Fe, religiosidad y cultura

Fe, religiosidad y cultura

Por: Hno. Jesús Alfredo Trejo Treviño

Introducción

La revisión del tema de la fe, nunca dejará de ser una cuestión relevante para la praxis cristiana; por ello siempre será útil repensar lo que ya sabemos sobre ella. La Escritura señala enfáticamente: Sin fe no hay encuentro con Dios (Hebreos 11:6); quizá porque el encuentro con el verdadero Dios también precisa de una fe verdadera. 

En primer lugar debemos anotar que la fe usa dos vehículos principales para expresarse: (1) La espiritualidad y (2) la religiosidad. Y aunque espiritualidad y religiosidad están relacionadas, evidentemente no son lo mismo.

La religiosidad se compone de todos aquellos estereotipos que ayudan a “materializar” la fe y cuyo objetivo primordial es exteriorizar la piedad y la devoción hacia Dios (oración, ayuno, lectura de la Biblia, los cantos, etc.). Y en su caso, la religiosidad individual o comunitaria, es una forma de expresión de la fe que va amoldándose a los condicionamientos de la época; es decir, puede ir cambiando según el contexto cultural inmediato.

Por otro lado, la espiritualidad es como una brújula interna en la persona, la cual se compone principalmente de valores y convicciones esenciales que constituyen la guía para el comportamiento del creyente. Valores como el amor, la solidaridad, el perdón, el servicio, la justicia, la bondad, la verdad y otras similares, son elementos que fundamentan la espiritualidad. Pero al contrario de la religiosidad, la espiritualidad se mantiene intacta todo el tiempo, no cambia ni se condiciona por nada. Sin embargo, lo importante es que tanto la espiritualidad como la religiosidad se mantengan siempre perfectamente alineadas respecto a la fe.

Luego entonces la fe es la base tanto para la espiritualidad como para la religiosidad, pero ¿cómo debe entenderse la fe? Y ¿cómo debe comprenderse la vinculación de la fe con aquellas? Para dilucidar sobre este asunto, debemos remontarnos hasta la época del primer siglo, justo cuando estaba gestándose el nacimiento del movimiento cristiano; y justo cuando una figura dominaba el pensamiento y las prácticas religiosas de aquél entonces: La figura de Moisés. 

Moisés fue el instrumento por el cual Dios otorgó su ley al pueblo elegido. De manera que, en tiempos de Jesús, la existencia y todas las prácticas giraban en torno al cumplimiento de esa ley dada por Dios.

Pero ya desde sus comienzos el cristianismo buscaba cómo establecer una conexión entre el seguimiento a Jesús el Mesías y todas aquellas antiguas tradiciones que componían su grandiosa herencia. Para ello tenían que buscar una figura a la cual anclarse; una figura que sumara en la construcción de su identidad en Cristo, aunque nunca alejados del mismo y único Dios verdadero. 

Y como el tema de la fe se constituyó como un elemento central esencial para la vida de la nueva comunidad, entonces encontraron en Abraham a la figura que necesitaban, y desde allí, desde la experiencia de Abraham, pudieron conectar el seguimiento a Jesús el Mesías con aquella gran herencia en común.

Abraham, el prototipo de la fidelidad a Dios

Sin duda el patriarca Abraham constituye un prototipo/modelo para la fe; es decir, esa actitud confiada y segura de abandonar la existencia en las manos de Dios. De hecho, con Abraham se abre el camino para lograr una auténtica experiencia de Dios; una experiencia genuina que no nace de la ley sino solamente de creer confiadamente a la promesa de Dios. Y aunque ciertamente la ley vendrá después, en Abraham la experiencia de fe ya ha nacido, ya ha tenido lugar. Y esa fe auténtica (fe como la de Abraham) reclamará su lugar y preeminencia en cualquier época posterior.

Pero la fe es mucho más que algo intelectual o conceptual. Tener fe es ser fiel, pues esencialmente se trata de una experiencia que incluye el creer y el obedecer.

¿Por qué Abraham?

Abraham es un personaje clave en la tradición cristiana transmitida en los Evangelios. Y aunque son varios los personajes del Antiguo Testamento que tienen relevancia en la tradición evangélica, tres son los que tienen prominencia para la significación del ministerio de Jesús: David, Abraham y Moisés. Estos tres personajes impactarán la tarea de Jesús, pero cada uno lo hará de manera distinta: 

1. Moisés porque mayormente representa la data y promulgación de la Ley.

2. Abraham porque representa la promesa divina de bendición universal.

3. David porque marca el linaje del cual nacería el Mesías prometido.

Ahora bien, la prominencia del personaje Abraham se destaca en el Nuevo Testamento, y con especial énfasis en la obra lucana; es decir, tanto el evangelio de Lucas como el libro de los Hechos, señalarán la íntima conexión entre la salvación y el cumplimiento de la promesa abrahámica; un tema desarrollado ampliamente también en la teología paulina.

En la perspectiva cristiana, la fe de Abraham viene a ser el prototipo/modelo para toda persona que aspira a encontrar un sentido de vida más allá de los esquemas religiosos y culturales provistos por el medio ambiente. Porque dentro de ese horizonte de la fe genuina, Abraham y Jesús vienen a ser hombres universales, pues encarnan una experiencia de Dios que se vuelve el paradigma para cualquier ser humano sobre la tierra.

Al observar el proceso de fe de Abraham, debemos notar varias cosas:

1. Abraham es llamado cuando él mismo ya había vivido la mayor parte de su vida arraigado a sus propias tradiciones, creencias y costumbres. Pero aun así fue invitado por Dios para descubrir algo más allá de solo eso. Dios elije a Abraham, a pesar del gran legado cultural y religioso al que pertenecía. Veamos algunos aspectos del trasfondo cultural de Abraham:

a. Ur de los Caldeos, fue un importante centro urbano de la civilización Sumeria que data aproximadamente del año 4,000 a. C.; y cuyos vestigios fueron localizados por los arqueólogos a unos 300 kilómetros de Bagdad, en el actual país de Irak. Sus ruinas comenzaron a excavarse a principios del siglo pasado, y ahí los investigadores descubrieron una construcción religiosa denominada zigurat, que era una especie de torre donde los antiguos sumerios ofrecían sus ofrendas a sus dioses.

b. Una de las formas de adoración que tenían los pastores sumerios para venerar a sus dioses, era ofreciendo y quemando animales de rebaño sobre lugares altos.

c. Los sumerios también eran muy aficionados a la astronomía y a la numerología (para ellos el número 12 tenía un significado muy importante); y en sus observaciones, los sumerios se percataron de que el movimiento del sol en su ciclo anual cruzaba por el zodiaco, así que las doce “casas” del zodiaco se convirtieron en los doce meses que componían el ciclo anual; y el curso de un día entero lo dividieron en dos grupos de 12 horas, obteniendo así el total de 24 horas que componen el día actual; y también dividieron cada hora en 60 minutos.

d. Con el progresivo desarrollo de la religión, fue en el ritualismo sumerio donde comenzaron a establecerse los primeros clanes o familias sacerdotales, las cuales adquirieron notable relevancia como funcionarios únicos y especiales en la intermediación con sus dioses.

2. Pasando a la experiencia de Abraham observamos otra peculiaridad, tal fue el desafío del desarraigo: “Sal de tu tierra y de tu parentela”. Sin importar la edad, Abraham es desafiado a construir una nueva identidad; y Dios no solo le cambia el nombre sino también le habría de impulsar hacia una serie de experiencias que le harían entrar en crisis; sin embargo, de toda esa dificultad experimentada por Abraham emergería la fe y la verdadera dependencia y confianza en Dios. Y por eso Dios mismo se expresaría de Abraham como “mi amigo” (Isaías 41:8).

3. Pero la obediencia incondicional de Abraham le traería una doble recompensa: Primero, la recompensa de corto plazo que era la de tener descendencia (el anhelado hijo para su amada, aunque estéril esposa); y segundo, la recompensa de un bien superior y eterno, un bien inalcanzable por cualquiera de los méritos humanos: Yo, el Señor, bendeciré a todas las familias de la tierra; y me conocerán como su Dios y yo les cuidaré como mi pueblo (Génesis 12:3; 28:14).

Por lo anterior (y en la conformación de la identidad del pueblo israelita), no es accidental que la experiencia de fe de Abraham y la promesa de bendición universal antecedan a la promulgación de la ley y a todo el posterior y complejo sistema religioso. De este modo, puede entenderse claramente que la experiencia de fe deba ser considerada como precedente y base para cualquier esquema religioso posterior, y no al revés.

Así entonces, la fe de Abraham, es decir, la confianza básica e incondicional en Dios, es lo que realmente desencadena la posibilidad de conocer al Dios verdadero, y lo único que permite experimentar la gracia divina; gracia no alcanzada por la intermediación de ningún acto religioso sino solamente por esperar en Dios y creer a Su promesa; una verdad predicada insistentemente por los profetas, y una verdad que siglos más tarde el gran apóstol Pablo conceptuaría y desarrollaría como “justificación solo por fe” (Romanos 1:17; 4:16).

El legado de Abraham y la conformación de la identidad cristiana

La fe entonces resulta el ingrediente especial y básico para las relaciones con Dios. Por ello, Jesús una y otra vez destacó el valor profundo de la fe a sus oyentes y a toda persona que acudía a Él para obtener la sanidad, el perdón y la restauración.

¿Cómo podríamos entender el ministerio de Jesús, si este no estuviera asociado con una experiencia auténtica de Dios; con una dependencia incondicional y guiada por la fidelidad y obediencia hacia el Padre?

Pero el actuar de Jesús nos muestra todos los efectos prácticos de la fe verdadera:

– Celo por Dios y por cumplir su voluntad (un celo claramente opuesto al de los fariseos).

– Un amor y entrega incondicional a Dios, reflejado en una apertura ilimitada hacia todo ser humano.

– Una unidad y solidaridad que rebasa cualquier tipo de frontera (racial, social, cultural).

Entender bajo estas directrices el acto de fe mostrado por Jesús, es aprender a liberar la fe de todos los condicionamientos habituales; porque la fe genuina es un acto tan puro, que nunca puede quedar atrapada por las tradiciones, los esquemas religiosos, la geografía, o la etnia. Pues la necesidad que nos lleva a conocer y experimentar lo trascendente, brota como una experiencia totalmente íntima, consciente y personal. Y dicha experiencia, repetimos, está al alcance de cualquier ser humano. Porque la fe contiene ese matiz de gratuidad, la gratuidad de que Dios se ha querido mostrar y entregar en la persona de Jesús el Mesías: Puestos los ojos en el autor y consumador de la fe (Hebreos 12:2).

La Iglesia y el reto actual de fructificar en la verdadera fe

Hoy la iglesia está obligada a descubrir el balance entre fe, espiritualidad y religiosidad. Y para emprender dicha tarea eficazmente, debe hacerlo en comunidad. Porque la esencia de ser iglesia es actuar siempre en comunidad.

Pero la Iglesia no debe caer en el mismo error del pueblo israelita y pensar en apropiarse de Dios y de su gratuidad. Debemos aprender que la experiencia de la fe en Dios no tiene patente; la fe en Dios fue algo que el judaísmo no pudo apropiarse o monopolizar; y quizá el cristianismo tradicional tampoco podrá hacerlo. Porque la fe es un regalo que Dios da a todo ser humano, sin importar raza, geografía o época. Y ciertamente se cumplirá lo dicho por Dios al patriarca Abraham: En ti bendeciré a todas las familias de la tierra.

Por lo tanto, como Iglesia no debemos convertir a la evangelización en un proceso de inculturación religiosa, o en un proselitismo superficial. Porque la tarea principal de la Iglesia es provocar en las personas el descubrimiento de la fe auténtica y la experiencia viva y real del verdadero Dios. 

Para ello, como Iglesia siempre debemos renovarnos y examinar constantemente nuestras costumbres y formas, y preguntarnos si tales nos acercan más a Dios o simplemente nos mantienen ocupados. Evitemos quedar atrapados por la costumbre y la rutina. Pues persistir en una actitud mecánica y rutinaria aumentará el riesgo de caer en una práctica religiosa que solo terminará por ser enajenante.

Si la experiencia de la fe no produce fruto evidente y palpable, entonces ¿dónde quedará el sentido de “ser iglesia”? Sigamos adelante inspirados en el modelo por excelencia: Jesucristo. Pues Jesús es el balance perfecto entre fe, espiritualidad y religiosidad.

Conclusión

La fe verdadera, la fe pura, es experiencia, es cambio, es renovación continua y progresiva; es la vivencia real de la revelación bíblica. La fe pura es fruto, es crecimiento, es madurez, es encuentro con Dios. La fe pura es sensibilidad con el prójimo y es espiritualidad auténtica. Es, en suma, cristianismo real.

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Ya me bauticé… ¿Ahora qué?

Ya me bauticé... ¿Ahora qué?

Hna. Juanita Guzmán Lucio

Y estoy seguro de que Dios, quien comenzó la buena obra en ustedes, la continuará hasta que quede completamente terminada el día que Cristo Jesús vuelva (Filipenses 1:6, NTV)

Seguramente identificas con gran facilidad este signo: ®, efectivamente, significa Marca Registrada y precisamente se utiliza en los productos que, una vez diseñados, creados y comprobados por el propósito de su uso, se publican para su promoción, generalmente para venta. Con este logo evitan el plagio; pues han sido registrados legalmente ante las autoridades correspondientes. Pueden ser libros, películas, artículos literarios, canciones, pinturas, objetos, etcétera. Así se define que no es un artículo genérico (no garante, de origen desconocido, “del montón”), sino legal (las autoridades dan fe de su autenticidad y pueden identificar su origen). También existe el término jurídico que se describe como derechos de autor o creador de una obra, con el fin de librarlo de estafas y reproducciones ilegales.

Algo semejante nos pasa a los cristianos. Conociendo a Dios y aceptando a su Hijo amado Jesucristo como Salvador, Él ejerce potestad sobre nosotros y nos pone un sello de propiedad. Somos de Él porque Él nos hizo y no nosotros a nosotros mismos (Salmo 100: 3), somos suyos, ya que fuimos comprados por la sangre preciosa de su hijo amado Jesús (1 Corintios 6:20), le pertenecemos y nos ha constituido en templo de su Espíritu Santo (1 Corintios 6:19). Cuando Dios determina nuestro propósito en esta vida y somos bautizados, nos pone el sello de marca registrada ® y derecho de autor; a partir de ahí viene una serie infinita de experiencias que nos van fortaleciendo en todas las áreas de nuestra vida.

Al igual que todas las obras registradas legalmente ante autoridades terrenales y que empiezan su vida productiva; el cristiano inicia su carrera espiritual a partir del bautismo. Esto es solo el comienzo, ya que Dios abre puertas para prosperar en el camino del Evangelio. Somos como árboles que damos fruto a su tiempo (Salmo 1:3). Juan el Bautista declara públicamente que su bautizo es en agua para arrepentimiento, pero Jesús bautiza con Espíritu Santo y fuego (Mateo 3:11). Cristo Jesús ordena a sus discípulos, ya bautizados, esperar el derramamiento del Espíritu para emprender su misión. Hay mucho qué hacer después de bajar a las aguas del bautismo.

Son muchos los que piensan que el bautismo es el punto máximo en la vida del cristiano, y que después de eso ya no hay nada que hacer. Esta idea lleva a que muchos jóvenes vivan pasivamente su fe. Algunos otros terminan por apartarse de la congregación pues pareciera que ya no hay nada que hacer. Sin embargo, después de bautizarnos hay un sinfín de experiencias que vivir; el camino del crecimiento en la fe es largo y sinuoso; el mismo Jesús empezó su ministerio después de ser bautizado. 

Cuando se recibe el sello del Creador, la profesión de fe se inicia lo que el apóstol Pablo llama “carrera” (1 Corintios 9:24-27).

Estilo de vida cristiano después del bautismo

Somos vasos de honra creciendo en santidad. Si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra (2 Timoteo 2:21). Somos receptores del Espíritu Santo y Dios se vuelve el centro de nuestro universo, con lo que damos prioridad a lo espiritual y actuamos como Dios desea. Para saber la voluntad de Dios es necesario leer diariamente la Biblia, escuchar predicaciones de la Palabra de Dios y orar frecuentemente; así ofrecemos agua fresca y viva al sediento. En los tiempos de Jesús, la gente misericordiosa ponía afuera de sus casas vasos de agua fresca para que los caminantes, viajeros y extranjeros que pasaban por el lugar se refrescaran un poco con la vital bebida. Hoy somos vasos de misericordia al brindar Palabra de Dios al necesitado.

Somos templo del Espíritu Santo y fuente que salta agua para vida eterna (Juan 4:14) 

Es natural que se manifiesten los frutos del Espíritu, como amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza (Gálatas 5:22–23) y podamos controlar nuestra naturaleza humana para no ahuyentar o entristecer al espíritu (Efesios 4:6) pues es nuestro sello de garantía de la eternidad ®.

Somos portadores del mensaje de salvación

El cumplimiento de La Gran Comisión asignada por Nuestro Señor Jesús en Marcos 16:15-18, para que el mundo crea en Dios y sea salvo, es la tarea que debe ocupar la mayor parte de nuestro tiempo, ya que es prioridad en nuestra vida diaria, sea el lugar que sea: vecindad, escuela, trabajo, mercado, calle. Cada día tenemos la oportunidad de compartir la Palabra de Dios al mundo. Y la mayoría de las personas, conocidas o no, están dispuestas a escuchar, ya sea por educación o interés. Son grandes oportunidades de extender el reino de Dios y su justicia. Todo depende de Dios (1 Corintios 3:6).

Somos profesionistas del Espíritu Santo (1 Corintios 12:1-28)

Dios nos da el Espíritu Santo y los dones para que los administremos y pongamos en práctica para ayudar a la sociedad en sus problemas espirituales, y que encuentre el camino de la salvación. En el versículo se señalan diversas profesiones de fe y debemos desarrollarlas integrándolas a nuestra profesión terrenal. El consejo que nos da la Palabra de Dios a través del apóstol Pablo es que procuremos los mejores dones (1 Corintios 12:31).

La gran consigna: continuar creciendo como discípulos de Jesús

Nuestro desarrollo espiritual es vital, a fin de alcanzar la madurez cristiana dando evidencia y testimonio de la vivencia del reino de Dios: Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, a la condición de un hombre maduro, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo (Efesios 4:13).

Conclusión

Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente, apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don de lenguas (1 Corintios 12:1-28).

Con esta larga lista de trabajos espirituales comprobamos que “no hay descanso hasta el llegar…”, como dice el himno. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados. Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás (2 Pedro 1:8-10).

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Andad en la verdad

Andad en la verdad

Min. Ausencio Arroyo García

No tengo yo mayor gozo que este, el oír que mis hijos andan en la verdad.

(3 Juan 4)

En la actualidad, invocar la necesidad de la verdad puede implicar el riesgo de ser catalogado como hereje, el relativismo absoluto ha ganado adeptos en todas las esferas de la sociedad y es incluso una expresión dentro de ciertas teologías cristianas. La verdad que creemos; sostienen algunos, es una verdad parcial, temporal y construida en un momento histórico de una sociedad. En lugar de ser movidos a la búsqueda de un relato trascendente, infinito y sublime se pretende que las creencias se asienten sobre un yo individual, frágil, enfermo y torcido que se dice a sí mismo ser lo único real. Frente a esta situación, qué comunica el Evangelio a una generación que escucha con sus ojos y piensa con sus sentimientos.

Para mostrar las diferentes formas de pensamiento entre las etapas culturales, se hizo la siguiente comparación tomada del deporte: Un árbitro de béisbol (umpire, ampáyer) premoderno habría dicho algo como esto: “Hay bolas, y hay strikes y los llamo como son”. El modernista habría dicho: “Hay bolas y strikes, y los llamo como los veo”. Y el árbitro posmodernista diría: “No son nada hasta que yo los llame” (citado en “Telling the truth” D. A. Carson Ed. 2000, p. 20). Esto plantea que la realidad depende del sujeto. El posmodernista enmarca la realidad nombrando aspectos a su antojo ya que su postulado consiste en que el hombre es la medida de todo. No se requiere que diga la verdad puesto que para muchos no existe tal.

La verdad en la revelación bíblica

El término hebreo emet se traduce como: Verdad, exactitud, objetividad, certeza; sinceridad, veracidad; honradez, imparcialidad, justicia; lealtad, fidelidad. Como adjetivo: verdadero, auténtico, genuino, fidedigno, estable, legítimo, válido; honrado, sincero, veraz. En el Antiguo Testamento dominan los significados de “verdad” como correspondencia a la realidad y al pensamiento, y de “honradez, lealtad”. Lo que se dice es verdadero o cierto, el hecho ha sucedido y el informe es fidedigno; la sentencia responde a los hechos y es imparcial; el testigo es veraz y fidedigno. Se opone a lo falso, ficticio, engañoso, ilegítimo. Si responde al pensamiento, la expresión es sincera o veraz; si responde a la intención, la promesa es de fiar y su autor es fiel; si uno responde a sus criterios, es íntegro, coherente; si una decisión responde a la autoridad, el mandato es legítimo, válido (Diccionario hebreo-español, Luis Alonso-Schökel, Trotta, 1999, p. 76).

En el Antiguo Testamento la verdad está asociada con emunah (fe o confianza) que expresa lo que es firme, lo que se mantiene, pero no en el caso de un objeto sino la decisión del hombre o de Dios respecto a otras personas. En este sentido, la verdad significa fidelidad, confianza, lealtad, conducta recta o sinceridad. Cuando se habla de la Verdad de Dios se señala su lealtad a la alianza, la cual se manifiesta en su actividad en la historia humana. La verdad es la decisión y firmeza con la que Dios mantiene su palabra y hace que se cumpla lo anunciado por Él en la historia. El pensamiento hebreo no juzga la conducta según una norma abstracta, sino de acuerdo con la relación comunitaria en la que cada miembro debe dar muestras de su lealtad.

Las personas en las que se puede confiar son calificadas de verdaderos (emet), en tanto sean personas fieles y rectas. En el Antiguo Testamento no se encuentra “emet” unido a verbos de percepción sino a verbos que implican actuar o experimentar. La verdad, en el pensamiento hebreo, no se puede decir que es, sino que acontece. Se puede afirmar que la verdad es aquella conducta que cumple determinada expectativa o exigencia, la cual se sostiene por la confianza dada. En esta concepción también alude al futuro como en el caso de los profetas; la verdad no es algo que se refiere a las cosas ocultas que se develan o descubren; verdad, es aquello que va a ocurrir en el futuro.

El dominio actual de lo aparente

En el entendimiento de muchos, la verdad consiste en la preferencia subjetiva de cada persona. Creen que la idea de que algo que aparenta ser verdad es más importante que la propia verdad. En el fondo, los dichos pueden ser mentiras; sin embargo, la forma que lo presentan hace creer como si todo fuera verdad, se pueden arreglar fotos, distorsionar, inventar o parcializar noticias o bien, se pueden presentar datos inventados o deformados sobre personas y se llegan a establecer como verdad en el conjunto de ideas de los escuchas o lectores. De esta manera, se involucran más las emociones que la razón para hacer creer que es real, no importando si se puede comprobar o no. A esto se le ha llamado posverdad.

La posverdad implica las noticias falsas (fake news), lo cual consiste en que la información rigurosa y la mentira conviven en el mismo espacio. El objetivo es enfangar, dificultar las diferencias e introducir una visión cínica de las cosas, para promover la desinformación. Así se ha vuelto común la tendencia de mentir de forma sistemática. El entorno social está impregnado de “mentiras blancas”, las cuales enuncian algo que en sí no es falso, pero que deja de lado una parte de la verdad. Esto es muy común en las redes sociales, cuando los participantes construyen una imagen de su persona que no corresponde con la realidad, sino que solo refleja cómo quieren ser vistos, para ello se deben ocultar sus aspectos desagradables o negativos. Esta forma de presentar información se considera aceptable en lo social, se elogian como astucia o medio para un supuesto bien mayor; esto es, la pretendida buena fama del usuario.

Las afirmaciones que son fake news también pueden ser en el fondo “mentiras negras”, como las que se enuncian, sabiendo que es falso con el fin de crear la narrativa social o grupal para manipulación de las personas. Esta forma de encarar la comunicación, a la larga, aniquila la confianza del tejido social. En este entorno se ha vuelto común la calumnia. La calumnia es una declaración poderosa que alimenta al morbo y la maldad intrínseca de los seres humanos, es capaz de convertir a cualquiera en culpable de un hecho que jamás cometió, es una construcción diabólica que adquiere vida propia. Quien llega a creer en ella es casi imposible de que cambie su percepción. Esto se debe a que el escándalo lo mueve todo. Para que una información logre la propagación deseada debe ser estridente, si desprestigia o acusa a alguien y es escandalosa tiene más probabilidades de triunfar. Escándalo es el dicho o hecho que causa gran asombro en alguien por considerarlo contrario a la moral o a las convenciones sociales. No importa la verdad sino los likes o seguidores que logre. Al acusar a alguien se desata una violencia poderosa en su contra. Cuando esto ocurre, el mal está hecho, contamina el ambiente moral y se disemina el virus. En nuestro entorno cultural es más importante una noticia dañina ofensiva que hacer un bien. Ante una acusación es muy difícil defenderse. Se dice que la calumnia es un monstruo que camina solo. 

La gente no cree en nada, por eso le es más fácil creer en las supuestas verdades que enuncian escándalos. Las noticias falsas se propagan seis veces más rápido que las verdaderas (ver el documental: “El dilema de las redes sociales”). El sistema privilegia las noticias falsas porque son más rentables para las compañías que las difunden, gracias al clickbait o gancho publicitario. Sin embargo, las noticias falsas son como la comida basura, sacian al minuto, sobre estimulan las neuronas, pero son calorías vacías; lo peor es que a los pocos minutos el consumidor quiere más. Resulta que la verdad es aburrida pero las noticias falsas están erosionando el tejido social. Estamos dejando de confiar el uno en el otro y han aparecido muchos odiadores conocidos como haters, por el término en inglés, que lanzan expresiones venenosas a diestra y siniestra. Frente a esto nos cuestionamos sobre el carácter que debemos mostrar los cristianos, los seguidores del Dios que guarda el pacto y cumple sus promesas, que se fundamenta en la verdad de sus dichos.

Daños morales irreparables

Las noticias falsas o la manipulación de los datos están provocando graves daños en las personas que llegan a ser el blanco de intenciones perversas, al ser denostadas o desacreditadas en su identidad o su dignidad personal. Los individuos llegan a ser objeto de hostigamiento, humillación por exhibición de lo privado o ataques verbales virulentos a su integridad, esto se debe a que los hablantes o escribientes piensan que les asiste el derecho de decir lo que sienten o piensan.

Un buen ejemplo de cómo se puede destruir la reputación, el estado emocional y las relaciones de una persona lo vemos en “La cacería” (Película danesa del director Thomas Vinterberg, 2012). Presenta la historia de Lucas, un docente que trabaja de manera temporal como asistente en un jardín de infantes. Se trata de un hombre solitario, pero muy querido en la pequeña comunidad en la que habita. Se ha divorciado hace poco, tiene un hijo adolescente que lo idolatra, y su única afición que sale un poco de lo común es participar en temporadas de caza. Las otras docentes y hasta los niños se rinden ante el atractivo y la discreta seducción de Lucas, empieza un noviazgo que parece hacerle muy bien. Hasta que su mundo se derrumba por completo. Una pequeña y encantadora niña de su salón se siente traicionada por el protagonista y asegura que él se ha propasado. No es difícil entender por qué la directora de la escuela, la familia de la chica y el pueblo en general le creerán a la “víctima” e iniciarán una cruzada efecto “bola de nieve” contra el “victimario”. La gente le será hostil de formas diferentes, para ellos es culpable, están dispuestos a deshacerse de él, la policía le lleva detenido, pareciera el final de este buen hombre, pero lo salva el hecho de que las narraciones de los niños no coinciden con la realidad, pues afirman que los acosos ocurrieron en el sótano de su casa. La casa de Lucas no tiene sótano. Todo era una fantasía, no tan inocente, de una niña, que se extendió por efecto psicológico en otros infantes. Al final se reconoce su inocencia; sin embargo, tendrá que vivir con la carga de miradas acusadoras, solo su carácter le mantendrá de pie. La gran lección es que: «¡En la era de la posverdad, cualquiera puede ser la siguiente víctima!» —Susan Crowley.

De forma lamentable, todos llegamos a ser cómplices del mal, podemos estar entre los que linchan, pero también entre los que son linchados. La posverdad es una distorsión deliberada de una realidad que manipula creencias y emociones con fin de influir en la opinión pública y en las emociones sociales.

Factores que la favorecen

Algunos pensadores ven el origen de esto en la idea de que el fin justifica los medios, se deja de lado el reconocimiento del valor intrínseco de las personas y se sobrepasan los límites del respeto del honor y la dignidad del otro al perseguir supuestas ganancias convencionales. En buena medida, esta condición funciona por la pereza mental de muchos de nosotros para evitar pensar o indagar si las declaraciones corresponden con la realidad. A lo que encaja con lo que pensamos o deseamos oponemos menos resistencia.

El manejo convencional de los datos para conformar una narrativa lleva a la crisis de la verdad. La exigencia intrínseca de que las declaraciones que hacemos correspondan con los hechos perdió relevancia y pareciera que lo importante es solo la construcción de la imagen. Desafortunadamente este criterio impacta, no siempre de forma evidente, pero sí de manera profunda, en una crisis de carácter. Lo que se está estableciendo como criterio dominante en el esquema de relaciones es la hipocresía moral o simulación. Si nos movemos con el postulado de que lo que cuenta es la opinión personal y no el hecho concreto, entonces, estaremos en un mundo de percepciones, no de actos y datos precisos. Las percepciones son subjetivas, efímeras y muy susceptibles de error.

Si dejamos de lado la necesidad de la verdad seremos presa de la manipulación en diferentes ámbitos: políticos, económicos, de relaciones, culturales e incluso religiosos. Personas sin escrúpulos engañan a muchos ingenuos, les venden la idea de un futuro mejor, pero en realidad les arrebatan su inocencia y su libertad. Por la falta de exigencia de la verdad de los mensajes, la gente termina siendo objeto de estafas y fraudes. Otros son lastimados en su honorabilidad al confiar en personas que aparentan querer el bien, pero son fabricantes de ilusiones.

La perspectiva paulina

El apóstol Pablo muestra la integridad de sus propósitos y sobre el contenido de su mensaje: Antes bien renunciamos a lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia, ni adulterando la palabra de Dios, sino por la manifestación de la verdad recomendándonos a toda conciencia humana delante de Dios (2 Corintios 4:2). 

Pablo se opone a los sofistas. Los sofistas eran pensadores que, desde el siglo quinto antes de Cristo, se dedicaban a enseñar principalmente retórica, o sea el arte de hablar bien, y de la erística, o arte de persuadir y convencer. Su objetivo era darles la formación necesaria a los jóvenes, para que fuesen los líderes de la política. Los sofistas no creían en el ideal de la verdad absoluta, más bien, priorizaban el concepto de utilidad, enseñando que la principal virtud que se debía buscar era la capacidad de ser eficaz ante las masas.

Para el sofismo, toda moral y cultura proviene del hombre. Esta postura los llevó a romper con el pensamiento tradicional y desarrollaron el escepticismo y relativismo subjetivo. Creían en el carácter funcional del lenguaje y en que no existe un conocimiento válido y necesario, y esta forma de pensar los convirtió en los primeros en incursionar en una teoría del conocimiento. Fueron hábiles para manipular a las personas. Si contamos con la habilidad de seducir y engañar, podemos lograr que la gente haga lo que pretendemos, pero las intenciones egoístas, de tomar a los demás como cosas para nuestros fines no es aceptable a los ojos de Dios, ya que su esencia es la verdad (emet).

Andemos en la verdad 

Hoy, más que nunca, somos llamados a andar en la verdad. No tengo yo mayor gozo que este, el oír que mis hijos andan en la verdad (3 Juan 4). Andar en la verdad es actuar de forma confiable, es responder a Cristo de forma adecuada y es mantener la rectitud del habla, motivación y acción. Resistamos la ligereza de la posverdad para marcar la diferencia.

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Luz en tiempos de dolor

Luz en tiempos de dolor

Hna. Inés García Juárez

Sabemos que la luz y la oscuridad son parte de la vida, sin embargo, cuando lleguemos a sentir el más espantoso dolor o experimentemos la más terrible oscuridad, recordemos cuán importante es la luz de Jesús para iluminar nuestro camino. Abandonemos la confianza en nuestras fuerzas y aprendamos a depender únicamente de su maravillosa luz, que nos descubre a través de su evangelio las promesas de renovación y salvación. ¡Oh, Jehová, Dios de los ejércitos, ¡restáuranos!, Haz resplandecer tu rostro, y seremos salvos (Salmo 80:19).

Una de las mayores dificultades con las que se ha enfrentado nuestra moderna y avanzada humanidad en pleno siglo XXI, es la pandemia COVID-19, que ha registrado un gigantesco cambio en la historia de todo el mundo, llenándonos de incertidumbre ante el futuro. Desafortunadamente la modernidad, la tecnología, las grandes conquistas del espacio y los grandes esfuerzos que día con día hace la ciencia, no han sido suficientes y de pronto perdimos el control, que creíamos tener, de la realidad que nos rodeaba, quedando vulnerables ante una situación que nos ha rebasado.

Muy pocas veces la humanidad entera se ha enfrentado a su propia fragilidad. La sensación de seguridad, que podían tener las empresas, las familias o los gobiernos, desapareció en un instante debido a esa inesperada nube de oscuridad que se cierne sobre todas las naciones y que ha colocado al hombre frente a su realidad. Lo que le ha llevado a tomar medidas de restricción en diferentes actividades laborales, educativas o religiosas; todo con el fin de disminuir el contagio del virus. Esto ha ocasionado un enorme caos emocional, primeramente, por el temor a enfermar y morir, en seguida, por la falta de empleo y el distanciamiento de amigos y familiares que funcionan como una red de apoyo emocional.

Todos, en mayor o menor grado, hemos sufrido algún tipo de pérdida; el fallecimiento de un ser querido, la pérdida de la salud o de un bien material, inclusive pérdidas intelectuales a causa de la edad o la muerte de una mascota, lo cierto es que, el dolor y el sufrimiento son inevitables, ambos son humanos y nos llevan a vivir el duelo como un proceso de adaptación emocional, cognitiva y conductual que se percibe como la respuesta ante una pérdida, misma que nos desequilibra emocionalmente y nos inunda de dolor, por lo que es necesario desahogarnos.

Expresa tu sufrimiento

Algunos personajes en la Biblia se expresaron en medio de la crisis:

Cansado estoy de llamar; mi garganta se ha enronquecido; han desfallecido mis ojos esperando a mi Dios (Salmo 69:3).

Cuando esperaba yo el bien, entonces vino el mal; y cuando esperaba luz, vino la oscuridad (Job 30:26).

Nunca será fácil atravesar por momentos de oscuridad, pero cuando el dolor y el sufrimiento se apoderen de nosotras, justo en ese momento, será necesario y saludable detenernos en el camino, vivir los procesos normales de cualquier duelo, sentirnos abatidas y darnos tiempo para estar tristes, así como David y Job. Es necesario llorar hasta que se agoten las lágrimas, expresar todo lo que sentimos, para llevar a cabo una transformación emocional que finalmente nos conducirá a una profunda reflexión. Aumentará más nuestra fe y nos permitirá dejar atrás toda tribulación. Y olvidarás tu miseria, o te acordarás de ella como de aguas que pasaron. La vida te será más clara que el mediodía; aunque oscureciere, será como la mañana (Job 11:16-17).

Jesús es luz de vida

Ante esta difícil realidad, surge una solución que nos brinda la luz que necesitamos para transitar por un camino lleno de esperanza de vida, Jesucristo nos dice: Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas (Juan 12:46). La única respuesta que podemos encontrar en el valle de oscuridad y muerte es la presencia de Jesucristo como la luz de vida para el mundo y las naciones, ya que su misión tiene un alcance universal y eterno. Depositemos nuestras cargas en sus amorosas manos y no sigamos sumidas en el dolor. No nos confundamos bajo esa nube de oscuridad. El Señor Jesús nos dice: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida (Juan 8:12).

Jesús sana el dolor

Si nunca hemos experimentado la oscuridad, entonces, ¿cómo podríamos entender y percibir la luz? Tal vez hemos sentido que nuestra vida se destroza, que nada tiene sentido. Tal vez estemos paralizadas por la depresión y nos ahoguen tanto las tragedias, que sentimos que no podemos respirar. Quizás nos sintamos tan lesionadas que no aguantamos más, pero ante el panorama más tenebroso que estemos viviendo, levantemos la mirada para encontrar a Dios como una luz que tiene el poder para disminuir el dolor de la herida más profunda, que funciona como un bálsamo sanador para la enfermedad de nuestra alma, porque la luz de Jesús resplandece y pone aceite en nuestras llagas, nos levanta y nos cuida con amor, El sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas (Salmos 147:3).

Levántate y resplandece

No podremos proyectar la luz de Cristo viviendo bajo las tinieblas del dolor, aunque nos sintamos caídas y derrotadas, que nuestro resplandor no dependa de las circunstancias que vivimos, ni de lo que suceda a nuestro alrededor. Nuestro gran desafío será levantarnos de cualquier tribulación para resplandecer con la luz de Jesús. Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti. Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones; más sobre ti amanecerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria (Isaías 60:1-2).

Refleja la luz de Jesús

Permitamos que Jesús nos inunde con su luz y desvanezca toda tiniebla, que sobre nosotras sea vista su gloria, que nos use como instrumentos que esparcen por el mundo las buenas nuevas a través del evangelio, que en los surcos del dolor, logremos plantar semillas de esperanza, porque la luz hace que las tinieblas desaparezcan, ya que no tiene fuerza ni energía, tampoco tiene poder, ni puede invadir la luz de Cristo que habita en nosotras y como hijas de luz, debemos ser los espejos que la reflejan. Porque ustedes antes eran oscuridad, pero ahora son luz en el Señor. Vivan como hijos de luz (Efesios 5:8, NVI).

Finalmente

El dolor es la oportunidad que se nos presenta para crecer, visualicemos a la oscuridad como una oportunidad para reflexionar, no permitamos que el caos que reina en la tierra empañe nuestra luz, al contrario, que la tristeza que vivimos nos permita apreciar más los momentos de felicidad, que la distancia y el temor a la muerte nos haga valorar y amar más a nuestros seres queridos. Tengamos la certeza de que la noche más oscura terminará y entonces amanecerá y saldrá el sol más brillante que nunca. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella (Juan 1:5).

No podemos negar que hay tinieblas en este mundo, pero lograr la estabilidad y la paz dependerá de nuestra capacidad para enfrentar y superar adversidades, de nuestra fidelidad y confianza en Jesucristo como la única fuente de luz y de vida, de nuestra fortaleza para enfrentar las tinieblas que se presenten a futuro. Aprendamos que las dificultades de la vida son el medio que Dios utiliza para crear sentimientos vitales para nuestro autoconocimiento y así fortalecer nuestro ser. Jehová te bendiga, y te guarde; Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia; Jehová alce sobre ti su rostro, y ponga en ti paz (Números 6:24-26).

Referencias:

Biblia de Estudio Plenitud, Grupo Nelson, 2008. Versión Reina Valera Revisión 1960.

https://www.biblegateway.com

https://www.misionvida.org/luz-que-alumbra-mis-tinieblas/

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Ministerios de alabanza que edifican

Ministerios de alabanza que edifican

Min. Hugo Toto Cajal

En los momentos más importantes de renovación y de despertar espiritual de la historia del pueblo de Israel la música jugó un papel sumamente importante (2 Crónicas 5:12-14; Nehemías 12:27-47). Las majestuosas escenas que nos describen estos relatos nos enseñan que los líderes ponían todo su esmero para organizar las celebraciones de gratitud a Dios. De la misma manera nos muestran el beneplácito del Señor aprobando con su presencia la sincera entrega de su pueblo en la adoración. 

La música es para Dios

El hombre descubre la música en la naturaleza creada por Dios, lo hace a través de su voz y en los sonidos que lo acompañan cada día; llevando su curiosidad e inteligencia a la invención de diversos instrumentos musicales, en un principio rudimentarios, de hueso, piedra, piel, palos, y más especializados y sofisticados con el tiempo (Génesis 4:21).

En la Palabra los instrumentos musicales y el canto fueron utilizados para la celebración de las victorias de Dios (Éxodo 15), así como un medio para enseñarlas y perpetuarlas en el corazón y la memoria de su pueblo (Deuteronomio 31:30; 32). 

Pero es en la monarquía, la época de oro de Israel, cuando la música aparece como un importante elemento del culto antiguo. Fue el rey David (músico, cantor, compositor y lutier1) el gran legislador de lo musical en la liturgia. Elevó el servicio de la música a rango institucional.

Un ministerio por orden de Dios

Estos fueron los cantores que David nombró para el templo del SEÑOR, desde que se colocó allí el arca […] luego continuaron su ministerio según las normas establecidas (1 Crónicas 6:31-32, NVI). Para el ministerio de la música, David y los comandantes del ejército apartaron a los hijos de Asaf, Hemán y Jedutún, los cuales profetizaban acompañándose de arpas, liras y címbalos, hombres idóneos para la obra de su ministerio (1 Crónicas 25:1, NVI).

Con seguridad la palabra ministerio, en estos pasajes, solo se usa como el verbo que refiere la labor que realizaban músicos y cantantes, sin indicar algún tipo de jerarquía eclesiástica.

Pero es muy sugerente que quienes eran designados para la liturgia del canto debían cumplir los mismos requisitos que los sacerdotes: pertenecer a la tribu de Levi y estar consagrados a servir en la casa de Dios exclusivamente, además de tener la misma pureza (Nehemías 12:8; 12:45-46; 2 Crónicas 29:34). La música y la ministración (el servicio) de ella, dentro de los rituales y celebraciones, era considerada algo sagrado.

Entendieron que la institución del ministerio musical por órdenes de David había sido en realidad una orden de Dios: Puso también levitas en la casa de Jehová con címbalos, salterios y arpas, conforme al mandamiento de David, de Gad vidente del rey, y del profeta Natán, porque aquel mandamiento procedía de Jehová por medio de sus profetas (2 Crónicas 29: 25).

Un ministerio del Espíritu de Dios 

En la actualidad definimos “ministerio” como el servicio que un creyente, o un grupo de creyentes, realiza de acuerdo con el llamado particular que Dios le ha hecho y de acuerdo con sus dones espirituales. Cuando alguien pone al servicio de los demás sus dones, se dice que está ejerciendo un ministerio.

Aunque muchas veces no se enliste a la música (ni al canto) como un don espiritual, por considerarse una habilidad que se aprende o un talento natural que se desarrolla, debemos recordar que todas las capacidades y habilidades humanas han sido dadas por el Creador. Y este poderoso arte, siendo el lenguaje universal que todos entienden y el que más mueve los corazones, no podría venir de nadie más que de Dios, porque todo lo que es bueno y perfecto es un regalo que desciende a nosotros de parte de Dios nuestro Padre (Santiago 1:17, NTV).

Además, recordemos que a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho (1 Corintios 12:7), sin olvidar que, no obstante, existan diversos dones, diversas maneras de servir y diversas funciones, Dios mismo es quien obra a través de sus instrumentos (1 Corintios 12:6).

Ministros de la gracia de Dios 

Ahora bien, los verdaderos instrumentos que Dios utiliza para edificar a su iglesia no son los musicales (la voz es considerado uno más), sino las personas que los ejecutan. 

Un músico no es portador de la gracia de Dios por su habilidad artística, sino por su integridad de vida. En los íntegros es hermosa la alabanza, dice el Salmo 33:1.

Cuando un creyente consagrado tiene el llamado de Dios para dirigir la adoración de su pueblo, está en la posibilidad de convertirse en un dispensador eficaz de la divina gracia (1 Pedro 4:10). 

Por lo tanto, necesitamos personas que no solo están preparadas en las técnicas vocales o musicales, sino también que se hayan ejercitado en el discernimiento de la voluntad de Dios al conducir al pueblo hacia el encuentro con Él. Que no solo sean benefactores de la gracia divina, sino también herramientas en las manos de Dios para transmitirla a los demás. 

Esa es la clave para tener cultos inspiradores, esos cultos que a todos bendicen. Momentos inolvidables en los que Dios se goza en la alabanza de su pueblo, y este experimenta su cercanía, dando como resultado la transformación de su vida.

Ministerios en los que Dios se manifiesta 

Tengamos en cuenta que el culto, al estar compuesto por varios elementos, debe ser planeado por un equipo que incluya al director o directores de la alabanza, a los músicos, a personal de oración y de servicio, y desde luego, al predicador. Todos, en una sincera búsqueda de la dirección de Dios, trazando juntos la ruta para el desarrollo de una liturgia donde el Señor se manifieste. Qué sea Él el verdadero, el único protagonista. Respecto a la importancia de la liturgia en la iglesia cristiana les recomiendo el artículo Liturgia y Misionología de la serie La Iglesia que Dios utiliza en la Revista para Pastores y Líderes, trimestre enero-marzo 2022 (pág. 13).

Consideraciones generales 

El talento del canto, como cualquier otro talento, es dado por Dios y tiene el propósito de convertirse en una obra primorosa, es decir, algo que resulte bello, algo que sea hecho con habilidad y sea presentado con delicadeza. Los cantantes solistas sin duda tienen un lugar en la edificación de la iglesia y en la proclamación del mensaje de Dios a otras personas. 

Los ministerios de alabanza, los músicos y las voces de un ministerio de alabanza debemos de asumir que nuestra principal función es la de acompañar y guiar el canto de la congregación. De tal manera que sea la congregación la verdadera protagonista de la alabanza hacia a Dios, mientras que el ministerio de alabanza la acompaña.

Dos extremos riesgosos en la alabanza 

Uno puede ser la tendencia a manipular las emociones de los presentes por medio de la música y de los cantos. Si esa manipulación tuviese resultados, estos no se pueden atribuir a Dios. Tampoco es hacer alarde de virtuosismo en el canto o en la ejecución de los instrumentos, buscando solo el asombro y la admiración de los presentes. 

El otro extremo pueden ser las iglesias cuyos cultos caen en una mal entendida solemnidad, y la “adoración” se vuelve tan fría, superficial y controlada, que todo resulta monótono, predecible y vacío. Esto puede ser peor cuando no existe la cultura de la preparación musical, o donde están convencidos de que el aspecto musical no tiene ninguna importancia.

El sabio punto medio es desarrollar ministerios compuestos por adoradores sinceros, entregados con seriedad al Señor, que sepan y estén consientes de cómo sus dones, talentos y habilidades deben ser usados por Él para la bendición de su pueblo. 

Recomendaciones para conformar ministerios que bendicen:

• Buscar, despertar e invertir en vocaciones ministeriales en el terreno de la alabanza.

• Enseñar periódicamente y a todos los niveles sobre el verdadero sentido de la adoración. 

• Promover la consagración a Dios de nuestros dones y talentos, para que los ministerios y sus miembros sean portadores de la gracia de divina.

• Que los músicos, voces y directores, terminen satisfactoriamente el proceso de discipulado diseñado por nuestra iglesia, como requisito indispensable de una mínima formación bíblico espiritual.

• Hacer equipo con todos los participantes en la liturgia para trabajar en equilibrio, coordinación y comunión.

• Proveer los recursos materiales, técnicos y de capacitación para que los miembros de los ministerios puedan desarrollar su función adecuadamente.

Aunque Dios no tiene límites, ni está confinado a un solo lugar, Él se hace presente en la Iglesia, cuando esta le expresa su alabanza y adoración desde un corazón dispuesto: Tú empero eres santo, Tú que habitas entre las alabanzas de Israel Salmo 22:3 (Mateo 18:20; Hebreos 13:15). Dios se manifiesta y es glorificado cuando una iglesia está unida y todos los ministerios y sus integrantes sirven en coordinación y armonía porque allí envía Jehová bendición, y vida eterna (Salmo 133:3b). Hagamos todo lo necesario para hacer de esto una realidad en nuestra Iglesia Local.

Por tanto, al Rey de siglos, inmortal, invisible, al solo sabio Dios sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén (1 Timoteo 1:17).

Referencia

1 Persona que construye o repara instrumentos musicales de cuerda. https://dle.rae.es/lutier

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¡Que nadie se pierda!

¡Que nadie se pierda!

Min. Neftalí Domínguez Vicencio

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Compasión y con pasión. Una iglesia que tenga compasión por las almas, es la clave para que su crecimiento e impacto en la sociedad. La compasión es más que empatía o pena, más que un sentimiento; es movimiento, acción, es sentir dolor por aquellos que van sin rumbo y dirección, sentir pesar por aquellos que viven muertos en sus delitos y pecados, e ir por ellos y rescatarlos del lodo cenagoso.

La compasión fue clave en el ministerio de Jesús; Él veía a las multitudes y tenía compasión de ellas porque la gente estaba angustiada y abatida como ovejas que no tienen pastor (Mateo 9:36). Es importante determinar que siempre que Jesús tiene compasión, hay acción; no puede haber compasión sin acción. Cuando Jesús tiene compasión atiende a los enfermos (Mateo 14:14). En otra ocasión que el Maestro tuvo compasión de las multitudes que le seguían, les dio de comer (Mateo 15:32,37). En otro momento, cuando tuvo compasión de la multitud, Jesús tomó tiempo para enseñarles muchas cosas. La compasión de Jesús lo lleva a actuar, a responder ante las necesidades de los demás, su compasión le hace alimentar al hambriento, sanar al enfermo, enseñar el camino a los que van sin destino. Jesús hizo todo esto con pasión y compasión, para que las multitudes pudieran entrar a la cena, al banquete, a la fiesta.

Oyendo esto uno de los que estaban sentados con él a la mesa, le dijo: Bienaventurado el que coma pan en el reino de Dios (Lucas 14:15). Es muy probable que este hombre tuviera la idea popular de que solo los judíos serían los invitados al banquete celestial, posiblemente pensaba para sí: soy bienaventurado porque cenaré en el reino de Dios. Una actitud elitista que no piensa en los demás, y menos en los pobres, los cojos, los mancos y los ciegos; una postura contraria a la compasión de Jesús. Cuando la Iglesia asuma la postura de Jesús cumplirá su misión y alcanzará a multitudes para gloria de Dios. La iglesia precisa ser vitaminada con la compasión de Jesús y su pasión por las multitudes.

Entonces Jesús le dijo: un hombre hizo una gran cena, y convidó a muchos (Lucas 14:16). Este hombre hizo todos los preparativos: organizó la agenda, preparó el sonido, puso manteles blancos sobre la mesa, escogió el menú para satisfacer a todos los paladares, adornó el salón decorando con bellas y hermosas flores, contrató maestresalas para que atendieran a los invitados en las mesas. No podían faltar los deliciosos postres. Envió con anticipación las invitaciones a todos los convidados dándoles todos los detalles de fecha y hora de la reunión. Nadie rechazó la invitación porque es notorio que el hombre esperaba con los brazos abiertos a todos los invitados.

Y a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los convidados: Venid, que ya todo está preparado (Lucas 14:17). La hora ha llegado, los instrumentos han sido afinados, las mesas están listas, la comida en su punto para ser servida, el sonido ecualizado, las puertas se han abierto. El siervo está pregonando: Venid, que ya todo está preparado. Como siervos del Señor nuestra misión sigue siendo proclamar y anunciar las buenas nuevas: liberar al cautivo, llevar luz al ciego, sanar el corazón que sufre, dar pan al hambriento y agua al sediento.

Este pregonero fue y anunció por todo el pueblo, y nadie acudió al llamado. Él cumplió su encomienda. Nosotros, cumplamos hoy lo que nos toca hacer, seamos una iglesia kerigmática (proclamadora), y aunque muchos pongan excusas, nuestra tarea es pregonar, proclamar, anunciar, predicar a Jesucristo vivo hasta los confines de la tierra. Y el Señor añadirá cada día a esta iglesia a los que han de ser salvos (Hechos 2:47). La misión que nos dejó el Maestro fue: discipulen las naciones.

Y todos a una comenzaron a excusarse. El primero dijo: He comprado una hacienda, y necesito ir a verla; te ruego que me excuses. Otro dijo: He comprado cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlos; te ruego que me excuses. Y otro dijo: Acabo de casarme, y por tanto no puedo ir (Lucas 14:18-20). Los invitados no llegaron. Una interpretación de estos versículos es que los judíos no quisieron entrar a cenar con Jesús, pusieron mil y una excusas para no reconocer la autoridad del Hijo de Dios. Lo preocupante es que muchos cristianos también rehúsan entrar a la cena con el Señor poniendo excusas. Podemos clasificarlas de la siguiente manera:

Posesiones: El primero dijo: He comprado una hacienda, y necesito ir a verla; te ruego que me excuses. El mundo capitalista y consumista en el que vivimos nos pone esta trampa para no entrar a la cena. El ser humano vive afligido por acumular bienes materiales. El consumismo nos hace estar tras la novedad.

Trabajo: Otro dijo: He comprado cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlos; te ruego que me excuses. El trabajo en su lugar correcto es una bendición, pero cuando vives para trabajar y no trabajas para vivir, entonces el trabajo puede ser una excusa más para no entrar y disfrutar cenar con el Rey. La mayoría de personas se la pasan más tiempo en el trabajo que disfrutando con su familia. Otros se la pasan más tiempo trabajando que sirviendo al Rey. 

Proyectos personales: Y otro dijo: Acabo de casarme, y por tanto no puedo ir. En el mundo individualista en el que vivimos, cada quien está enfocado en sus logros, sus sueños y metas, cada quien tiene su proyecto personal, su plan de vida. El humanismo nos da la idea de que el ser humano es el centro del universo, y la verdad es que Jesús es el Rey del universo. Abraham Kuyper, primer ministro en los Países Bajos, a principios del siglo XX, periodista y teólogo dijo: «No hay ni un solo centímetro cuadrado en el universo sobre el que el Rey Jesús no reclame su Señorío.»

Todas estas excusas se usan muchas veces para no entrar a la cena, y también se usan para no ir pregonando por las calles y pueblos: que todavía hay lugar en la casa del Rey. ¿Cómo vamos alcanzar a los perdidos cuando nosotros nos estamos negando para entrar a la mesa del Rey?

Este es tu momento; o entras a la fiesta o van a invitar a otro. No dejes que otro tome tu lugar. Lo único que tienes en este mundo es la vida y el que te la dio te está llamando. 

Vuelto el siervo, hizo saber estas cosas a su señor. Entonces enojado el padre de familia, dijo a su siervo: Ve pronto por las plazas y las calles de la ciudad, y trae acá a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos (Lucas 14:21). En el versículo 17 vimos cómo el siervo sale a pregonar a los invitados: Venid que ya todo está preparado. Ahora, en el verso 21, el siervo es enviado a seguir pregonando con un sentido de urgencia: Ve pronto por las plazas y las calles de la ciudad. La iglesia que quiere crecer debe responder al llamado urgente del Maestro y debe salir de los templos a las plazas y a las calles, porque es allí donde necesita ser sal, es allí donde se necesita la luz, es allí donde están los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos. 

Los pobres: son aquellos que no pueden pagar una gran cena, no podrían comprar el boleto de entrada a tan suculento banquete.

Los mancos: representan a los enfermos, a los necesitados y muchas veces desamparados, los que han gastado todo en su recuperación y siguen enfermos.

Los cojos: son aquellos que no pueden dar un paso más, a quienes la vida los ha lastimado tanto que ya no quieren seguir, aquellos que su corazón y su mente se ha paralizado y están a punto de claudicar, aquellos que no encuentran una razón para vivir.

Los ciegos: aquellos que viendo no ven, están cegados por el pecado, no encuentran una salida; su ceguera, como con los caminantes de Emaús, no les permite ver a Jesús.

Y dijo el siervo: Señor, se ha hecho como mandaste, y aún hay lugar (Lucas 14:22). Es impresionante como el siervo hace lo que su Señor le manda, no se cansa de obedecerle, él sigue pregonando, sigue invitando, obedece a su Kyrios (gr. Κύριος = Señor). Si todos los miembros de la Iglesia fuéramos como este siervo, sin duda la Iglesia crecería a pasos agigantados. Dios nos permita obedecer, trabajar, pregonar y predicar, de tal modo que cuando el Señor nos llame a cuentas le podamos responder: Señor, se ha hecho como mandaste, y aún hay lugar. En la casa de Dios hay lugar para todos, todavía hay lugar. Tenemos que seguir proclamando porque sigue habiendo lugar para muchos y el Señor quiere casa llena. Sigamos invitando, compartiendo, anunciando que el tiempo ha llegado, que el Padre sigue esperando con los brazos abiertos, que la salvación ha venido.

Dijo el señor al siervo: Ve por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa (Lucas 14:23). Una vez más el Señor sigue enviando al siervo. Ya había ido por las calles y por las plazas de la ciudad, ahora lo envía por los caminos y los vallados; es decir, lo envía a todos lados, a todo lugar, a todo el pueblo. El corazón del Señor late: que nadie se pierda… que nadie se pierda… que nadie se pierda el banquete.

Sigamos cumpliendo la Misión. No nos cansemos de ir por las calles, las plazas, los caminos, los vallados. Vayamos a todo lugar, que nadie se pierda. Vayamos a lo más recóndito de nuestras ciudades, de nuestros pueblos, de nuestras colonias. Vayamos con el que sufre, con el que llora, con el que está de luto, con los matrimonios que están a punto de colapsar, con los huérfanos, con las viudas, con los que han perdido toda esperanza, con los que no quieren seguir más en esta vida, con los cansados; en suma, vayamos por todos los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos. 

Y fuérzalos a entrar: fuérzalos no debe entenderse como tener que obligarlos, o traerlos a la fuerza, más bien el sentido es persuádelos, invítalos, anímalos, tráelos una y otra vez, insísteles, no te canses de hablarles, no te canses de orar por ellos, no te rindas, háblales, recuérdales, sigue pregonando. 

Cumple la Misión, no pongas excusas vanas y triviales, que vuestro corazón lata fuerte como late el corazón de Jesús. ¡Que nadie se pierda! ¡Que la casa esté llena! Sigamos como iglesia extendiendo el reino de Dios hasta los confines de la tierra.

Referencias

La Santa Biblia (2000). Corea: Sociedades Bíblicas Unidas (Versión Reina-Valera 1960).

Biblia de Estudio MacArthur

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¡No olvidemos a los niños!

Una doctrina que sana

Hna. Elemy Eunice Espinoza Ramírez

Visibilizar a la niñez y abrir espacios de diálogo para conocer sus inquietudes y necesidades es una acción reciente que ha cobrado mayor fuerza en el ámbito social, religioso, económico, educativo, ecológico y político a partir de la pandemia de coronavirus por COVID-19, y es que de acuerdo con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) esta crisis sanitaria y socioeconómica representa después de la Segunda Guerra Mundial uno de los mayores desafíos que ha enfrentado la humanidad. 

Esta situación ha dado pie para que diferentes organizaciones asignen espacios en sus agendas y comiencen a dialogar sobre la niñez y su relación con: la salud mental, la educación, los derechos humanos, la migración, la violencia, la ecología, la espiritualidad, la tecnología, entre otros temas que se derivan de la crisis global que nos aqueja.

Por tanto, pareciera ser que antes de la crisis sanitaria la niñez no figuraba como prioridad en la agenda de la mayoría de países, como es el caso de México. De ahí que vale la pena realizar un recorrido sobre el concepto de infancia a lo largo de la historia para asumir como iglesia una actitud proactiva en favor de ellas y ellos, tal como lo hizo Jesús. 

¿Siempre existieron las niñas y los niños?

En una investigación que realizó Jacqueline Benavides-Delgado en 2015 describe tres momentos trascendentales en la historia referentes al concepto de infancia. A continuación, se mencionan:

a) La antigua Grecia: La definición de infancia deriva de dos vertientes, los espartanos y los atenienses. Para los espartanos la rigidez y la crueldad eran la base para formar el carácter del niño. Así que a partir de los 7 años se le separaba de su familia y el Estado asumía su cuidado el cual se basaba en una educación militar, el resto de su formación como la lectura y la música giraba en torno a la batalla, incluso las niñas recibían una educación similar.

Para los atenienses los niños disfrutaban de más tiempo en familia ya que hasta los 18 años el padre se encargaba de buscar la mejor educación basada en la música, las artes, la filosofía y las humanidades. Debido a que en Atenas las familias no eran muy numerosas el padre decidía si se quedaba con el bebé, así que el aborto y la exposición eran prácticas comunes.

b) Edad Media: En esta época el sacrificio de los niños como ofrendas para los dioses era una práctica muy común, así que con el surgimiento del cristianismo las prácticas de infanticidio disminuyeron. Otro aspecto que introdujo el cristianismo fue la importancia que tiene la familia como principal proveedora para atender las necesidades educativas y de cuidado de los infantes, de ahí que se comenzó a fortalecer la idea de que los hijos son un regalo de Dios, por tanto, los padres se convirtieron en sus cuidadores, sin derecho (los niños) a disponer de su vida.

Esta época fue difícil para la infancia debido a las guerras, la pobreza, las pestes o las enfermedades, ya que niñas y niños tenían que dejar sus hogares para trabajar con los señores feudales, los nobles o en los monasterios, así que los niños no tenían otra opción más que entrar al mundo de los adultos.

c) Renacimiento y Modernidad: Los diferentes descubrimientos científicos permitieron la constitución de una nueva clase social, la burguesía. Esto favoreció un mejor estatus para la infancia ya que la maternidad y paternidad cobraron mayor relevancia debido a que la familia comenzó a ser la institución principal para la sociedad.

A partir del siglo XVIII se introducen las primeras pautas referentes a la protección infantil, siendo la figura materna la principal cuidadora y promotora de la educación. Aunque cabe mencionar que se miraba a la infancia como una inversión a largo plazo, los niños serían los próximos herederos de las riquezas y las niñas las futuras madres que preservarían el linaje.

Un punto importante es que diferentes pensadores comenzaron a mirar a la niñez como personas independientes de los adultos y con necesidades físicas, mentales y psicosexuales específicas.

¡Ay de los pastores de Israel, que se apacientan a sí mismos!

Han transcurrido más de 2,000 años desde que Jesús miró a la niñez con amor, ternura y cuidado, y ¿qué ha sucedido desde entonces?, ¿por qué la niñez continúa siendo explotada, violentada, maltratada e invisibilizada? 

Una de las declaraciones que tiene la Iglesia de Dios (7° día) en México es sobre el Maltrato a menores, y en el apartado “La Biblia y los derechos de los niños” se menciona lo siguiente: El niño tiene derecho a ser cuidado (1 Timoteo 5:8).

Este derecho es un llamado para aquellos adultos que se apacientan a sí mismos, y con sus acciones lastiman y vulneran a la niñez, dejándola a merced de las fieras salvajes. Y es que en ocasiones los adultos se centran tanto en sus dificultades que olvidan que las niñas y los niños también enfrentan problemáticas complicadas, que requieren de cristianos que garanticen la participación y protección de la niñez en las comunidades de fe desde un enfoque tierno, incluyente, acogedor y con la disposición de realizar los cambios necesarios para asegurar que el pequeño rebaño no pase frío, hambre y sed.

Al mismo tiempo, es un llamado para valorar con detenimiento aquellos modelos de enseñanza y acompañamiento pastoral, basados en el temor que, en algún momento de la historia del ser iglesia, se preservaron por considerar que el Evangelio requería ser compartido con dureza, dejando de lado acciones fundamentales, como el amor, el afecto, el cariño, el respeto, el cuidado y la ternura.

Ustedes son mis ovejas, las ovejas de mi prado

En los tres momentos de la historia donde se refiere el concepto de infancia se puede advertir que hoy día continúan replicándose algunos principios que lastiman a las niñas y a los niños. Por ejemplo, los niños espartanos eran expuestos al crudo invierno sin protección ni cuidado; y aunque hoy día no se expone a los niños así, hay familias que educan con rigor y desde temprana edad someten a sus hijos a situaciones que detonan estrés, temor, culpa, inseguridad, miedo, tristeza, etcétera.

Incluso, hay comunidades de fe que con la pandemia dieron un paso atrás y regresaron al reforzamiento de acciones adultocéntricas, e ideas sobre la niñez como en la Edad Media donde se creía que los niños eran adultos. Así que, ahora que paulatinamente retoman sus actividades presenciales, han optado por despojar a la niñez de la belleza de crecer en “verdes pastos” y la posibilidad de tener un encuentro con Jesús desde el juego, el descubrimiento, el asombro y la pregunta.

Ante tales casos y otros más que vulneran a la niñez, el Señor omnipotente dice: ¿No les basta con comerse los mejores pastos, sino que tienen también que pisotear lo que queda? ¿No les basta con beber agua limpia, sino que tienen que enturbiar el resto con sus patas? Por eso mis ovejas tienen ahora que comerse el pasto que ustedes han pisoteado, y beberse el agua que ustedes han enturbiado (Ezequiel 34:18, NVI). Así que es de vital importancia recordar que a partir de la niñez y con la niñez, como adultos podemos hablar con Dios y seguir los pasos de Jesús como discípulos bondadosos y amorosos porque la niñez es la más bella metáfora de representación del Reino de Dios.

Concretamente, una comunidad de fe que tiene siempre presente a la niñez realiza lo siguiente y mucho más: 

1. Se moviliza, compromete y relaciona con las niñas y los niños de su entorno inmediato, tanto en la iglesia como fuera de ella.

2. Acompaña y monitorea desde el amor a las niñas y los niños que van conociendo desde muy temprana edad (embarazo) las maravillas de la buena noticia de salvación.

3. Camina junto a la niña y el niño porque le interesa estar con esa persona.

4. Escucha, ve y hace lo posible para fortalecer espacios seguros y libres de violencia.

5. Se renueva constantemente para cobijar y orientar a la niñez que vive experiencias adversas. 

6. Sigue los pasos de Jesús porque promueve el cuidado y participación de la niñez con el fin de fortalecer relaciones basadas en la ternura y el respeto.

En conclusión, recordar a la niñez es una acción que requiere valentía porque moviliza a las comunidades de fe y familias a la renovación de aquellas prácticas e ideas que obstaculizan el fluir de las nuevas generaciones. Así que, ten presente que, aunque no coincidas con algunas ideas, puedes quedarte tranquilo y tranquila porque esas niñas y niños se quedarán para continuar compartiendo el mensaje del evangelio que es el amor, y si eliges abrir tu corazón descubrirás nuevas formas de vivir y ser cuerpo de Cristo en compañía de la niñez.

Bibliografía:

Benavides-Delgado, J. (2015). ¿Siempre existieron los niños? Una mirada retrospectiva al concepto de infancia y niñez a lo largo de la historia (Documento de docencia No. 2). Bogotá: Ediciones Universidad Cooperativa de Colombia: http://dx.doi.org/10.16925/greylit.1371

Iglesia de Dios (7° día). Declaración de actualidad sobre el Maltrato a menores. Recuperado de https://iglesia7d.org.mx/declaraciones-de-actualidad/

Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). COVID-19: la pandemia. La humanidad necesita liderazgo y solidaridad para vencer al coronavirus. Disponible en https://www1.undp.org/content/undp/es/home/coronavirus.html 

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Enséñanos a orar

Enséñanos a orar

Hna. Jocheved Martínez Vargas

¿Sabes orar? ¿Te gusta orar? Quizá recuerdes las oraciones que repetían tus padres antes de dormirte o al tomar los alimentos. Puede que guardes en tu mente las recomendaciones de la abuelita que decía: “Cierra bien los ojos, junta las manos, repite conmigo…” Y tú, apenas entrecerrabas los ojos, no querías hacerlo completamente, pensabas que te podías perder de algo importante y lo que hacías, era repetir sus frases, muchas de ellas sin entender el significado.

¿Cómo fueron tus primeras experiencias de oración? Quizá las intensas plegarias del pastor en el culto, a la hora de pedir por los enfermos o las extensas súplicas de algún miembro de tu familia te marcaron. Si creciste en un hogar cristiano, seguro intentaron enseñarte. Ya sea en la casa o en el templo, te pusieron a orar, y es que la oración es una práctica común. Tan común que muchas veces, solo nos quedamos con la costumbre y nos perdimos del verdadero significado de esta experiencia espiritual. Si llegaste a la Iglesia como adolescente o joven, muy probablemente te pidieron que hicieras oración y tú pensabas, pero ¿Cómo empezar? ¿Quién me enseña?

Con el paso del tiempo seguramente te habrás ejercitado más sobre esto. Queriendo o no, te has apropiado esta disciplina, porque, aunque no identificas claramente todos sus beneficios, ni has llegado a conocer profundamente todas sus implicaciones, la oración te ha servido en los momentos críticos que has vivido.

Aquí es importante puntualizar aspectos básicos de la oración que a veces se pasan por alto:

¿Qué es la oración? Es hablar con Dios. Hacer un tiempo para acercarte a un amigo muy especial que te ama y desea lo mejor para tu vida.

¿A quién orar? A Dios. Él es el creador de todo lo que existe. El que sostiene toda la realidad.

¿Para qué orar? Para expresar gratitud, mostrar alegría y contentamiento con las cosas que suceden. También, para pedir cosas necesarias o eventos que anhelamos.

Orar es una actividad esencial en la vida del creyente. Es como hacer una llamada telefónica, eso sí, dirigida al cielo, al espacio de las estrellas, a un lugar tan alto, pero tan cercano, donde habita Dios. Son palabras al Señor poderoso de la creación, al dueño de la vida, al que siempre es y que siempre está.

Esta práctica primordial, se genera en el corazón de Dios y en su deseo de estar cerca de nosotros. El mayor ejemplo de un buen orante es Jesús, su Hijo, quien, durante su ministerio terrenal, hizo de la oración su mejor experiencia de fe.

—¡Señor, enséñanos a orar!, le pidieron sus amigos, quienes constantemente se daban cuenta de los tiempos que Jesús dedicaba a la oración. Si Él, un ser poderoso y lleno de amor, necesitaba comunicarse con su Padre, cuánto más nosotros con nuestra naturaleza frágil e imperfecta.

Vivimos en una aldea global altamente comunicada. En un momento podemos saber lo que pasa del otro lado del mundo, y comunicarnos en cuestión de segundos con personas alejadas a miles de kilómetros. En aspectos tecnológicos, contamos con las mejores herramientas. En cambio, la oración es una cuestión de fe, no requiere de recursos materiales. Y parece que necesitamos aprender más cada día sobre esta tarea espiritual para sobrevivir en un mundo lleno de incertidumbre, oscuridad y pecado.

Orar como Jesús, es el desafío que tenemos en este tiempo.

1. Ora al iniciar tu día. Al abrir los ojos, un hábito provechoso es pedir la bendición del Señor para tus actividades. Separa cinco minutos solamente. Ese tiempo se convertirá en un valioso soporte para la multitud de tareas que te esperan.

Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba (Marcos 1:35).

2. Ora en toda decisión importante. Al elegir tu carrera, al solicitar un empleo, al pedir por una pareja a la que puedas amar sinceramente…

En aquellos días él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios. Y cuando era de día, llamó a sus discípulos, y escogió a doce de ellos, a los cuales también llamó apóstoles (Lucas 6:12-13).

3. Ora desde el corazón. A veces aprendemos a orar usando enunciados ya establecidos. Las oraciones del corazón expresan las emociones, los temores y miedos. Es la forma más convincente de presentarnos ante el Padre, y es la llave para ser escuchados

Y él se apartó de ellos a distancia como de un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró, diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle (Lucas 22:41-43).

4. Ora ahora. Haz de la oración una permanente plática con Dios. La oración de Jesús era algo natural, un diálogo constante en todo tiempo y lugar. En ocasiones, creemos que solo se puede orar en el templo, frente a los alimentos, al salir y llegar de viaje o en posiciones autorizadas como de rodillas, cerrando los ojos, usando las mismas frases para iniciar o terminar, etcétera. Por ejemplo, ahora que lees este artículo, el Señor está a tu lado y si deseas orar puedes hacerlo. Él te oye, Él oye siempre.

Mas él se apartaba a lugares desiertos, y oraba (Marcos 5:16)

Jesús les contó una historia a sus discípulos, para enseñarles que debían orar siempre y sin desanimarse (Lucas 18:1)

La oración no es importante por quien la dice, sino por quien la escucha. Te confieso que mis oraciones son breves y simples. Cuando escucho a otras personas orar, me emociono mucho; saben hacerlo de una manera elegante, con un vocabulario refinado e ideas bien hilvanadas. Haz de cuenta que esa oración es como un potente coche de carreras con un motor de combustión interna, de cuatro tiempos turboalimentado, y mi oración, es un sencillo auto con problemas en la marcha y en la dirección. Pero me consuela recordar que no es importante quién hace la oración, sino quién la escucha, y ese es el Dios lleno de poder y amor que está atento a cada necesidad.

«Señor, enséñanos a orar», es la mejor petición. Es el anhelo del corazón que desea encontrar la luz en este mundo oscuro y vacilante. Es el grito desesperado que brota en el tiempo del peligro. Es el suave murmullo que brinda esperanza y paz aquí y ahora. Es acercarnos al Padre, percibir su amor y sentir que cuando no podemos seguir, nos levanta, y amorosamente nos lleva en sus brazos.

¡Oremos hoy!

Bibliografía:

La Santa Biblia (2000). Corea: Sociedades Bíblicas Unidas (Versión Reina-Valera 1960).

Traducción en lenguaje actual (TLA) Copyright © Sociedades Bíblicas Unidas, 2000. Usado con permiso.

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Todo lo que soy y todo lo que tengo

Todo lo que soy y todo lo que tengo

Min. Ausencio Arroyo García

Nuestros antepasados adoraron a Dios en este monte, pero ustedes los judíos dicen que debe ser adorado en Jerusalén.Jesús le dijo: —Créeme, mujer, que llegará el momento en que ustedes no adorarán al Padre en este monte ni tampoco en Jerusalén. Ustedes adoran algo que no entienden. Nosotros sabemos lo que adoramos porque la salvación viene de los judíos. Pero llegará el momento, y en efecto ya ha llegado, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. El Padre está buscando gente que lo adore así. Dios es Espíritu, y los que le adoran deben adorarlo en espíritu y en verdad (Juan 4:20-24).

El Dios que revelan las Escrituras es un Dios santo, su esencia sublime representa la belleza perfecta e inefable, además es infinita y por ello resulta inabarcable e indescriptible de manera absoluta; sin embargo, nos acercamos a ella por las expresiones que la misma revelación emplea. Frente a lo sublime y majestuoso de la grandeza divina, el espíritu humano se estremece y se conmueve al percibir su finitud y abundante imperfección. De la conciencia de pequeñez brotan: la humillación del yo personal, un sentimiento de total dependencia y despierta la disposición de rendimiento a lo inefable y maravilloso. Así lo observamos en la actitud del patriarca Abraham, cuando pretende interceder por Sodoma y Gomorra se apresura a decir: […] perdona que sea yo tan atrevido al hablarte así, pues tú eres Dios y yo no soy más que un simple hombre -literalmente, solo soy polvo y ceniza- (Génesis 18:27, DHH).

El estremecimiento del espíritu humano ante lo sublime produce la actitud de adoración reverente. La adoración consiste en las expresiones de asombro, admiración, reverencia y gratitud. La adoración a Dios significa el reconocimiento de la santidad de Dios, no solo referida al ámbito moral de una voluntad que hace lo bueno, que lo posee, sino sobre todo a la condición de lo inaccesible y majestuoso por el poder y la gloria que le reviste. Las respuestas humanas pueden estar equivocadas en su objeto de reverencia o en su forma de realizar el acto. La verdadera adoración es más que ciertas prácticas religiosas, es ante todo una vida volcada hacia el inefable y eterno Dios.

Lo externo no basta

En el encuentro de Jesús con la mujer samaritana, ella refiere los centros de adoración de cada pueblo; según su tradición, los samaritanos creen que deben adorar en el Monte Gerizim, este monte fue declarado sagrado desde las jornadas del desierto: Y cuando Jehová tu Dios te haya introducido en la tierra a la cual vas para tomarla, pondrás la bendición sobre el monte Gerizim, y la maldición sobre el monte Ebal (Deuteronomio 11:29, comp. 27:12). Ella misma menciona que los judíos realizaban sus fiestas en Jerusalén. El judaísmo recibió indicaciones de asistir a las fiestas anuales que se celebraban en la ciudad elegida: Tres veces cada año aparecerá todo varón tuyo delante de Jehová tu Dios en el lugar que él escogiere: en la fiesta solemne de los panes sin levadura, y en la fiesta solemne de las semanas, y en la fiesta solemne de los tabernáculos. Y ninguno se presentará delante de Jehová con las manos vacías; cada uno con la ofrenda de su mano, conforme a la bendición que Jehová tu Dios te hubiere dado (Deuteronomio 16:16-17). Un espacio físico es una necesidad de la experiencia religiosa formal. Delimitar un lugar ayuda a tener un acercamiento con lo sublime.

En muchas tradiciones religiosas se establece un punto geográfico como el origen del universo o donde algún dios suele manifestarse a los seres humanos. En diferentes culturas, el acceso a esos lugares queda prohibido a personas “comunes” bajo amenazas de castigo por sacrilegio, o bien, su visita se restringe a ciertas fechas del año. El supuesto es que al hallarse en ese sitio se cargarán de la energía divina y tendrán su favor para enfrentar la vida cotidiana. Sin embargo, la Biblia enseña que el espacio en sí no produce el encuentro verdadero con Dios. La presencia de un creyente en el lugar de culto puede ser frecuente y en los horarios indicados, pero pueden darse por los motivos o con la disposición espiritual inapropiada. En Isaías 1:14 (compare con Amós 5:21-24) Dios reprocha al pueblo su injusticia y como consecuencia repudia la realización de sus ceremonias religiosas. Una persona puede llegar ante el altar y presentar su holocausto, pero podría realizarlo sin fe real y solo hacer del acto una expresión externa. Podría ser una práctica solo por cumplir la tradición, para ser visto de los otros, para buscar favores personales o para satisfacer su ego haciéndose creer que es bueno.

Es una grave tentación pretender manipular a Dios, querer que responda al antojo y servilismo del corazón humano. Desde las diversas religiones se piensa que Él reside en un espacio terrenal determinado o que se manifiesta en ciertas fechas del año, que se le persuade por medio de frases poderosas, o se le convence por medio de prácticas reguladas o que se le puede forzar con argumentos. Nada más lejos de la realidad, Dios no se deja encerrar en ninguna prisión humana, su naturaleza le hace estar más allá de toda ambición posesiva, Él es el inabarcable, inexhaurible y soberano (Isaías 66:1). Dios es tres veces santo, imposible siquiera de ver directamente, es lo definitivamente distinto de nosotros, finitos e imperfectos. Su majestad inunda los cielos y la tierra (Isaías 6:1-4). Toda la tierra está llena de su gloria.

Por tanto, las manifestaciones religiosas superfluas no son suficientes para honrar lo que Dios es. Ningún ritual en sí mismo, ninguna palabra, ningún lugar, ni tiempo o postulado pueden ser lazos que domestiquen al Señor de la Eternidad y del Universo entero. El Señor no se conforma con el ofrecimiento de un holocausto, la presencia en un culto público, el sacrificio de renuncia o la prosternación del cuerpo. Dios ve la disposición, la reverencia, el compromiso de obediencia a su mandamiento. Dios conoce la verdad de lo que decimos, las intenciones que nos mueven en todo lo que hacemos y los sentimientos que alberga nuestro corazón o qué amamos cuando decimos que lo amamos. No bastan las formas externas de adoración, ni se puede delimitar por los tiempos, los espacios o las palabras. Todo esto son aspectos relativos. Jesús declara que El Padre busca verdaderos adoradores.

En Espíritu y en verdad

Jesús establece la naturaleza del Padre, Él es espíritu, por tanto, no está restringido ni al espacio ni al tiempo, en consecuencia, puede ser adorado en cualquier lugar o tiempo. La única condición para una verdadera adoración se asocia con la verdad. Estos postulados provienen de la enseñanza profética, la cual planteaba que la idolatría podría ser cuando se adoraba a un dios falso, ya fuese un elemento de la creación o un ídolo creado por el ser humano. Pero, también podría ser idolatría cuando se adorase de manera distorsionada al único Dios. Las formas canónicas o las fórmulas establecidas para la liturgia no son vehículos de adoración aceptables cuando se tiene en la mente y el corazón a un dios falso. La mención de la verdad podría aludir a las distorsiones doctrinales sobre la naturaleza de Cristo en el primer siglo; como las ideas de tendencia gnóstica que no reconocía la naturaleza humana, o la negación de su divinidad, que enseñaban grupos de cristianos judaizantes, como los ebionitas. Las formas de exaltación pueden ser ortodoxas pero el objeto de fe impreciso. 

La Palabra ha revelado lo que es Dios y lo que es Jesucristo, y la alabanza que se exprese se ha de realizar conforme lo que son. Cómo podría ser la adoración correcta si menospreciamos lo que el Hijo es, si le quito su gloria y hago de Él alguien que de esencia solo divina y creo que su cuerpo habría sido una apariencia, en consecuencia, no hubo encarnación real ni muerte divina en la cruz, todo habría sido una representación que creó ilusiones. Si así fuese, ¿cómo podríamos tener seguridad de salvación?, ¿cómo sabemos que el Señor entiende lo que somos la humanidad?, ¿cómo confiaremos en que existe la resurrección de los cuerpos y que la esperanza es válida? El escritor de la primera carta de Juan defiende la doctrina de la encarnación del Hijo: […] Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no…no es de Dios […] (1 Juan 4:2-3). No puede ser otra cosa.

De la misma manera, si le quitamos al Hijo el honor de su origen celestial y pensamos de Él como una criatura, le despojamos de la gloria que le proviene del Padre y estableceríamos que habría sido adoptado, no engendrado. El Apocalipsis describe la visión del canto de ángeles, seres vivientes y de ancianos, se han unido para la alabanza del culto celestial, sus voces cantan: […] Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos (Apocalipsis 5:13). Sería un grave atrevimiento si intentamos quitarle lo que le viene del Padre.

Todo lo que soy y todo lo que tengo

La adoración consiste en las expresiones de asombro, admiración, reverencia y gratitud a Dios. Según Jesús, la verdadera adoración solo puede darse en el espíritu. Por asombro nos referimos al temor reverente con que nos acercamos al Padre eterno, lo central está en el corazón humilde y la disposición de sumisión. Dios provoca en el creyente el sentimiento llamado de lo numinoso, el cual implica un aspecto fascinante porque atrae y a la vez, una sensación de lo terrible porque puede destruir si se le acerca demasiado. Muchos adoradores actuales hemos dejado de lado esta actitud, haciendo del concepto de Dios un simple mito de entretenimiento al servicio de una humanidad egoísta. 

Los elementos accesorios en la alabanza como la música, las ropas, las posturas corporales o los lugares no son definitivos para que Dios reciba las expresiones de adoración. Es la piedad reverente revestida de verdad la que el Señor recibe. Si bien, los medios externos pueden favorecer la santificación de estos actos no la pueden dar por sí mismos. La humillación proviene del interior, de un corazón contrito y anhelante de perdón, y esto solo se puede dar en aquel que reconoce su pecado y su lejanía del carácter santo de Dios y se postra arrepentido en busca de la gracia sublime.

El espacio del templo es un ambiente que favorece interiorizarnos para reconocer lo que somos y tenemos ante los ojos de Dios; mas no puede darnos lo que solo el Señor nos puede otorgar: nueva vida. La fe como confianza, esperanza y amor provienen del Espíritu que Dios nos da en la nueva vida. En razón de esto cada creyente somos un templo santo donde se honra y sirve al Dios soberano. De la intimidad espiritual emana la identidad de que somos hijos e hijas de Dios y somos convertidos en santuarios vivientes.

La verdadera adoración no es de un tiempo y un espacio sino de todo el tiempo y en todo espacio. Cuando decimos que sí al Señor, somos llamados a expresar la alabanza en la vida cotidiana del mundo, los verdaderos adoradores exaltan a Dios en todo lo que hacen, sus vidas son una profunda expresión de adoración: en la calle, en el trabajo, en el mercado, los centros de entretenimiento, en casa, en el templo y en cualquier lugar. No solo estamos frente a Dios cuando entonamos un canto con la congregación u oramos en privado, nos hallamos ante Él siempre, estamos ante su presencia sublime en todo tiempo, aunque a veces no somos conscientes de ello.

Adoramos a Dios cuando mostramos respeto por la vida del prójimo, guardamos su honor, sustentamos su cuerpo, le miramos con humildad, acariciamos con pureza, escuchamos su necesidad, atendemos su llanto y soledad. Adoramos a Dios cuando levantamos al caído, restauramos al que fracasó, alentamos al triste y al afligido. Adoramos a Dios cuando hablamos con verdad, cumplimos promesas, guardamos la fidelidad conyugal o tratamos con compasión a los niños. Adoramos a Dios cuando nos unimos a la voz de aquel o aquella que reclama justicia. Adoramos a Dios cuando decidimos vivir en honradez o cuidamos la creación de Dios, adoramos a Dios cuando damos trato decoroso a toda vida. Adoramos a Dios cuando sus mandamientos son primero, más que nuestras preferencias egoístas.

La adoración verdadera debe mantener varios criterios claves: debe estar centrada en Dios, recordemos que la audiencia que cuenta es Él. Fallamos cuando solo nos preocupa nuestro gusto musical o de estilos y no pensamos si Dios la recibe. Además, cada persona que participa en el culto lleva su disposición, afirmativa o negativa, para ser bendecido durante el mismo. También se nos muestra que, la experiencia más plena es la experiencia de la comunión. Nos unimos con otros creyentes porque es grato a los ojos de Dios (Salmo 133); nos complementamos y alentamos en el pueblo. Por otra parte, debe ser en el Espíritu, esto significa que Él mismo se adora a través de nosotros. Lo sublime es inaccesible para nosotros, pero en su voluntad seremos instrumentos de alta fidelidad.

Adoramos a Dios cuando cumplimos nuestro llamado. Todos adoramos a Dios si lo que hacemos lo hacemos para agradar a sus ojos (Colosenses 3:22). Todos y todas, ya sea que nos desempeñemos como obreros, ingenieros, médicas, amas de casa, maestras, campesinos; somos sus siervos; ningún espacio de vida está fuera de la soberanía de Dios. Adoramos a Dios cuando reconocemos que todo es suyo, que lo que tenemos lo hemos recibido por gracia y usamos los dones, recursos, conocimiento, habilidades o bienes para honrarle. Somos de Él y para Él. Él nos ha creado para su gloria. Por esto adoramos a Dios con todo lo que somos y todo lo que tenemos. ¡Tales adoradores busca Dios que le adoren!

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Comunicado a la Iglesia de Dios (7o Día) en México (14 de enero de 2022)

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