caso, tal y como lo ha hecho el ciego. “Las ovejas” es un término que alude a la comunidad de creyentes, a quienes Jesús conduce a pastos tiernos, aguas cristalinas y a la casa del Padre. 

Los dirigentes judíos echaron de la sinagoga al ciego de nacimiento, fueron duros, no fueron buenos guías. Los falsos pastores, en vez de guiar al rebaño hacia Dios, lo alejaron de la fuente de vida. Así se convirtieron en ladrones y salteadores. Ellos roban, matan y destruyen. 

También nosotros podemos ser ladrones, matar y destruir a nuestros hermanos. “Destruimos”, a veces, con la indiferencia, con el mal trato, con la crítica destructiva, con la murmuración, con los juicios condenatorios, etcétera. Procuremos cuidarnos de la lengua, porque podemos hacer mucho daño. 

Al respecto vale la pena hacernos las siguientes preguntas: ¿Estoy robando la buena imagen de mis hermanos? ¿Estoy matando a alguien con mis actitudes? ¿Estoy destruyendo a algún hermano con mi forma de ser, acciones o palabras?

Una motivación equivocada acarrea consecuencias nefastas. Quien es movido por un salario o algún reconocimiento, no se arriesgará por las ovejas, sencillamente porque no le interesan. Cuando hay riesgo de sus vidas no defienden al rebaño. Ante el peligro solo quieren salvarse ellos mismos, como no sienten amor hacia las ovejas, las dejan a merced del lobo sin importar que las lastime o las mate. Así eran los malos pastores que conducían al pueblo de Israel. Y también pueden encontrarse entre los que colaboramos en la conducción del rebaño llamado Iglesia. 

Jesús, el verdadero Pastor, arriesga su vida por las ovejas. Las conoce desde una relación amorosa y es reconocido por ellas, quienes le tienen confianza. La cuida porque las recibió de las manos del Padre. Hay comunión de corazón a corazón. 

Muchas opiniones se generaron en torno a las palabras de Cristo. Para muchos era un endemoniado y loco. Pero al ver los signos que hacía, como cuando curó al ciego de nacimiento, no pensaban que fuera un insensato o un loco. Podían reconocer la bondad de sus actos y lo identificaban más bien con el Mesías, el Hijo de Dios o el profeta de Galilea. 

En este capítulo vemos la misión del verdadero Pastor que es Jesús. Hay una clara contraposición entre Jesús y los fariseos, estos últimos no tienen ningún derecho de hablar; porque ilícitamente se han procurado un acceso al rebaño, pero de allí, a la larga no obtienen nada, las ovejas huirán de ellos. Por el contrario, Jesús es el verdadero pastor; llama a las ovejas por su nombre y ellas lo siguen. 

Este relato nos conduce a grandes conclusiones, en él encontramos a Jesús como modelo pastoral. Observemos algunos de sus rasgos característicos:

• El conocimiento de las personas por su nombre y el conocimiento recíproco. No hay conocimiento sin relación, la cercanía y la profundidad de las relaciones hacen posible el conocimiento mutuo. 

• La primera tarea del pastor es proteger a las personas. Él las protege de los ladrones y salteadores; tampoco permite que el lobo ataque al rebaño. El interés por la vida de las personas hará patente si se es un pastor o un asalariado, es decir, alguien que persigue fines egoístas. 

• La disponibilidad de dar la vida por las ovejas. El buen pastor ha de procurar que entre la comunidad se manifieste la vida abundante, protección y seguridad. No se debe socavar la vida de los demás con palabras llenas de culpa e indiferencia. 

De lo anterior podemos encontrar tres modelos para ejercer el ministerio de acompañamiento pastoral:

1. Relación centrada en el pastor. Esta se da cuando el que acompaña persigue sus propios objetivos. Es un modelo autoritario y paternalista. Está interesado solo en cumplir un rol y aparentar efectividad. 

2. Relación centrada en el problema. Se manifiesta cuando el problema del consultante pasa a ser el principal centro de interés del pastor, solo intervendrá cuando una situación lo amerite y estará enfocado en ofrecer soluciones. Si no hay problema no hay relación, esperara que las personas lo busquen. 

3. Relación centrada en la persona –oveja–. Esto demanda del pastor una buena relación interpersonal, que adopta las características del modelo pastoral de Jesús. En este modelo es necesaria la iniciativa, autenticidad y empatía.

Queda clara la manera en que nos cuida el Señor y pide cuidarnos unos a otros. Los primeros dos modelos quedan descartados al quitar del centro lo más importante: las personas. Este era precisamente el pecado de los dirigentes judíos, su obrar estaba determinado por su interés personal. 

Jesús trazó una línea de acción diferente, colocando en el centro a las personas, porque está a favor de la vida misma, siempre dispuesto a darse a sí mismo. Porque quien se da a sí mismo se convierte en dador de vida.

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Es mejor con amor

Es mejor con amor

Min. José Luis Chapan Xolo

Que no haya una raíz de amargura en sus corazones (paráfrasis de Hebreos 12:15).

Es increíble cómo en los últimos años se han disparado considerablemente las problemáticas en el ámbito matrimonial. Algunas vienen como consecuencia de ir acumulando roses, diferencias o situaciones menores que no se resuelven. Estas, desembocan, no sólo en situaciones que resultan devastadoras, incluso en una ruptura matrimonial. Pero, de no ser así, van provocando una brecha que cada día va borrando todo rastro de atención y cuidado mutuo entre los cónyuges. Lamentablemente, lo anterior pueden ir tejiendo poco a poco redes de amargura en el corazón de cada uno. 

El matrimonio, sin duda, es la mejor aventura que se puede vivir. Pero hay experiencias complicadas que son parte de la relación y que, generalmente, cuando iniciamos nuestro matrimonio, nadie está preparado del todo para enfrentarlas. Cada matrimonio va construyendo el modelo de hogar que desea de manera consciente o inconsciente. Y, seguramente, será al pasar los años, que sabremos si este cumplió con aquellos sueños y anhelos que nos planteamos al inicio de nuestro caminar juntos.

Por supuesto hay grandes retos dentro de la vida de pareja que debemos asumir con suma seriedad, ya que de otra forma caemos en el riesgo de poner nuestra atención en aspectos triviales y, peor aún, invertir energías de nuestro matrimonio sobre situaciones que no ayudan a llegar a ningún lado en nuestra relación.

¿Cómo llega a convertirse una relación con su pareja en algo bueno, algo que les diga que están siendo plenos en su relación y creciendo juntos? O, por el contrario, ¿cómo llega un matrimonio a ser asfixiante, desesperante y en algunos casos hasta peligroso para la integridad física y emocional? 

Cuando la prioridad no es el amor al otro

Claudia y Roberto (nombres ficticios) tenían grandes dificultades. Cuando tenían la oportunidad de expresar sus inconformidades, Claudia señalaba que Roberto no mostraba interés hacia ella, como esposa y como mujer, que solo se limitaban al trato formal por sus dos hijos. Incluso, señalaba que se habían casado sin el amor suficiente, pero que ella estaba dispuesta a soportarlo porque sus hijos tuvieran lo necesario en las cuestiones económicas, aunque eso implicara que frente a los demás la menospreciara y ridiculizara por no tener la figura de tal o cual persona, y que solo estaba con ella porque no tenía más opciones. Cuando la prioridad no es amar al otro; seguramente en nuestro corazón ya tenemos claro en qué habremos de mantenernos ocupados en dicha relación. 

Cuando he tenido la oportunidad de acompañar a algún matrimonio en alguna crisis de pareja es común que cada uno se encuentre en su rincón de batalla debido al daño mutuo que se han causado, sea por las palabras ásperas, soeces, o reproches, etc. Uno puede percatarse cómo las rutinas, las presiones laborales, los pendientes, las deudas económicas o las actividades cotidianas van asfixiando la relación, pero, sobre todo, lo que más daña es la falta de atención mutua, la falta de comprensión y de apoyo en los aspectos más básicos y cotidianos; si uno no está pendiente de esto será fácil entrar en ese espiral que va hacia abajo.

Si Jesús prioriza el amor al prójimo de la misma forma en que nosotros nos amamos a nosotros mismos, entonces: si dañamos al otro, si le ofendemos, si buscamos dañarlo de alguna forma, no es sino la evidencia de la falta de amor que prevalece en lo más profundo de nuestro corazón y que no se limita a personas que desconocen la Palabra. Claudia y Roberto eran personas que conocían la voluntad de Dios, sin embargo, habían normalizado el hecho de sobrevivir como pareja, como familia, y se habían conformado con sus circunstancias. 

Cuando no es nuestra prioridad el bienestar del otro, sino solo un aspecto que se vuelve irrelevante, como puede llegar a serlo la economía de un hogar, se desatarán las más terribles batallas, que dejarán cicatrices y que, por supuesto, no serán los mejores recuerdos.

Si la motivación que hay detrás de cada sacrificio no es el deseo de bienestar para los nuestros, sino solo el anhelo de poseer más riquezas, se pone en riesgo la cercanía, la unidad o la convivencia con los nuestros. Se debe poner en la balanza los costes de nuestra entrega al trabajo, aunque detrás esté el más noble deseo que los nuestros sean los receptores de los beneficios y bendiciones que pueden resultar del gran esfuerzo, pues de otra manera serán víctimas del deseo desmedido de poseer bienes. 

Lo que puede ayudar, es vivir con contentamiento en medio de las circunstancias, y esto es posible solo por amor; es el mejor sazonador para la relación. Proverbios 15:17 dice: Las verduras son mejores que la carne cuando se comen con amor (TLA). 

Una de las experiencias que el Señor nos ha permitido a mi esposa y a mí es que de vez en vez procuramos visualizar hacia donde vamos como pareja en cuanto a nuestros proyectos, planes, metas y si estos nos han ayudado a mejorar en nuestra relación. Es cierto, no todo ha sido miel sobre hojuelas, pero en medio de los momentos difíciles que hemos pasado, podemos decir con certeza que el Señor nos ha acompañado y ha suplido nuestras necesidades. 

Hubo una época en que la situación económica era bastante complicada y en algunos momentos nos sentíamos rebasados y llegamos a anhelar lo bien que les iba a los demás -por lo menos en las cuestiones materiales-. Así que decidimos que ambos trabajaríamos para suplir las necesidades que para nosotros, en ese momento, eran prioridad. Pero eso trajo como resultado el que solo nos veíamos algunas tardes, porque yo debía ocuparme en atender otros asuntos que requerían más tiempo y, por lo regular, era el tiempo en el que ella salía de trabajar. Y aunque aparentemente teníamos estabilidad, notamos que nuestra comunicación iba teniendo ciertas complicaciones. No nos dedicábamos tanto tiempo. No siempre podíamos andar juntos, porque ella debía descansar, para al otro día hacer su jornada laboral. Entonces tuvimos que pedir perdón al Señor porque nos estábamos desviando del camino, estábamos invirtiendo nuestro tiempo y energías en cumplir esos anhelos que no estaban alineados con Su voluntad. 

Sabíamos que teníamos que hacer algo si es que nuestra prioridad era verdaderamente nuestro deseo de servir al Señor y nuestro bienestar como pareja. Así que, nos enfocamos en actividades que podíamos hacer juntos en nuestra labor pastoral. 

Para mí cobra sentido Proverbios 15:17, porque creo que renunciaría siempre a una aparente estabilidad económica si ésta atenta de alguna manera a nuestro bienestar como pareja o si esto significara sacrificar el tiempo que puedo disfrutar con mi familia. Desde que el Señor nos permitió comenzar esta aventura, nos ha mostrado su mano de bondad en todo momento. 

La confianza en el Señor ha sido nuestro timón en este proyecto. Nos ha ayudado a recordar las palabras del apóstol Pablo: El que ama es capaz de aguantarlo todo, de creerlo todo, de esperarlo todo, de soportarlo todo (1 Corintios 13:7, TLA). Y no lo dice en el sentido estoico, en donde uno de los dos cónyuges debe soportar humillaciones, menosprecio, vejaciones, abandono, etc. Lo entendemos como una exhortación para ese tiempo en el que no se tengan todas las comodidades; allí podemos decir que el amor es capaz de soportar las carencias en aras de un bienestar mayor, y que esas carencias no son eternas, porque el Señor sabe de lo que tenemos necesidad (Mateo 6:8). 

El proverbista llama la atención sobre aquellas cosas que se van sembrando con odio o rencor y traen amargura al corazón y desasosiego a la relación, aun cuando ésta pueda estar en las mejores condiciones materiales. Aunque ambos tengan el potencial para construir una relación diferente, si no está el Señor guiando cada corazón, entonces no sólo no serán capaces de disfrutar todo lo que tienen, sino es muy probable que sigan pensando que necesitan conseguir más para realizarse. Por el contrario, cuando hay contentamiento en el corazón se aprende a valorar cada momento, a darle mayor importancia a las cosas cotidianas, pero que son las que fortalecen la relación: disfrutar juntos durante la comida, cuando salen de paseo, cuando van por un café o sencillamente aprenden a valorar cada momento que el Señor les permita. 

La relación como pareja solo se disfruta si hay amor, pues este es el ingrediente elemental. Cuando hay amor, todo lo que acontece alrededor de la relación se puede ver desde la perspectiva correcta, aun cuando en ocasiones se viva con limitaciones materiales, el amor en el corazón de cada uno produce una profunda gratitud y el contentamiento para poder ver más allá de sus circunstancias. 

Que el Señor nos permita ver cuán afortunados somos cuando en nuestro hogar se vive, se respira y se alimenta nuestra relación con el amor maravilloso que viene de la confianza depositada en nuestro Dios. 

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Pasar la estafeta

Pasar la estafeta

Min. Marcos de Melo

Introducción

El mundo está cambiando rápidamente y es algo que no podemos ni negar ni evitar. Estos cambios los podemos ver claramente a través de las brechas generacionales; que son cada vez más profundas. Si bien esta distancia entre generaciones siempre ha existido, en nuestros días se ha potenciado de una manera como nunca en la historia y el factor principal son los cambios vertiginosos y disruptivos que vivimos en nuestra época. 

Como consecuencia, cada vez se hace más difícil comprender y, sobre todo, atender pastoralmente la demanda que hay en un mundo tan diversificado como el nuestro. Por lo mismo, la necesidad de formar nuevos líderes y pastores es urgente. El ministerio necesita renovarse si quiere dar respuesta a las necesidades de las personas de nuestros días. 

Pero, para que una renovación ocurra es necesario, en primer lugar, ser conscientes de esta realidad y necesidad. En segundo lugar, debemos tomar decisiones apropiadas para que la renovación sea adecuada y se logre el objetivo: continuar con la expansión del Reino de Dios en este mundo. 

Según estudios que miden el acceso a la tecnología y al ámbito laboral, en el mundo actual tenemos identificadas varias generaciones que buscan su espacio. Compiten por tener cubiertas sus necesidades de ser escuchadas y acompañadas. Eso hace que lograr armonía y unidad entre ellos, sea un asunto cada vez más difícil de alcanzar. 

Diferentes generaciones en la actualidad:

Generación baby boomers (nacidos entre 1945 y 1964) 

Nacieron después de la Segunda Guerra Mundial. Su nombre proviene del “baby boom”, es decir, del repunte en la tasa de natalidad de aquellos años. 

Esta generación tiene al trabajo como un modo de ser y de existir. Se destaca en ser muy activa y bastante estable; se compromete inclusive con lo que no ama hacer. No dedica mucho tiempo al ocio y a la actividad recreativa. Las mujeres aún se están incorporando al mercado laboral. Si bien persiste el ideal de familia tradicional, se empiezan a romper estructuras.

Generación “X” (nacidos entre 1965 y 1981) 

En esta generación tanto los hombres como las mujeres trabajan mucho, sin dejar de lado un equilibrio interesante entre el trabajo, la familia y el descanso. Busca ser feliz con su propia vida. 

Es la generación que vio nacer el Internet con los avances tecnológicos y está marcada por grandes cambios sociales. Se considera la generación de transición, porque tiende a tener más facilidad para convivir equilibradamente entre la tecnología y la vida social con actividades presenciales.

Busca participar de eventos en su comunidad. Es propensa a estar empleada y busca estabilidad laboral. Acepta con más facilidad las órdenes de jerarquía institucional. Hacen esfuerzos muy grandes para adaptarse a la vertiginosidad de la generación que sigue, ya que son padres de los millennials. 

Generación “Y” o millennials (nacidos entre 1982 y 1994) 

Esta generación es hija de la tecnología, la vida virtual es una extensión de la vida real. Sin embargo, aún conserva algunos códigos de privacidad en relación con lo que exponen o no en Internet. 

Se caracteriza por no dejar la vida en el trabajo, aunque es muy emprendedora y creativa. Busca vivir de lo que ama hacer. Es bastante idealista y aficionada a la tecnología del entretenimiento. Ama viajar, conocer el mundo, y subir las fotos a las redes sociales. Según estadísticas, esta generación permanece en sus trabajos un promedio de dos años, a diferencia de las generaciones anteriores, que son más estables. 

Generación “Z” o centennials (nacidos a partir de 1995 y hasta el presente)

Son conocidos como los “nativos digitales”, porque usan Internet desde su niñez. 

Esta generación se destaca por ser autodidacta. Aprende mucho por tutoriales, además de ser muy creativa porque tiene la facilidad de incorporar rápidamente nuevos conocimientos. Tiene mucha más información en su cerebro que todas las generaciones anteriores. Comparte mucho contenido de su vida privada sin filtros y aspira a ser “youtuber”. 

La vida social de esta generación pasa por estar un alto porcentaje de su tiempo en las redes sociales. Le preocupa encontrar una vocación acorde a sus gustos, conocerse a sí misma y aceptar las diferencias, en un mundo cada vez más globalizado. 

Esta misma realidad que existe en la sociedad, en cuanto a la diversidad de generaciones, las tenemos dentro de nuestras comunidades de fe. Como líderes pastorales, somos llamados a cuidar de ellos, guiar sus vidas y buscar la unidad. Eso, es una tarea cada vez más difícil. 

Hay líderes que se sienten superados por esta realidad y terminan derrotados, cuando una solución muy viable sería pasar la estafeta y renovar el ministerio.

La necesidad de un liderazgo renovado 

Hasta hace muy poco tiempo el mundo giraba en torno al adulto (la generación de los nacidos entre 1945 y 1964). Eran ellos quienes estaban en el liderazgo, pero esta realidad está cambiando a pasos apresurados, por el simple hecho de que la generación adulta hoy se considera inmigrante de la era digital. 

Hoy son los nativos digitales, es decir, las nuevas generaciones, los que cada día se posicionan más en el liderazgo de un mundo volátil, incierto, complejo y ambiguo, ya que esta generación tiene más herramientas y están mucho más preparados para dar respuestas a los problemas actuales de manera rápida, ágil y práctica. 

Hemos vivido esta realidad en la pandemia, cuando se cerraron los templos y la única manera de ser iglesia era usando los medios digitales. Sin duda que fueron los nativos digitales quienes, en la mayoría de los casos, hicieron el trabajo que facilitó mucho las cosas para la generación adulta. 

Hoy ya se habla de la necesidad de ser iglesia híbrida, donde lo presencial y lo virtual se unen y son esenciales para el cumplimiento de la misión. Y en esa área de la tecnología, que cada vez será más indispensable, son los nativos digitales, las nuevas generaciones quienes harán un trabajo con mucha más excelencia que las demás generaciones. 

Indudablemente, cada generación es valiosa para Dios y útil para la expansión del Reino de los cielos en este mundo. No obstante, las nuevas son valiosas y esenciales, porque sin ellas, difícilmente el ministerio y liderazgo de nuestra iglesia podrá subsistir por mucho tiempo. 

Necesidad de líderes referentes que pasan la estafeta 

Pero hay un factor importante que no podemos omitir como iglesia en esta labor tan urgente, y es que las nuevas generaciones tienen muchas debilidades y, por lo mismo, necesitan de acompañamiento pastoral para su desarrollo saludable. 

Se las conoce como la generación de cristal, porque tienen mucha dificultad para manejar las frustraciones. Son guiadas por sus emociones. Además, tienen un rechazo muy fuerte a las estructuras institucionales y a todo tipo de liderazgo piramidal. 

A la generación actual le interesa sumarse al proyecto del Reino de Dios, pero buscan líderes que comprendan sus estilos de aprendizaje, confíen en ellos, valoren todo el potencial que tienen y les permitan ser parte en las tomas de decisiones. 

Por lo mismo, es importante pasar la estafeta, renovar nuestros ministerios y aprovechar todo el potencial que tienen las nuevas generaciones. Para ello se necesita de líderes referentes, maduros, centrados en Jesús como el apóstol Pablo, quien decía: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo” (1 Corintios 11:1).

Necesidad de estar enfocados en Jesús

Todos conocemos el gran mandamiento de “id, y haced discípulos a todas las naciones” (Mateo 28:19). Este mandato también lo necesitamos aplicar con las nuevas generaciones. Jesús no solo nos pide que lo hagamos, Él lo hizo y nos dejó el ejemplo con su propia vida de cómo pasar la estafeta de manera correcta. 

En primer lugar, Jesús evidencia en su vida de ministerio que su liderazgo no ha sido solo con palabras, sino en acción: “Porque ejemplo os he dado” (Juan 13:15a). Con esta acción de servir a sus discípulos siendo Él el Señor y Maestro, Jesús nos compromete a servir también a las nuevas generaciones, lavando sus pies como lo hizo Él con sus discípulos. Pero esta actitud de servicio que nos propone Jesús, debe ser una actitud impulsada por un ingrediente fundamental, el mismo que movió a Jesús: “Como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin” (Juan 13:1).

Con esta forma de vida, Jesús iba formando discípulos y pasando la estafeta de su ministerio de manera natural. Sirviendo y amando a quienes estaban en una condición inferior que Él, pero que serían quienes ocuparían su lugar en el liderazgo en un futuro a corto plazo. 

En segundo lugar, Jesús nos muestra la importancia de empoderar a las personas: “pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo” (Hechos 1:8). “Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo” (Juan 20:22).

Dentro de la iglesia, las nuevas generaciones pueden aportar mucho por el potencial que tienen, pero muchas veces necesitan del respaldo de sus líderes. Necesitamos empoderarlos con la confianza y la autoridad que Dios nos ha otorgado, como Jesús hizo con nosotros. 

Pasar la estafeta no es una opción, es nuestra obligación como siervos buenos y fieles

Jesús nos deja este ejemplo que tanto necesitamos en nuestros liderazgos y ministerios: “Como me envió el Padre, así también yo os envío” (Juan 20:21). “En realidad, a ustedes les conviene que me vaya. Porque si no me voy, el Espíritu que los ayudará y consolará no vendrá; en cambio, si me voy, yo lo enviaré” (Juan 16:7, TLA).

Si bien todo cambio cuesta, produce temor, miedo e incertidumbre; no nos olvidemos de que la obra es de Dios. Él respalda a quienes son enviados a la mies porque Jesús mismo ha prometido: “y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén” (Mateo 28:20).

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Una iglesia sana y que sana

Una iglesia sana y que sana

Min. Joel J. Pachuca Rosales

«Una iglesia sana y que sana», escuchaba al predicador decir. Un predicador, que meses atrás, el cáncer lo postró por largos periodos, a veces en casa, otras en el hospital. Y era en el hospital donde oraba y alentaba a otros enfermos. En ocasiones con dolor, otras veces sin fuerza, pero no dejaba la oportunidad de dar esperanza a otros a su alrededor. Quienes iban a animarlo, salían animados de la visita. Este desafiante testimonio, hace recordar uno de los sentidos esenciales de la iglesia: la sanidad, su esmero en el proceso de sanación de ella y ocupada en la sanación de otros. Ambas tareas, en Dios. 

La iglesia está llamada a ser una comunidad sana y sanadora. En palabras del escritor argentino Daniel Schipani: «Las marcas de la iglesia como comunidad sanadora son: pueblo de Dios, cuerpo de Cristo y morada del Espíritu Santo. Dichas categorías no pueden considerarse por separado, solamente desde el aspecto metodológico es posible hacerlo. Estas marcas son maneras específicas en que la comunidad de fe se comporta y son las que hacen posible las prácticas y experiencias de cuidado, apoyo y sostén de las personas que se involucran en la vida de la iglesia.»1

La iglesia como pueblo de Dios. 

La iglesia, entre las diferentes analogías que menciona el Nuevo Testamento, es pueblo de Dios. Es el pueblo de Dios que anda peregrino. Estar como peregrinos en el camino es una metáfora que nos ayuda a no creer que vamos solos. Es en ese camino donde se da el encuentro con otros, pues el pueblo de Dios está llamado a vivir en relaciones de fraternidad, amor y solidaridad. «La iglesia como pueblo de Dios significa que ella debe asumir una actitud de franca solidaridad y de comunión, de manera que pueda estar en camino junto con los pueblos, las naciones y las sociedades, ella es pueblo de Dios peregrinante»2.

La iglesia como cuerpo de Cristo. 

El apóstol Pablo desarrolla la idea de la comunidad como cuerpo de Cristo (1 Corintios 12). Dejando claro que no hay alguien más importante que otro, por ninguna razón, como por ejemplo, algún talento excepcional que tuviese. Cada parte permite, con su aporte, que todo el cuerpo funcione armónicamente.

El teólogo alemán Dietrich Bonhoeffer3, con relación a la identidad de iglesia como “cuerpo de Cristo”, refiere que la iglesia tiene su unidad en la vinculación de la persona de Cristo y con la comunidad. Dios no puede verse en la comunidad sin Cristo, pues es a través de Él que va a actuar en la comunidad”. La iglesia está llamada a abrazar, tocar, caminar, hablar, como lo hizo Cristo, cuando tuvo cuerpo en la tierra. 

La iglesia como morada del Espíritu. 

La iglesia es morada del Espíritu Santo, referido por Juan como el consolador: “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre” (Juan 14:16). En referencia a la función del Espíritu Santo como acompañante, consejero, consolador y abogado. Veamos:

Parakléseos (παρακλήσεως), término que aparece en 2 de Corintios 1:3 y en Juan 14:16.

Paráclesis (Παράκλησις), implica acciones como consolar, confortar, exhortar, animar, ayudar.

ParáclitosΠ (αράκλητος), se refiere al que proporciona protección, seguridad, ayuda, a quien conforta o da consejo. 

El apóstol Pablo habla del Espíritu que se manifiesta en la comunidad por medio de los dones que le otorga a cada miembro4. Esto permite que la comunidad reciba un poder para desempeñar su misión. La iglesia es una comunidad sanadora donde mora el Espíritu. En la comunidad, el Espíritu se manifiesta en el servicio y la colaboración de unos con otros, no hay jerarquía de dones, todos estamos invitados y convocados a ponerlos a disposición de la comunidad. La comunidad debe tener siempre presente el ejemplo de Jesús, cuando lava los pies a sus discípulos (Juan 13:14). La autoridad que distingue a la comunidad es el servicio, no el poder desde una posición de jerarquía para regir la vida de los otros.

La iglesia, llamada a servir para sanar

El servicio al que está llamada la iglesia implica la acción de estar cerca con quien sufre para buscar su sanidad. En el Antiguo Testamento la palabra servicio está relacionada con la acción de sanar. En la Septuaginta, que es una traducción del Antiguo Testamento al griego, se traduce en numerosas ocasiones la palabra servicio mediante el vocablo θεράπων, que trasliterado es therapeu. Esto, debido a que la etimología de esta palabra refiere a un “estar cerca”. Describe la acción de alguien que se mantiene cerca de otro como medio para su sanidad. 

En la evolución del término, therapeu fue relacionándose más con la acción de un médico o psicoterapeuta que se mantiene cerca de un paciente para socorrerlo y acompañarlo en su proceso de sanidad. No obstante, desde la perspectiva bíblica, therapeu es la acción de servicio de quienes Dios llama, que describe su cercanía y calidez en el acompañamiento hacia el débil y enfermo.

En la Septuaginta, se utiliza therapeu para describir la acción de los líderes que sirven a Dios acompañando al pueblo (Números 12:7; Josué 1:2; 8:31,33; 9:4,6). El ejemplo más claro es Moisés, quien fue un “pastor” para Israel, los acompañó en el proceso de transición de la esclavitud a la libertad. La carta a los Hebreos lo expresa así: Así pues, Moisés, como siervo (θεράπων, therapeu), fue fiel en toda la casa de Dios, y su servicio consistió en ser testigo de las cosas que Dios había de decir (Hebreos 3:5, DHH).

El ministerio sanador de Jesús

En el Nuevo Testamento, este pasaje de Hebreos es el único en el que se utiliza therapeu para referirse al servicio, la mayoría de las veces se utiliza para describir las acciones sanadoras de Jesús. Esta es la base para concluir que entre los discípulos el servicio se entendía como acciones encaminadas a acompañar a otros en el proceso de restaurar y sanar, pues Jesús servía a la gente sanando. El evangelista Mateo da el siguiente testimonio: “Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando (θεραπεύων) toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo” (Mateo 9:35). 

Jesús vino a traer salvación y sanidad

La iglesia está llamada a buscar a los perdidos para salvación. Pero la salvación desde la perspectiva bíblica no sólo es en términos futuros al final de los tiempos. La salvación que trae Jesús inicia desde que Él llega a la vida de la persona.

Salvación y sanidad. La Biblia, habla de la salvación en términos futuros, pero también en términos históricos, de liberación y de sanidad. En el sentido básico de la palabra, el término salvación está relacionado con sanidad. Por eso algunos textos donde algunas traducciones utilizan la palabra “salvación”, la misma traducción en otras revisiones anteriores usa la palabra “salud”. Tal es el caso de la versión Reina Valera Antigua. Veamos, por ejemplo, las líneas finales del Salmo 91: 

Lo saciaré de larga vida,

Y le mostraré mi salvación 

(Reina-Valera 1960).

Saciarélo de larga vida,

Y mostraréle mi salud

(Reina-Valera Antigua).

En la Biblia encontramos muchos ejemplos de que la salvación, en un sentido, se presenta como sanación. Todo el ministerio de Jesús está lleno de referencias al acto de salvar, cuya evidencia concreta está en el sanar. Ante cojos, ciegos, enfermos, la expresión de Jesús: “tu fe te ha salvado”, se hacía palpable en la sanidad de ellos. 

El servicio sanador de Jesús revela aspectos muy importantes de su actuación que orientan nuestro accionar como discípulos hoy en día: 

1. Las sanaciones de Jesús muestran su cercanía a los marginados. Los enfermos, y por causa de ellos sus familias, tenían que soportar una situación de marginación por parte de la sociedad de aquella época (por ejemplo, Juan 9:1-2). Jesús, contra corriente: toca, abraza, tiene comunión, dialoga, establece contacto, se acerca y convive con los enfermos, impuros y marginados. 

2. Las obras de sanidad de Jesús evidencian lo central de las personas sobre las tradiciones. El hecho de que Jesús se acerque a los enfermos marginados, los toque y se deje tocar por ellos era un atentado contra las normas de pureza que gobernaban la sociedad palestina del siglo primero. El ejemplo de Jesús es un ejemplo para nosotros. Es ineludible preguntarnos: ¿Qué tradiciones, costumbres o formas representan un obstáculo en la actualidad para que la iglesia, los creyentes, desarrollen ministerios de servicio sanador? ¿Cómo superar tales obstáculos?

Por una iglesia sanadora

Ser discípulos de Cristo implica ser siervos, cuya tarea es la de estar cerca de los necesitados para acompañarlos en sus procesos de salvación, liberación y sanación: “y sanad (θεραπεύετε) a los enfermos que en ella haya, y decidles: Se ha acercado a vosotros el reino de Dios” (Lucas 10:9).

Las siguientes acciones son ejemplos concretos de cómo desarrollar la salvación aquí y ahora, este servicio sanador entre nosotros y hacia los demás:

1. Restauración: promover la sanidad de la persona en todos los ámbitos de su vida y que, a la misma vez, pueda sentirse renovada, en condiciones para desempeñar sus responsabilidades.

2. Contención: proveer un espacio donde la persona se sienta sostenida y segura. Implica el apoyo y respaldo en las crisis. 

3. Orientación: invitar a la persona a pensar y discutir una variedad de opciones que puedan facilitar la resolución del conflicto o crisis que se haya presentado. 

4. Reconciliación: generar espacios para abrir el corazón, confesar los errores, ante Dios o los demás, para reconciliarse. La expresión histórica de esta función incorpora aspectos como la confesión y el perdón.

5. Formación: discipular a las personas para que alcancen su plenitud en Cristo y desarrollen sus dones, sirviendo en ministerios acordes a estos. 

6. Liberación: proporcionar contextos de seguridad y confianza mutua que faciliten a la persona la oportunidad de enfrentar y superar las experiencias que le han impedido realizar sus sueños, alcanzar metas y contribuir a la sociedad. 

7. Dignificación: fomentar la transformación de aquellas personas que se sienten víctimas y dependientes de fuerzas externas e internas que las paralizan, en protagonistas de su historia, que se levantan a servir.

Una iglesia sanadora, es una comunidad que hace suyas las palabras de Jesús que tomó del Antiguo Testamento y aplicó a su ministerio: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor” (Lucas 4:18-19).

¡Amén! ¡Que así sea!

Referencias:

1 SCHIPANI, Daniel. Bases eclesiológicas: La iglesia como comunidad sanadora, 1997

2 MOLTMANN, Jürgen. La iglesia, fuerza del Espíritu. Hacia una eclesiología mesiánica. Sígueme: Salamanca, 1978

3 BONHOEFER, Dietrich. Creer y Vivir. Salamanca: Sígueme, 1974

4 En 1 Corintios 12: 4-11

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