CARGOS ADMINISTRATIVOS DEL CONCILIO MINISTERIAL 2017

ELECCIONES A CARGOS ADMINISTRATIVOS DEL CONCILIO MINISTERIAL 2017

Amada Iglesia. Nos alegra informarles que el día 16 de agosto se realizó la recepción del nuevo Consejo Ejecutivo General, elegido en el Concilio Ministerial 2017.
Damos gracias a Dios por el trabajo que nuestros hermanos salientes realizaron y pedimos sus oraciones para que los nuevos miembros sean guiados por el Espíritu Santo.

El Consejo Ejecutivo General está conformado por:

Min. Raúl López Espinoza – Presidente.
Min. Israel Delgado Sánchez – Secretario.
Min. Mario Alberto Hernández Alvarado – Tesorero.

Además del CEG se eligió el nuevo Consejo de Administración, conformado por los siguientes miembros.

Dirección:
Min. Jacobo González Torres – Presidente.
Min. Isaías Molina Pimentel – Vicepresidente
Min. Saulo Toto Cajal – Secretario
Min. Jonás Guzmán Leal – Asistente del Secretario
Integrantes:
Min. Joel José Pachuca Rosales
Min. Avelardo Alarcón Pineda
Min. Abdiel Gómez Mercado
Min. Álvaro Hernández López
Min. Derick Yoyarib Jaramillo López
Min. Juan Mario Delgado Velázquez
Min. José Juan Armenta Silva
Min. Raúl López Espinoza

De la misma forma, damos a conocer a los Sobreveedores elegidos para los Distritos nones y dos sobreveedores interinos de los Distritos 4 y 10.

Dto. 1 Min. Zabdi Hernández Hernández
Dto. 3 Min. Avelardo Alarcón Pineda
Dto. 5 Min. David Delgado Sánchez
Dto. 7 Min. Noé Rodríguez Velasco
Dto. 9 Min. David Eduardo Trujillo Mares
Dto. 11 Min. Moisés López Román
Dto. 13 Min. Saulo Tóto Cajal
Dto. 15 Min. Neftalí Domínguez Vicencio
Dto. 17 Min. Juan de Jesús Sánchez

Interinos
Dto. 4 Min. Joel José Pachuca Rosales
Dto. 10 Min. Adolfo Sánchez Linares

Damos gracias a Dios por la disposición de nuestros hermanos para servir en su obra con amor y entrega. Permanezcamos en oración para que la Iglesia sea guiada por Dios a través de nuestros hermanos y toda decisión y acción sea de bendición para nuestras congregaciones.

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EL DIOS MERCADO

EL DIOS MERCADO

En lo alto y profundo del Olimpo se encuentran los dioses, aquellos cuyo alimento es la plegaria de los hombres, cada plegaria añade poder a su existencia y los coloca en posiciones de preminencia dentro del panteón. Zeus se yergue, casi omnipotente y se posiciona en el trono frente a todos los seres divinos como padre. Los romanos han adoptado su culto y también le ofrecen incienso y le encomiendan sus plegarias, pero se refieren a él como Iuppiter (Júpiter), mas eso no importa, mientras su culto se extienda y muchos más se encomienden a él.

El verdadero problema es que los caminos que conectan al imperio y el crecimiento de la actividad naviera ha provocado que se extiendan por diferentes partes del mundo las rutas comerciales. En los puertos, a lo largo de los caminos por donde transitan las caravanas de mercaderes que transportan diferentes tipos de mercancías: telas, especias, metales, artesanías, remedios medicinales, esclavos, animales exóticos, semillas, herramientas y armas son los principales objetos de interés. En los mercados, en las casas de los productores y artesanos, cada persona eleva sus plegarias y ofrece su incienso al dios Mercurio (así le conocen los romanos), parece que los devotos de esta deidad van aumentando y las plegarias que ofrecen el resto de los pobladores al dios Júpiter se van desvaneciendo. En el olimpo, Mercurio va teniendo más fuerza, y en la lucha de los dioses; la diosa del amor, la de la guerra y el resto de los dioses no pueden prevalecer ante la fuerza del dios que guía a los Mercaderes. El mismo Júpiter quedando sin fuerza pierde terreno y cede su trono para que en el orden de los días aparezca Mercurio (Miércoles), antes que él (Jueves) dándole el privilegio de ser primero y mayor.
Nuevamente necesitamos recurrir a la mitología para contar la historia. Mercurio era, entre los romanos, el dios que protegía a los mercaderes1. En su honor, el imperio le dedicó el quinto día, el miércoles (cabe recordar que, entre los romanos, nuestro sábado, dedicado a Saturno, era el primer día de la semana). Por tanto, queda claro que era una deidad muy importante, la quinta potencia, del nombre de esa deidad provienen nuestras expresiones: mercar, mercancía, mercado. Pero, así como en la mitología un dios se levanta y mata o desplaza a otros dioses, Mercurio ha conseguido triunfar sobre los otros y en nuestra sociedad es la deidad más venerada. Parece que los antiguos dioses no han muerto y la idolatría es más vigente que nunca.

La tarde de un día entre semana, un grupo de amigos y yo buscábamos algo para comer y decidimos ir al centro de la ciudad en la que nos encontrábamos de visita. Llamó mi atención la tranquilidad de aquella ciudad, era lunes y además, el horario era la típica «hora pico» en otras ciudades, pero aquí el movimiento era diferente; en una ciudad progresista, su centro histórico estaba casi vacío. Mi sorpresa fue mayor cuando otro día fuimos a una plaza comercial y en ese lugar parecía que habíamos llegado a otra ciudad, allí había movimiento, mucha gente, no había algo típico, nos encontramos en un sitio que nos era familiar, tenía las características de los centros comerciales de cualquier lugar, en realidad se trataba de un «no lugar», como les denominó el antropólogo Marc Augé.
En la mayoría de las ciudades solemos encontrar en su plaza de armas o zócalo, tres poderes concentrados: gobierno, religión y dinero; con sus edificios respectivos: palacio, catedral y bancos; el mercado, quedaba en la zona central, pero al margen de los tres. Es interesante notar que las civilizaciones han cambiado, y que los tres poderes anteriores han perdido centralidad y, en lugar de ello, el comercio ha ocupado la silla del trono, lo que era mercado ahora se ha convertido en centro comercial (mall en inglés). Retomando el mito para explicar nuestra realidad; hoy, nuevos altares, nuevas catedrales, nuevos cultos y nuevos oficios se elevan en torno al dios que se ha levantado sometiendo a los otros tres a sus condiciones y caprichos: Mercurio, el mercado.
En política, todo obedece a las estrategias mercadológicas: ya no queda como presidente de una nación el que sea más apto para la política, sino el que sepa usar la «mercado-tecnia» a su favor. No gana el que presente un proyecto de desarrollo sino quien sepa imponer su imagen y tenga a los mercaderes de su lado. Es sabido que las decisiones más relevantes que se dan en política obedecen a los movimientos del mercado. Un dato importante que salta a la vista es la decisión generalizada que han hecho muchos gobernantes de hacer convenios con los centros comerciales, al darles autorización y facilidades a cambio de la mejora de infraestructura, por ejemplo la pavimentación de calles, iluminación, construcción de carreteras, parques e incluso escuelas. También es sabida la decisiva influencia que las grandes trasnacionales tienen sobre el curso de los acontecimientos, de las decisiones y de las políticas de los gobiernos. Por ejemplo está la denominada extrema derecha y el neoliberalismo, que son una expresión clara de la sustitución de la política por el mercado. Aunque hoy día las fronteras entre países se hacen más marcadas y cerradas, los tratados comerciales, o mercantiles de libre comercio son el foco de atención de los líderes.

El dinero ha venido perdiendo fuerza, su valor no es intrínseco como era antes; por ejemplo, un peso era de plata y valía por su peso en el preciado metal, hoy es plástico, son señales electrónicas virtuales que están determinadas por los movimientos del mercado: —¿a cuánto amaneció el dólar hoy?, decimos. El valor de una moneda depende de los movimientos del mercado, de hecho, el dinero ya no es un medio de intercambio sino un producto más con el que se co-mercia.
La guerra es un mercado. Desde tiempos antiguos la guerra ha sido motivada por intereses mezquinos: ampliar el territorio, expandir el imperio, someter a otros para utilizarles, quitar a otros sus bienes, exterminar a una raza que se considera inferior, etcétera. Hoy, con el propósito de expandir el mercado, de obtener y apropiarse de materias primas que servirán para comerciar y sobre todo, la guerra mueve el mercado de las armas, de los equipos de guerra, el comercio de equipos, vehículos y recursos necesarios para los conflictos, la industria y el mercado armamentista es una de las actividades más lucrativas y poderosas del mundo. Nuevamente, el dios mercado le dice al dios de la guerra lo que debe hacer, le da fuerza y poder a cambio de posicionarse en el trono.
En este mundo todo se vende, en el ámbito religioso el mercado se ha convertido en una nueva religión. Las nuevas catedrales, el lugar a donde va la gente el domingo para encontrarse con su dios (dinero, poder, belleza y descanso), en donde se encuentra ante el sentido de plenitud y trascendencia, el lugar en donde la familia se junta, donde se escucha a los nuevos profetas anunciando: ¡paz, paz!; todo es prosperidad; en donde las personas dan culto y expresan pleitesía a las imágenes que ofrece el mercado, en donde se encuentra el sentido de pertenencia por medio de las marcas, son los centros comerciales: lugares que han robado el centro de atención y actividad de las personas. La gente antes iba a la iglesia, aprovechaba para pasear por la plaza con la familia, se sentaba a comer en algún lugar, ahora lo hacen en la plaza comercial, el mercado moderno.

En el documental «El poder de los centros comerciales»2 , el Teólogo y crítico social John Pahl, describe una serie de elementos que los centros comerciales han tomado de la experiencia religiosa para ofrecer a las personas un sentido de trascendencia y provocar la compulsión de comprar.

«Han adoptado simbolismos religiosos: en casi todos se usa agua para dejarnos llevar por la corriente compradora. Lo mismo se puede decir de la forma en que se utiliza la luz. Con sus grandes ventanales los diseñadores nos quieren transmitir que estamos en un lugar de energía, en un sitio especial. Los techos altos dan la impresión de estar en una iglesia donde uno se siente pequeño, mientras que los árboles al interior nos están diciendo que puedes crecer, incluso que puedes vivir eternamente. Son sitios que ofrecen trascendencia», considera Pahl3.

No cabe duda que el mercado ha tenido alcances de carácter religioso imponiéndose como un poder que determina la forma de vida de las personas, un poder que se eleva como un ídolo al que se le venera, en el que se confía, en el que se cree y al que las personas están dispuestas a ofrecerle toda clase de sacrificios y confesarle sus debilidades. El cristianismo se encuentra frente a un «baal» moderno al que necesita hacerle frente como lo hizo Elías. Sin embargo, lamentablemente éste se ha metido hasta la médula de la vida cristiana.
¿Hasta dónde se ha metido el mercado a la experiencia de fe? ¿Nos suena familiar? Iglesias que mercan con el evangelio, lo ofrecen como un producto que sea vendible, iglesias cuyo fin es hacer negocio, venden una imagen, un estilo de vida, un milagro, la solución a una causa perdida, utilizan estrategias mercadológicas para atraer seguidores y mantener a sus «clientes» satisfechos.

El asunto no queda allí, celebraciones que antes pertenecían al pueblo o a las tradiciones (aunque no las aprobamos desde nuestra doctrina) ahora son del mercado: día de muertos se convirtió en un producto globalizado llamado Halloween, el mercado mueve el día del amor y la amistad, el día de las madres en realidad es el día del mercado que aprovecha para vender electrodomésticos; lo mismo pasa con el día del padre que aprovechan los mercaderes de herramientas y corbatas, o el día de la independencia que vende sentido patriótico. La época de navidad (dedicada originalmente al dios sol) es el mercado más dinámico del año, (pregunte a cualquier comerciante cuál es la época de mejores ventas, excepto papelerías), todo está determinado, regulado, dirigido y legitimado por el poder y la influencia del mercado.

¿Y qué dice la Biblia acerca de todo esto?
En el libro de Apocalipsis, se describe una escena en la que se exhibe el descaro de los mercaderes que provocan especulaciones para generar riquezas. Cuando abrió el tercer sello, oí al tercer ser viviente, que decía: Ven y mira. Y miré, y he aquí un caballo negro; y el que lo montaba tenía una balanza en la mano. Y oí una voz de en medio de los cuatro seres vivientes, que decía: Dos libras de trigo por un denario, y seis libras de cebada por un denario; pero no dañes el aceite ni el vino (6:5-6).

La narración describe una escena en la que se realiza una revelación: ven y mira; expresión que hace saber que lo escondido saldrá a la luz, que lo que era oculto ahora es evidente. El tercer sello, revela un caballo sombrío, negro, color relacionado con la maldad; el que lo monta es un mercader, tiene una balanza con la que pesa el alimento y es descubierto por la voz que sale de en medio de los cuatro seres vivientes, como si de parte del cielo se estuviera poniendo en evidencia lo que sucede: pone precio a los productos generando especulación. Es vergonzoso lo que estos portadores de balanzas realizan en lo oculto, poniendo precio a los alimentos, elemento de consumo que resulta vital, y jugando con la estabilidad de las personas, afectando dramáticamente la vida de los más pobres, de quienes menos recursos tienen para poder sortear los vaivenes de la inflación, de las alzas y bajadas de los precios. Es importante notar que aquí no se describe una especulación sobre el precio de la ropa o de los artículos de tecnología, sino sobre el alimento, el trigo y la cebada, alimentos de los que dependía aquella población. Al lado de la guerra, de la enfermedad, de la violencia, de los desastres naturales; elementos o situaciones destructivas, que provocan crisis, daño y sufrimiento, se encuentra la acción deshumanizada de los mercaderes; quienes al final del texto, después de verse evidenciados y estar frente al rostro del Señor: prefieren que los trague la tierra o que las piedras les caigan encima antes que enfrentar la mirada y las acciones justas del Cordero (vv. 15-17).

En contraposición a las imágenes con las que se presenta la realidad del mercado: un caballo negro con un jinete macabro que especula con el alimento, se presenta al final, enjuiciando tales acciones, el Cordero, el que se dio y se entregó derramando su sangre. ¡Vaya contraste! No cabe duda que el camino que el Cordero ofrece es lo que nuestra humanidad necesita, porque mientras unos van por el sendero de la imposición de medidas mercantiles injustas y abusivas, el Señor nos propone un camino de vida en el que se nos invita a darnos y a compartir. Es la vida de nuestro Señor, ofrecida y compartida como Cordero en la cruz del calvario lo que sirve para tomar una posición y establecer un criterio para evaluar lo que hacen los mercaderes.

Es nuestro desafío, no sólo confrontar a los «nuevos baales» sino seguir el camino de amor y justicia marcado por el Cordero de Dios. Necesitamos abrir nuestros ojos y tomar consciencia de nuestra propia participación. O estamos con Baal o estamos con el Cordero, o seguimos a Mercurio o a Jesús. Valdría la pena examinar nuestra vida como creyentes para saber si no hemos permitido que el mercado determine lo que somos y hacemos, para darnos cuenta de si no repetimos los patrones injustos que establecen las leyes del mercado, si no hemos dejado de valorar a las personas y en lugar de ello les vemos como consumidores, o si tratamos a nuestro prójimo como hermanos o como clientes. Nuevamente, la voz que sale del cielo vuelve a poner en evidencia a este caballo negro y su jinete, nuevamente el Señor nos coloca entre dos posiciones. ¿Qué vamos a elegir?

Referencias
1 https://marcasehistoria.com/2010/11/02/mercurio-el-dios-de-los-mercaderes/
2 https://www.youtube.com/watch?v=XaqivBqodLo&t=173s
3 https://www.forbes.com.mx/la-mujer-que-hace-millones-creando-templos-de-consumo/ consultado el 16/05/2017.

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GUARDAOS DE LOS IDOLOS

GUARDAOS DE LOS IDOLOS

Los celos son una respuesta emocional que el ser humano experimenta cuando tiene envidia e inseguridad. Es la manifestación de un carácter débil y de alguien que quiere poseer a la otra persona. Los celos engendran destrucción, como en el caso de un amante «agraviado» que destruye al objeto de amor que teme perder, ya dice el proverbio: La ira es cruel, y el enojo destructivo, pero los celos son incontrolables (Proverbios 27:4, DHH).
Pero, esto que es defecto en el ser humano, en Dios es virtud. En Dios el celo no es un compuesto de frustración, envidia o despecho sino un fervor por conservar algo precioso. El celo o la ira de Dios es la indignación contra el mal y se genera ante la negativa del hombre a responder a su amor, esa ira está en concordancia con su justicia ya que es la reacción por un amor burlado. Como en el caso paradigmático del profeta Oseas (2:19-20). Dios no quiere compartir su gloria con ninguna criatura o idea humana, porque ninguno de los ídolos tiene un poder real en sí mismo. Isaías 42:8: No daré mi gloria a nadie más; mi honra no la daré a otro (48:11). Dios sabe que toda sumisión a una realidad temporal se apropia de nuestro carácter, de lo que somos o tenemos.
Un dios es aquel en quien depositamos la confianza y le permitimos que determine la vida. Puede ser una figura que representa un poder invisible o un temor desconocido, un objeto al que se le atribuyen poderes sobrenaturales, una idea, una persona, una imagen mental y otros. A estos «dioses» les permitimos que gobiernen nuestra vida y les rendimos honor y reconocimiento. No son dioses verdaderos, porque nada ni nadie lo puede ser realmente fuera del Dios Creador y sustentador del universo.
Pero, ¿cuáles pueden ser los dioses que hemos creado personal o socialmente, que dominan nuestra vida y que provocan a celos al Señor todopoderoso? Como siervos de Dios, no estamos exentos de caer en la tentación de fabricar ídolos. Consideremos algunos posibles:

Lucas 12:1-48
1. La idolatría de los otros (Vv. 1-3). Cuídense de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. Las personas nos manejamos en función de complacer a los demás, tratamos de ser aceptados por todos, que nos juzguen bien, que tengan buena opinión de nosotros. Tomamos decisiones, hablamos ciertas palabras o hacemos ciertos actos, en razón de ello. Nos esforzamos en agradar a los demás todo el tiempo, a veces hasta sacrificando la integridad moral para evitar ser rechazados por los otros.
Vivir para agradar a los demás nos convierte; según Jesús, en hipócritas, sólo estamos jugando un papel en el teatro de la vida. Hacemos de los otros, dioses que nos determinan, desplazando al verdadero Dios de su trono en nuestro corazón. ¿A quién tratamos de agradar?

2. La idolatría de la supervivencia (4-5). A ustedes, amigos míos, les digo que no deben tener miedo de los que matan el cuerpo, pero después no pueden hacer más, yo les voy a decir a quién deben tenerle miedo: ténganle miedo al que, después de quitar la vida, tiene autoridad para echar en el infierno. Sí, ténganle miedo a él.
Si nuestra preocupación principal es sobrevivir a cualquier precio, ya no somos libres para tomar las mejores decisiones. Tomamos decisiones que son aceptables en lugar de tomar las decisiones que son correctas y agradables a Dios. Esta actitud nos roba el poder y la bendición de Dios. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda la vida por causa mía, la salvará (Lucas 9:24).
Juana de Arco fue una guerrera francesa, luchó contra los ingleses y fue capturada y sentenciada a la hoguera, tenía tan sólo diecinueve años. Su testimonio antes de ser quemada viva fue: «Cada hombre da su vida por aquello en lo que cree, y cada mujer entrega su vida por aquello en lo que cree». Algunas veces las personas creen en poco o en nada, y sin embargo, dan su vida por ese poco o nada. Sólo tenemos una vida; la vivimos y se acaba. Pero… vivir sin creer es más terrible que morir, aún más terrible que morir joven. Vivamos con un propósito digno del precio que debemos pagar, mantengamos una visión mayor que nuestras propias vidas y un poder mayor que nosotros mismos. Vivir para Dios es más grande que nuestra supervivencia.

3. La idolatría de los bienes (13-15). También dijo: –Cuídense ustedes de toda avaricia; porque la vida no depende del poseer muchas cosas.
Los bienes son un recurso neutral que Dios nos permite para resolver necesidades, los bienes materiales no son ni buenos ni malos en sí mismos; pero el espíritu humano puede mostrarse insaciable por estos bienes y convertirlos en un poder infinito que nos merece la reverencia y la adoración y que nos exponen a varios peligros: La búsqueda ciega de los bienes nos aleja de Aquel quien es la fuente de provisión de todo lo que necesitamos, así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores. El materialismo destruye la vida espiritual, es fuente de desdicha y ansiedad, produce una actitud de autosuficiencia y de desprecio por los más pobres. Por todo esto es que Dios cataloga al materialismo como idolatría y adulterio. Santiago 2:2-4 dice: Porque si en vuestra congregación entra un hombre con anillo de oro y con ropa espléndida, y también entra un pobre con vestido andrajoso, y miráis con agrado al que trae la ropa espléndida y le decís: Siéntate tú aquí en buen lugar; y decís al pobre: Estate tú allí en pie, o siéntate aquí bajo mi estrado; ¿no hacéis distinciones entre vosotros mismos, y venís a ser jueces con malos pensamientos?
En las Confesiones de Agustín de Hipona encontramos el siguiente pensamiento acerca de Dios: «Tú nos has hecho para ti, oh Dios, y el corazón del hombre no descansará hasta que halle descanso en ti». Lo que realmente necesitamos es la relación personal con el Dios de la vida, Él provee en abundancia lo que necesitamos.

4. La idolatría del yo que busca controlar la vida (22-31). El propósito de la vida de todo ser humano es dar honra a Dios, los creyentes somos conscientes de esto. Esta concienciación involucra encontrar nuestra vocación y seguirla para el bien de todos, en el proceso somos transformados en personas más parecidas a Cristo. Hacer esto involucra desarrollar virtudes intelectuales y morales a lo largo de períodos largos y demorar el deseo constante de la gratificación inmediata.
Sin embargo, la era presente está afectada por algo que el autor J.P. Moreland ha llamado el «yo vacío» (J.P. Moreland, Love your God with all your mind. Colorado Springs, CO. NavPress. 1997). El yo vacío se resume como una falta de crecimiento, tanto intelectual como espiritualmente, lo que da como resultado una adolescencia cristiana perpetua. Rasgos del yo vacío:
Individualismo desmedido. El yo vacío deriva las metas y los valores de la vida desde dentro de su propio conjunto de necesidades y percepciones personales, permitiendo que el egocentrismo reine completamente. Raramente el yo vacío busca el bien de una comunidad más amplia, como la iglesia, en el momento de decidir un curso de acción. La persona raramente establece un fuerte vínculo o compromiso, ni siquiera con los familiares.
Infantilismo. Los rasgos de la personalidad adolescente están permaneciendo con los jóvenes hasta bien entrada lo que se considera la adultez. Alargan los años de estudio en la universidad y demoran el matrimonio hasta los treinta años o más, a veces son señales de que no son muy valorados el trabajo duro y el compromiso. Algunos van aún más lejos, buscando una demanda infantil de placer que permea toda nuestra cultura. El resultado es que el aburrimiento se convierte en el mayor de los males. Literalmente nos estamos entreteniendo con demasiada comida, demasiado poco por lo cual vivir más allá de nuestro placer personal.
Narcicismo. El narcisismo es un sentido intensamente desarrollado, el logro personal se convierte en el objetivo último de la vida. También puede resultar en la manipulación de las relaciones a fin de alimentar este sentido. En su forma más peligrosa, la relación de una persona con Dios puede estar modelada por esta necesidad y Dios es destronado para que encaje en la búsqueda de la autorrealización del individuo. Esta condición deja a las personas con una incapacidad para asumir compromisos duraderos y lleva a la superficialidad y al distanciamiento. La educación y la participación en la iglesia son valoradas desde la base del logro personal. No son consideradas como oportunidades para usar los dones propios en bien de los demás.
La pasividad. Uno de los factores más poderosos que contribuyen a la pasividad es la televisión. Mirar la televisión alienta una actitud estática hacia la vida. Es difícil imaginar cómo a una persona que mira una cantidad promedio de televisión, que son: veinticinco horas a la semana para alumnos de primaria, podría quedarle el tiempo suficiente como para invertir en la lectura y el estudio que se necesita para convertirse en un creyente maduro y un defensor de la fe. Nuestra cultura centrada en las celebridades nos alienta a fijarnos en las vidas de unas pocas personas populares en vez de vivir nuestras vidas al máximo para Dios. La persona que sólo mira la televisión es la imagen del yo vacío. En vez de equiparse con las herramientas necesarias para impactar la cultura para Cristo y su reino, muchas personas escogen vivir a través de las vidas y las acciones de otros. Moreland escribe: «… el pastor estudia la Biblia por nosotros, los noticieros realizan el pensamiento político por nosotros, y dejamos que nuestro equipo deportivo favorito corra, luche y gane por nosotros».
Una cultura centrada en los sentidos. El síndrome del yo vacío alienta la creencia en que el mundo físico y perceptible es todo lo que existe. La cultura centrada en los sentidos pierde el interés en discusiones acerca de la verdad trascendente o conceptos como el alma, y la consecuencia es una mente cada vez más cerrada. Los estudiantes y el público en general pierden la esperanza en la posibilidad de que la verdad pueda encontrarse en el estudio, así que dejan de leer, o al menos dejan de leer libros serios acerca de asuntos relacionados con la cosmovisión bíblica. Pablo nos recuerda el peligro de un estado de mente del yo vacío cuando escribe: el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal. Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo (Filipenses 3:18-20).
Hoy como nunca tiene vigencia la exhortación bíblica: Hijitos, guardaos de los ídolos (1 Juan 5:21). Todos somos culpables de estas actitudes idolátricas, al menos ocasionalmente. El crecimiento cristiano es el proceso de ir explorando las capas de los deseos egoístas, sometiéndolas a la obediencia completa a Dios.
La situación se vuelve más seria cuando tanto la cultura como la iglesia afirman una orientación egocéntrica en vez de estar centrada en Dios. Nuestro quehacer pastoral consiste en ayudar a liberar las mentes oprimidas por las idolatrías contemporáneas, fomentando el espíritu responsable que se somete al sólo Dios verdadero.

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¿AYUNO? Y ESO ¿CON QUÉ SE COME?

EL CLAMOR DE LA TIER¿AYUNO? Y ESO ¿CON QUÉ SE COME?RA

Privarse de alimentos con fines religiosos es una práctica que ha estado presente en diversas culturas a lo largo de la historia. Del ayuno lo importante no es tanto la forma como el motivo. Algunos se preguntan: ¿Cómo ayunar?, lo cual tiene que ver con la forma, pero antes de esa pregunta debe plantearse otra: ¿Por qué ayunar?, esta tiene que ver con el propósito.
Veamos algunos motivos que se han presentado en la historia y en diversas expresiones religiosas acerca de la práctica del ayuno.

Algunas religiones ayunaban por tabú
En esta visión consideraban que comer era algo indebido en alguna fecha particular o porque algunos alimentos son intocables. La palabra tabú es sencillamente que no se debe tocar. El tabú se relaciona con las ideas animistas, o sea, que se creía que ciertos alimentos estaban relacionados con los espíritus o los dioses. Comer de alimentos que son exclusivos de las deidades o que estaban ofrecidos a los espíritus, era prohibido.
Por ejemplo; en el sureste de nuestro país, se tiene la creencia de que existen unos personajes llamados aluxes, algo parecido a un duende entre los mayas. Algunos campesinos yucatecos acostumbran ofrecerles alimentos en una mesa, como un ofrecimiento para que les dejen sembrar en un campo, de otra manera los aluxes les harán toda suerte de travesuras o males que impedirán, desde hacer la siembra hasta tener una buena cosecha. Obviamente, esos alimentos no deberán ser tocados por alguna persona, están reservados a los aluxes.
En Argentina, mucha gente es devota de la Difunta Correa; mujer que murió al tener que atravesar un desierto con su pequeño en brazos para buscar a su marido. Unos arrieros encontraron el cuerpo muerto de la mujer mientras sostenía al niño, el cual aún estaba vivo y amamantándose del pecho de su difunta madre. Este hecho fue considerado milagroso y en honor a la mujer se hizo un altar en el cual muchas personas dejan botellas de agua como ofrenda a la que ahora consideran una «santa milagrosa». El agua dejada en los altares que se han levantado en diversos lugares del país es considerada tabú.
Tabú también es; la abstención de carne roja en la cuaresma, está prohibido comerla los viernes de cada semana durante los cuarenta días que dura esta tradición; o las vacas en la India.
De igual manera en diversas culturas se considera prohibido ingerir todo tipo de alimentos en alguna fecha particular.

Otras expresiones religiosas son las que practican el ayuno como una forma de apoyar las súplicas a sus dioses para conseguir una respuesta favorable.
En este caso el ayuno es medio para ejercer una cierta presión, hacer una manipulación o negociación con el dios hacia quien se dirigen las súplicas. Esta es la posición idolátrica, en ella se hace evidente que la deidad, no es, sino una proyección del propio ser humano, es un dios hecho a la medida del suplicante y está a su merced, dirigido, condicionado y sujeto a las reglas impuestas por la persona que ora. Este es el tipo de ayuno que condena el Señor en Isaías 58:3.
En otras experiencias el ayuno fue visto como un sacrificio, una ofrenda por medio de la cual se esperaba ser agradable a la deidad.
Esta manifestación es similar a la anterior con la diferencia de que, en este caso, el ayuno está motivado sólo como un acto que busca ser agradable, expresar reconocimiento; es como decir: –mira, te apreció tanto que hasta dejo de comer por ti, hago un sacrificio por tu causa, espero que esto te agrade y me veas aceptable; similar al lacayo pusilánime que desea ser en todo agradable a su amo y ser visto con buenos ojos.

Otra forma de experimentar el ayuno tiene que ver con el castigo del cuerpo.
En algunas expresiones religiosas se ha calificado como malo todo lo que tiene relación al cuerpo humano, en consecuencia, una forma de purificar a la persona es provocando sufrimiento al cuerpo para liberar el espíritu o para hacerlo prevalecer y así hacer más pura a la persona. Esta actitud es la que practican los místicos. Muchos ven en las apetencias o placeres corporales un impedimento para experimentar la pureza, la trascendencia o el encuentro con la divinidad. Su comprensión básica es: el cuerpo es malo y opuesto a Dios, por tanto hay que mortificarlo para elevar el espíritu, lo cual es bueno, elevado y puro. La influencia de la filosofía neoplatónica, el maniqueísmo y el gnosticismo en occidente, provocaron que esta visión se incrustara en el cristianismo a partir de la época medieval. Desde allí, el ayuno se volvió una práctica o disciplina espiritual, se conectó con la espiritualidad y definió a las personas piadosas; en otras palabras, quien desea acercarse a Dios y entrar en una intimidad con Él debe hacerlo mediante el espíritu, para ello, es necesario someter al cuerpo, castigarlo y tenerlo bajo estricta disciplina, sólo así será posible entrar en perfecta comunión con el mayor espíritu, que es Dios.
Algunas de las prácticas anteriores fueron observadas por los Israelitas y después por los judíos, formas de practicar la religión que están equivocadas y ante la cual se levantó la voz de los profetas y la de nuestro Señor. Pero no solo eso, en la actualidad muchos cristianos sostienen la práctica del ayuno con formas y motivaciones similares, lo cual nos lleva a preguntarnos: entonces, ¿qué es el ayuno?, ¿para qué sirve?, ¿cómo deberíamos practicarlo?, ¿cuál es la motivación correcta?
De entrada debemos entender que el ayuno no es un medio para obtener algo, tampoco es un fin que se deba perseguir, sino un resultado –colateral– que acompaña la búsqueda de algo genuino.
Veamos lo que la Biblia dice:
En Isaías 58:1-14, encontramos un reclamo de parte de Dios hacia el pueblo de Israel motivado precisamente en la práctica del ayuno, el mensaje tiene como elementos los siguientes:
• Usan el ayuno como medio para conseguir el favor de Dios.
• Su ayuno está ligado al pleito y a la violencia.
• Su ayuno está divorciado de la práctica de la justicia.
• Su ayuno se presenta al lado de una tremenda insensibilidad ante la necesidad del otro.

En cambio, el verdadero ayuno es compartir el pan con el hambriento.
En Mateo 6:16 Jesús descubre que las verdaderas intenciones de los maestros de la ley, está en buscar el reconocimiento de las personas. Esta búsqueda se ve en que los maestros de la ley cambian de rostro cuando ayunan para aparecer entre la gente con cara triste y demacrada, así lograrán que las personas digan que son muy piadosos y les halagarán por la entrega y la fidelidad a Dios que manifiestan. Jesús dice que esto es hipocresía, porque solo es apariencia, en lo secreto tienen una segunda agenda.
Un texto sumamente revelador es el de Marcos 2:18-20, en este texto, Jesús ofrece una enseñanza magistral acerca del ayuno; con la cual, saca a la luz la razón de ser del ayuno. Aquí el ayuno es una expresión de tristeza. El maestro dice que sus discípulos no ayunan porque están de fiesta de bodas y el esposo se encuentra entre ellos. ¿Cómo puede ayunar alguien que asiste a una boda? Es ilógico. Jesús exhibe el sentido de la práctica del ayuno para un discípulo suyo. Tal vez, para otros maestros el ayuno signifique algo distinto, pero para Él, sus discípulos ayunarán cuando la fiesta haya terminado y el esposo no esté.
En diversos textos de la Biblia, el ayuno está unido al saco y la ceniza(1), ¿qué significa esto? Para el pensamiento hebreo, el ser humano es la unidad, es un ser integrado, para él, lo interior con lo exterior se corresponden, en esa manera de ver al ser humano, no se puede vivir algo en lo interior sin que esto se manifieste en el exterior, de la misma forma, no hay algo que se manifieste en lo exterior sin que tenga su relación con la interioridad. Diferentes a nuestra cultura, pues nuestra actitud como occidentales es de tendencia estoica; es decir, que nosotros podemos decirle a alguien que está destrozado por dentro: –mantente firme, no llores, no expreses tu quebranto, permanece impasible ante el dolor y el sufrimiento, si no lo haces eres débil. En la cultura hebrea, si alguien está quebrado por dentro, expresa su quebranto por fuera, por ello se rasga las vestiduras; si percibe penumbras, oscuridad, sequedad en el interior; se sienta sobre ceniza, se viste un saco áspero y ayuna. El ayuno es una expresión de tristeza(2). Si está realizando una búsqueda importante que considera vital, que sabe que de ello depende la vida, el gozo y la fuerza para vivir, ayuna, porque así está por dentro(3).
Esta puede ser la explicación del porqué Jesús ayunó cuarenta días (Mateo 4:1-11). No buscaba una pureza espiritual, no ofrecía un sacrificio al Padre, tampoco utilizó el ayuno para hacer que el Señor le respondiera a una petición; fue impulsado por el Espíritu para ser tentado. Ante esta experiencia, Jesús hizo el papel de Israel en el desierto y enfrentó las mismas pruebas. El ayuno fue el resultado de estar en el desierto, no fue a ayunar, fue a ser probado, el ayuno es un efecto, el resultado de estar expuesto a dicha experiencia de adversidad y por tanto, también se convierte en un punto de apoyo para la tentación porque al final, el tentador le pide, aprovechando su hambre, que convierta las piedras en pan.
No podemos negar que nuestra práctica del ayuno ha sido matizada en buena medida por creencias ajenas a la enseñanza de Jesús y al mensaje global de la Biblia. Por eso se hace necesario dar un repaso al tema y volvernos a encontrar con esta práctica.

El ayuno como expresión de un alma que está hambrienta de algo más que pan.
En medio de la tentación Jesús nos ofrece un dato sobresaliente de su mensaje, allí recordó el valor relativo de la comida. Cuando el Señor trajo a la memoria que el ser humano no sólo vive de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios (Mateo 4:4), puso en evidencia que el alimento es vital, de la misma manera que el contacto con y la aplicación de, la Palabra de Dios. Pues la vida no se reduce a una experiencia biológica (comida), pues esta es sagrada. La vida y el cuerpo son espacios de encuentro con Dios (Palabra). Así que, cuando una persona comprende la trascendencia de la vida y llega a conclusiones como la del salmista reconociendo que es mejor la misericordia de Dios que la vida (Salmo 63:3), o que la razón más valiosa para estar vivo es que sólo así es posible alabar a Dios (Salmo 30:8-9; 88; 115:17;). El alimento queda en un segundo plano, comer es un asunto de segundo orden, cuando se busca a Dios incesantemente, cuando se está en el desierto y es más importante honrar a Dios, cuando se está frente a la tentación y se coloca a Dios como el centro y sentido de la vida; el alimento, como fuente y sustento es relativo. O ¿no es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? (Mateo 6:25b). En esa búsqueda, en el anhelo de hacer la voluntad de Dios, es posible ayunar porque el interés está puesto en el foco correcto, allí donde todo lo demás puede ocupar su verdadero lugar.
En el camino del discípulo, se ayuna como consecuencia de dar prioridad al Reino de Dios, cuando se está buscando hacer la voluntad del Señor, que es lo opuesto a la actitud pagana (Mateo 6:32), en la que se ayuna para que Dios haga nuestra voluntad(4). Por eso, en Hechos 13:2, los discípulos ayunaban, pues tenían en mente la misión, fue en ese contexto en el que el Señor se manifestó dando respuesta a la oración.
Hoy la iglesia necesita reactivar su apetito por hacer la voluntad de Dios y reconocer que su verdadera comida está en cumplirla, siguiendo los pasos del Maestro. Jesús les dijo: Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra (Juan 4.34). Por eso es importante quitarnos el pan de la boca para darlo al hambriento, privarnos del alimento porque tenemos un hambre mayor, porque hacemos nuestra la oración: venga Tu Reino y sea hecha Tu voluntad.

Bibliografía
(1) Jonás 3:5.
(2) Observe como en el texto de Zacarías 8:19, el ayuno es lo opuesto a la fiesta, de la misma forma en que Jesús contrapone boda-ayuno, en Marcos 2:18-20.
(3) Joel 2.12, Daniel 9:3.
(4) 2 Crónicas 20:3; Esdras 8:21; Ester 4:3.

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¿POR QUÉ DIOS PERMITE EL SUFRIMIENTO?

¿POR QUÉ DIOS PERMITE EL SUFRIMIENTO?

Por qué las cosas malas le pasan a la gente buena? Se preguntó Harold Kushner a la muerte de su hijo Aaron, quien nació con progeria (falta de crecimiento y envejecimiento prematuro) y fallece a los 14 años de edad. ¿Puedo de buena fe, continuar predicando que el mundo es bueno y que un Dios misericordioso y lleno de amor es responsable de lo que está pasando aquí? Se cuestionaba este rabino de origen neoyorkino.
Las personas estamos expuestas a innumerables formas de sufrimiento: «Dolor físico, corporal, causado por accidentes, catástrofes naturales, guerras, hambre, enfermedades de todo tipo y el penoso envejecimiento. Dolores insoportables: incontables discapacidades; amarga dependencia de instrumentos y medicinas, de cuidadores y terapias. Y al final el dolor del ir apagándose las fuerzas y del penoso proceso de morir (…) Y aún más: el infinito espacio del dolor del alma (…) por las propias limitaciones…por la culpa y el pecado. El dolor de las expectativas defraudadas y las esperanzas rotas, el dolor causado por el prójimo: por sus críticas y desprecio, por sus burlas y desconsideración, por la envidia y la ambición, por el abuso y la competitividad… el sufrimiento producido por tantos que me amargan y echan a perder la vida (…) Y el sufrimiento por el amor… porque la persona amada no es como pensábamos… por los hijos, que no toman el camino que habíamos previsto; se sufre a causa de Dios. ¡Con cuánta frecuencia la oración no es escuchada, en vez de consuelo, tan sólo impenetrable oscuridad! …tener que vivir como si él no existiera (…) a la larga ninguna vida se libra del dolor. En seguida acecha un sufrimiento nuevo. Nadie escapa de él; resulta inevitable que a todos nos alcance ¿por qué?»
C.S. Lewis plantea de la forma más simple el problema del dolor y la fe en Dios: «Si Dios fuera bueno, hubiera querido hacer a sus criaturas perfectamente felices, y si Dios fuera todopoderoso, hubiera sido capaz de hacer lo que Él quería. Pero las criaturas no son felices. Por tanto, Dios carece o bien de bondad o bien de poder o de ambos» . En esta interesante obra, Lewis responderá que la respuesta está en el criterio del libre albedrío que Dios dispuso en la Creación.

Alternativas de explicación
al problema del sufrimiento
Merecemos lo que recibimos, las desgracias provienen de castigos a nuestros pecados (Isaías 3:10-11; Génesis 38:7; Proverbios 12:21). Dios da a los hombres su justa retribución. Esta explicación tiene varias repercusiones: la gente se autoculpa, odia a Dios, se odia a sí misma y además, esto no se ajusta a los hechos.
Otra idea es que: el plan divino es justo en el plano final (Salmo 92:5-7, 12-15). El sufrimiento ocurre y contraría la existencia humana; sin embargo, Dios tiene sus razones. Por ejemplo: puede ser el mejor momento para que alguien deje este mundo, o bien, es para evitarle algo malo o hay otros fines que de momento no alcanzamos a mirar.
Se dice también, que el sufrimiento tiene un propósito educativo: para reparar lo defectuoso en el ser humano y que algún día comprenderemos que fue para nuestro bien (Proverbios 3:12), se dice que Dios nos lastima con el fin de ayudarnos. Esta es una apología de Dios (teodicea) pero no ayuda a la persona a sobrellevar su pena.
Otro abordaje al problema del sufrimiento consiste en la idea de que Dios nos libra de un mundo de dolor y que al morir nos conduce a uno mejor. Esta explicación puede ayudar a algunas personas a sobrellevar el sufrimiento, pero puede ser utilizada como excusa para no transformar las injusticias con la sabiduría y la fuerza que Dios nos ha dado.
Todas estas explicaciones suponen que Dios es la causa de nuestro sufrimiento y todas tratan de comprender la razón por la cual nos es impuesto. Pero es posible que nuestro sufrimiento no sea causado directamente por la voluntad divina. Es posible que estemos haciendo preguntas erradas.

La historia de Job
En el planteamiento de este enigmático libro observamos tres premisas fundamentales:
1. Dios es todopoderoso y es causante de todo lo que sucede en el mundo. Nada acontece sin que Él lo desee.
2. Dios es justo y es razonable que los justos sean premiados y los perversos castigados.
3. Job es una buena persona.
Pero, no se pueden sostener las tres premisas. Por un lado, los amigos de Job intentan confortarlo diciéndole que el mundo funciona lógicamente, que no es un lugar caótico, que si sufre es por la culpa de Job, que algún pecado debe tener y que si quiere que termine su padecimiento deberá arrepentirse, confesar y volverse a Dios para que cambie su suerte; por su parte Job expresa su desilusión y el sinsentido de su dolor. Si Dios es justo y todopoderoso entonces él que ha sido un hombre íntegro no debería sufrir. En su opinión Dios se ha equivocado con él.
La enseñanza del libro admite la bondad de Dios y la integridad de Job y relativiza que Dios sea todopoderoso. Dios es bueno, pero ha decidido limitar su poder. Dios desea que los justos vivan contentos y en paz, pero no interviene directamente en todo acto o situación y entonces la vida o el mundo parecen ir a la deriva porque ha creado este mundo con el criterio del libre albedrío. El hecho de que Dios sea todopoderoso, no implica que pueda crear algo lógicamente imposible. Para que el ser humano disponga de libre albedrío se hace necesaria la posibilidad de que el hombre elija lo bueno o lo malo, incluso que no acepte a Dios.
¿Por qué Dios no controla el caos y no limita el daño que pueda causar? Muchas cosas suceden «al azar», dentro del ámbito de libertades que Dios nos da. El azar en el mundo da la impresión de caos. ¿Por qué suceden cosas malas a las buenas personas? Una razón es que nuestra condición humana nos otorga libertad de lastimarnos los unos a los otros y Dios «no puede» detenernos sin quitar esa libertad que nos convierte justamente en humanos. Las vidas de las personas están afectadas por las decisiones triviales e impensadas. Hay aspectos que se mantienen independientes de su voluntad, pero entristecen a Dios igual que a nosotros.
Generalmente suponemos que si Dios es amor prefiere un mundo sin sufrimiento. ¿Es necesariamente verdad? Creemos que Dios tiene razones primordiales para permitir el sufrimiento en el mundo. Por ejemplo; conocemos casos de la vida en los que permitimos el dolor para producir un bien mayor. Hay «bien», como las virtudes morales, que sólo pueden lograrse a través de la colaboración libre de las personas, y puede ser que un mundo con sufrimiento tuviera un saldo en la balanza mejor que un mundo sin sufrimiento.
En el paradigma de Job se confrontan dos concepciones opuestas de fe: una fundamentada en derechos y deberes a partir de su comportamiento moral y una basada en la gratuidad del amor. Job nos ayuda a ver el sufrimiento como un misterio más que como un escándalo. El cuestionamiento esencial que Dios le hace es: ¿Quieres ser Dios o quieres ser tú? ¿Quieres ser el Creador o quieres ser criatura? Job 38:1-40:2. El dolor de Job se convierte en revelación para nosotros.

¿Por qué Dios permite el mal?
Mucho sufrimiento parece injustificado y no le vemos sentido ni necesidad. Pero, ¿es realmente injustificado o sólo lo parece? No estamos en una buena posición para dilucidar ese tipo de probabilidad con certeza. Somos seres limitados en inteligencia, en espacio y en tiempo. Pero Dios, en el plano general, ve el final de la historia desde el comienzo y ordena providencialmente los hechos para que se llegue a un final que Él desea, a través de las acciones libres de los hombres. Y para un final de acuerdo a Sus objetivos, Dios puede muy bien tener que admitir una gran cantidad de sufrimiento en el camino.
Todo evento ocurrido, inicia una cadena de efectos a través de la historia, de tal manera, que las razones morales suficientes que Dios pueda tener para permitir que un mal ocurra, podrían no emerger hasta tiempo después. Sólo un Dios omnisciente puede aprehender las complejidades de dirigir un mundo de personas libres hacia sus objetivos previstos. Un bien a corto plazo, puede a largo plazo conducir a un sufrimiento indecible, mientras que ciertas acciones que parecen desastrosas en un principio, pueden resultar ser una bendición para la humanidad.
William Craig explica varias posibilidades sobre por qué Dios permite el sufrimiento , dice: El propósito principal de esta vida no es la felicidad, sino el conocimiento de Dios (Y el conocimiento de la gloria del Señor llenará entonces toda la tierra… Habacuc 2:14). El propósito principal para el hombre es el conocimiento de Dios, que al final dará lugar a la felicidad última y la máxima realización. Mucho del sufrimiento en el mundo puede resultar completamente inútil en relación a producir felicidad humana en esta vida, pero puede no ser inútil en relación a dar lugar a un conocimiento más profundo de Dios.
Otro punto es que «la humanidad vive en estado de rebelión contra Dios y sus propósitos. En lugar de someterse a Él y adorarle, la gente se rebela contra Dios para seguir su propio camino, con lo que se alejan de Él, y se sienten moralmente culpables ante Dios, buscando a tientas en su oscuridad espiritual y persiguiendo falsos dioses de su propia manufactura. Terribles maldades humanas en el mundo dan testimonio de la depravación del hombre por ese estado de alienación espiritual de Dios. Las Escrituras nos indican que Dios deja al hombre que opta por el pecado. Él no interfiere para detenerlo y permite que la depravación humana siga su curso (Romanos 1:24, 26, 28). Esto sólo sirve para aumentar la responsabilidad moral de la humanidad ante Dios, así como nuestra necesidad de perdón y de purificación moral». Mucho del sufrimiento que padecemos nos lo causamos unos a otros, como manifestación de la maldad humana elegida.
Además, el propósito de Dios no se limita a esta vida, sino que se derrama más allá de la tumba hacia una vida eterna. Cuando Dios pide a sus hijos que soporten sufrimientos en esta vida, es solo con la perspectiva de un gozo que viene del cielo y una recompensa que van más allá de toda comprensión. El apóstol Pablo se sometió a una vida de increíble sufrimiento que incluía males morales y naturales. Su vida como apóstol fue una vida marcada por las aflicciones, penas, desgracias, golpes, encarcelamientos, tumultos, trabajos, vigilias, hambre… (2 Corintios 6:4-5). Aun así, escribió: Por tanto no nos desanimamos…pues este ligero y momentáneo tiempo de aflicción nos prepara para un intenso regalo de eterna gloria más allá de toda comparación, porque miramos, no aquello que puede ser visto, sino aquello que no lo es, pues las cosas que vemos son transitorias, pero las que no vemos, son eternas (4:16-18).
El peso de la gloria es tan enorme, que sobrepasa más allá de toda comparación el del sufrimiento. Conocer a Dios, el centro del bien y amor infinitos, es un bien incomparable, la realización de la existencia humana, para esto fuimos creados. La persona que conoce a Dios, no importa lo que sufra, no importa cuán terrible pueda ser su dolor, puede aún decir honestamente «Dios es bueno conmigo», simplemente en virtud del hecho de que él conoce a Dios, un Bien inconmensurable. Así puede Job afirmar: Aunque él me matare, en él esperaré (Job 13:15).

Referencias
1 Greshake, G. ¿Por qué el Dios de amor permite que suframos? Salamanca, Sígueme, (2008)
2 C.S. Lewis. El problema del dolor. Ed. Caribe, 1977, Miami
3 http://lastresllavesdepablo.blogspot.mx/2011/07/un-analisis-del-problema-del-mal-por-w.html

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CELEBRANDO EL PERDÓN Y LA VIDA

CELEBRANDO EL PERDÓN Y LA VIDA

Para muchos, Jesucristo es tan solo un punto cronológico que divide a los años en a.C. y d.C.; para ellos no trajo otro cambio; el hombre sigue sin más horizonte que su propia persona. Todo lo hace por y para su persona y convierte lo que le rodea en una extensión de sí mismo. Es decir, sus relaciones con lo demás y con los demás; con la naturaleza y con los hombres; las determina en función de sus intereses. Esto ha hecho de los años antes de Cristo (a.C.) y los años después de Cristo (d.C.) un repetido escenario de crueles luchas por la supremacía, por el poder.

Antes de Cristo los perdedores, los desposeídos, los débiles en medio de su dolor, suspiran esperanzas, que esfuman los poderosos; después de Cristo, la historia sigue contando el mismo drama: antes y después de Cristo los poderosos y los débiles sólo tienen algo en común, la muerte.

Para unos el cerrojo a sus delirios de grandeza, para otros la cúspide de su dolor. La muerte es la frontera infranqueable que hace de los sueños manjar para gusanos; la muerte no tiene sentido y además se lo quita a todo.

Nada tiene sentido, para el incrédulo nada ha cambiado, sólo la fecha. Para el creyente ¡todo ha cambiado!, y lo cambió una tumba vacía. La muerte ahora tiene sentido, es el resultado del pecado del hombre, es el resultado de su decisión de «vivir» (muerte) apartado de Dios, bajo el auspicio de sus propios recursos, y del deseo de ser su propio dios.

La muerte ahora ya no tiene más el poder; la tumba vacía se lo quitó

El hombre unido a Dios murió y resucitó, la muerte, vencida, no lo pudo retener en sus dominios; por primera vez la vida y la obra de su hombre fueron más fuertes ¡todo cambio! Desde entonces reina la vida y no la muerte.

Jesús depositó esta verdad en una celebración que instituyó: La Cena del Señor Cuando era la hora, se sentó a la mesa, y con él los apóstoles. Y les dijo: !!Cuánto he deseado comer con vosotros esta pascua antes que padezca! Porque os digo que no la comeré más, hasta que se cumpla en el reino de Dios. Y habiendo tomado la copa, dio gracias, y dijo: Tomad esto, y repartidlo entre vosotros; porque os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta que el reino de Dios venga. Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí. De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama (Lucas 22:14-20). Anunció su muerte, pero también anunció su participación futura en celebraciones que continuarían; la que tenía con ellos esa noche, no la entendieron en ese momento, y no la aceptaron después (Lucas 24:5-11).

Fue necesario que personalmente Jesús comiera nuevamente con ellos para que empezaran a entender el gran cambio ¡muera la muerte! ¡viva la vida!  Y como todavía ellos, de gozo, no lo creían, y estaban maravillados, les dijo: ¿Tenéis aquí algo de comer? Entonces le dieron parte de un pez asado, y un panal de miel. Y él lo tomó, y comió delante de ellos (Lucas 24:41-43).

Toda la Escritura apuntaba hacia esa gran verdad. La resurrección, que implica aquí y ahora el perdón de Dios y el regreso (conversión) del hombre a su hogar: El Padre, ¡esa es la vida! y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén (Lucas 24:46-47).

Los discípulos antes de ver nuevamente a Jesús estaban tristes porque pensaban que nada había cambiado, su tristeza la originaba la muerte. Y les dijo: ¿Qué pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis, y por qué estáis tristes? Respondiendo uno de ellos, que se llamaba Cleofas, le dijo: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no has sabido las cosas que en ella han acontecido en estos días? Entonces él les dijo: ¿Qué cosas? Y ellos le dijeron: De Jesús nazareno, que fue varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo; y cómo le entregaron los principales sacerdotes y nuestros gobernantes a sentencia de muerte, y le crucificaron. Pero nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel; y ahora, además de todo esto, hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido (Lucas 24:17-21).

Pero la presencia del resucitado cambió su tristeza en alegría. Jerusalén, que la habían visto como el final de Jesús, ahora sería el escenario del comienzo de la alegría. Ellos, después de haberle adorado, volvieron a Jerusalén con gran gozo (Lucas 24:52), la alegría y el perdón los trajo el Resucitado.

En la última cena los discípulos no comprendían lo que Jesús estaba poniendo en la mesa.

Cuando el resucitado los volvió a reunir alrededor de su mesa lo comprendieron y se gozaron.

Hoy la Cena del Señor es sentarse a la mesa del Resucitado. ¡Él vive!, tenemos perdón y vida. ¡Vamos a celebrar!

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LA COMUNIÓN DE LA MESA

EL CLAMOR DE LA TIERRA

Y mientras comían, Jesús tomó pan y bendijo, y lo partió y les dio, diciendo: Tomad, esto es mi cuerpo. Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio; y bebieron de ella todos. Y les dijo: Esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada. De cierto os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo en el reino de Dios (Marcos 14:22-25).

Toda práctica religiosa adquiere sentido por la actitud y conciencia bajo la cual se participe.

La doctrina evangélica de la celebración de la «Cena del Señor», destaca que la misma adquiere su verdadero significado si el creyente es movido por fe. Entendemos que la práctica de la misma no cumple un propósito aislado de la fe con la que se celebra el memorial. A diferencia de otras interpretaciones en las cuales el acto produce los resultados espirituales dependiendo de quién los administre, nosotros confesamos que el acto opera sus beneficios, en cuanto se participe con la plena convicción de la posición que guarda el creyente con Dios y de la plena certidumbre de fe. Por tal razón es imprescindible que comprendamos correctamente el significado del acto de celebración de la comunión de la mesa.

En primer lugar: la comunión de la mesa es un acto derivado de Cristo mismo. Él instituye esta celebración en el momento más álgido de su existencia ante la proximidad de su muerte -que será fuente de vida-, e invita a sus seguidores bajo el marco de la Pascual a una cena de despedida; en ella hace entrega de los símbolos del pan y del vino, que representan la entrega de su propio cuerpo, de sí mismo.

Es relevante el momento en el cual modifica lo que era la comida pascual en el judaísmo. No lo hace después de su resurrección, cuando podría haber argumentado al acto, la prueba de su presencia. Este momento sagrado lo lleva a cabo cuando todo depende de la fe, les anticipa que lo que realizaría enseguida, su entrega en la cruz, era un acto de amor sacrificial con el cual probaba su amor por todos. Ningún fundador de ninguna religión en el mundo ha muerto por la justificación, redención y reconciliación de sus seguidores. De esta forma dio seguridad a sus seguidores de que sería objeto durante la noche. Él sabía que los discípulos necesitaban un recuerdo vivo de su compañía para no desvanecerse entre las sombras destructoras. Cuando se hizo evidente la victoria sobre la muerte y sus ejércitos, entonces el acto adquirió mayor trascendencia, sería el memorial de la compañía permanente.

Para todos los que creemos en Cristo y que reconocemos que su muerte fue el medio por el cual hemos adquirido vida delante de Dios, la celebración de este acto significa reconocer lo que Cristo ha hecho por nosotros. Participar con Él en la Cena nos da la confianza para superar la «noche» cuyas tinieblas amenazan con destruirnos: … he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo (Mateo 28:20). Es una fuente de confianza y valor.

La celebración original de la «Cena del Señor» tiene lugar por invitación de Jesús, no es un acontecimiento que tenga como fin el llenar la ausencia del Maestro, sino que es la demostración de su presencia. La presencia de Cristo es lo que da relevancia al evento y la misma produce un estado de paz en el corazón del participante.

En segundo lugar: la «Comunión de la mesa» constituyó una práctica fundamental en la iglesia primitiva. El texto de Hechos 2 nos describe la actitud que prevalecía en la celebración. El verso 46 hace la referencia a la celebración de la fiesta, la cual verdaderamente era eso: una fiesta. En una fiesta predominaba la alegría. La razón de dicha alegría era la certidumbre de un Cristo vivo que fue visto durante los eventos que siguieron a la resurrección. La comunidad de los discípulos cumplía con los actos del memorial y su realización manifestaba la victoria sobre la muerte; más que un acto social, pasó a convertirse en una unión a los ojos de Dios, quedaba santificada por la Palabra de bendición y la oración.

Resulta sumamente ilustrativo el efecto transformador que produce el reconocimiento del Jesús vivo. Por el camino de Emaús unos discípulos regresan de Jerusalén, sus corazones están embargados por la derrota y la desilusión.

Cuando llegan al final de su viaje le piden al extraño acompañante que se les ha unido en el camino que pernocte con ellos esa noche, le argumentan que ya es muy tarde, está por oscurecer y no debe caminar en la noche, están preocupados por su seguridad. Sin embargo, cuando se sientan en la mesa y el invitado parte el pan para ellos, le reconocen. En ese momento desaparece de su vista, pero, al instante desaparece también de sus corazones toda duda y temor, y lo que antes les espantaba, la noche, deja de hacerlo, ahora tienen la certidumbre de que Jesús vive; a esa hora se levantan y caminan de regreso a Jerusalén, sin importarles las sombras de la noche, con plena confianza se dirigen para confirmar las noticias de la resurrección de Jesús a los demás discípulos. Es muy notorio el cambio que ocurre en los sentimientos de estos varones. El saber que su Maestro está vivo les da el valor para enfrentar la oscuridad. Así la iglesia apostólica al efectuar la Cena, la realizan como una auténtica fiesta. Es la celebración de la vida. Cristo no está ausente, está presente en una forma distinta. Por el Espíritu saben que Él sigue en medio de ellos. Para la iglesia actual, la reunión de la Cena del Señor es una fiesta. Nuestros cantos son de alegría, nuestras oraciones de gratitud, los abrazos son señal del perdón y del reencuentro, los emblemas son los símbolos de un Dios vivo que nos reafirma la Vida que adquirimos en Cristo Jesús.

En tercer lugar: el memorial de la «Cena del Señor» es una comunión de la mesa, lo cual es una referencia al «Reino de Dios» que se ha hecho presente entre nosotros. El tomar todos de una misma mesa anuncia la igualdad que tenemos en Cristo, donde no existe distinción de clases, ni jerarquías mundanas, todos somos miembros de la Familia de Dios. Él nos ha unido por medio del sacrificio de la cruz. Por cada uno se ha pagado el mismo precio, la sangre de su Hijo, por ella fuimos rescatados de toda condenación, así fuimos recibidos en la casa del Padre. A su mesa nos sentamos como los hijos pródigos que vuelven al hogar.

En algún momento la iglesia de Corinto olvidó el significado de igualdad y fraternidad que subsiste en la «Cena» (1 Corintios 11:17-34); el apóstol Pablo les reprende severamente, mostrándoles que al hacer diferencias entre los miembros de la comunidad y privilegiarse a algunos, olvidaban el verdadero sentido del sacrifico de Cristo.

El resultado de estas divisiones es que «La Cena que ustedes toman en sus reuniones ya no es realmente la ´Cena del Señor´» (1 Corintios 12:20, DHH). Al tomar la Cena debe mantenerse una actitud de auténtico respeto al hermano que confiesa también a Cristo como su Salvador y Señor y que experimenta la bendita presencia del resucitado en su vida. La celebración no es un rito aislado que se lleva a cabo en aislamiento, es una mesa que se comparte. El pan es fraccionado para repartir a cada participante, todos comemos del mismo pan y de la misma copa. Al participar mi hermana o hermano están conmigo y la comunión que existe en nosotros es fruto del Espíritu y es una evidencia del Reino de Dios. El perdón y la reconciliación son una exigencia de la verdadera Cena.

Ante estos elementos que nos muestra la relevancia del acto, y ante el reconocimiento de que es lo que Dios ha dado, celebremos en confianza, alegría y fraternidad el memorial de la Cena del Señor.

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TREINTA PIEZAS DE PLATA

TREINTA PIEZAS DE PLATA

Se acerca la celebración de la Cena del Señor y reflexionar sobre su significado y su repercusión en nuestro diario vivir es una buena forma de prepararse para participar de esta ceremonia tan importante para nuestra vivencia de la fe.
Realizarla en la fecha correcta, tomar conciencia de su diferencia con la Pascua, participar del emblema del fruto de la vid en una sola copa o en copas individuales, son cuestiones importantes que de pronto han robado toda nuestra atención, dejando fuera de nuestra preocupación la luz que sobre ella aportan los eventos con los cuales la vinculan los evangelios.
Cada Evangelio, con sus respectivos relatos de la pasión, dan fe de los acontecimientos que enmarcaron la institución de la Cena del Señor (como la nombra el apóstol Pablo), llenándola de sentido y mensaje más allá de la fecha y ceremonia.
En lo que toca al Evangelio de Mateo, se escribió fundamentalmente para mostrar que, en el ministerio de Jesús, se da cumplimiento a lo anunciado en el Antiguo Testamento. Es por eso que el relato de la pasión contiene una referencia a lo dicho por el profeta Zacarías que no se encuentra en los otros evangelios.
En este Evangelio, se dice la cantidad específica que los príncipes de los sacerdotes fijaron a Judas por entregarlo; treinta piezas de plata (la indemnización por un esclavo perdido según Éxodo 21:32) misma cantidad que le dieron como salario al pastor de Dios repudiado por los otros pastores y por las ovejas a su cuidado, y que formaliza la ruptura de la alianza quebrando su bastón «unión», lo que rompe la hermandad (Zacarías 11:10-14).
Esta referencia no es menor, pues, la ruptura de la alianza, la enemistad de los pastores del pueblo (los fariseos) con Jesús y el rechazo mismo de las ovejas que él vino a buscar, son el cumplimiento de dicha escritura profética.
Para llegar a este desenlace, el Evangelio de Mateo da cuenta de la triple denuncia contra los fariseos que hace nuestro Señor, y que nos indica cual fue su gran y completa falla: ¡su falta de misericordia!
La primera, al inicio de su ministerio (Mateo 9:11-13), cuando come con Mateo, con muchos publicanos y pecadores. Esto desconcierta e indigna a los fariseos porque según su estudio y práctica de la ley de Dios, un justo no debe convivir con ellos.
La segunda, que sube de intensidad la oposición entre Jesús y los fariseos (Mateo 12:1-8), cuando les muestra cómo en las mismas Escrituras y en las mismas prácticas del templo, se infringen los mandamientos de Dios en razón del beneficio del ser humano.
Y la última, que lleva al clímax, la oposición (Mateo 23:23), cuando expone la real condición de los fariseos y escribas: su santidad y justicia sólo son una cubierta que esconde la descomposición interna que los hace tan despiadados.
Por esa descomposición el Señor es rechazado por los pastores del pueblo que al igual que se cuenta de los pastores en Zacarías 11, no tienen compasión de las ovejas a su cargo y no tendrán compasión de Jesús; peor aún, no le darán la paga ridícula (vv. 12 y 13), le darán muerte usando la ridícula paga (Mateo 27:3-6) para no mancharse su «limpias y santas manos».
¿Cómo es que los fariseos llegaron a eso? Distanciarse de los incrédulos e injustos parece ser la consecuencia lógica de la obediencia a la voluntad de Dios. ¿Acaso no hay una gran cantidad de pasajes que validan esta conducta? Incluso el mismo Señor ¿no da pie a pensar eso cuando dijo a una mujer Sirofenicia: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel (Mateo 15:24)?; puede ser, pero para que esto ocurra, se tendría que caer en el estado de descomposición interna de los fariseos.
Jesús, distinto en su interior a los fariseos, movido por la misericordia, finalmente respondió a la fe de la mujer (que no era oveja de Israel) como señal del nuevo rebaño que formaría y se puede afirmar esto porque el evangelista Mateo añade otros dos puntos que solo están en este Evangelio: Otra mujer pagana, que no se acerca como la Sirofenicia, pero que cree igual que ella, en la calidad de justo de Jesús (Mateo 27:19) y la llamada «gran comisión» que impulsa a los discípulos a todas las naciones (Mateo 28:18-20).
En el Mesías coinciden, la comprensión de la voluntad de Dios casi con las mismas ideas de los fariseos y la más auténtica apertura a personas de todo el pueblo y toda nación. Es una perfecta conexión entre lo prometido a Israel con su observancia de la Ley y la Nueva Alianza con su dimensión impresionantemente universal.
Esta relación se pierde de vista entre los que participamos de la Cena del Señor, cuando se trata de justificar prácticas de exclusión con razonamientos emanados del estudio y obediencia a la Biblia.
Llega a ser bien visto no tener compasión por aquellos que no participan de las creencias y prácticas bíblicas. Se propicia la separación de ellos por sus ideas y conductas, pero se termina separándose también de su humanidad. El dolor que sufren, el miedo que los aprisiona, las tragedias que los ahogan, de tan lejanos, ya no alcanzan a conmover el corazón engrosado de tanto conocimiento doctrinal y tanta espiritualidad inhumana.
Cuidado porque visto desde la denuncia al fariseísmo, Jesús murió entregado por los inmisericordes obedientes de la Ley, porque él se atrevió a tener misericordia de los indignos y ajenos. En cambio, los autollamados separados debido a su preocupación por la santidad y la justicia, no pudieron distinguir entre la conducta y el ser humano que está detrás.
Por ello es necesario poner atención al ejemplo de nuestro Señor, junto a nuestras preocupaciones doctrinales y nuestros deseos de ser santos y justos, porque puede pasar que el cambio que Él trajo a nuestras vidas lo estemos sepultando en cada Cena del Señor sin que nos demos cuenta.
Nos corresponde elegir, leyendo el relato de la pasión, si caminamos detrás de aquel que valoraron en treinta piezas de plata, haciendo nuestros, su conocimiento de la ley de Dios que descubre y condena las malas conductas, y su gran misericordia que toma el dolor y la alegría de la gente como suyas, importando solo la humanidad que compartimos.
O… escogemos hacer la cooperación para «completar» las treinta piezas de plata con las que se menosprecia el ministerio de Jesús, al menospreciar a aquellos por los cuales aceptó morir y que no están con nosotros en la gran ceremonia de nuestra Iglesia.

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EL REINO DE DIOS ESTÁ ENTRE NOSOTROS

EL REINO DE DIOS ESTÁ ENTRE NOSOTROS

El Reino de Dios es la presencia de Él en nosotros, su gobierno de amor a través de Jesús en nuestro corazón, nuestra vida y nuestra obra. El Reino de Dios está presente aunque la comprensión de su acción en nosotros es gradual.

El Reino de Dios se hace presente en un hogar cuyos integrantes estaban desmoronados, sin nada por qué vivir, sumidos en vicios, en complacencias, en maltratos, pero que Dios con su acción salvífica, les redimió y restauró, y les sigue transformando. Se hace presente en un joven cargado de pecados y de vicios que encuentra en Jesús un motivo para vivir; levantarse de los escombros y del desperdicio de su vida para acometer una vez más e intentarlo de nuevo, ya no solo, pues ahora lo acompaña la presencia del Espíritu de Dios. Se hace presente en un niño sin posibilidad alguna de sobresalir más allá de su condición precaria; económica, familiar y social, donde vivía lleno de vejaciones, de maltratos, insultos, pobreza e ignorancia, pero en cuya historia Dios intervino y transformó por su poder.

El Reino de Dios puede ser muy abstracto o muy tangible, puede estar muy lejano o muy cercano, depende de nuestra respuesta cotidiana a él.

Para unos pescadores el Reino de Dios era cosa de los teólogos de Jerusalén, ellos no tenían tiempo de discursar al respecto, su ocupación y preocupación eran los peces, sus redes y sus barcos; pero el Reino de Dios se tradujo en la visita de Jesús a sus barcos, sus redes y sus peces. El Reino de Dios no se vuelve parte de nuestra vida, sino nuestra vida misma cuando Jesús vive en ella.

En una ocasión, unos fariseos se acercaron a Jesús y le preguntaron cuándo había de venir el reino de Dios, (Jesús) les respondió y dijo: El reino de Dios no vendrá con advertencia, ni dirán: Helo aquí, o helo allí; porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros (Lucas 17:20-21). Estos Fariseos se veían bien intencionados, querían saber pero no estaban seguros de las cosas, aunque en apariencia eran los que más «sabían de y practicaban la Palabra». Jesús les reclamó: Sabéis distinguir el aspecto del cielo, ¡mas las señales de los tiempos no podéis! (Mateo 16:3).

Para el sentimiento nacionalista judío el reino de Dios era un evento político, un acontecimiento militar, una era donde volverían a vivir las glorias del pasado, como en los tiempos de David y de Salomón, donde serían reivindicados enfrente de sus opresores, donde el Mesías se cobraría los agravios que habían sufrido.

Por eso muchos de los seguidores de Jesús se desencantaron y volvieron atrás; inclusive Judas, al ver que el «nuevo orden espiritual» no llenaba sus expectativas, lo traiciona después de haber experimentado tremendo poder.

Además, Jesucristo hace una tremenda declaración en el pasaje; los fariseos están esperando un acontecimiento político, militar y social futuro, pero Jesús les dice que el Reino de Dios ya estaba operando entre ellos y no lo podían reconocer aunque lo tuvieran delante de sus ojos. Cuando Juan el Bautista está encarcelado y manda mensajeros para asegurarse si realmente Jesús era el Mesías, respondiendo Jesús, les dijo: Id, haced saber a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio (Lucas 7:22). Jesús está enviando a decirle a Juan el Bautista: ¡amigo, no dudes, el Mesías soy yo, y como prueba, las evidencias del inicio del Reino están aquí, a través de mis obras!

Los mismos discípulos de Jesús tenían sus esperanzas un tanto mal acomodadas. Después de resucitado y de haberles aparecido durante varias semanas y de haber hablado con ellos, de animarlos, de haberles dado sus últimas indicaciones; y a punto de ascender al cielo le preguntan: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo? (Hechos 1:6). Finalmente dieron a conocer su preocupación, de eso se trataba todo, habían seguido a Jesús con la esperanza de la restauración de Israel como nación.

Jesús los ubica diciéndoles: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad; pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra (Hechos 1:7-8). Con esto el Señor les está diciendo: ¡enfóquense!, ¡dejen de pensar en sus intereses, en sus deseos, en su voluntad, en sus presuposiciones! ¡el Reino de Dios no se trata de eso!, al contrario, ¡se trata de que una vez que reciban el poder, tienen que salir a interrelacionarse con la gente, a extender sus círculos sociales, a hacer nuevas amistades, a arriesgarse a entrar en otras culturas, con gente de otras costumbres, con rostros de otros aspectos, a exponerse a riesgos entre la gente, a expandir su mundo con el único propósito de ser testigos y de predicar la Palabra, de darle un giro a la historia de la humanidad! Como dijeron de los cristianos, los judíos opositores de tesalónica: Estos que trastornan el mundo entero también han venido acá… diciendo que hay otro rey, Jesús (Hechos 17:6, 8).

Así se hace presente el Reino de Dios: Cuando un joven de este siglo comprende que es depositario de la virtud de la misión de Dios y la asume, cuando comprende que es objeto del amor de Dios y le corresponde. Cuando comprendemos que nuestro país lleva una inercia de muerte pero que no tiene porqué seguir siendo así, y que juntos, como generación de jóvenes, como sociedades juveniles, como iglesia, podemos cambiar, con la dirección de Dios, el rumbo de las cosas.

No veamos el reino de Dios como algo confuso que tiene que ver solamente con el futuro, sino como algo bien cierto que tiene que ver con nuestro aquí y nuestro ahora.

Sepamos distinguir que vivimos una época única, como ninguna otra; por motivo del desarrollo de la tecnología, pero también, porque podemos discernir que estamos viviendo los últimos tiempos: el retorno de Israel a su tierra, las condiciones apocalípticas del cambio climático, el abuso, contaminación y deterioro de nuestro planeta, la explotación de los recursos naturales no renovables, el creciente antagonismo de las potencias mundiales, la vigente carrera armamentista, el avance del terrorismo, todo nos dice que la historia se dirige hacia su último tramo.

Ahora el Reino de Dios vive una tensión entre el «ya y el todavía no». ¿Qué significa eso? Que el Reino ya comenzó, ha irrumpido en la historia y ha comenzado a ser visible en la vida de los hijos de Dios, de quienes han aceptado a Jesús con todas sus consecuencias, pero aún le falta el clímax histórico, el de la segunda venida de nuestro Señor, cuando se cumplan cabal y finalmente todas sus promesas. Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos a cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido (1 Corintios 13:12).

Lo que nos toca a nosotros no es quedarnos viendo el cielo; los ángeles tuvieron que reprender a los apóstoles al decirles: varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo (Hechos 1:11). Nos toca mirar nuestra misión en la tierra, vivir en el poder del Espíritu Santo de Dios para ser testigos de su gracia y misericordia. Lo que debemos hacer ahora es construir una comunidad de fe, amorosa, receptiva, amable, hospitalaria, para nosotros y para nuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare (Hechos 2:39). Nos toca generar las acciones llenas de amor y de misericordia que, como señales, le digan a la gente, a la sociedad que «el Reino de Dios, está entre nosotros».

Bibliografía

SBU (2000) La Santa Biblia Antiguo y Nuevo Testamento. (Versión Reina-Valera 1909). Corea: Sociedades Bíblicas Unida

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UN SECRETO A VOCES: LA VIOLENCIA EN LA FAMILIA

UN SECRETO A VOCES: LA VIOLENCIA EN LA FAMILIA

La  violencia es considerada un problema de salud pública por la Organización Mundial de la Salud (OMS) desde 1996, al mismo tiempo es también una violación a los derechos humanos.

Familias que sufren violencia

Desafortunadamente, la violencia familiar también está presente en las familias creyentes en Dios, porque es una práctica aprendida a partir de las creencias culturales y sociales para resolver los conflictos. De tal forma que la violencia se utiliza en la familia, en la escuela, en la calle, en los medios de comunicación, en el deporte.

La práctica de la fe debería ser un factor importante para romper con este problema, al menos eso se esperaría; sin embargo, no es así. Los últimos catorce años de mí vida los he dedicado a la atención de mujeres en situación de violencia y observo que un porcentaje significativo de mujeres proceden de familias cristianas evangélicas, donde la violencia se ejerce de igual forma que las que no profesan esta fe. Es decir, también utilizan la violencia para resolver los conflictos las personas creyentes.

Las relaciones entre los miembros de la familia generan conflictos a diario, mismos que deberían resolverse mediante el diálogo y acuerdos y no a través de la violencia.

Dos ejemplos bíblicos

La Biblia nos da un ejemplo de esta violencia en el libro de Génesis capítulo 4:4-7. Para Caín, es un problema que su ofrenda no haya sido del agrado de Dios. En realidad, Abel no tenía culpa alguna de ello, pero Caín se enoja. Dios lo busca y lo confronta con sus emociones. Su molestia no le permitió utilizar la razón para resolver el conflicto de forma pacífica, por el contrario, termina trágicamente.

Seguramente, después de este hecho, se volvió cotidiano el uso de la violencia en la resolución de conflictos, de tal forma que Génesis 7:11-13 dice: Y se corrompió la tierra delante de Dios, y estaba la tierra llena de violencia. Y miró Dios la tierra, y he aquí que estaba corrompida; porque toda carne había corrompido su camino sobre la tierra. Dijo, pues, Dios a Noé: He decidido el fin de todo ser, porque la tierra está llena de violencia a causa de ellos; y he aquí que yo los destruiré con la tierra.

La violencia ejercida entre las personas origina la destrucción de toda la tierra, porque dice que toda estaba llena de violencia. Tal pareciera que no había más remedio que terminar con las personas y todo lo creado por Dios. Sólo se salva la familia de Noé y los animales que se señalaron. Dios obró misericordia en ellos.

La violencia es un mal que progresa. Surge en el interior de las personas, se incrementa, se recrudece a diario y en muchas ocasiones termina de-sintegrando la familia.

Estos dos relatos en el mismo libro nos muestran lo antiguo que es el uso de la violencia como una forma de resolución de conflictos, que no termina con el Diluvio. A lo largo de la Biblia encontramos historias donde la violencia es la protagonista.

¿De dónde surge la violencia?

Pero, ¿dónde o por qué nace esta violencia en el seno de la familia? Por ejemplo, en el caso de la violencia contra las mujeres, una respuesta recurrente de quienes estudian este problema, señalan que esta violencia es una consecuencia de la desigualdad de género. A muchas personas, sobre todo del mundo cristiano, les cuesta trabajo comprender esto, porque lo señalan como conceptos feministas; sin embargo, la historia de Caín y Abel nos orientan en este sentido.

En el caso de la violencia en la familia, la desigualdad que origina la violencia, no sólo es entre los géneros, también se da entre hermanos o hermanas, de hijos a padres, de mujeres a hombres, y más. Caín era el primogénito, por tanto consideraba que tenía mayores privilegios. Tal vez en su historia familiar se lo hicieron creer de esa manera, así que, al momento de presentar la ofrenda ante Dios daba por hecho que la de él sería la más agradable, sólo por ser el mayor; al no resultar como suponía, se posiciona en él la frustración, por lo que en el intento de mostrar su supremacía decide agredir a Abel hasta matarlo.

Antonio Ramírez, psicólogo mexicano que trabaja en San Francisco, California con hombres que ejercen violencia, señala que el hombre violento con su pareja, tiene como objeto tenerla bajo control para obtener beneficios al disponer de los recursos de ella. Es una forma de lograr que la mujer sirva en todo al hombre. Por lo que los hombres se han convertido en cuidadores y promotores de una presunta superioridad sobre las mujeres. Cuando un hombre mantiene a una mujer desequilibrada, sin alternativas, desprovista de recursos económicos o intelectuales, desprovista de sus propias capacidades para satisfacerse a sí misma y tomar decisiones; cansada, exhausta de cuidar a toda la familia, lo que hace es preservar este modelo donde el hombre manda y la mujer se somete.

Por lo anterior señala que, «al creerse superior, va a ser violento para imponerse y mantenerse como dominante»1, por lo que él cree que está justificado para usar la violencia al imponerse como padre, esposo, proveedor, dueño, jefe, autoridad, entre otras situaciones que le darían poder.

Entonces: ¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros?, pregunta Santiago (4:1) y él mismo contesta con otra pregunta: ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros. Estas pasiones internas se desatan por mantener el poder. Culturalmente hemos aprendido que el más fuerte gana y el débil se somete; por tanto, se deberá imponer toda la fuerza para mantener esa disposición.

La violencia que sufren las mujeres

La violencia contra las mujeres es un problema universal y ancestral, que al paso de las generaciones es aceptada como «normal», considerada hasta hace pocos años como un problema de cuatro paredes, esto quiere decir que estaba prohibido quejarse o hablar del problema fuera de casa. El hogar se supone que debe ser el espacio más seguro para los y las integrantes de la familia, con la práctica del amor como esencia; sin embargo, ha sido señalado como el lugar donde las mujeres corren mayor riesgo de experimentar la violencia.2

La violencia contra la mujer se define como cualquier acción o conducta, basada en su género, que le cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico, tanto en el ámbito público como en el privado. En la definición, se señala que la violencia puede tener lugar dentro de la familia o en cualquier relación interpersonal.3

Estamos ya en el siglo XXI y pareciera que se ha incrementado la violencia familiar, pero, muchas personas diríamos que no ha aumentado, más bien es que hoy se denuncia más, ha dejado de ser un asunto de cuatro paredes; existen leyes, programas y políticas públicas a nivel federal, estatal y municipal que permiten que las personas que sufren violencia expongan la problemática que viven. Resulta paradójico que con tanto avance, las mujeres en las Iglesias locales permanezcan en silencio, ocultando la violencia en la que se encuentran. Somos parte de México y de sus encuestas que nos dicen que 7 de cada 10 mujeres en nuestro país aceptan que han tenido alguna situación de violencia en su vida4, por lo que las mujeres de nuestras congregaciones no escapan de ello.

Considero todavía mayor el problema en la comunidad evangélica, porque los conceptos religiosos aprendidos orillan a las mujeres a permanecer calladas, porque no pueden evidenciar al marido, -«qué dirán los hermanos o las hermanas», tienen temor a ser criticadas, o en otras ocasiones cuando se atreven a confesarlo al Pastor o a cualquier otra autoridad de la Iglesia, reciben en muchas ocasiones  respuestas como:  «aguante», «no lo deje, ore a Dios», «así nos pasa a muchas» «no se preocupe, luego se compone, así era mi esposo», de tal forma que estos factores contribuyen a  perpetuar  la violencia en las familias de muchos hogares cristianos.

El mayor problema de las mujeres en situación de violencia es su silencio, que es el reflejo de la indefensión, en la que han aprendido a vivir a lo largo de padecer la violencia. Los actos perpetrados hacia ellas las conduce a desarrollar mecanismos para aminorar su sufrimiento, de tal forma que se esfuerzan en darle gusto al marido, vestirse como a él le gusta, evita pedirle el dinero para el gasto, trabaja demasiado para mantener limpia la casa o para prepararle los alimentos, para lavarle y plancharle la ropa, evita que los hijos o hijas hagan ruido, entre otras cosas.

Tipos de violencia

En algunas familias, los actos anteriores están muy naturalizados. Como se viven a diario, las personas consideran que eso es normal y creen que todas las familias viven así. La violencia no sólo es el golpe, son los insultos, la descalificación, el sometimiento, el condicionar el gasto familiar, el obligarla a tener relaciones sexuales. Actualmente estos actos se han clasificados en tipos o formas de violencia.

Según las leyes mexicanas, los tipos de violencia que padecen las mujeres en el hogar son la física, psicológica, sexual, económica y patrimonial5.

La violencia  psicológica: Es cualquier acto u omisión que dañe la estabilidad psicológica de la mujer, que puede consistir en: abandono, celos, insultos, humillaciones, devaluación, decirle «que no vale nada», que es «tonta», hacer comparaciones destructivas, rechazo, amenazas, ponerle etiquetas, las cuales producen en la mujer la depresión, devaluación de la autoestima que las puede llevar hasta el suicidio. Este tipo de violencia es la más frecuente.

La violencia física: Es cualquier acto que produce daño, usando la fuerza física o algún tipo de arma u objeto, que le provoca o no lesiones; además de empujones, bofetadas, patadas, pellizcos, puñetazos, jalones de cabello, encierro, intentos de ahorcamiento ya sea con las manos o algún objeto.

La violencia patrimonial: Es cualquier acto u omisión que afecta la supervivencia de la víctima, como el robo o destrucción de sus pertenencias personales, incluyendo documentos, bienes y valores, recursos económicos. Incluye el patear las puertas de la casa de la persona afectada o de sus familiares, la ruptura de vidrios.

La violencia económica: Es toda acción u omisión del agresor que afecta la supervivencia económica de la víctima. Se manifiesta a través de limitaciones económicas, no dándole dinero o condicionándola a cambio de que se porte bien o haga lo que el marido dice.

La violencia sexual: Es cualquier acto que degrada o daña el cuerpo y/o la sexualidad de la víctima y que por tanto atenta contra su libertad, dignidad e integridad física. Ejemplos: obligarla a tener relaciones sexuales después de una discusión, llevar películas pornográficas a casa y/u obligarla a verlas, hasta la violación de parte del marido.

Los hijos, sufren violencia

La violencia que reciben las mujeres al interior de la familia tiene repercusiones para ella en diferentes áreas y un efecto traumático para las hijas e hijos que la observan.

En la familia, además de las mujeres, los hijos e hijas también la padecen y en doble sentido: uno porque observan la violencia infligida hacia la madre y, en otro sentido, cuando la reciben. El abuso infantil es mucho más frecuente que la violencia hacia las mujeres, porque también se ve como «normal» golpear a los hijos o hijas para corregirles, «solo así entienden», dicen algunas personas adultas, también señalan: «una nalgada a tiempo te ahorrará dolores de cabeza» o usamos la «vara santa» (la que se compra en la librería bíblica) que tiene inscrito el pasaje de Proverbios de «corregir al hijo con vara».

Aprendemos desde la infancia que nos corregimos con golpes. Usamos la violencia para poner límites en lugar de enseñar y aplicar reglas. Cuando la ira se apodera del padre o la madre porque su autoridad es desafiada por los hijos e hijas entonces la medida correctiva que se aplica lastima física y psicológicamente a los hijos e hijas, en ocasiones llevándoles hasta la muerte.

Consejos bíblicos para la familia

La Biblia nos orienta para encontrar salida a este problema mundial. Dios reprueba la violencia, basta sólo con leer el relato del diluvio para entenderlo; la violencia en el hogar va contra el principio de familia instituido por Dios.

La familia es el lugar diseñado por Dios para que el padre, la madre, las hijas y los hijos encuentren y ejerciten el amor, la seguridad, la comprensión, el apoyo mutuo para que se desarrollen sanamente en su amor.

El hombre y la mujer fueron creados a la imagen y semejanza de Dios, los hizo iguales ante Él, con algunas diferencias biológicas, pero iguales, para disfrutar de sus bendiciones (Génesis 1:27).

Este artículo es dirigido principalmente para personas creyentes en Dios. El apóstol Pablo en la Carta a los Efesios 5:21-6:4 deja recomendaciones precisas para toda la familia, yo agregaría o interpretaría que son puntos importantes para prevenir y atender la violencia familiar. Estas palabras las resumo en lo siguiente:

Primero.- El hombre es autoridad en la familia (como lo es Cristo Jesús en la Iglesia), para guiarla, cuidarla, protegerla; por tanto, es autoridad para amar a la mujer y cuidarla como a su propio cuerpo. Pablo en ningún momento habla de someterla, sobajarla y mucho menos golpearla.

Segundo.- La mujer sujeta al marido, es decir pegada o sostenida en él, en obediencia a un hombre que la cuida, la protege, le enseña y la santifica. La sujeción se debiera dar de forma natural porque el hombre actúa con el cuidado y amor que Dios le ha encomendado. Pablo no dice que la mujer debe soportar de su esposo los golpes, insultos, descalificaciones o hasta amenazas de muerte.

Tercero.- A padre y madre les recomienda que guíen a sus hijos en disciplina (reglas) y amonestaciones del Señor. Tampoco dice Pablo que se disciplinen con golpes; al contrario, les dice que no provoquen ira en sus hijos.

Cuarto.- A los hijos e hijas les pide que sean obedientes al padre y a la madre, pero además refuerza el sentido de igualdad para ambos cuando dice que se honre a padre y madre, entiendo que es honrarles por igual, no más al padre porque trae el dinero o más a la madre porque es quien da a luz a los hijos e hijas.

S.O.S. ¡Salvemos a la familia!

Somos hijas e hijos de Dios con entendimiento, con compromiso de amar a Dios y nuestra mejor muestra de amor hacia Él, es nuestra obediencia; por lo que, les invito a reconstruir nuestras familias a través del conocimiento de la Palabra de Dios, que nos guía a reconocer nuestros pecados para arrepentirnos y cada día disfrutar de la vida en abundancia que nos vino a ofrecer nuestro Señor Jesucristo.

Hombres y mujeres valemos por igual ante Dios (no hay judío, no hay griego, no hay hombre, no hay mujer), somos parte de su esencia, comprados con sangre. Miremos al frente, hagamos un análisis de nuestras relaciones en el hogar, ¿cómo vivimos?, si hay violencia es tiempo que nos humillemos ante Dios, para que Él sane a nuestra familia.

Pongo a sus órdenes la Organización en la que atendemos a víctimas de violencia:

Fundación Luz y Esperanza A.C.

Domicilio: Calle 6 de enero, 104, Colonia Centenario. Saltillo, Coahuila.

Teléfono (01) (844) 4 10 53 72 y 4 81 76 57

e-mail: rmsalazarr@hotmail.com

Bibligrafía

1 Violencia Masculina en el Hogar. Felipe Antonio Ramírez Hernández. Pax México. 2000

2 Estudio multipaís de la OMS sobre salud de la mujer y violencia doméstica contra la mujer: primeros resultados sobre prevalencia, eventos relativos a la salud y respuestas de las mujeres a dicha violencia: resumen del informe. http://apps.who.int/iris/bitstream/10665/43390/1/924359351X_spa.pdf

3 Convención Interamericana Para Prevenir,  Sancionar y  Erradicar la Violencia Contra la Mujer  “Convención De Belem Do Para”.

4 Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH)  2011. Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI)

5 Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia. Artículo 6.

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