Todo lo que soy y todo lo que tengo

Todo lo que soy y todo lo que tengo

Min. Ausencio Arroyo García

Nuestros antepasados adoraron a Dios en este monte, pero ustedes los judíos dicen que debe ser adorado en Jerusalén.Jesús le dijo: —Créeme, mujer, que llegará el momento en que ustedes no adorarán al Padre en este monte ni tampoco en Jerusalén. Ustedes adoran algo que no entienden. Nosotros sabemos lo que adoramos porque la salvación viene de los judíos. Pero llegará el momento, y en efecto ya ha llegado, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. El Padre está buscando gente que lo adore así. Dios es Espíritu, y los que le adoran deben adorarlo en espíritu y en verdad (Juan 4:20-24).

El Dios que revelan las Escrituras es un Dios santo, su esencia sublime representa la belleza perfecta e inefable, además es infinita y por ello resulta inabarcable e indescriptible de manera absoluta; sin embargo, nos acercamos a ella por las expresiones que la misma revelación emplea. Frente a lo sublime y majestuoso de la grandeza divina, el espíritu humano se estremece y se conmueve al percibir su finitud y abundante imperfección. De la conciencia de pequeñez brotan: la humillación del yo personal, un sentimiento de total dependencia y despierta la disposición de rendimiento a lo inefable y maravilloso. Así lo observamos en la actitud del patriarca Abraham, cuando pretende interceder por Sodoma y Gomorra se apresura a decir: […] perdona que sea yo tan atrevido al hablarte así, pues tú eres Dios y yo no soy más que un simple hombre -literalmente, solo soy polvo y ceniza- (Génesis 18:27, DHH).

El estremecimiento del espíritu humano ante lo sublime produce la actitud de adoración reverente. La adoración consiste en las expresiones de asombro, admiración, reverencia y gratitud. La adoración a Dios significa el reconocimiento de la santidad de Dios, no solo referida al ámbito moral de una voluntad que hace lo bueno, que lo posee, sino sobre todo a la condición de lo inaccesible y majestuoso por el poder y la gloria que le reviste. Las respuestas humanas pueden estar equivocadas en su objeto de reverencia o en su forma de realizar el acto. La verdadera adoración es más que ciertas prácticas religiosas, es ante todo una vida volcada hacia el inefable y eterno Dios.

Lo externo no basta

En el encuentro de Jesús con la mujer samaritana, ella refiere los centros de adoración de cada pueblo; según su tradición, los samaritanos creen que deben adorar en el Monte Gerizim, este monte fue declarado sagrado desde las jornadas del desierto: Y cuando Jehová tu Dios te haya introducido en la tierra a la cual vas para tomarla, pondrás la bendición sobre el monte Gerizim, y la maldición sobre el monte Ebal (Deuteronomio 11:29, comp. 27:12). Ella misma menciona que los judíos realizaban sus fiestas en Jerusalén. El judaísmo recibió indicaciones de asistir a las fiestas anuales que se celebraban en la ciudad elegida: Tres veces cada año aparecerá todo varón tuyo delante de Jehová tu Dios en el lugar que él escogiere: en la fiesta solemne de los panes sin levadura, y en la fiesta solemne de las semanas, y en la fiesta solemne de los tabernáculos. Y ninguno se presentará delante de Jehová con las manos vacías; cada uno con la ofrenda de su mano, conforme a la bendición que Jehová tu Dios te hubiere dado (Deuteronomio 16:16-17). Un espacio físico es una necesidad de la experiencia religiosa formal. Delimitar un lugar ayuda a tener un acercamiento con lo sublime.

En muchas tradiciones religiosas se establece un punto geográfico como el origen del universo o donde algún dios suele manifestarse a los seres humanos. En diferentes culturas, el acceso a esos lugares queda prohibido a personas “comunes” bajo amenazas de castigo por sacrilegio, o bien, su visita se restringe a ciertas fechas del año. El supuesto es que al hallarse en ese sitio se cargarán de la energía divina y tendrán su favor para enfrentar la vida cotidiana. Sin embargo, la Biblia enseña que el espacio en sí no produce el encuentro verdadero con Dios. La presencia de un creyente en el lugar de culto puede ser frecuente y en los horarios indicados, pero pueden darse por los motivos o con la disposición espiritual inapropiada. En Isaías 1:14 (compare con Amós 5:21-24) Dios reprocha al pueblo su injusticia y como consecuencia repudia la realización de sus ceremonias religiosas. Una persona puede llegar ante el altar y presentar su holocausto, pero podría realizarlo sin fe real y solo hacer del acto una expresión externa. Podría ser una práctica solo por cumplir la tradición, para ser visto de los otros, para buscar favores personales o para satisfacer su ego haciéndose creer que es bueno.

Es una grave tentación pretender manipular a Dios, querer que responda al antojo y servilismo del corazón humano. Desde las diversas religiones se piensa que Él reside en un espacio terrenal determinado o que se manifiesta en ciertas fechas del año, que se le persuade por medio de frases poderosas, o se le convence por medio de prácticas reguladas o que se le puede forzar con argumentos. Nada más lejos de la realidad, Dios no se deja encerrar en ninguna prisión humana, su naturaleza le hace estar más allá de toda ambición posesiva, Él es el inabarcable, inexhaurible y soberano (Isaías 66:1). Dios es tres veces santo, imposible siquiera de ver directamente, es lo definitivamente distinto de nosotros, finitos e imperfectos. Su majestad inunda los cielos y la tierra (Isaías 6:1-4). Toda la tierra está llena de su gloria.

Por tanto, las manifestaciones religiosas superfluas no son suficientes para honrar lo que Dios es. Ningún ritual en sí mismo, ninguna palabra, ningún lugar, ni tiempo o postulado pueden ser lazos que domestiquen al Señor de la Eternidad y del Universo entero. El Señor no se conforma con el ofrecimiento de un holocausto, la presencia en un culto público, el sacrificio de renuncia o la prosternación del cuerpo. Dios ve la disposición, la reverencia, el compromiso de obediencia a su mandamiento. Dios conoce la verdad de lo que decimos, las intenciones que nos mueven en todo lo que hacemos y los sentimientos que alberga nuestro corazón o qué amamos cuando decimos que lo amamos. No bastan las formas externas de adoración, ni se puede delimitar por los tiempos, los espacios o las palabras. Todo esto son aspectos relativos. Jesús declara que El Padre busca verdaderos adoradores.

En Espíritu y en verdad

Jesús establece la naturaleza del Padre, Él es espíritu, por tanto, no está restringido ni al espacio ni al tiempo, en consecuencia, puede ser adorado en cualquier lugar o tiempo. La única condición para una verdadera adoración se asocia con la verdad. Estos postulados provienen de la enseñanza profética, la cual planteaba que la idolatría podría ser cuando se adoraba a un dios falso, ya fuese un elemento de la creación o un ídolo creado por el ser humano. Pero, también podría ser idolatría cuando se adorase de manera distorsionada al único Dios. Las formas canónicas o las fórmulas establecidas para la liturgia no son vehículos de adoración aceptables cuando se tiene en la mente y el corazón a un dios falso. La mención de la verdad podría aludir a las distorsiones doctrinales sobre la naturaleza de Cristo en el primer siglo; como las ideas de tendencia gnóstica que no reconocía la naturaleza humana, o la negación de su divinidad, que enseñaban grupos de cristianos judaizantes, como los ebionitas. Las formas de exaltación pueden ser ortodoxas pero el objeto de fe impreciso. 

La Palabra ha revelado lo que es Dios y lo que es Jesucristo, y la alabanza que se exprese se ha de realizar conforme lo que son. Cómo podría ser la adoración correcta si menospreciamos lo que el Hijo es, si le quito su gloria y hago de Él alguien que de esencia solo divina y creo que su cuerpo habría sido una apariencia, en consecuencia, no hubo encarnación real ni muerte divina en la cruz, todo habría sido una representación que creó ilusiones. Si así fuese, ¿cómo podríamos tener seguridad de salvación?, ¿cómo sabemos que el Señor entiende lo que somos la humanidad?, ¿cómo confiaremos en que existe la resurrección de los cuerpos y que la esperanza es válida? El escritor de la primera carta de Juan defiende la doctrina de la encarnación del Hijo: […] Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no…no es de Dios […] (1 Juan 4:2-3). No puede ser otra cosa.

De la misma manera, si le quitamos al Hijo el honor de su origen celestial y pensamos de Él como una criatura, le despojamos de la gloria que le proviene del Padre y estableceríamos que habría sido adoptado, no engendrado. El Apocalipsis describe la visión del canto de ángeles, seres vivientes y de ancianos, se han unido para la alabanza del culto celestial, sus voces cantan: […] Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos (Apocalipsis 5:13). Sería un grave atrevimiento si intentamos quitarle lo que le viene del Padre.

Todo lo que soy y todo lo que tengo

La adoración consiste en las expresiones de asombro, admiración, reverencia y gratitud a Dios. Según Jesús, la verdadera adoración solo puede darse en el espíritu. Por asombro nos referimos al temor reverente con que nos acercamos al Padre eterno, lo central está en el corazón humilde y la disposición de sumisión. Dios provoca en el creyente el sentimiento llamado de lo numinoso, el cual implica un aspecto fascinante porque atrae y a la vez, una sensación de lo terrible porque puede destruir si se le acerca demasiado. Muchos adoradores actuales hemos dejado de lado esta actitud, haciendo del concepto de Dios un simple mito de entretenimiento al servicio de una humanidad egoísta. 

Los elementos accesorios en la alabanza como la música, las ropas, las posturas corporales o los lugares no son definitivos para que Dios reciba las expresiones de adoración. Es la piedad reverente revestida de verdad la que el Señor recibe. Si bien, los medios externos pueden favorecer la santificación de estos actos no la pueden dar por sí mismos. La humillación proviene del interior, de un corazón contrito y anhelante de perdón, y esto solo se puede dar en aquel que reconoce su pecado y su lejanía del carácter santo de Dios y se postra arrepentido en busca de la gracia sublime.

El espacio del templo es un ambiente que favorece interiorizarnos para reconocer lo que somos y tenemos ante los ojos de Dios; mas no puede darnos lo que solo el Señor nos puede otorgar: nueva vida. La fe como confianza, esperanza y amor provienen del Espíritu que Dios nos da en la nueva vida. En razón de esto cada creyente somos un templo santo donde se honra y sirve al Dios soberano. De la intimidad espiritual emana la identidad de que somos hijos e hijas de Dios y somos convertidos en santuarios vivientes.

La verdadera adoración no es de un tiempo y un espacio sino de todo el tiempo y en todo espacio. Cuando decimos que sí al Señor, somos llamados a expresar la alabanza en la vida cotidiana del mundo, los verdaderos adoradores exaltan a Dios en todo lo que hacen, sus vidas son una profunda expresión de adoración: en la calle, en el trabajo, en el mercado, los centros de entretenimiento, en casa, en el templo y en cualquier lugar. No solo estamos frente a Dios cuando entonamos un canto con la congregación u oramos en privado, nos hallamos ante Él siempre, estamos ante su presencia sublime en todo tiempo, aunque a veces no somos conscientes de ello.

Adoramos a Dios cuando mostramos respeto por la vida del prójimo, guardamos su honor, sustentamos su cuerpo, le miramos con humildad, acariciamos con pureza, escuchamos su necesidad, atendemos su llanto y soledad. Adoramos a Dios cuando levantamos al caído, restauramos al que fracasó, alentamos al triste y al afligido. Adoramos a Dios cuando hablamos con verdad, cumplimos promesas, guardamos la fidelidad conyugal o tratamos con compasión a los niños. Adoramos a Dios cuando nos unimos a la voz de aquel o aquella que reclama justicia. Adoramos a Dios cuando decidimos vivir en honradez o cuidamos la creación de Dios, adoramos a Dios cuando damos trato decoroso a toda vida. Adoramos a Dios cuando sus mandamientos son primero, más que nuestras preferencias egoístas.

La adoración verdadera debe mantener varios criterios claves: debe estar centrada en Dios, recordemos que la audiencia que cuenta es Él. Fallamos cuando solo nos preocupa nuestro gusto musical o de estilos y no pensamos si Dios la recibe. Además, cada persona que participa en el culto lleva su disposición, afirmativa o negativa, para ser bendecido durante el mismo. También se nos muestra que, la experiencia más plena es la experiencia de la comunión. Nos unimos con otros creyentes porque es grato a los ojos de Dios (Salmo 133); nos complementamos y alentamos en el pueblo. Por otra parte, debe ser en el Espíritu, esto significa que Él mismo se adora a través de nosotros. Lo sublime es inaccesible para nosotros, pero en su voluntad seremos instrumentos de alta fidelidad.

Adoramos a Dios cuando cumplimos nuestro llamado. Todos adoramos a Dios si lo que hacemos lo hacemos para agradar a sus ojos (Colosenses 3:22). Todos y todas, ya sea que nos desempeñemos como obreros, ingenieros, médicas, amas de casa, maestras, campesinos; somos sus siervos; ningún espacio de vida está fuera de la soberanía de Dios. Adoramos a Dios cuando reconocemos que todo es suyo, que lo que tenemos lo hemos recibido por gracia y usamos los dones, recursos, conocimiento, habilidades o bienes para honrarle. Somos de Él y para Él. Él nos ha creado para su gloria. Por esto adoramos a Dios con todo lo que somos y todo lo que tenemos. ¡Tales adoradores busca Dios que le adoren!

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Comunicado a la Iglesia de Dios (7o Día) en México (14 de enero de 2022)

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La mejor herencia

La mejor herencia

Min. Josué Ramírez de Jesús

Uno de los momentos más trascendentales en el ciclo de vida familiar es la muerte de los padres. El padre y la madre son la autoridad en la familia, su presencia e intervención son clave en el desarrollo de los niños, son la figura de apoyo y seguridad, quienes afirman la identidad de los hijos y permiten que adquieran mayor autonomía e independencia.  

Desde la antigüedad ha existido la preocupación de transmitir a los hijos un patrimonio que asegure su capacidad productiva y reproductiva. En el Antiguo Testamento observamos la importancia de designar de entre los hijos a un heredero que perpetúe el linaje paterno, reciba la totalidad de la herencia, la subordinación del resto de los hermanos y asista a los padres durante su vejez. 

El tema de la herencia ha sido un hilo conductor en la historia bíblica. Desde Abraham hasta Jesús, y a nosotros como coherederos.

Luego vino a él palabra de Jehová, diciendo: No te heredará éste, sino un hijo tuyo será el que te heredará (Génesis 15:4). […] Dios le prometió todo al Hijo como herencia y, mediante el Hijo, creó el universo (Hebreos 1:2b). Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo (Romanos 8: 17a).

Si pensáramos que cuando la Biblia habla de la herencia se refiere única y exclusivamente a la tierra y los bienes materiales estaremos considerando que son el bien supremo al que debemos aspirar para proveer a la generación posterior. Sin embargo, en las Escrituras existen tres raíces hebreas que sirven para dar cuerpo al concepto de herencia en el Antiguo Testamento: yaras, nahal y halaq.

Yaras: Se refiere a tomar, entrar y suceder en la posesión. Implica la transferencia de una propiedad que antes tenía otro dueño. Se emplea, por ejemplo, en la conquista de Canaán por Israel. 

Nahal: Se refiere a poseer a título de patrimonio un bien de carácter durable y permanente. El sujeto beneficiario es un pueblo, tribu o clan, no un individuo aislado. Se emplea, por ejemplo, al hablar de los recursos de que dispone un pueblo. 

Halaq: Se refiere a repartir y dividir una adquisición que se ha hecho en común. Se emplea, por ejemplo, en el reparto de un botín de guerra o el reparto de la Tierra Prometida.  

En la cosmovisión de los pueblos vecinos a Israel el tema de la herencia estaba ligado a la tierra, y en el vínculo entre el dios y el territorio habitado por un grupo humano. Tomar la posesión de la tierra significaba participar de la herencia que su dios le daba al pueblo independientemente de quien fuera. Este pensamiento descansa en la creencia de que cada dios posee un dominio determinado.

La concepción religiosa de Israel es diferente a la de los pueblos vecinos. Dios no aparece vinculado con la tierra que promete, de hecho, acompaña al pueblo en su peregrinaje. Su vinculación con el pueblo es por pura gracia, voluntaria y libremente. 

Hay un único texto anterior a los profetas que designa la tierra como herencia (Éxodo 15:17). La expresión “monte de tu heredad” designa más directamente al Santuario, símbolo de la presencia por la que Israel es pueblo de Dios. 

En la teología del Pentateuco y los Profetas se confirma que la herencia (Nahal) de Dios es un pueblo, no un territorio. 

En la narración bíblica encontramos a profetas hablándole a un pueblo que tenía tierra y prosperidad, pero era injusto. Oseas le habla a un pueblo en gran prosperidad material (12:8-9). El pueblo posee la tierra, pero no le provee alegría ni contentamiento por eso la impiedad e idolatría crecieron al mismo tiempo. Por eso Dios va a retirar sus dones como castigo a las faltas de Israel, porque la verdadera tierra que nos manda a cultivar es la justicia, el amor y la búsqueda de Él. 

A medida que la Revelación y los acontecimientos hagan descubrir a Israel que no puede saciarse con ningún bien material, la idea de la herencia se espiritualizara paralelamente a la idea de felicidad. La herencia es un bien que puede llenar el corazón humano. Solo aquellos para quién el amor de Dios es el bien supremo pueden beneficiarse. 

La situación de los Levitas nos muestra claramente que la herencia no está solamente ligada a la tierra. No recibirán herencia como sus compatriotas, ya que su herencia es el Señor, como él lo ha dicho (Deuteronomio 18:2, DHH). En un principio se entiende aplicado solamente a un grupo, pero progresivamente acaba por aplicarse al pueblo entero. 

Esta comprensión alcanza su pleno sentido en el momento en que la tierra de Canaán, es quitada del pueblo de Dios, El Señor es mi herencia, por lo tanto, ¡esperaré en él! (Lamentaciones 3:24).

El exilio de Babilonia supuso, en cierto modo, el final de una época, ya que le hace experimentar al pueblo de Dios la posibilidad de vivir una vida religiosa y profunda, sin lo que pensaba indispensable: la posesión de la tierra. Eclesiastés también muestra que el corazón del hombre no puede llenarse con bienes materiales por abundantes que fuesen (2:11). 

El progreso de la Revelación sobre el tema de la herencia prometida nos lleva a afirmar que esta no es otra que la misma intimidad con Dios. Quien tiene a Dios en el corazón y vive en intimidad con Él, anticipa en cierto modo, la herencia que recibirá en el mundo venidero. 

Esta concepción espiritual de la herencia constituye el terreno donde germinara la Revelación de Jesucristo. La herencia que Jesús anunciaba iba a sobrepasar infinitamente las esperanzas más profundas. Cristo será heredero único de las promesas de Dios, pero todos los creyentes coherederos con Él. 

¿Qué padre o abuelo no quiere ver a sus hijos en una relación plena e íntima con Dios? Para que esto sea una realidad, debemos afirmarnos en el entendimiento de que una generación no puede limitarse a heredar a la posteridad bienes materiales, sino un patrimonio de fe, afectivo, moral y religioso adecuado. 

La fe no se hereda de manera genética, no se contagia como alguna enfermedad, ni tampoco se trasfiere como una mera información de vagos conocimientos. La fe no es un sistema de ideas, sino una vida que se ha de compartir y comunicar. Es una experiencia personal, un don de Dios que se recibe en libertad y define lo que uno es y será. 

En sentido estricto la fe no se hereda, es una opción personal. Pero si requiere mediadores: la familia y la Iglesia. 

Las familias pueden esperar a que sus hijos personalmente den el paso a la fe, sin proveerles experiencias plenas y sanas. Ni las iglesias pueden esperar a que los creyentes maduren por sí mismos sin ofrecer modelos de comunidades vivas. Mucho menos instalados en sus actividades, orando y esperando a que llueva del cielo el relevo generacional. 

La mejor herencia que se puede dar a las siguientes generaciones consiste en favorecer el acontecimiento del encuentro con Dios. Siendo conscientes de que: «no se nace cristiano, nos hacemos cristianos». Y los cauces para colaborar al surgimiento y crecimiento de la fe en las nuevas generaciones son básicamente la familia cristiana y la Iglesia. De esto tenemos testimonio desde los primeros siglos de la era cristiana.  

Para transmitir la fe necesitamos comunidades vivas de referencia que harán nacer testigos, que llevados por procesos serios de discipulado los conduzcan a tomar decisiones existenciales. Por eso resulta urgente reforzar la identidad cristiana, nuestra tarea educativa consiste, principalmente, en ayudar a los jóvenes a encontrar al Dios verdadero para que, llevados por la gracia, se enamoren de Él. La vida familiar y eclesial son los ámbitos privilegiados para la vivencia y comunicación de la fe. 

Bibliografía:

Dreyfus, F. (1957). El tema de la Herencia en el Antiguo Testamento. Revista de Ciencias Filosóficas y Teológicas, 42, 3-49.

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Niñez en tiempos de pandemia

Niñez en tiempos de pandemia

Lic. Elemy Espinoza Ramírez

A lo largo del tiempo, el ser humano ha enfrentado momentos cruciales que han marcado el rumbo de su historia. Seguramente has leído que entre el año 1346 y 1353 la peste negra mató a un poco más de la mitad de la población europea, o que durante los primeros meses de la Primera Guerra Mundial la gripe española tuvo su aparición y luego se extendió en todo el mundo. 

Otro momento crucial, que está marcando el rumbo de la humanidad, es la pandemia que hoy aqueja al mundo. Y no obstante que mucho se ha reflexionado sobre el impacto económico, social, político, educativo, cultural, tecnológico, ecológico, religioso y de salud; resulta importante detenernos un momento y meditar sobre los desafíos que enfrentan las niñas y los niños, y el papel del adulto líder o educador en este tipo de crisis. 

Cuando un adulto enfrenta alguna crisis, usualmente centra su atención en el peligro o el temor; en cambio, es común observar que cuando los niños enfrentan algún momento crucial, de manera innata, optan por aprovechar la oportunidad y aprender de la adversidad. Como, por ejemplo, la foto de un niño que, en un campamento de refugiados por la guerra, aparece jugando con otros niños en su misma condición. Dicho de otra manera, los niños son capaces de adaptarse a las circunstancias porque continuamente les rodean nuevas experiencias de aprendizaje y crecimiento. 

De ahí la importancia que tiene que, como adulto líder o educador, te detengas un momento y medites respecto a la perspectiva que tienes de las “crisis”; es decir, ¿consideras que son solamente un peligro o que son una oportunidad de crecimiento? Este primer paso te permitirá tomar conciencia sobre cómo ejerces el acompañamiento pastoral. 

Ahora que has meditado sobre tu posición respecto a las crisis, es momento de reflexionar sobre algunos puntos que te permitirán cultivar, desde la ternura y el amor, habilidades de adaptación ante situaciones adversas; con el propósito de fortalecer las tres pautas para una pastoral desde el corazón, que se describirán más adelante. 

Adultos tiernos y amorosos.

¿Has escuchado el término “crianza con ternura”? Es una propuesta que retoma el Dr. Harold Segura y la Dra. Anna Grellert; se enfoca en formar redes de relaciones tiernas y amorosas que den soporte emocional y espiritual a los niños y adolescentes. Bajo este marco, que tiene como fundamento teológico el mensaje y vida de Jesús, quien es el modelo por excelencia de la ternura, los doctores mencionan que «la ternura de Jesús implica afecto cercano, consideración, respeto, protección, valoración, aceptación, cariño y defensa activa»1. 

Por lo tanto, será oportuno que pongas en acción lo siguiente para cultivar habilidades que te permitan, como adulto líder o educador, aprender de la adversidad. 

1. Fortalece una comunicación asertiva2 y de intercambio de experiencias que enriquezcan tus vivencias y decisiones. 

2. Ejercita la toma de decisiones. Escribe en una libreta aquellos eventos o situaciones de crisis, y plasma todo aquello que te genere duda, incertidumbre, tristeza, enojo, etcétera. 

3. Aprende a cuidar de ti. Aliméntate equilibradamente, ejercítate, busca espacios de esparcimiento; sobre todo, consolida redes de apoyo que te brinden seguridad en momentos complicados. 

4. Mantén una actividad diaria que afiance tu estabilidad emocional. Recuerda desarrollar nuevas habilidades y destrezas. 

5. Replantea tu percepción de las crisis. En la medida de lo posible, comienza a establecer aquellas oportunidades que traen consigo los desafíos de la cotidianidad. 

Pastorear, es una acción que implica la toma de conciencia de ti mismo, y un trabajo continuo en aquello que se te dificulta; por ejemplo, comunicar asertivamente tus ideas, identificar y abrazar tus emociones y sentimientos, establecer límites, etcétera. Recuerda que, en la medida que vayas fortaleciendo tus capacidades como líder o educador, promoverás en los niños una vida plena basada en la justicia y el amor; tal como Jesús lo mostró: Y le presentaban niños para que los tocase; y los discípulos reprendían a los que los presentaban. Viéndolo Jesús, se indignó, y les dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios… (Marcos 10:13-16).

Tres pautas para una pastoral desde el corazón.

El 11 de junio de 2020, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) rescató en el artículo “La crisis económica del COVID-19 empujará a millones de niños al trabajo infantil”3, que, de no tomarse medidas de protección social, millones de niños quedarán expuestos a la explotación, trata de personas, y el trabajo forzado; derivado de factores como el cierre de las escuelas, la muerte de padres y madres, así como la disminución de empleos a nivel global. 

Este panorama debe mover nos hacia la consolidación de estrategias de intervención que brinden protección y cuidado a la niñez; así como, a sumar esfuerzos para garantizar, en las familias, vínculos tiernos, cálidos, justos y libres de violencia. Es por ello, que a continuación se describen las pautas que, como líder o educador, podrás implementar en favor de la niñez. 

Pauta 1. Escucha y genera seguridad. De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos pequeñitos, a mí lo hicisteis (Mateo 25:40). El afecto que se expresa desde las caricias, es el mejor vínculo para proveerle tranquilidad al niño, es el complemento perfecto de la escucha activa (Lucas 8:8); ya que, cuando un adulto expresa con respeto su cercanía los niños, estos se sienten seguros para compartir sus problemas y conflictos. 

Indudablemente, el contacto físico hoy día se ha reconfigurado. Por el momento, abrazar está en pausa. Así que, una alternativa para suplir este acto, que calma el cuerpo y dispone al diálogo sincero, es crear brazos viajeros. Para ello ocuparás: una frazada o cobija de recién nacido (doblada en triangulo), y palmas de la mano marcadas en fieltro, y velcro. En cada esquina pegarás las palmas, de manera que cuando rodees con la frazada al niño, las palmas se junten. Coloca velcro en el centro de las palmas para que se peguen y despeguen.

Pauta 2. Acompaña y anima. Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque el que en vosotros está, es mayor que el que está en el mundo (1 Juan 4:4, JBS). Destina un espacio sereno que provea libertad para que el niño exprese de manera confiada sus problemas sabiendo que el adulto que lo acompaña está dialogando con él con total tranquilidad. 

Por el momento, los templos están cerrados, pero eso no significa que tu acompañamiento cesó. Así que aprovecha las diferentes plataformas virtuales para animar y alegrar a los niños. Muéstrales a los padres o tutores cómo pueden crear en su hogar un rinconcito de oración. El niño puede recurrir a este espacio cuantas veces quiera para calmar sus sentimientos, sanar sus heridas y fortalecer su espiritualidad.

Pauta 3. Siente y actúa. Jehová es mi pastor; nada me faltará… (Salmo 23) En la imagen del Pastor que describe este salmo, encontrarás otras pautas de intervención desde una mirada misericordiosa, bondadosa y humilde. Hoy, más que nunca, la niñez requiere adultos resilientes4, justos, desprendidos, vinculados con sus emociones y, sobre todo, que sean discípulos de Jesús. 

La crianza con ternura es una alternativa pertinente para tu liderazgo, cualquiera que sea tu posición. Así que, continúa fortaleciendo tus aprendizajes. Recuerda que la Biblia es viva y dulce al paladar. Movilízate para mirar y sentir el dolor de los niños que continuamente son violentados en diferentes espacios, como su hogar, por ejemplo; ese entorno donde debe prevalecer el amor, la ternura y la protección. 

En definitiva, la niñez en tiempos de pandemia es un tema que amerita mayor diálogo en el liderazgo; de modo que, las diferentes sociedades que conforman la Iglesia de Dios (7° día), fortalezcan sus pautas pastorales con el fin de construir, reconstruir, alentar esperanza y promover la solidaridad, en favor de las niñas y los niños. 

¿Ya elegiste la acción que pondrás en práctica para fortalecer tu pastoral desde la ternura? 

Referencias y bibliografía

1 “Marco conceptual-operativo de Crianza con Ternura-el ejercicio del amor desde la cuna que marca la humanidad”. https://www.wvi.org/sites/default/files/Marco%20Conceptual%20de%20Crianza%20con%20Ternura%20-%2027%20de%20agosto.pdf

2 Ser asertivos significa expresar pensamientos y sentimientos de forma honesta, directa y correcta. Implica respetar los pensamientos y creencias de otras personas, a la vez que se defienden los propios. https://www.game-learn.com/que-es-la-asertividad/

3 https://news.un.org/es/story/2020/06/1475912

4 La resiliencia o entereza es la capacidad para adaptarse a las situaciones adversas con resultados positivos. https://es.wikipedia.org/wiki/Resiliencia_(psicolog%C3%ADa)

Derechos humanos (11 de junio 2020). La crisis económica del COVID-19 empujará a millones de niños al trabajo infantil. Noticias ONU. https://news.un.org/es/story/2020/06/1475912 

Grellert, A.C. (s/f). Marco conceptual de Crianza con Ternura, el ejercicio del amor desde la cuna que marca la humanidad. World Vision. Disponible en https://www.wvi.org/sites/default/files/Marco%20Conceptual%20de%20Crianza%20con%20Ternura%20-%2027%20de%20agosto.pdf 

Grellert, A.C. (2016). Crianza con Ternura. México, Distrito Federal: Casa Unida de Publicaciones.

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Comunicado de la Iglesia de Dios (7° día) A.R. ante la tercer ola del COVID

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Hacedores de paz

Hacedores de paz

Min. Julio A. Jacal Aldaz

¿Qué es lo que causa las disputas y peleas en la humanidad? ¿Por qué persisten los conflictos en el mundo? 

Soñar con un mundo mejor reverbera en el interior de todo ser humano. Los crímenes, las desapariciones, las injusticias, la corrupción y la inseguridad son campos fértiles para aspirar a una vida de sosiego. Ante la enorme ola de violencia suena utópico pensar que la tierra puede ser abrazada por la hermandad. 

¿Qué origina los conflictos? ¿Qué interrumpe la paz en el mundo? Ciertamente ya lo respondió Jesús: Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre. Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias (Mateo 15:18-19).

Jesús fue claro al decir que el ser humano, con sus actitudes y deseos centrados en sí mismo, genera inestabilidad en la vida. La Biblia deja en claro que el mal no proviene de Dios, el responsable del mal en todas sus manifestaciones, incluyendo los discursos de odio, las disputas, los asesinatos y las guerras, es el mismo hombre. 

En la Escritura también se explica claramente el origen de la violencia en el conflicto. La violencia surge del desprecio al otro. Los altercados cargados de odio y maltrato tienen su fundación en el rechazo del diferente, se ejerce violencia sobre aquel que piensa de manera opuesta a mí, aunque sea mi hermano. En Génesis 4:8 dice: Y dijo Caín a su hermano Abel: Salgamos al campo. Y aconteció que estando ellos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel, y lo mató.

En la Palabra vemos que Caín se enfureció, su semblante mudó y su actitud se transformó cuando su ofrenda no fue aceptada por Dios. No es el mismo Caín que presentó la ofrenda. El semblante solo es la expresión de lo que internamente sucede, las emociones están al borde y sus decisiones serán dirigidas por sus entrañas. 

Que decayó el semblante de Caín, no solo es reflejo de su interior, sino de su ruptura con Dios y su prójimo; es una expresión de rechazo, pues no puede ver a Dios a la cara y mucho menos a su hermano. Levantar el rostro hubiese significado para Caín, aceptar la palabra de Dios y aceptar a su hermano. La propuesta de Dios para la solución del conflicto es profunda; levantar el rostro, implicaba alegrarse del logro de su hermano, celebrar su vida y su cercanía con Dios, incluso imitar su actitud sencilla.

Pero Caín no estuvo dispuesto a dejar de lado su ego. Decidió matar a su hermano, pues no fue capaz de dar el rostro, ni a él ni a Dios. Optó por ignorar la propuesta recibida: Si cambias ¿no serás enaltecido? (v. 7). 

Conocemos esta historia, nos ha enseñado mucho y la pregunta que sigue vigente y retumbando hasta nuestros días es: ¿Dónde esta tu hermano?. En el ejercicio de la violencia a través de guerras y peleas, esta interrogante de Dios pretende hacer eco en los victimarios. 

Lo anterior nos puede llevar a otra pregunta: ¿cómo construir la paz en un mundo lleno de violencia?

Jesús invitó a sus discípulos a encontrar alegría en la búsqueda de la paz: Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios (Mateo 5:9). ¿Por qué algo tan complicado ha de producir alegría? Hacer la paz es muy difícil. 

Cabe mencionar que no dice bienaventurados los pacíficos, porque esta expresión cambiaría por completo la visión de Jesús, esa palabra sugiere la idea de una actitud pasiva o indiferente, propia de esas personas tranquilas que no molestan a nadie ni quieren ser molestadas. Jesús invita a la acción.

La propuesta de Jesús implica no matar al enemigo y mucho menos a nuestro hermano (Mateo 5:44), pero va mas allá: nos llama a trabajar por la paz, misma que se logra a través de la reconciliación (Efesios 2:14-16). Es fácil mantener una actitud de rechazo al otro, o simplemente suprimirlo de nuestra vida o dejar que el resentimiento, el celo y la queja pululen dentro de nosotros. Nuestro camino es el difícil pero correcto: la paz. 

La paz no es solo la ausencia de conflicto sino la forma en como resolvemos los conflictos. ¿Cómo se resuelven los conflictos en el matrimonio, familia, iglesia, sociedad, países? La ética de Jesús nos invita a humanizarnos en los conflictos, a ser sensibles y edificar puentes en lugar de muros. 

Los bienaventurados piensan en construir la paz por medio de acciones y no solo con oraciones. Hay quienes pretenden construir un mundo mejor, pero sin actuar, y usando como único recurso la oración; pretenden resolver problemas con el prójimo orando a Dios, pidiéndole que los perdone o nos perdone, sin siquiera buscar al prójimo (Mateo 5:23-24). Haciendo esto se evade lo más importante: asumir la responsabilidad en el conflicto.

La alegría de la que habla Jesús, se produce cuando se trabaja en la construcción de un mundo mejor. No es posible encontrar la felicidad cruzado de brazos. El mundo está lleno de conflictos, la iglesia requiere generar propuestas desde la fe para la construcción de la paz. 

Concluimos que ser dichoso no solo es la descripción de aquellos que no hacen violencia, sino de todo aquel que lucha incansablemente para que la paz sea una realidad para todos. Ser pacificador es dirigirse voluntariamente hacia el bien supremo que es la paz entre Dios y los hombres, y entre los hombres como hermanos. 

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Comunicado 9 de julio 2021

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Violencia familiar: qué hacer si se está viviendo

Violencia familiar: qué hacer si se está viviendo

Dra. Rosa María Salazar Rivera

Cuando la violencia atrapa

La violencia en el hogar atrapa a los y las integrantes de la familia debido a que se naturaliza, es decir, se cree que lo adecuado es resolver los conflictos o desacuerdos con violencia. Un porcentaje alto de mujeres que padecen violencia tienen dificultad para identificarla, señalan que su esposo nunca la ha golpeado, que “solo” la insulta, pero porque ella le provoca; que no le da suficiente dinero para la manutención, pero porque ella tiene la culpa pues es mala administradora; que accede a tener relaciones sexuales porque ella entiende que es su obligación.

La Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer (Convención de Belém Do Pará) define a la violencia como: «cualquier acción o conducta, basada en su género, que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer, tanto en el ámbito público como en el privado».

Para comprender mejor esta definición con el fin de identificar si hay violencia en la familia, empecemos por entender qué quiere decir “acción o conducta basada en su género”. Se refiere a los actos que se hacen contra una mujer porque su comportamiento no cumple con lo que nos han dicho de las mujeres, por ejemplo: porque no tiene la comida a tiempo para cuando llega el esposo, hijos o hijas, porque la comida no la hizo como la suegra o como dice el marido, porque está en la calle platicando con la vecina (“anda de chismosa”), porque sale a la calle con ropa muy ajustada al cuerpo, porque no hace las labores de la casa y solo está para eso, porque desobedece al marido, porque platica en la calle con hombres desconocidos, porque sale de la casa sin avisar al esposo, porque no sabe cuidar a los hijos o hijas, y muchas otras cosas más. Esto se toma como pretexto o razones por las cuales el hombre ejerce violencia hacia las mujeres, porque él se ve a sí mismo como la autoridad o el que manda en la familia y ha aprendido que, para que la mujer le obedezca o haga caso, es necesario usar el maltrato o los golpes.

Según la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH 2016), 7 de cada 10 mujeres de nuestro país reconocen haber padecido algún tipo de violencia, por lo que inferimos que la estadística abarca a las mujeres de la Iglesia. Al parecer, la violencia avergüenza a las mujeres porque damos por entendido que en la Iglesia esto no sucede. Por ello, es necesario que este mito sea derribado reconociendo que tenemos este problema y debemos atenderlo.

Para salir de la violencia

Lo primero es buscar resolver los conflictos de pareja o familiares mediante el diálogo. No se doblegue. Escuche, y luego pida a su esposo que no le grite, que sí le escucha, y pídale llegar a un acuerdo. Si esto no es posible, será necesario que usted busque ayuda psicológica, para aprender a poner límites, para evitar estar bajo la violencia.

Identifique si está viviendo violencia. En el siguiente cuadro hay algunas preguntas que le ayudarán a saberlo.

Preguntas 

Si

No

¿Sientes que tu pareja te está controlando?

¿Has perdido amigas, familiares, compañeras(os) de trabajo para evitar que tu pareja se moleste?

¿Te critica y/o humilla en público o en privado sobre tu apariencia, tu forma de ser, el modo en el que haces tus tareas hogareñas, etc.?

¿Controla estrictamente tus ingresos y el dinero que te entrega, originando discusiones?

¿Sientes que estás en permanente tensión, y, hagas lo que hagas, él se irrita o te culpa?

¿Te ha amenazado alguna vez con algún objeto o arma, o con matarse él, a ti o a algún miembro de la familia?

¿Sientes que cedes a sus requerimientos sexuales por temor o te ha forzado a tener relaciones sexuales? 

¿Después de un episodio violento, él se muestra cariñoso, atento, te regala cosas y te promete que nunca más volverá a golpearte o a insultarte y que “todo cambiará”?

Cuando usted escucha los insultos de su esposo no permita que le lastimen. Al escucharlos, inmediatamente haga un ejercicio de respiración para evitar caer en provocaciones (tome aire profundamente, reténgalo unos segundos y luego sáquelo lentamente); enseguida haga lo posible por alejarse de él sin contestar y vaya a algún espacio donde pueda estar sola (el baño, una recámara, el patio, la cocina) y repita para usted misma: “yo no soy lo que él dice que soy, yo soy hija de Dios hecha a su imagen”. Esta es una forma de evitar que los insultos le hagan daño, no los acepte, están solo en la boca de él. Reconózcase como una hija de Dios que la tiene en alta estima, es decir en alto valor. Si puede, empiece a hacer el ejercicio de perdonar a quien la agrede, pero tome en cuenta que el perdón no es un permiso para que la siga maltratando. Por el contrario, el perdón significa que usted decide dejar atrás la experiencia sufrida y resolver, con mayor convicción y claridad interior, no volver a tolerar ningún tipo de violencia.

Rechace la culpa que en ocasiones siente, el responsable de la violencia es quien la ejerce. El hecho de que usted no haga todo lo que él le dice no es una razón para que la maltraten. Ore continuamente a Dios y acepte su gracia; haga lo que usted haga Él le escucha en todo momento y le perdona, solo acepte su perdón y su amor. 

Si usted se siente muy lastimada por la violencia que vive, le sugiero fortalecer su relación con Dios con el siguiente ejercicio. Ore a Dios y, al hablar con Él, trate de escucharse a sí misma; es una manera de concentrarse y encontrar ese momento donde solo están usted y Dios. Cuéntele como se siente. Pídale que le dé fortaleza en su alma, que le ayude a detener dicha violencia. Recuerde lo que dice la Palabra: Pero yo clamaré a Dios, y el Señor me salvará. Mañana, tarde y noche clamo angustiado, y él me escucha (Salmo 55:16,17, NVI).

Tal vez usted está muy lastimada por la violencia de la que ha sido víctima durante mucho tiempo y esto la lleva a padecer varios síndromes psicológicos, por lo que puede estar viviendo momentos de mucha hostilidad; es decir, estar continuamente enojada por todo, con amargura en su ser. Para contrarrestar esto, le sugiero que ponga atención cuando usted se dirige a su esposo y a sus hijos o hijas. Si sus palabras salen con enojo, nuevamente haga el ejercicio de la respiración profunda para que detenga sus palabras, y vuelva a repetirles la frase buscando hacerlo amablemente. Practíquelo cada día hasta que logre hacerlo de forma automática.

Al mismo tiempo que hace los ejercicios anteriores, atrévase a romper el silencio, platíquelo con las personas más allegadas, como su madre, hermanas o familiares cercanos. Comprenda que la violencia recorre un ciclo en el que el hombre, en ocasiones, pide perdón, promete cambiar y no volver a golpearla; pero esto se repite una y otra vez, por lo que es necesario romper el ciclo pidiendo ayuda.

Busque ayuda profesional, entre más temprano se atienda tendrá mayor oportunidad de salir de la violencia. Identifique que la violencia no desaparece con las promesas de cambiar que le hace su esposo. Es necesario que acuda a algún lugar especializado para la atención de mujeres víctimas de violencia, como es en los Institutos de las Mujeres, en el Sistema de Desarrollo Integral de la Familia (DIF), Centros de Justicia para las Mujeres, Organizaciones de Sociedad Civil que atienden esta problemática (es difícil que encuentre psicólogas cristianas evangélicas, especializadas en violencia, que le puedan ayudar).

Recuerde algo importante, una vez que acuda a la atención profesional es necesario que no falte a sus citas, esto le ayudará a mejorar su autoestima, a poner límites para dejar la violencia completamente. Usted no es culpable de la violencia que padece, la responsabilidad está en el hombre que la ejerce, por lo que él también necesita acudir a algún lugar para su tratamiento, pero él lo deberá buscar, no usted.

Hable con su Pastor de la violencia que padece para que sea apoyada espiritualmente al igual que su esposo, pero esta atención debe ser por separado, al hacerlo juntos él se la pasará culpándola de todo y usted puede tener un retroceso en su tratamiento.

Si la violencia que padece es grave y su vida corre peligro, es necesario que salga de su casa y se resguarde con algún familiar o pida ayuda para ir a un refugio donde le brindarán seguridad y un tratamiento especializado, generalmente son gratuitos. Si es necesario, acuda a una Agencia del Ministerio Público a denunciar la violencia porque es un delito.

Referencia

1 Extracto del Cuestionario Autodiagnóstico de Violencia Intrafamiliar. Cáceres, Ana y otras colaboradoras del servicio Nacional de la Mujer de Chile.

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