El amor comienza en casa

El amor comienza en casa

Hna. Elizabeth Sánchez Ramírez

Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros.

(1 Juan 4:11)

El carácter se forja en casa, allí obtenemos la confianza en nosotros; si somos amados y se alimentan nuestros sueños. La casa, sin importar la construcción, el tamaño o comodidades que ofrece, es el espacio íntimo en el que nos sentimos en libertad de ser y hacer. Nuestra casa habla de nosotras y de nuestra familia; de los gustos, costumbres, organización, hábitos y de la manera en que nos relacionamos. El valor principal de nuestra casa son los lazos afectivos que entrelazan a la familia, representan la seguridad, confianza y aceptación. Cuando es el espacio cálido y nutricio que debiera ser, nos hace exclamar: “¡No hay como estar en casa”! La clave está en el amor que se respira bajo su techo.

Dios creó la familia para que, a través de la relación de la pareja, y en el cuidado de padres e hijos y entre hermanos, el amor encuentre su plena expresión. Cuando el amor que une a un hombre y una mujer en matrimonio se mantiene vivo y floreciente, los hijos crecen sabiéndose amados, protegidos, atendidos en las necesidades de cada etapa de su desarrollo, en un ambiente cálido y armonioso que aun cuando sean adultos, en los tiempos difíciles, tristes o alegres podrán recordar y nutrirse de ese amor familiar.

Cuando hablamos de familia, generalmente pensamos en el modelo inicial creado por Dios; papá, mamá e hijos, sin embargo, en nuestra sociedad tenemos una gran variedad de familias en las que pueden estar incluidos abuelos, tíos, primos, o también puede haber la ausencia de mamá, papá o ambos, hoy se considera familia al núcleo de personas que habitan en la misma casa, unidos por una relación consanguínea o adopción.

El plan de Dios, para la familia es que sea fuente de amor, aceptación y apoyo, sin embargo, en muchos hogares lo que fluyen son conflictos: entre los padres, entre los hermanos, entre padres e hijos; problemas económicos, adicciones, etc. Crece la violencia, el abandono, el divorcio, el desamor, dejando dolor, angustia, baja autoestima, temor; sobre todo en los más pequeños e indefensos. Muchos problemas surgen cuando nos olvidamos de nutrir el amor. Así como necesitamos alimentar nuestro cuerpo cada día con productos saludables, el amor necesita atención y cuidados para mantenerse fuerte y sano. 

Cuando una pareja se une pensando que el amor es solo placer, complacencia, cuando para cada uno solo importa satisfacer sus intereses y necesidades sin tomar en cuenta los del otro, si no están dispuestos a ceder, a dejar su propio bienestar por el bien del otro; el amor está destinado a morir y toda la familia lo sufrirá.

Amar requiere entrega y decisión. El amor se hace evidente por la importancia que damos a la o las personas amadas, por la atención que ponemos a sus necesidades y el esfuerzo que hacemos para satisfacerlas, aun sobre nuestro propio bienestar. El apóstol Juan nos habla acerca del amor perfecto, el amor de Dios: En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados (1 Juan 4:10). Dios nos muestra un amor sin límites buscando nuestro bien, por esto, el apóstol nos pide: Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros (1 Juan 4:11). Los otros que están más cercanos son nuestra familia, por eso el amor debe empezar en casa. 

Solemos pensar que amar es vivir siempre felices, que cada uno pueda tener y hacer lo que quiera. Así no es el amor. El apóstol Pablo, nos enseña que el amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece (1 Corintios 13:4) Es decir, el amor no se centra en mis intereses y deseos, sino en hacer lo que es bueno para la persona amada. 

Entonces, ¿cómo podemos amar sin buscar nuestros propios intereses? La Biblia es un manual completo del amor. Aquí solo presentaré algunos consejos que sirvan de orientación.

1. Pide la ayuda de Dios. Recuerda que Él te ama, y ama a tu familia. Él te dice: Yo sé los planes que tengo para ustedes, planes para su bienestar y no para su mal, a fin de darles un futuro lleno de esperanza. Yo, el Señor, lo afirmo (Jeremías 29:11, DHH).

2. Mantén tu atención en cada miembro de la familia. Qué todos puedan sentirse en libertad y confianza para contarte sus experiencias, sus intereses, sus necesidades, gustos y disgustos. Escúchalos atentamente. De esta forma ellos también estarán dispuestos a escuchar, tus opiniones y consejos. 

3. Respeta a las personas dentro y fuera de casa. Tú conducta es ejemplo para tu familia. El respeto es fundamental para convivir en paz y armonía, por lo que en casa deben establecerse reglas y normas justas que protejan la integridad de todos. Evita la mentira, las palabras hirientes, conductas egoístas, demandantes, impulsivas y sobre todo agresivas de y hacia todas las personas sin importar su edad. Fomenta conductas y palabras amables. En todos los casos el respeto debe ser mutuo.

4. Pasa tiempo de calidad con tu familia. Planea un día a la semana para hacer cosas juntos, actividades que proporcionen alegría, algo que todos disfruten. Por ejemplo: caminar, una noche familiar con juegos de mesa, ver un programa en la televisión, cenar. Esto ayuda a conocernos mejor y reforzar los lazos de unión familiar.

5. Actúa con empatía y comprensión ante los problemas que surgen entre los miembros de la familia. Es necesario aprender que lo que tú piensas, quieres y sientas no es lo único que importa, es preciso tomar en cuenta lo que el otro piensa, quiere y siente para comprender por qué actúa de determinada manera y poder tomar decisiones y acuerdos en caso de conflicto.

6. Ejerce la autoridad que te corresponde con sensibilidad, firmeza, respeto y justicia.

7. Nutre a tu familia cada día con el amor de Dios a través de la oración y el estudio de la Palabra. Tomen tiempo para hacerlo en familia. Cuando el amor de Dios está entre nosotros la casa se llena de paz, esperanza, fe, gratitud y alegría. El amor empieza en casa y se transmite a otros ámbitos de la comunidad.

Dios nos dé sabiduría para que nuestra casa sea ese espacio del genuino amor.

Referencias

• Biblia de Estudio RVR 1960. Editorial Vida. 

• Biblia Edición de Promesas, revisión 1960

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El mentor

El mentor

Hna. Karla Flores Hernández

Más de una vez y en distintas ocasiones, hemos escuchado o leído Mateo 28:19-20: Acercándose Jesús, les dijo: Toda autoridad Me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado; y ¡recuerden! Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo.

Este versículo ha sido de gran importancia para la iglesia cristiana, ya que resume la misión de evangelizar.

Antes de partir, Jesús les deja una gran tarea a sus discípulos, misma para la cual los había preparado en sus años de ministerio, y esta “gran comisión” también es dada para nosotros en la actualidad. 

En ocasiones, sucede que al escuchar este texto, nos sentimos inseguros e incapaces de llevar a cabo esta tarea, y resuenan en nuestra mente preguntas tales como: ¿por dónde empiezo? ¿qué hago? ¿qué les digo?, preguntas que nos abruman y desaniman a dar el primer paso.

A lo largo de este artículo, quiero que tengas presente lo siguiente: “[…] ¡recuerden! Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”, estas palabras de Jesús manténlas siempre en tu mente y tu corazón.

Ahora bien, la primera tarea que se nos encomienda es “hagan discípulos”, y para esto primero tenemos que entender qué es un discípulo. La palabra discípulo, al igual que disciplina, proviene de la palabra latina discipulus, que significa «alumno» o «aprendiz», es decir, un discípulo es un seguidor, uno que confía y cree en un maestro y sigue sus palabras y ejemplo. 

Pero ¿cómo se hace un discípulo? ¿Cómo empezamos? Jesús es nuestro gran maestro, en la Biblia podemos encontrar algunas características del discipulado que Él nos puso como ejemplo.

1. Practicaba lo que predicaba

Jesús era coherente con lo que enseñaba, los mandatos que Él daba a sus discípulos los ponía en práctica. En Juan 13, un pasaje muy conocido, encontramos un gran ejemplo del servicio: Así que se levantó de la mesa, se quitó el manto, se ató una toalla a la cintura y echó agua en un recipiente. Luego comenzó a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura.

En aquel entonces, los judíos no usaban zapatos, usaban sandalias, ¿puedes imaginar cómo se encontraban los pies de los discípulos? Llenos de polvo, mugre, malolientes, sucios.

Nuestro Salvador, el Rey de reyes, tomó forma de siervo lavando los pies de sus discípulos.

2. Tenía un diálogo personal

Jesús no solamente enseñaba en los montes a las multitudes, también se tomaba el tiempo para conversar a solas con quien lo necesitaba. En Lucas 19 podemos leer la historia de Zaqueo, un recaudador de impuesto que buscaba ver a Jesús entre la multitud. Zaqueo era una persona aborrecida en el pueblo por su profesión, y quienes se acercaban a él eran considerados como traidores, aun así, Jesús fue a su casa, y pasó un momento personal con él. Como resultado de esto, Zaqueo cambió su vida y decidió seguir a Jesús.

3. Jesús los amaba

[…] Él había amado a los suyos que estaban en el mundo, y los amó hasta el fin (Juan 13: 1). En la noche de la última cena, Jesús hace un acto de amor y humildad al lavarle los pies a cada uno de sus discípulos, incluyendo a Pedro que lo iba a negar y a Judas quien lo iba a traicionar. Jesús no solo decía amarlos, lo demostró hasta el fin.

4. Jesús hacía milagros

Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo (Mateo 4:23).

Una de las características del discipulado de Jesús, es que no solo predicaba, también ayudaba a solucionar los problemas y necesidades de quienes se le acercaban. A veces, las palabras no son suficientes, es necesario accionar, apoyar y acompañar.

5. Jesús es incluyente

Aconteció que, estando Jesús a la mesa en casa de él, muchos publicanos y pecadores estaban también a la mesa juntamente con Jesús y sus discípulos; porque había muchos que le habían seguido. Y los escribas y los fariseos, viéndole comer con los publicanos y con los pecadores, dijeron a los discípulos: ¿Qué es esto, que él come y bebe con los publicanos y pecadores? Al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores (Marcos 2:15-17).

A lo largo del Nuevo Testamento, encontramos distintos pasajes donde se muestra a un Jesús incluyente, un Mesías que dignificaba a todos aquellos que eran excluidos y discriminados por el sistema religioso de su época. Buscaba una convivencia con ellos para enseñarles y mostrarles el camino con amor y paciencia. No solo buscaba la redención espiritual, sino también social.

El ministerio que Jesús realizó estando aquí en la Tierra es nuestro máximo ejemplo y modelo para seguir. Si no sabes cómo empezar, qué decir o hacer, hazte la siguiente pregunta: «¿qué hizo Jesús?».

Es una tarea ardua, que requiere valor, pero sobre todo amor, y si en algún momento te sientes decaer, recuerda sus palabras: […]Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo.

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Familias bendecidas para bendecir

Familias bendecidas para bendecir

Perla Esquivel y Esdras Valencia

Tener una familia es cimentar una buena educación, formación y valores. Aquí se construye la formación de la personalidad de cada uno de sus miembros; es el pilar sobre el cual se fundamenta el desarrollo psicológico, social y físico del ser humano […] si todos los individuos creciéramos dentro de un seno familiar, la sociedad se enfrentaría a menos problemáticas.»1

La voluntad de Dios es bendecir a todas las familias, este deseo se expresa de una forma clara y hermosa, en la maravillosa promesa hecha a Abraham: Y serán benditas en ti, todas las familias de la tierra (Genesis 12:3, RVR1960). Ser familias bendecidas es posible, aun en una época como la actual en la que los modelos familiares han sufrido una serie de cambios bruscos y se percibe una fractura en la institución considerada como la base de la sociedad.

En el relato bíblico la primera familia aparece fracturada desde el huerto del edén, como consecuencia de alejarse del proyecto de Dios para sus vidas. De igual modo viviendo en la carne, nuestros esfuerzos también fallarán en hacer que las familias sean completas y saludables en un mundo roto. Resulta tentador pensar que podemos arreglar los problemas del matrimonio sin una visión espiritual y que si aunado a ello, contamos con recursos económicos suficientes, entonces tenemos resueltos los problemas de la vida y que todo irá bien. Así es como algunos matrimonios creen que funciona la dinámica familiar; haciendo a un lado, los valores espirituales.

En las Escrituras Sagradas encontramos familias construidas con amor y pureza, también podemos ver familias formadas a partir del pecado, niños nacidos del adulterio, a través de la prostitución y viviendo en entornos problemáticos. Sin embargo, Dios pudo cambiar la inercia en esos hogares, los cuales, no obstante, iniciaron de una manera complicada, pudieron recibir de Dios la bendición para seguir adelante, para ello es necesario tomar una decisión.

En el libro de Josué capítulo 24 encontraremos dos momentos importantes en el discurso de este gran líder del pueblo de Israel. Durante este tiempo, los lleva a un viaje a través de la historia. Al tener reunidas a todas las tribus en Siquem, pidió a los líderes ir frente al santuario para presentarse delante de Dios y expresó: Esto es lo que el Dios de Israel les dice: Hace mucho tiempo, sus antepasados vivían en Mesopotamia, y adoraban a otros dioses. Uno de sus antepasados fue Térah, el padre de Abraham y Nahor (Josué 24:2, TLA). 

Comienza desde el momento en que sus antepasados no conocían al Dios de Abraham. Luego los lleva sistemáticamente a través de una historia de la fidelidad de Dios y la entrega del pueblo de Israel. Él les recuerda todo lo que Dios ha hecho que los ha llevado a este punto y esto los lleva a pedirles un compromiso. Literalmente les pide que elijan lo que harán. Esto nos lleva al punto de este versículo.

Continuó con esta frase que conocemos y más de uno hemos apropiado: Si no quieren serle obedientes, decidan hoy a quién van a dedicar su vida. Tendrán que elegir entre los dioses a quienes sus antepasados adoraron en Mesopotamia, y los dioses de los amorreos en cuyo territorio ustedes viven ahora. Pero mi familia y yo hemos decidido dedicar nuestra vida a nuestro Dios (Josué 24:15, TLA).

Aquí encontramos a Josué, uno de los líderes más fieles de Israel, llamando claramente al pueblo a elegir entre servir a otros dioses o servir al único y verdadero Dios. Entonces Josué da el ejemplo con esta declaración: Pero mi familia y yo hemos decidido dedicar nuestra vida a nuestro Dios.

Dentro de este versículo, Josué está haciendo una declaración acerca de lo que más les importa a él y a su familia. Él menciona, claramente y sin dudar, a quién servirán. No le importaba lo que cualquier otro israelita y sus familias decidieran hacer, estaba estableciendo lo que era correcto para su casa.

Este es un compromiso total de seguir a Dios sin importar qué. Eso fue bueno para Josué y su familia, pero ¿qué significa eso para nosotros? ¿Estos versículos son aplicables para mí y mi familia en este momento? 

Nos gustaría compartirles algunas propuestas a través de las cuales podemos ser familias bendecidas para bendecir:

1. Mostrar el amor y la provisión de Dios en nuestras vidas. Josué había sido testigo de varios comportamientos vergonzosos exhibidos por los israelitas mientras vagaban por el desierto con Moisés, desde la creación del becerro de oro hasta lo que había visto antes de sus declaraciones en el capítulo 24. Su esperanza era mostrarles a través de la historia, en los primeros versículos, que del Señor recibieron provisión y pudieron sobrevivir en el desierto en los últimos años, fue de un Dios amoroso que había hecho lo mismo, generaciones anteriores a ellos, y continuaría por las generaciones venideras, Él los cuidaba y no los dioses falsos.

2. Necesitamos ser conscientes de que nuestras decisiones tienen consecuencias.  Estas pueden ser, buenas o malas, no solo sobre nosotros mismos sino también sobre otras personas. Una decisión egoísta afecta a nuestras familias de manera negativa.

3. Pedir al Señor que nos guíe. Como creyentes, nacidos de nuevo, la Biblia nos dice que somos embajadores de Cristo (2 Corintios 5:20). Así como Josué había dado un buen ejemplo para que su familia siguiera a Dios, cada cristiano debe hacer lo propio con la familia que el Señor le ha dado. Aunque Josué era capaz de dar el ejemplo, no podía tomar la decisión por ellos, la gente tenía que elegir por sí misma. 

4. Asumir la responsabilidad de preparar a nuestros hijos para que sirvan al Señor. Somos mayordomos de esos hijos y es nuestra responsabilidad discipularlos para ese día. El Señor nos los ha confiado, y seremos responsables de ellos. la decisión de servir a Dios influye positivamente en nuestras familias. A través del servicio podemos ayudar a otros a acercarse a Dios y tomar la decisión de permitirle entrar en sus vidas a través de la aceptación de Jesús. ¿A quién servirás hoy? 

5. Estar dispuestos a corregir los errores y avanzar hacia la curación. Depende de ti y de tu familia. Cuando he cometido algún error en mi crianza excesiva, mi miedo, mi juicio, etc., he tenido que ir con cada uno de mis hijos y mi cónyuge para hablarlo y pedir perdón.

No existe tal cosa como una familia perfecta. Sin embargo, la esperanza surge a través de la comprensión de que la familia rota es cualquier cosa menos una realidad irredimible. La compasión viene cuando entendemos que todos nosotros, cada uno de nosotros, sin Dios estamos rotos.

A medida que abrazamos nuestra propia necesidad de misericordia, podemos extender la gracia a los demás. Si bien es vibrante y llena de vida, la familia de hoy también es desafiante y real, pues requiere ensamblaje o incluso reensamblaje. Cuando estamos quebrantados, no encontramos justo donde necesitamos estar ante Dios y donde tenemos que quedarnos.

Referencia

1 https://www.habitatmexico.org/article/la-familia-como-base-de-la-sociedad

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Un templo caminante

Un templo caminante

Min. Ausencio Arroyo García

Acérquense al Señor Jesús, quien es la piedra viva, rechazada por los hombres, pero elegida y de mucho valor ante Dios. Ustedes también son como piedras vivas que Dios utiliza para construir un templo espiritual. Ustedes sirven a Dios en ese templo como sacerdotes santos, y por medio de Jesucristo ofrecen sacrificios espirituales agradables a Dios (1 Pedro 2:4-7).

En lo más profundo de la mente humana se tiene la nostalgia de un paraíso perdido, es la sensación de haber sido arrancados del espacio seguro donde se pueda crecer y cumplir los mejores anhelos. Para muchos, ese lugar lo podemos encontrar aquí y ahora, ya sea en un sistema económico político o en un estilo de vida que consiste en disfrutar el mayor placer posible; sin embargo, la enseñanza cristiana no promete un paraíso presente, sino que es una promesa del futuro. En la era actual ningún modelo de sociedad será lo suficientemente justo ni bueno ni duradero para hacer real toda la vida buena de Dios para todos. La fe nos orienta hacia una nueva realidad en una nueva creación, un mundo que viene de Dios, sin corrupción, sin dolor ni muerte, un mundo donde se establece la justicia y reina la paz.

En esta búsqueda, la iglesia es vista como peregrina y extranjera al mundo, no al planeta sino al conjunto de valores y poderes que determinan la existencia. La primera carta de Pedro se dirige a una familia espiritual dispersa sobre la faz de la tierra, lo cual no deja de ser chocante a las expectativas humanas, ya que los elegidos no tienen hogar, el Padre no les ha brindado una casa estable y son migrantes permanentes, siempre en el camino, sin alcanzar el lugar final de reposo.

En busca de un Santuario

Como un pueblo peregrino en pos de la “nueva tierra y nuevos cielos”, una expresión que anuncia la recreación de Dios, no tenemos lugar sagrado al cual aferrarnos. No hay ciudad ni montaña o río, no hay roca o árbol que nos conecten con lo sublime y eterno. Así como en la travesía del desierto el pueblo de Dios recibió el tabernáculo como signo y evidencia de la presencia de Dios entre ellos, nosotros tenemos el tabernáculo de nuestro cuerpo que es el altar en el cual ofrecemos sacrificios de alabanza y de amor al Señor de todo y de todos. El altar por excelencia no es el lugar de reunión de la congregación, puesto que no es más santo ni más relevante que el corazón de cada creyente.

Jesús, más que honrar lugares o fechas, dignificó personas. Recuperó la belleza, impresa desde la creación, en aquellos que se hallaban afeados por el pecado o la enfermedad, liberó a quienes eran víctimas de relaciones de opresión, enalteció a los olvidados y marginados, abrazó con ternura a los desvalidos, miró con gracia a los fracasados. Y allí, en las calles, a la orilla de los caminos y en los rincones de los hogares aparecieron altares humanos. En los tocados por Jesús hubo respuestas a la gracia: saltos de alegría, cantos de testimonio, cuerpos limpios, manos generosas y muchas alabanzas a Dios. Hizo que cada vida, que cada persona, se convirtiera en un templo de adoración.

En esta línea, Pedro les indica a los creyentes: […] como piedras vivas, sean edificados casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo (1 Pedro 2:5).

La grandeza de esta idea pasa por la condición de los destinatarios de la carta, son perseguidos por causa de la fe, se hayan socialmente marginados, sin poder económico ni político, son desheredados del mundo. Mas ellos, son elegidos y beneficiarios de un don mayor. Según la previsión de Dios han sido apartados por el Espíritu y rescatados por medio del sacrificio de Jesucristo, aunque sus condiciones sean tan desfavorables, son un linaje especial por medio de quienes Dios extiende su reino de luz.

Es la obra de Cristo en nosotros la que nos convierte en altares de adoración, su sangre ha purificado nuestras vidas y hemos sido santificados en el poder del Espíritu. Solo entonces, somos llamados a presentar ofrendas espirituales al Señor. El escritor afirma esto, habiendo hecho previamente cuatro exhortaciones a los lectores, y estas constituyen evidencias de ser partícipes del plan de salvación.

Llamados a ser la diferencia

Tengan esperanza (1 Pedro 1:13). La realidad que experimentamos determina nuestra manera de ver y de tomar decisiones. El apóstol nos confronta para mirar más allá del momento o de las circunstancias, para no dejar que las pérdidas o la falta de prosperidad nos alejen de las promesas. Es necesario enfocar en lo relevante, afirmar la mente y el corazón en aquello que permanece hasta la venida del Señor cuando nuestra salvación será completa. No cambies las bendiciones eternas que recibirás por el placer temporal. Un creyente entiende el futuro y deja lo que estorba a fin de poseer lo que es eterno.

Vivan en santidad (vv. 14-16). La relación con Dios transforma nuestro carácter, nos provee las virtudes que no teníamos y desarrolla la mejor versión de lo que podemos ser. Alcanzar la santidad no es por medio del esfuerzo personal para que se convierta en mérito, sino que es el cambio que Dios, por medio de su Espíritu, realiza en nuestra conciencia y corazón. En su poder cambia lo que somos, de pecadores perdidos a hijos restaurados, nos fortalece para dejar lo que es ajeno a su voluntad y para lograr la bondad y justicia conforme a su naturaleza.

Teman a Dios (vv. 17-21). Dios está por arriba de todo y de todos, Él gobierna y determina sobre las cosas y la vida, como seres humanos admitimos nuestra condición frágil y deficiente; y aceptamos nuestro lugar en el universo y los planes divinos, ante esto, nuestra respuesta debe ser de reverencia y sumisión. Pero, hemos sido distinguidos con la bendición del sacrificio del Cordero, planeada desde antes de la fundación del mundo. El temor a Dios está basado en el reconocimiento de la liberación que ha hecho y el elevado precio que pagó por cada uno. Lo mejor que somos y tenemos, todo se lo debemos a Él. 

Ámense unos a otros (vv. 22-25). Nadie puede ser un auténtico cristiano solo, aislado. El carácter que recibimos de Dios lo ponemos en práctica en la comunión con los otros, cada uno es una piedra viva con la cual se edifica la casa espiritual. El discípulo Simón fue llamado Pedro para describir la función que Dios le dio en su iglesia. Ser una piedra junto con los demás, para conformar el santuario viviente. 

Cómo podemos ser altares vivientes

Deja que Dios sea Dios. Un lugar de adoración se levanta para reconocer la majestad divina. El Dios de la Biblia, no está supeditado a ningún lugar, ni presente ni pasado; más bien, Dios busca estar en el trono del corazón del creyente. Cuando Él es el centro de nuestra existencia, es el fundamento de los valores y prácticas y permitimos que gobierne los diferentes ámbitos de vida, solo allí es honrado y proclamado. En realidad, solo creemos aquello que obedecemos. Si decimos que Dios es nuestro Dios, entonces es Señor de nuestras costumbres, deseos, palabras, compromisos y voluntad, entonces y solo entonces nuestra persona es un altar santo.

Da lo mejor que tienes. Así como el Padre entregó la vida de su Hijo para nuestra salvación; espera que, en reconocimiento a este regalo, cada uno ofrezca lo mejor que tiene o puede lograr, en este altar viviente no deben presentarse ofrendas a medias ni engañosas o para recibir el reconocimiento humano. En el altar viviente se ofrecen sacrificios espirituales, de corazón limpio y de gracia, sin pretender el aplauso o la ganancia sino en expresión de gratitud por ser objetos del amor de Dios. Estés donde estés, que tu persona sea un aroma agradable al Señor del Universo. No entregues regalos defectuosos si está en tus manos dar lo mejor, donde quiera que Dios te ponga.

Sirve con gozo al prójimo. Los actos de amor para el prójimo son expresiones de olor fragante a Dios (Efesios 5:2; Filipenses 4:18). El sacrificio que represente compartir y cuidar de otros, son hechos para el Señor mismo. Estos actos son manifestaciones de un corazón regenerado que ha dejado de ser el centro de sus atenciones y que es capaz de abrir su mano para bendecir a los menos favorecidos o que se hayan en infortunio. Pero no debe hacerse por fuerza o con intenciones mezquinas sino con el gozo de alabar a Dios en su imagen visible. Las muestras de servicio al prójimo se determinan en cuanto reflejan el carácter santo de Dios y si pueden resistir el escrutinio de Dios que juzga lo más íntimo de la mente humana.

Una palabra final

Los encuentros con Dios fueron marcados para santificar el espacio donde se manifestó lo sublime y majestuoso, los que vieron la gloria levantaron un altar de reconocimiento, ese altar podía ser un montículo de piedras o a veces una sola, hasta que se levantó un templo fijo en tiempos de Salomón. Mas ninguno pudo contener la grandeza del poder de Dios, porque Dios es inaprehensible, su ser infinito no puede ser contenido por ningún edificio, pero, nos obsequia el privilegio de ser altares humanos en los cuales se presenten ofrendas de gratitud y amor. Vayas donde vayas, en todo tiempo, si estás en Cristo, eres un altar de adoración al Señor de la vida.

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Mi profesión, mi ministerio

Mi profesión, mi ministerio

Min. Abdiel Gómez Salomón y Elemy E. Espinoza Ramírez

«Desde su galaxia el niño ya sabe que cuando sea grande tendrá que ceder.

Pero, mientras tanto, él tiene la llave del eterno sueño de ser o no ser […]»

(Yo quiero ser bombero. Facundo Cabral y Alberto Cortés).

Seguro te estarás preguntando, ¿quiénes son esos señores? Y también cuestionarás: ¿De qué están hablando? Primero, ofrecemos una disculpa por la referencia a los antiguos años 90´s, sabemos que es historia vieja. Pero hay algunos detalles que, seguramente, has escuchado por ahí.

En esta narrativa, se cuenta la historia de un niño que va creciendo dentro de su familia, lleno de expectativas y esperanzas que han depositado sobre él. ¿La edad? No sé, quizás unos 4 o 5 años. Lo interesante de esto, son esas ideas preconcebidas que, según sus familiares, llevarían al éxito a este niño.

Ya todos habían hecho planes: ingeniero, doctor, banquero, militar… Estaban seguros, cada uno por su cuenta, de lo que ese niño sería al crecer. Pero él también estaba seguro: ¡bombero!, ¿por qué? Porque es mi voluntad. ¡Gran respuesta! Al menos, desde su galaxia, tiene voluntad e impulso por vivir.

En esta ocasión, no vamos a discutir cómo elegir una carrera, profesión u oficio, pero sí queremos puntualizar que: la vocación puede aparecer en cualquier momento de la vida, y esta puede vincularse a la carrera profesional o a aquello a lo que te dediques; o tal vez no. Quizás puedas usar tu carrera para descubrir tu vocación.

Profesiones, carreras y oficios

Recordando la infancia, los niños y niñas querían ser bomberos, doctores, policías o maestras. Ahora, una de las mayores aspiraciones es ser influencer o creador de contenido. Y, ¿sabes qué? Todo eso está perfecto. ¿Por qué? ¡Porque es tu voluntad!

Déjame decirte que, cual sea la carrera que hayas elegido, –sin importar las circunstancias que te hayan llevado a ello– tienes la posibilidad de encontrar una vocación dentro de ella, una que le dé un giro a tu vida y te encamine en el servicio y el amor por los demás.

¿A qué nos referimos? Bueno, pues nos han enseñado a elegir una carrera, a darle un rumbo a nuestras vidas desde muy pequeños y a tratar de no salirnos de ese rumbo. Sin embargo, con el paso del tiempo hemos descubierto que hay muchas cosas a las que nos podemos dedicar, y siempre se puede hacer un poco más allá de lo aprendido.

Así, sin importar a lo que te dediques, hay algo que puedes hacer para darle a tu vida un toque de servicio. Jesús aprendió un oficio de su padre, pero también supo llegar a otros espacios, donde tuvo la oportunidad de encontrar su vocación.

Hay otro ejemplo. En Gálatas 1 y 2, el apóstol Pablo se encargó de defender su vocación, una que encontró de manera “inusual”, pues, aunque nunca conoció a Jesús –como era el caso de los 12 discípulos–, le fue revelado el camino que debía seguir.

Vocaciones y contextos

Pablo había crecido como judío, con un amplio conocimiento sobre las culturas griega y romana, que predominaban en aquella época. Se había aleccionado en la ley y, en sus palabras, era más celoso y cuidadoso de todos esos preceptos que cualquier otro judío (Gálatas 1:14). Era un ciudadano ejemplar. Pero también, en términos actuales, se podría decir que era un verdadero profesional.

Había estudiado de todo, y como fariseo, Pablo se convirtió en uno de los mejores. Una carrera exitosa, sin duda. Aún así, terminó cambiando el sentido de todo lo que hacía y resignificó todo el conocimiento que adquirió durante todos esos años de carrera. Y esto, porque encontró su verdadera vocación: el llamado del Maestro.

Pero ojo: no cambió de “profesión”. Él seguía siendo tan docto y culto como cuando se consideraba un judío tradicional. No. Lo que cambió en Pablo fue el sentido de su carrera. El encuentro que tuvo con Jesús, narrado en Hechos 6, le hizo darse cuenta de que, aunque todo el conocimiento adquirido era muy valioso, era mucho más importante poder servir a quienes antes persiguió.

Pablo, al descubrir su vocación en Cristo, aprovechó esos recursos que antes utilizaba para lastimar y someter, ahora como un vehículo de comunicación hacia toda la gente, por la gracia y el amor del Resucitado.

Con todo este contexto, podemos dimensionar la pasión y el impulso que movía a Pablo. Se convirtió en el portador del mensaje evangélico que llegó a muchos gentiles. Y esto es importante, porque los gentiles eran todos aquellos que no habían nacido de la cultura y la religión judía. Pablo, por la revelación que tuvo en Jesús, encontró que su vocación era llevar ese mensaje a quienes que no habían tenido la bendición de conocer personalmente al Mesías. Gracias a eso, Pablo dejó la vida de violencia que llevaba, y aprendió a amar a su prójimo.

Como el apóstol Pablo, no es necesario cambiar tu profesión, ni echar en saco roto todo lo que has aprendido en este mundo. Lo que sí es necesario, es escuchar el llamado, acudir al encuentro con Jesús y darle sentido a todo lo que haces, encontrando la vocación de servir.

Una plataforma para servir

En Filipenses 3, Pablo dice que, todo aquello que antes consideraba valioso -como su estirpe judía y todo su conocimiento-, ahora lo toma como una pérdida; estiércol, basura, un sin sentido. Sin embargo, durante su ministerio supo utilizarlo en beneficio de la obra de Dios. Es decir, que cuando usas tus recursos para lastimar, vives en un absurdo; pero cuando Jesús te encuentra, todo ello se convierte en una herramienta de bendición.

Cuando hablamos de carrera, no pensamos solo en una profesión con un título, sino aquello a lo que le vamos a dedicar todo nuestro esfuerzo, tiempo y recursos. Esa carrera puede ser tan amplia como cada quién lo decida. Si la carrera es “ser bombero”, no solo se limita a apagar incendios; se puede rescatar animales, proteger a las personas de desastres, y se puede extender a la vida diaria. Si la carrera es la abogacía, tu vocación puede impulsarte a ofrecer servicio a quienes no tienen suficientes recursos. Es decir, la carrera solo es el medio, pues el llamado sobrepasa cualquier vehículo.

Tu carrera se convierte, de esta manera, en una plataforma de servicio. La profesión no siempre va acompañada del ministerio, y el ministerio no siempre se ejerce en la profesión. Pero cuando encuentras la revelación y servicio al que Jesús te llama, tienes la oportunidad, como Pablo, de darle sentido a esa carrera.

¿Quieres ser bombero? ¡Adelante! ¿Quieres estudiar una carrera? ¡No te detengas! ¿Quieres ser influencer? ¡Dale con fuerza! Pero, hagas lo que hagas, nunca dejes de lado tu verdadera vocación: amar a todos, como Jesús te amó.

Donde están tus pies

Como cristianos, nos pasamos la vida pensando cuál es el tiempo, cuál es el lugar correcto y el momento perfecto para servir. A algunos, la vejez los asalta antes de que puedan decidir su lugar y momento ideales. Otros pasan su vida adulta acumulando cosas y riquezas, pensando que la vida se trata de eso. Pero tú, que vas avanzando sobre el camino, puedes preguntarte: ¿Dónde están mis pies?

¿Tus pies están en la escuela? Puedes servir. ¿Estás en redes sociales? ¡Puedes ayudar a otros! ¿Tienes una profesión? ¡Eres de bendición para alguien! Donde estén tus pies, ahí está también tu vocación.

No esperes a la edad, ni a la madurez, ni al máximo conocimiento. Para servir solo necesitas la vocación. Lo demás, lo irás adquiriendo con trabajo y voluntad. Pero el llamado de Jesús está ahí, Él te busca como a Pablo, y te impulsa hacia donde está la necesidad. Solo necesitas escuchar la voz de tu maestro.

Referencias:

Nueva Versión Internacional.

La vocación de Pablo. Isidoro Mazzarolo. RIBLA 76, 2017/2. La carta de Pablo a los Gálatas.

Esmeralda Alarcón Montiel. Elección de carrera. 2019. https://www.redalyc.org/journal/340/34065218004/html/

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Jesús recorría los poblados: del templocentrismo a la vida

Jesús recorría los poblados: del templocentrismo a la vida

Min. Marcos de Melo

Jesús recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas de ellos, predicando el evangelio del reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo (Mateo 4:23).

Introducción

Los evangelios sinópticos, a diferencia de los demás escritos del Nuevo Testamento, nos cuentan pormenores de la vida de Jesús que son únicos y fundamentales para entender con detalles quién fue Jesús y cómo actuó cuando se humanizó y vivió entre nosotros. Narraciones de su nacimiento, infancia, familia y forma de vida, son relatos que nos conectan con Jesús, a quien los evangelios lo llaman Hijo de Hombre, y de esta manera nos permite identificarnos con su forma de vida; ya que solo podemos seguirle como discípulos porque Él se encarnó haciéndose hombre y siervo de todos.

Gracias a Marcos, Mateo y Lucas, conocemos detalles de la vida de Jesús que son determinantes para nuestra vida de fe, tanto en lo personal como en lo comunitario; los cuales nos permiten seguirle como discípulos y así dar continuidad al proyecto del Reino que Él inauguró. Al conocer la vida de Jesús, que los evangelios nos presentan de manera brillante, podemos observar claramente que Jesús asume voluntariamente su labor misionera, adoptando un estilo de vida de servicio que constituye un modelo desafiante para el desarrollo de la misión en nuestro contexto.

Los evangelios sinópticos coinciden en que Jesús crece y desarrolla su ministerio en Galilea, al norte de Jerusalén. Los evangelistas cuentan que Jesús se acerca a Jerusalén para ser bautizado por Juan el Bautista en el rio Jordán, pero luego de su bautizo regresa a Galilea y desde allí desarrolla su ministerio predicando el evangelio del reino de Dios, recorriendo los pueblos y calles de Galilea, sanando toda clase de enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Estos detalles señalados por los sinópticos nos llevan a evaluar nuestro modelo de hacer misión para basarlo cada vez más en el de Jesús.

Analizando la realidad religiosa y cultural de la época de Jesús, lo más lógico sería pensar que al iniciar su ministerio lo haría en Jerusalén, ya que era allí donde se encontraba todo el sistema de operación religiosa de los judíos, con su brillante y magnífico templo, con sus sacerdotes investidos de mucho poder, con sus muchas y destacadas escuelas de maestros, sin olvidar los reconocidos e influyentes grupos, entre ellos y tal vez el más sobresaliente y conocido: el de los fariseos; y toda tradición religiosa que era central para cualquier judío de la época. Más aún cuando se trata de alguien que se manifestará en el pueblo hablando en nombre de Dios, como lo hizo Jesús. 

Pero Jesús deja en claro que no vino a encerrarse en un templo, menos a dar seguimiento a tradiciones y alimentar la maquinaria religiosa que operaba en Jerusalén. Él vino para traer vida, y vida en abundancia, para todo ser humano, para ello siempre buscaba el verdadero sentido de la ley. Es digno resaltar que Jesús no estaba en contra de la ley y las tradiciones, pero siempre buscaba que las mismas dieran respuestas a las necesidades del pueblo. Por eso dijo: No piensen que he venido para acabar con la ley de Moisés o la enseñanza de los profetas. No he venido para acabar con ellas, sino para darles completo significado (Mateo 5:17, PDT). En otros textos Jesús repite varias veces lo mismo: Oísteis que fue dicho […] pero Yo os digo […] (Mateo 5:38). Estos textos y muchos otros que podríamos mencionar, revelan la convicción de Jesús y el objetivo de su ministerio: Recorría todos los pueblos y aldeas, enseñando en las sinagogas proclamando el nuevo mensaje del reino y sanando toda clase de enfermedades y dolencias (Mateo 4:23).

El actuar de Jesús siempre sorprende y desafía

Ya vimos cómo Jesús, luego de su bautismo, regresa a Galilea y allí empieza su ministerio predicando el evangelio del reino de Dios (Mateo 4:12,17; Marcos 1:14,15; Lucas 4:14,15). Lucas nos da más detalles sobre este inicio diciendo: Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer. Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor. Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros (Lucas 4:16-21).

Los detalles de Lucas son interesantes, pues nos muestran a Jesús asumiendo el papel de Mesías (v. 21c). Eso se debe a que todo el pueblo de Israel había esperado durante siglos la llegada del Mesías y de manera brillante Lucas cuenta cómo esta profecía se cumple con Jesús. Los presentes en aquella pequeña sinagoga de Nazaret, en aquel sábado, fueron privilegiados y ese evento no deja de asombrar. Las voces de todos en la sinagoga, cuyos ojos están fijos en Jesús, describen este momento (v. 21b). Muchos tal vez se preguntaban: ¿Será verdad lo que estamos escuchando? ¿No es este el hijo del carpintero? ¿No se llama su mamá María y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? ¿Acaso no están todas sus hermanas aquí con nosotros? (Mateo 13:55-56).

Este asombro se debe en parte a que muchos maestros de la época enseñaban que el gran evento de la llegada del Mesías, tan esperado y anunciado por los grandes profetas como Isaías; sucedería en Jerusalén, específicamente en el Templo.

La frase de Natanael: ¿de Nazareth puede salir algo bueno? (Juan 1:46), describe el pensamiento colectivo que había sobre el Mesías. Había maestros que incluso afirmaban que el Mesías aparecería en el pináculo del templo, la parte más alta y visible, ya que desde allí todos lo podrían ver. Teniendo en cuenta este detalle, hace sentido una de las tentaciones de Jesús cuando Satanás lo llevó a la parte más alta del templo, y le dijo: Si eres el Hijo de Dios, tírate abajo, porque escrito está: “Ordenará que sus ángeles te sostengan en sus manos, para que no tropieces con piedra alguna” (Mateo 4:6-7).

Pero Jesús sorprende a quienes estaban cerrados a todo lo que no fuera parte de la enseñanza tradicional, al dar inicio de su ministerio público en Galilea, una región considerada por los líderes religiosos como tierra de gentiles (Mateo 4:15). Eso genera un gran asombro e inquietud. Con esta forma de actuar, Jesús derriba grandes paradigmas y expone la fragilidad de los líderes religiosos de su tiempo. Bien pudo haber sido eso uno de los principales factores y motivos por los cuales los líderes religiosos no pudieron identificar a Jesús como el mesías: A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron (Juan 1:11).

Si queremos seguir a Jesús, necesitamos reconocerle como nuestro modelo a seguir. Si lo hacemos, es necesario dejarnos guiar por Él y si necesario, que nos sorprenda como lo hizo en Galilea aquel sábado en una sinagoga cuando se presenta ante los oyentes como el Mesías. Necesitamos abrazar su modelo de vida y eso implica un gran desafío que no deja de sorprender. 

Recorrer los poblados implica: ayudar, servir y liberar; no hacer proselitismo

[…] Dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor (Lucas 4:18-19).

Esta imagen, de Jesús recorriendo los poblados de Galilea, proclamando libertad a cautivos y anunciando la buena noticia del Reino de Dios, es una práctica que necesitamos recuperar como iglesia ya que tradicionalmente se entiende por misión: hacer adeptos, seguidores y miembros de la institución. Pero si queremos ser discípulos de Jesús, Él debe conducir la misión y para ello debemos dejarnos conducir por Él, al impulso del Espíritu como Jesús mismo lo hizo. 

Para recorrer los poblados necesitamos estar llenos del Espíritu Santo 

Solo podremos abrazar el mensaje del Reino de Dios, tener el valor de Jesús de recorrer los poblados para anunciar las buenas noticias del Reino, sanar toda clase de enfermedad, liberar y restaurar al ser humano: si entendemos y asumimos lo dicho a la iglesia primitiva: vosotros sabéis lo que se divulgó por toda Judea, comenzando desde Galilea, después del bautismo que predicó Juan: cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo este anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Y nosotros somos testigos de todas las cosas que Jesús hizo en la tierra de Judea (Hechos 10:37-38).

Para ser testigos, necesitamos ser llenos del Espíritu Santo como lo fue el mismo Jesús. Solo así seremos valientes para salir de la seguridad y comodidad que nos proveen nuestros lugares de reunión y formas litúrgicas, para recorrer los poblados anunciando el reino de Dios, como lo hizo Jesús.

Recorrer los poblados implica salir de nuestros templos

Puesto que él es Señor del cielo y de la tierra, no vive en templos construidos por manos humanas (Hechos 17:24). Este texto nos deja ver que las primeras comunidades ya tenían la tentación de querer encerrarse en lugares físicos y desde allí vivir su espiritualidad alimentada por el culto, en vez de seguir por fe el modelo de Jesús de Nazareth. Si no fuera así, no tendría sentido que Lucas considerara este detalle al escribir a las comunidades de fe que leerían su documento.

Si somos genuinos y nuestros ojos están fijos en Jesús, como nos indica Hebreos 12:2, no tendríamos dificultad en reconocer que la vida espiritual de la mayoría de nosotros gira en torno a un lugar físico, como el templo, donde se realizan los programas y prácticamente todas las actividades que alimentan la vida del creyente. No podemos dejar de reconocer que muchas de nuestras reuniones se parecen cada vez más a una experiencia mística, desconectada de la realidad y centrada en la relación vertical, privada y fuertemente emocional, del individuo con Dios, olvidándonos de los que sufren y viven en nuestras Galileas.

Seguimos repitiendo muchos de los errores cometidos por los judíos de la época de Jesús, quienes centraban toda la vida de fe en Jerusalén, lejos de Galilea, y esperaban que el Mesías se manifestara en el Templo o en torno a las actividades litúrgicas ya establecidas. Pero Jesús sorprende rompiendo con los paradigmas judíos de su época. Si nuestros ojos están fijos en Jesús, no podemos seguir encerrados en nuestros edificios, ocupados únicamente en programas que responden intereses internos, mientras existe tanta necesidad en nuestro entorno. Necesitamos salir a nuestras galileas actuales llenas de gentiles, donde transitan personas sin esperanza, marginadas y excluidas de cualquier posibilidad para encontrarse con Dios en espacios y eventos que hemos declarado sagrados, como son nuestros templos, reuniones y liturgias. Necesitamos pasar del templocentrismo a la vida. Necesitamos estar hoy donde Jesús estaría. Urge que nos pongamos en el camino.

Recorrer los poblados implica ponernos en el camino

Ponerse en camino es la vida que eligió Jesús cuando decidió abrazar la labor de anunciar el reino de Dios. Mateo dice que Jesús no tenía dónde reclinar la cabeza (Mateo 8:20). Eso muestra su desapego de toda clase de seguridades, actitud que debemos adoptar todos los que deseamos seguir Su modelo y ser enviados por Él para dar continuidad a Su misión.

El anuncio no se puede hacer sentados. Seguiremos siendo poco efectivos si continuamos centrados en nuestros templos y actividades litúrgicas. La disponibilidad y la movilidad son exigencias básicas y características distintivas del discípulo.

Jesús nos invita a cambiar, convertirnos y abrirnos al Reino

La predicación de Jesús fue y es: Ya está aquí el Reino, convertíos (Mateo 4:17). Convertirse es cambiar desde el fondo adoptando otros valores: los del Reino de Dios. También nos hace poner la mira en otro objetivo: la salvación integral de todo ser humano, pues esta es la voluntad de Dios.

Sin seguimiento no hay discípulos, sin discípulos no hay cambios, cuando no hay cambios no hay crecimiento, sin crecimiento hay retroceso y la muerte solo es cuestión de tiempo. Debemos preguntarnos: ¿Cambiamos o estamos siempre iguales? ¿Somos discípulos que seguimos a Jesús por el camino por Él trazado o estamos anclados en lo de siempre: templos, paradigmas y tradiciones? ¿Buscamos convertirnos constantemente en algo nuevo y mejor para bendecir a otros o nos aferramos a lo que tradicionalmente conocemos y que nos da seguridad religiosa? ¿Qué actitud mostraría Jesús hoy si recorriera las calles de “la Galilea actual”? ¿Lo reconocíamos y seguiríamos? O ¿desde nuestras practicas eclesiales y religiosas pediríamos su muerte?

La conversión implica ser como Jesús de Nazaret y dar continuidad a la misión, que Él inauguró y defendió con su propia vida. Así queda definida la vocación de la iglesia: hacer el bien, sanar, liberar y proclamar la buena noticia del reino de Dios, con la sencillez del que sabe que no da lo suyo, sino lo que ha recibido; con la urgencia del que entiende que no lo ha recibido no solo por privilegio, sino para compartir.

Galilea nos espera

A pesar de las dificultades y las oposiciones que sufrieron, tanto Jesús como los primeros creyentes, Galilea fue un lugar específico, estratégico y determinante. Galilea fue un lugar de entrañable recuerdo, en contraposición a Jerusalén y el Templo, donde la oposición terminó llevando a Jesús a la cruz. Galilea fue la patria espiritual de la primera comunidad cristiana. Aunque Jesús muere y resucita en Jerusalén, sabemos que el encuentro con sus discípulos y el envío suceden en Galilea (Juan 21).

Los discípulos, después de la resurrección se considerarán testigos de todo lo que Jesús hizo y dijo desde el principio, desde Galilea. Es ahí donde el Resucitado les ordena continuar la expansión del Reino de Dios.

Como el padre me ha enviado, así yo los envío a ustedes (Juan 20:21). En el envío por parte de Jesús, en su vida histórica, el acento se pone en una sola cosa: comunicar vida. Seamos Jesús hoy en nuestras galileas. 

Seamos Jesús para los demás

Jesús sacudió las tradiciones religiosas de Israel, entre ellas las relacionadas con el templo y el culto. Si decidimos seguirle, también hará lo mismo con nosotros, porque así como los judíos viajaban al templo de Jerusalén para presentar sus sacrificios, por lo general nosotros también preparamos durante la semana lo mejor de nuestra adoración, para entregársela a Dios el sábado, en nuestras reuniones en el templo. 

Que Dios nos sacuda de tal manera que todo lo que ya no responda a la demanda de la misión en nuestros días se caiga y demos lugar a nuevos paradigmas, para Su gloria.

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Fe, religiosidad y cultura

Fe, religiosidad y cultura

Por: Hno. Jesús Alfredo Trejo Treviño

Introducción

La revisión del tema de la fe, nunca dejará de ser una cuestión relevante para la praxis cristiana; por ello siempre será útil repensar lo que ya sabemos sobre ella. La Escritura señala enfáticamente: Sin fe no hay encuentro con Dios (Hebreos 11:6); quizá porque el encuentro con el verdadero Dios también precisa de una fe verdadera. 

En primer lugar debemos anotar que la fe usa dos vehículos principales para expresarse: (1) La espiritualidad y (2) la religiosidad. Y aunque espiritualidad y religiosidad están relacionadas, evidentemente no son lo mismo.

La religiosidad se compone de todos aquellos estereotipos que ayudan a “materializar” la fe y cuyo objetivo primordial es exteriorizar la piedad y la devoción hacia Dios (oración, ayuno, lectura de la Biblia, los cantos, etc.). Y en su caso, la religiosidad individual o comunitaria, es una forma de expresión de la fe que va amoldándose a los condicionamientos de la época; es decir, puede ir cambiando según el contexto cultural inmediato.

Por otro lado, la espiritualidad es como una brújula interna en la persona, la cual se compone principalmente de valores y convicciones esenciales que constituyen la guía para el comportamiento del creyente. Valores como el amor, la solidaridad, el perdón, el servicio, la justicia, la bondad, la verdad y otras similares, son elementos que fundamentan la espiritualidad. Pero al contrario de la religiosidad, la espiritualidad se mantiene intacta todo el tiempo, no cambia ni se condiciona por nada. Sin embargo, lo importante es que tanto la espiritualidad como la religiosidad se mantengan siempre perfectamente alineadas respecto a la fe.

Luego entonces la fe es la base tanto para la espiritualidad como para la religiosidad, pero ¿cómo debe entenderse la fe? Y ¿cómo debe comprenderse la vinculación de la fe con aquellas? Para dilucidar sobre este asunto, debemos remontarnos hasta la época del primer siglo, justo cuando estaba gestándose el nacimiento del movimiento cristiano; y justo cuando una figura dominaba el pensamiento y las prácticas religiosas de aquél entonces: La figura de Moisés. 

Moisés fue el instrumento por el cual Dios otorgó su ley al pueblo elegido. De manera que, en tiempos de Jesús, la existencia y todas las prácticas giraban en torno al cumplimiento de esa ley dada por Dios.

Pero ya desde sus comienzos el cristianismo buscaba cómo establecer una conexión entre el seguimiento a Jesús el Mesías y todas aquellas antiguas tradiciones que componían su grandiosa herencia. Para ello tenían que buscar una figura a la cual anclarse; una figura que sumara en la construcción de su identidad en Cristo, aunque nunca alejados del mismo y único Dios verdadero. 

Y como el tema de la fe se constituyó como un elemento central esencial para la vida de la nueva comunidad, entonces encontraron en Abraham a la figura que necesitaban, y desde allí, desde la experiencia de Abraham, pudieron conectar el seguimiento a Jesús el Mesías con aquella gran herencia en común.

Abraham, el prototipo de la fidelidad a Dios

Sin duda el patriarca Abraham constituye un prototipo/modelo para la fe; es decir, esa actitud confiada y segura de abandonar la existencia en las manos de Dios. De hecho, con Abraham se abre el camino para lograr una auténtica experiencia de Dios; una experiencia genuina que no nace de la ley sino solamente de creer confiadamente a la promesa de Dios. Y aunque ciertamente la ley vendrá después, en Abraham la experiencia de fe ya ha nacido, ya ha tenido lugar. Y esa fe auténtica (fe como la de Abraham) reclamará su lugar y preeminencia en cualquier época posterior.

Pero la fe es mucho más que algo intelectual o conceptual. Tener fe es ser fiel, pues esencialmente se trata de una experiencia que incluye el creer y el obedecer.

¿Por qué Abraham?

Abraham es un personaje clave en la tradición cristiana transmitida en los Evangelios. Y aunque son varios los personajes del Antiguo Testamento que tienen relevancia en la tradición evangélica, tres son los que tienen prominencia para la significación del ministerio de Jesús: David, Abraham y Moisés. Estos tres personajes impactarán la tarea de Jesús, pero cada uno lo hará de manera distinta: 

1. Moisés porque mayormente representa la data y promulgación de la Ley.

2. Abraham porque representa la promesa divina de bendición universal.

3. David porque marca el linaje del cual nacería el Mesías prometido.

Ahora bien, la prominencia del personaje Abraham se destaca en el Nuevo Testamento, y con especial énfasis en la obra lucana; es decir, tanto el evangelio de Lucas como el libro de los Hechos, señalarán la íntima conexión entre la salvación y el cumplimiento de la promesa abrahámica; un tema desarrollado ampliamente también en la teología paulina.

En la perspectiva cristiana, la fe de Abraham viene a ser el prototipo/modelo para toda persona que aspira a encontrar un sentido de vida más allá de los esquemas religiosos y culturales provistos por el medio ambiente. Porque dentro de ese horizonte de la fe genuina, Abraham y Jesús vienen a ser hombres universales, pues encarnan una experiencia de Dios que se vuelve el paradigma para cualquier ser humano sobre la tierra.

Al observar el proceso de fe de Abraham, debemos notar varias cosas:

1. Abraham es llamado cuando él mismo ya había vivido la mayor parte de su vida arraigado a sus propias tradiciones, creencias y costumbres. Pero aun así fue invitado por Dios para descubrir algo más allá de solo eso. Dios elije a Abraham, a pesar del gran legado cultural y religioso al que pertenecía. Veamos algunos aspectos del trasfondo cultural de Abraham:

a. Ur de los Caldeos, fue un importante centro urbano de la civilización Sumeria que data aproximadamente del año 4,000 a. C.; y cuyos vestigios fueron localizados por los arqueólogos a unos 300 kilómetros de Bagdad, en el actual país de Irak. Sus ruinas comenzaron a excavarse a principios del siglo pasado, y ahí los investigadores descubrieron una construcción religiosa denominada zigurat, que era una especie de torre donde los antiguos sumerios ofrecían sus ofrendas a sus dioses.

b. Una de las formas de adoración que tenían los pastores sumerios para venerar a sus dioses, era ofreciendo y quemando animales de rebaño sobre lugares altos.

c. Los sumerios también eran muy aficionados a la astronomía y a la numerología (para ellos el número 12 tenía un significado muy importante); y en sus observaciones, los sumerios se percataron de que el movimiento del sol en su ciclo anual cruzaba por el zodiaco, así que las doce “casas” del zodiaco se convirtieron en los doce meses que componían el ciclo anual; y el curso de un día entero lo dividieron en dos grupos de 12 horas, obteniendo así el total de 24 horas que componen el día actual; y también dividieron cada hora en 60 minutos.

d. Con el progresivo desarrollo de la religión, fue en el ritualismo sumerio donde comenzaron a establecerse los primeros clanes o familias sacerdotales, las cuales adquirieron notable relevancia como funcionarios únicos y especiales en la intermediación con sus dioses.

2. Pasando a la experiencia de Abraham observamos otra peculiaridad, tal fue el desafío del desarraigo: “Sal de tu tierra y de tu parentela”. Sin importar la edad, Abraham es desafiado a construir una nueva identidad; y Dios no solo le cambia el nombre sino también le habría de impulsar hacia una serie de experiencias que le harían entrar en crisis; sin embargo, de toda esa dificultad experimentada por Abraham emergería la fe y la verdadera dependencia y confianza en Dios. Y por eso Dios mismo se expresaría de Abraham como “mi amigo” (Isaías 41:8).

3. Pero la obediencia incondicional de Abraham le traería una doble recompensa: Primero, la recompensa de corto plazo que era la de tener descendencia (el anhelado hijo para su amada, aunque estéril esposa); y segundo, la recompensa de un bien superior y eterno, un bien inalcanzable por cualquiera de los méritos humanos: Yo, el Señor, bendeciré a todas las familias de la tierra; y me conocerán como su Dios y yo les cuidaré como mi pueblo (Génesis 12:3; 28:14).

Por lo anterior (y en la conformación de la identidad del pueblo israelita), no es accidental que la experiencia de fe de Abraham y la promesa de bendición universal antecedan a la promulgación de la ley y a todo el posterior y complejo sistema religioso. De este modo, puede entenderse claramente que la experiencia de fe deba ser considerada como precedente y base para cualquier esquema religioso posterior, y no al revés.

Así entonces, la fe de Abraham, es decir, la confianza básica e incondicional en Dios, es lo que realmente desencadena la posibilidad de conocer al Dios verdadero, y lo único que permite experimentar la gracia divina; gracia no alcanzada por la intermediación de ningún acto religioso sino solamente por esperar en Dios y creer a Su promesa; una verdad predicada insistentemente por los profetas, y una verdad que siglos más tarde el gran apóstol Pablo conceptuaría y desarrollaría como “justificación solo por fe” (Romanos 1:17; 4:16).

El legado de Abraham y la conformación de la identidad cristiana

La fe entonces resulta el ingrediente especial y básico para las relaciones con Dios. Por ello, Jesús una y otra vez destacó el valor profundo de la fe a sus oyentes y a toda persona que acudía a Él para obtener la sanidad, el perdón y la restauración.

¿Cómo podríamos entender el ministerio de Jesús, si este no estuviera asociado con una experiencia auténtica de Dios; con una dependencia incondicional y guiada por la fidelidad y obediencia hacia el Padre?

Pero el actuar de Jesús nos muestra todos los efectos prácticos de la fe verdadera:

– Celo por Dios y por cumplir su voluntad (un celo claramente opuesto al de los fariseos).

– Un amor y entrega incondicional a Dios, reflejado en una apertura ilimitada hacia todo ser humano.

– Una unidad y solidaridad que rebasa cualquier tipo de frontera (racial, social, cultural).

Entender bajo estas directrices el acto de fe mostrado por Jesús, es aprender a liberar la fe de todos los condicionamientos habituales; porque la fe genuina es un acto tan puro, que nunca puede quedar atrapada por las tradiciones, los esquemas religiosos, la geografía, o la etnia. Pues la necesidad que nos lleva a conocer y experimentar lo trascendente, brota como una experiencia totalmente íntima, consciente y personal. Y dicha experiencia, repetimos, está al alcance de cualquier ser humano. Porque la fe contiene ese matiz de gratuidad, la gratuidad de que Dios se ha querido mostrar y entregar en la persona de Jesús el Mesías: Puestos los ojos en el autor y consumador de la fe (Hebreos 12:2).

La Iglesia y el reto actual de fructificar en la verdadera fe

Hoy la iglesia está obligada a descubrir el balance entre fe, espiritualidad y religiosidad. Y para emprender dicha tarea eficazmente, debe hacerlo en comunidad. Porque la esencia de ser iglesia es actuar siempre en comunidad.

Pero la Iglesia no debe caer en el mismo error del pueblo israelita y pensar en apropiarse de Dios y de su gratuidad. Debemos aprender que la experiencia de la fe en Dios no tiene patente; la fe en Dios fue algo que el judaísmo no pudo apropiarse o monopolizar; y quizá el cristianismo tradicional tampoco podrá hacerlo. Porque la fe es un regalo que Dios da a todo ser humano, sin importar raza, geografía o época. Y ciertamente se cumplirá lo dicho por Dios al patriarca Abraham: En ti bendeciré a todas las familias de la tierra.

Por lo tanto, como Iglesia no debemos convertir a la evangelización en un proceso de inculturación religiosa, o en un proselitismo superficial. Porque la tarea principal de la Iglesia es provocar en las personas el descubrimiento de la fe auténtica y la experiencia viva y real del verdadero Dios. 

Para ello, como Iglesia siempre debemos renovarnos y examinar constantemente nuestras costumbres y formas, y preguntarnos si tales nos acercan más a Dios o simplemente nos mantienen ocupados. Evitemos quedar atrapados por la costumbre y la rutina. Pues persistir en una actitud mecánica y rutinaria aumentará el riesgo de caer en una práctica religiosa que solo terminará por ser enajenante.

Si la experiencia de la fe no produce fruto evidente y palpable, entonces ¿dónde quedará el sentido de “ser iglesia”? Sigamos adelante inspirados en el modelo por excelencia: Jesucristo. Pues Jesús es el balance perfecto entre fe, espiritualidad y religiosidad.

Conclusión

La fe verdadera, la fe pura, es experiencia, es cambio, es renovación continua y progresiva; es la vivencia real de la revelación bíblica. La fe pura es fruto, es crecimiento, es madurez, es encuentro con Dios. La fe pura es sensibilidad con el prójimo y es espiritualidad auténtica. Es, en suma, cristianismo real.

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Ya me bauticé… ¿Ahora qué?

Ya me bauticé... ¿Ahora qué?

Hna. Juanita Guzmán Lucio

Y estoy seguro de que Dios, quien comenzó la buena obra en ustedes, la continuará hasta que quede completamente terminada el día que Cristo Jesús vuelva (Filipenses 1:6, NTV)

Seguramente identificas con gran facilidad este signo: ®, efectivamente, significa Marca Registrada y precisamente se utiliza en los productos que, una vez diseñados, creados y comprobados por el propósito de su uso, se publican para su promoción, generalmente para venta. Con este logo evitan el plagio; pues han sido registrados legalmente ante las autoridades correspondientes. Pueden ser libros, películas, artículos literarios, canciones, pinturas, objetos, etcétera. Así se define que no es un artículo genérico (no garante, de origen desconocido, “del montón”), sino legal (las autoridades dan fe de su autenticidad y pueden identificar su origen). También existe el término jurídico que se describe como derechos de autor o creador de una obra, con el fin de librarlo de estafas y reproducciones ilegales.

Algo semejante nos pasa a los cristianos. Conociendo a Dios y aceptando a su Hijo amado Jesucristo como Salvador, Él ejerce potestad sobre nosotros y nos pone un sello de propiedad. Somos de Él porque Él nos hizo y no nosotros a nosotros mismos (Salmo 100: 3), somos suyos, ya que fuimos comprados por la sangre preciosa de su hijo amado Jesús (1 Corintios 6:20), le pertenecemos y nos ha constituido en templo de su Espíritu Santo (1 Corintios 6:19). Cuando Dios determina nuestro propósito en esta vida y somos bautizados, nos pone el sello de marca registrada ® y derecho de autor; a partir de ahí viene una serie infinita de experiencias que nos van fortaleciendo en todas las áreas de nuestra vida.

Al igual que todas las obras registradas legalmente ante autoridades terrenales y que empiezan su vida productiva; el cristiano inicia su carrera espiritual a partir del bautismo. Esto es solo el comienzo, ya que Dios abre puertas para prosperar en el camino del Evangelio. Somos como árboles que damos fruto a su tiempo (Salmo 1:3). Juan el Bautista declara públicamente que su bautizo es en agua para arrepentimiento, pero Jesús bautiza con Espíritu Santo y fuego (Mateo 3:11). Cristo Jesús ordena a sus discípulos, ya bautizados, esperar el derramamiento del Espíritu para emprender su misión. Hay mucho qué hacer después de bajar a las aguas del bautismo.

Son muchos los que piensan que el bautismo es el punto máximo en la vida del cristiano, y que después de eso ya no hay nada que hacer. Esta idea lleva a que muchos jóvenes vivan pasivamente su fe. Algunos otros terminan por apartarse de la congregación pues pareciera que ya no hay nada que hacer. Sin embargo, después de bautizarnos hay un sinfín de experiencias que vivir; el camino del crecimiento en la fe es largo y sinuoso; el mismo Jesús empezó su ministerio después de ser bautizado. 

Cuando se recibe el sello del Creador, la profesión de fe se inicia lo que el apóstol Pablo llama “carrera” (1 Corintios 9:24-27).

Estilo de vida cristiano después del bautismo

Somos vasos de honra creciendo en santidad. Si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra (2 Timoteo 2:21). Somos receptores del Espíritu Santo y Dios se vuelve el centro de nuestro universo, con lo que damos prioridad a lo espiritual y actuamos como Dios desea. Para saber la voluntad de Dios es necesario leer diariamente la Biblia, escuchar predicaciones de la Palabra de Dios y orar frecuentemente; así ofrecemos agua fresca y viva al sediento. En los tiempos de Jesús, la gente misericordiosa ponía afuera de sus casas vasos de agua fresca para que los caminantes, viajeros y extranjeros que pasaban por el lugar se refrescaran un poco con la vital bebida. Hoy somos vasos de misericordia al brindar Palabra de Dios al necesitado.

Somos templo del Espíritu Santo y fuente que salta agua para vida eterna (Juan 4:14) 

Es natural que se manifiesten los frutos del Espíritu, como amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza (Gálatas 5:22–23) y podamos controlar nuestra naturaleza humana para no ahuyentar o entristecer al espíritu (Efesios 4:6) pues es nuestro sello de garantía de la eternidad ®.

Somos portadores del mensaje de salvación

El cumplimiento de La Gran Comisión asignada por Nuestro Señor Jesús en Marcos 16:15-18, para que el mundo crea en Dios y sea salvo, es la tarea que debe ocupar la mayor parte de nuestro tiempo, ya que es prioridad en nuestra vida diaria, sea el lugar que sea: vecindad, escuela, trabajo, mercado, calle. Cada día tenemos la oportunidad de compartir la Palabra de Dios al mundo. Y la mayoría de las personas, conocidas o no, están dispuestas a escuchar, ya sea por educación o interés. Son grandes oportunidades de extender el reino de Dios y su justicia. Todo depende de Dios (1 Corintios 3:6).

Somos profesionistas del Espíritu Santo (1 Corintios 12:1-28)

Dios nos da el Espíritu Santo y los dones para que los administremos y pongamos en práctica para ayudar a la sociedad en sus problemas espirituales, y que encuentre el camino de la salvación. En el versículo se señalan diversas profesiones de fe y debemos desarrollarlas integrándolas a nuestra profesión terrenal. El consejo que nos da la Palabra de Dios a través del apóstol Pablo es que procuremos los mejores dones (1 Corintios 12:31).

La gran consigna: continuar creciendo como discípulos de Jesús

Nuestro desarrollo espiritual es vital, a fin de alcanzar la madurez cristiana dando evidencia y testimonio de la vivencia del reino de Dios: Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, a la condición de un hombre maduro, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo (Efesios 4:13).

Conclusión

Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente, apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don de lenguas (1 Corintios 12:1-28).

Con esta larga lista de trabajos espirituales comprobamos que “no hay descanso hasta el llegar…”, como dice el himno. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados. Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás (2 Pedro 1:8-10).

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Andad en la verdad

Andad en la verdad

Min. Ausencio Arroyo García

No tengo yo mayor gozo que este, el oír que mis hijos andan en la verdad.

(3 Juan 4)

En la actualidad, invocar la necesidad de la verdad puede implicar el riesgo de ser catalogado como hereje, el relativismo absoluto ha ganado adeptos en todas las esferas de la sociedad y es incluso una expresión dentro de ciertas teologías cristianas. La verdad que creemos; sostienen algunos, es una verdad parcial, temporal y construida en un momento histórico de una sociedad. En lugar de ser movidos a la búsqueda de un relato trascendente, infinito y sublime se pretende que las creencias se asienten sobre un yo individual, frágil, enfermo y torcido que se dice a sí mismo ser lo único real. Frente a esta situación, qué comunica el Evangelio a una generación que escucha con sus ojos y piensa con sus sentimientos.

Para mostrar las diferentes formas de pensamiento entre las etapas culturales, se hizo la siguiente comparación tomada del deporte: Un árbitro de béisbol (umpire, ampáyer) premoderno habría dicho algo como esto: “Hay bolas, y hay strikes y los llamo como son”. El modernista habría dicho: “Hay bolas y strikes, y los llamo como los veo”. Y el árbitro posmodernista diría: “No son nada hasta que yo los llame” (citado en “Telling the truth” D. A. Carson Ed. 2000, p. 20). Esto plantea que la realidad depende del sujeto. El posmodernista enmarca la realidad nombrando aspectos a su antojo ya que su postulado consiste en que el hombre es la medida de todo. No se requiere que diga la verdad puesto que para muchos no existe tal.

La verdad en la revelación bíblica

El término hebreo emet se traduce como: Verdad, exactitud, objetividad, certeza; sinceridad, veracidad; honradez, imparcialidad, justicia; lealtad, fidelidad. Como adjetivo: verdadero, auténtico, genuino, fidedigno, estable, legítimo, válido; honrado, sincero, veraz. En el Antiguo Testamento dominan los significados de “verdad” como correspondencia a la realidad y al pensamiento, y de “honradez, lealtad”. Lo que se dice es verdadero o cierto, el hecho ha sucedido y el informe es fidedigno; la sentencia responde a los hechos y es imparcial; el testigo es veraz y fidedigno. Se opone a lo falso, ficticio, engañoso, ilegítimo. Si responde al pensamiento, la expresión es sincera o veraz; si responde a la intención, la promesa es de fiar y su autor es fiel; si uno responde a sus criterios, es íntegro, coherente; si una decisión responde a la autoridad, el mandato es legítimo, válido (Diccionario hebreo-español, Luis Alonso-Schökel, Trotta, 1999, p. 76).

En el Antiguo Testamento la verdad está asociada con emunah (fe o confianza) que expresa lo que es firme, lo que se mantiene, pero no en el caso de un objeto sino la decisión del hombre o de Dios respecto a otras personas. En este sentido, la verdad significa fidelidad, confianza, lealtad, conducta recta o sinceridad. Cuando se habla de la Verdad de Dios se señala su lealtad a la alianza, la cual se manifiesta en su actividad en la historia humana. La verdad es la decisión y firmeza con la que Dios mantiene su palabra y hace que se cumpla lo anunciado por Él en la historia. El pensamiento hebreo no juzga la conducta según una norma abstracta, sino de acuerdo con la relación comunitaria en la que cada miembro debe dar muestras de su lealtad.

Las personas en las que se puede confiar son calificadas de verdaderos (emet), en tanto sean personas fieles y rectas. En el Antiguo Testamento no se encuentra “emet” unido a verbos de percepción sino a verbos que implican actuar o experimentar. La verdad, en el pensamiento hebreo, no se puede decir que es, sino que acontece. Se puede afirmar que la verdad es aquella conducta que cumple determinada expectativa o exigencia, la cual se sostiene por la confianza dada. En esta concepción también alude al futuro como en el caso de los profetas; la verdad no es algo que se refiere a las cosas ocultas que se develan o descubren; verdad, es aquello que va a ocurrir en el futuro.

El dominio actual de lo aparente

En el entendimiento de muchos, la verdad consiste en la preferencia subjetiva de cada persona. Creen que la idea de que algo que aparenta ser verdad es más importante que la propia verdad. En el fondo, los dichos pueden ser mentiras; sin embargo, la forma que lo presentan hace creer como si todo fuera verdad, se pueden arreglar fotos, distorsionar, inventar o parcializar noticias o bien, se pueden presentar datos inventados o deformados sobre personas y se llegan a establecer como verdad en el conjunto de ideas de los escuchas o lectores. De esta manera, se involucran más las emociones que la razón para hacer creer que es real, no importando si se puede comprobar o no. A esto se le ha llamado posverdad.

La posverdad implica las noticias falsas (fake news), lo cual consiste en que la información rigurosa y la mentira conviven en el mismo espacio. El objetivo es enfangar, dificultar las diferencias e introducir una visión cínica de las cosas, para promover la desinformación. Así se ha vuelto común la tendencia de mentir de forma sistemática. El entorno social está impregnado de “mentiras blancas”, las cuales enuncian algo que en sí no es falso, pero que deja de lado una parte de la verdad. Esto es muy común en las redes sociales, cuando los participantes construyen una imagen de su persona que no corresponde con la realidad, sino que solo refleja cómo quieren ser vistos, para ello se deben ocultar sus aspectos desagradables o negativos. Esta forma de presentar información se considera aceptable en lo social, se elogian como astucia o medio para un supuesto bien mayor; esto es, la pretendida buena fama del usuario.

Las afirmaciones que son fake news también pueden ser en el fondo “mentiras negras”, como las que se enuncian, sabiendo que es falso con el fin de crear la narrativa social o grupal para manipulación de las personas. Esta forma de encarar la comunicación, a la larga, aniquila la confianza del tejido social. En este entorno se ha vuelto común la calumnia. La calumnia es una declaración poderosa que alimenta al morbo y la maldad intrínseca de los seres humanos, es capaz de convertir a cualquiera en culpable de un hecho que jamás cometió, es una construcción diabólica que adquiere vida propia. Quien llega a creer en ella es casi imposible de que cambie su percepción. Esto se debe a que el escándalo lo mueve todo. Para que una información logre la propagación deseada debe ser estridente, si desprestigia o acusa a alguien y es escandalosa tiene más probabilidades de triunfar. Escándalo es el dicho o hecho que causa gran asombro en alguien por considerarlo contrario a la moral o a las convenciones sociales. No importa la verdad sino los likes o seguidores que logre. Al acusar a alguien se desata una violencia poderosa en su contra. Cuando esto ocurre, el mal está hecho, contamina el ambiente moral y se disemina el virus. En nuestro entorno cultural es más importante una noticia dañina ofensiva que hacer un bien. Ante una acusación es muy difícil defenderse. Se dice que la calumnia es un monstruo que camina solo. 

La gente no cree en nada, por eso le es más fácil creer en las supuestas verdades que enuncian escándalos. Las noticias falsas se propagan seis veces más rápido que las verdaderas (ver el documental: “El dilema de las redes sociales”). El sistema privilegia las noticias falsas porque son más rentables para las compañías que las difunden, gracias al clickbait o gancho publicitario. Sin embargo, las noticias falsas son como la comida basura, sacian al minuto, sobre estimulan las neuronas, pero son calorías vacías; lo peor es que a los pocos minutos el consumidor quiere más. Resulta que la verdad es aburrida pero las noticias falsas están erosionando el tejido social. Estamos dejando de confiar el uno en el otro y han aparecido muchos odiadores conocidos como haters, por el término en inglés, que lanzan expresiones venenosas a diestra y siniestra. Frente a esto nos cuestionamos sobre el carácter que debemos mostrar los cristianos, los seguidores del Dios que guarda el pacto y cumple sus promesas, que se fundamenta en la verdad de sus dichos.

Daños morales irreparables

Las noticias falsas o la manipulación de los datos están provocando graves daños en las personas que llegan a ser el blanco de intenciones perversas, al ser denostadas o desacreditadas en su identidad o su dignidad personal. Los individuos llegan a ser objeto de hostigamiento, humillación por exhibición de lo privado o ataques verbales virulentos a su integridad, esto se debe a que los hablantes o escribientes piensan que les asiste el derecho de decir lo que sienten o piensan.

Un buen ejemplo de cómo se puede destruir la reputación, el estado emocional y las relaciones de una persona lo vemos en “La cacería” (Película danesa del director Thomas Vinterberg, 2012). Presenta la historia de Lucas, un docente que trabaja de manera temporal como asistente en un jardín de infantes. Se trata de un hombre solitario, pero muy querido en la pequeña comunidad en la que habita. Se ha divorciado hace poco, tiene un hijo adolescente que lo idolatra, y su única afición que sale un poco de lo común es participar en temporadas de caza. Las otras docentes y hasta los niños se rinden ante el atractivo y la discreta seducción de Lucas, empieza un noviazgo que parece hacerle muy bien. Hasta que su mundo se derrumba por completo. Una pequeña y encantadora niña de su salón se siente traicionada por el protagonista y asegura que él se ha propasado. No es difícil entender por qué la directora de la escuela, la familia de la chica y el pueblo en general le creerán a la “víctima” e iniciarán una cruzada efecto “bola de nieve” contra el “victimario”. La gente le será hostil de formas diferentes, para ellos es culpable, están dispuestos a deshacerse de él, la policía le lleva detenido, pareciera el final de este buen hombre, pero lo salva el hecho de que las narraciones de los niños no coinciden con la realidad, pues afirman que los acosos ocurrieron en el sótano de su casa. La casa de Lucas no tiene sótano. Todo era una fantasía, no tan inocente, de una niña, que se extendió por efecto psicológico en otros infantes. Al final se reconoce su inocencia; sin embargo, tendrá que vivir con la carga de miradas acusadoras, solo su carácter le mantendrá de pie. La gran lección es que: «¡En la era de la posverdad, cualquiera puede ser la siguiente víctima!» —Susan Crowley.

De forma lamentable, todos llegamos a ser cómplices del mal, podemos estar entre los que linchan, pero también entre los que son linchados. La posverdad es una distorsión deliberada de una realidad que manipula creencias y emociones con fin de influir en la opinión pública y en las emociones sociales.

Factores que la favorecen

Algunos pensadores ven el origen de esto en la idea de que el fin justifica los medios, se deja de lado el reconocimiento del valor intrínseco de las personas y se sobrepasan los límites del respeto del honor y la dignidad del otro al perseguir supuestas ganancias convencionales. En buena medida, esta condición funciona por la pereza mental de muchos de nosotros para evitar pensar o indagar si las declaraciones corresponden con la realidad. A lo que encaja con lo que pensamos o deseamos oponemos menos resistencia.

El manejo convencional de los datos para conformar una narrativa lleva a la crisis de la verdad. La exigencia intrínseca de que las declaraciones que hacemos correspondan con los hechos perdió relevancia y pareciera que lo importante es solo la construcción de la imagen. Desafortunadamente este criterio impacta, no siempre de forma evidente, pero sí de manera profunda, en una crisis de carácter. Lo que se está estableciendo como criterio dominante en el esquema de relaciones es la hipocresía moral o simulación. Si nos movemos con el postulado de que lo que cuenta es la opinión personal y no el hecho concreto, entonces, estaremos en un mundo de percepciones, no de actos y datos precisos. Las percepciones son subjetivas, efímeras y muy susceptibles de error.

Si dejamos de lado la necesidad de la verdad seremos presa de la manipulación en diferentes ámbitos: políticos, económicos, de relaciones, culturales e incluso religiosos. Personas sin escrúpulos engañan a muchos ingenuos, les venden la idea de un futuro mejor, pero en realidad les arrebatan su inocencia y su libertad. Por la falta de exigencia de la verdad de los mensajes, la gente termina siendo objeto de estafas y fraudes. Otros son lastimados en su honorabilidad al confiar en personas que aparentan querer el bien, pero son fabricantes de ilusiones.

La perspectiva paulina

El apóstol Pablo muestra la integridad de sus propósitos y sobre el contenido de su mensaje: Antes bien renunciamos a lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia, ni adulterando la palabra de Dios, sino por la manifestación de la verdad recomendándonos a toda conciencia humana delante de Dios (2 Corintios 4:2). 

Pablo se opone a los sofistas. Los sofistas eran pensadores que, desde el siglo quinto antes de Cristo, se dedicaban a enseñar principalmente retórica, o sea el arte de hablar bien, y de la erística, o arte de persuadir y convencer. Su objetivo era darles la formación necesaria a los jóvenes, para que fuesen los líderes de la política. Los sofistas no creían en el ideal de la verdad absoluta, más bien, priorizaban el concepto de utilidad, enseñando que la principal virtud que se debía buscar era la capacidad de ser eficaz ante las masas.

Para el sofismo, toda moral y cultura proviene del hombre. Esta postura los llevó a romper con el pensamiento tradicional y desarrollaron el escepticismo y relativismo subjetivo. Creían en el carácter funcional del lenguaje y en que no existe un conocimiento válido y necesario, y esta forma de pensar los convirtió en los primeros en incursionar en una teoría del conocimiento. Fueron hábiles para manipular a las personas. Si contamos con la habilidad de seducir y engañar, podemos lograr que la gente haga lo que pretendemos, pero las intenciones egoístas, de tomar a los demás como cosas para nuestros fines no es aceptable a los ojos de Dios, ya que su esencia es la verdad (emet).

Andemos en la verdad 

Hoy, más que nunca, somos llamados a andar en la verdad. No tengo yo mayor gozo que este, el oír que mis hijos andan en la verdad (3 Juan 4). Andar en la verdad es actuar de forma confiable, es responder a Cristo de forma adecuada y es mantener la rectitud del habla, motivación y acción. Resistamos la ligereza de la posverdad para marcar la diferencia.

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Ministerios de alabanza que edifican

Ministerios de alabanza que edifican

Min. Hugo Toto Cajal

En los momentos más importantes de renovación y de despertar espiritual de la historia del pueblo de Israel la música jugó un papel sumamente importante (2 Crónicas 5:12-14; Nehemías 12:27-47). Las majestuosas escenas que nos describen estos relatos nos enseñan que los líderes ponían todo su esmero para organizar las celebraciones de gratitud a Dios. De la misma manera nos muestran el beneplácito del Señor aprobando con su presencia la sincera entrega de su pueblo en la adoración. 

La música es para Dios

El hombre descubre la música en la naturaleza creada por Dios, lo hace a través de su voz y en los sonidos que lo acompañan cada día; llevando su curiosidad e inteligencia a la invención de diversos instrumentos musicales, en un principio rudimentarios, de hueso, piedra, piel, palos, y más especializados y sofisticados con el tiempo (Génesis 4:21).

En la Palabra los instrumentos musicales y el canto fueron utilizados para la celebración de las victorias de Dios (Éxodo 15), así como un medio para enseñarlas y perpetuarlas en el corazón y la memoria de su pueblo (Deuteronomio 31:30; 32). 

Pero es en la monarquía, la época de oro de Israel, cuando la música aparece como un importante elemento del culto antiguo. Fue el rey David (músico, cantor, compositor y lutier1) el gran legislador de lo musical en la liturgia. Elevó el servicio de la música a rango institucional.

Un ministerio por orden de Dios

Estos fueron los cantores que David nombró para el templo del SEÑOR, desde que se colocó allí el arca […] luego continuaron su ministerio según las normas establecidas (1 Crónicas 6:31-32, NVI). Para el ministerio de la música, David y los comandantes del ejército apartaron a los hijos de Asaf, Hemán y Jedutún, los cuales profetizaban acompañándose de arpas, liras y címbalos, hombres idóneos para la obra de su ministerio (1 Crónicas 25:1, NVI).

Con seguridad la palabra ministerio, en estos pasajes, solo se usa como el verbo que refiere la labor que realizaban músicos y cantantes, sin indicar algún tipo de jerarquía eclesiástica.

Pero es muy sugerente que quienes eran designados para la liturgia del canto debían cumplir los mismos requisitos que los sacerdotes: pertenecer a la tribu de Levi y estar consagrados a servir en la casa de Dios exclusivamente, además de tener la misma pureza (Nehemías 12:8; 12:45-46; 2 Crónicas 29:34). La música y la ministración (el servicio) de ella, dentro de los rituales y celebraciones, era considerada algo sagrado.

Entendieron que la institución del ministerio musical por órdenes de David había sido en realidad una orden de Dios: Puso también levitas en la casa de Jehová con címbalos, salterios y arpas, conforme al mandamiento de David, de Gad vidente del rey, y del profeta Natán, porque aquel mandamiento procedía de Jehová por medio de sus profetas (2 Crónicas 29: 25).

Un ministerio del Espíritu de Dios 

En la actualidad definimos “ministerio” como el servicio que un creyente, o un grupo de creyentes, realiza de acuerdo con el llamado particular que Dios le ha hecho y de acuerdo con sus dones espirituales. Cuando alguien pone al servicio de los demás sus dones, se dice que está ejerciendo un ministerio.

Aunque muchas veces no se enliste a la música (ni al canto) como un don espiritual, por considerarse una habilidad que se aprende o un talento natural que se desarrolla, debemos recordar que todas las capacidades y habilidades humanas han sido dadas por el Creador. Y este poderoso arte, siendo el lenguaje universal que todos entienden y el que más mueve los corazones, no podría venir de nadie más que de Dios, porque todo lo que es bueno y perfecto es un regalo que desciende a nosotros de parte de Dios nuestro Padre (Santiago 1:17, NTV).

Además, recordemos que a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho (1 Corintios 12:7), sin olvidar que, no obstante, existan diversos dones, diversas maneras de servir y diversas funciones, Dios mismo es quien obra a través de sus instrumentos (1 Corintios 12:6).

Ministros de la gracia de Dios 

Ahora bien, los verdaderos instrumentos que Dios utiliza para edificar a su iglesia no son los musicales (la voz es considerado uno más), sino las personas que los ejecutan. 

Un músico no es portador de la gracia de Dios por su habilidad artística, sino por su integridad de vida. En los íntegros es hermosa la alabanza, dice el Salmo 33:1.

Cuando un creyente consagrado tiene el llamado de Dios para dirigir la adoración de su pueblo, está en la posibilidad de convertirse en un dispensador eficaz de la divina gracia (1 Pedro 4:10). 

Por lo tanto, necesitamos personas que no solo están preparadas en las técnicas vocales o musicales, sino también que se hayan ejercitado en el discernimiento de la voluntad de Dios al conducir al pueblo hacia el encuentro con Él. Que no solo sean benefactores de la gracia divina, sino también herramientas en las manos de Dios para transmitirla a los demás. 

Esa es la clave para tener cultos inspiradores, esos cultos que a todos bendicen. Momentos inolvidables en los que Dios se goza en la alabanza de su pueblo, y este experimenta su cercanía, dando como resultado la transformación de su vida.

Ministerios en los que Dios se manifiesta 

Tengamos en cuenta que el culto, al estar compuesto por varios elementos, debe ser planeado por un equipo que incluya al director o directores de la alabanza, a los músicos, a personal de oración y de servicio, y desde luego, al predicador. Todos, en una sincera búsqueda de la dirección de Dios, trazando juntos la ruta para el desarrollo de una liturgia donde el Señor se manifieste. Qué sea Él el verdadero, el único protagonista. Respecto a la importancia de la liturgia en la iglesia cristiana les recomiendo el artículo Liturgia y Misionología de la serie La Iglesia que Dios utiliza en la Revista para Pastores y Líderes, trimestre enero-marzo 2022 (pág. 13).

Consideraciones generales 

El talento del canto, como cualquier otro talento, es dado por Dios y tiene el propósito de convertirse en una obra primorosa, es decir, algo que resulte bello, algo que sea hecho con habilidad y sea presentado con delicadeza. Los cantantes solistas sin duda tienen un lugar en la edificación de la iglesia y en la proclamación del mensaje de Dios a otras personas. 

Los ministerios de alabanza, los músicos y las voces de un ministerio de alabanza debemos de asumir que nuestra principal función es la de acompañar y guiar el canto de la congregación. De tal manera que sea la congregación la verdadera protagonista de la alabanza hacia a Dios, mientras que el ministerio de alabanza la acompaña.

Dos extremos riesgosos en la alabanza 

Uno puede ser la tendencia a manipular las emociones de los presentes por medio de la música y de los cantos. Si esa manipulación tuviese resultados, estos no se pueden atribuir a Dios. Tampoco es hacer alarde de virtuosismo en el canto o en la ejecución de los instrumentos, buscando solo el asombro y la admiración de los presentes. 

El otro extremo pueden ser las iglesias cuyos cultos caen en una mal entendida solemnidad, y la “adoración” se vuelve tan fría, superficial y controlada, que todo resulta monótono, predecible y vacío. Esto puede ser peor cuando no existe la cultura de la preparación musical, o donde están convencidos de que el aspecto musical no tiene ninguna importancia.

El sabio punto medio es desarrollar ministerios compuestos por adoradores sinceros, entregados con seriedad al Señor, que sepan y estén consientes de cómo sus dones, talentos y habilidades deben ser usados por Él para la bendición de su pueblo. 

Recomendaciones para conformar ministerios que bendicen:

• Buscar, despertar e invertir en vocaciones ministeriales en el terreno de la alabanza.

• Enseñar periódicamente y a todos los niveles sobre el verdadero sentido de la adoración. 

• Promover la consagración a Dios de nuestros dones y talentos, para que los ministerios y sus miembros sean portadores de la gracia de divina.

• Que los músicos, voces y directores, terminen satisfactoriamente el proceso de discipulado diseñado por nuestra iglesia, como requisito indispensable de una mínima formación bíblico espiritual.

• Hacer equipo con todos los participantes en la liturgia para trabajar en equilibrio, coordinación y comunión.

• Proveer los recursos materiales, técnicos y de capacitación para que los miembros de los ministerios puedan desarrollar su función adecuadamente.

Aunque Dios no tiene límites, ni está confinado a un solo lugar, Él se hace presente en la Iglesia, cuando esta le expresa su alabanza y adoración desde un corazón dispuesto: Tú empero eres santo, Tú que habitas entre las alabanzas de Israel Salmo 22:3 (Mateo 18:20; Hebreos 13:15). Dios se manifiesta y es glorificado cuando una iglesia está unida y todos los ministerios y sus integrantes sirven en coordinación y armonía porque allí envía Jehová bendición, y vida eterna (Salmo 133:3b). Hagamos todo lo necesario para hacer de esto una realidad en nuestra Iglesia Local.

Por tanto, al Rey de siglos, inmortal, invisible, al solo sabio Dios sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén (1 Timoteo 1:17).

Referencia

1 Persona que construye o repara instrumentos musicales de cuerda. https://dle.rae.es/lutier

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