Nuevos colores para pintar tu matrimonio
Min. Avelardo Alarcón Pineda
Cuando hablamos de actitudes nos referimos a la “disposición” previa con la que afrontamos nuestras vivencias cotidianas y con las que construimos nuestras relaciones. En todos nosotros existe algo así como una paleta de colores que seleccionamos previamente para pintar un cuadro; dependiendo de los colores que hayamos elegido daremos vida a nuestra obra. Así, podemos elegir colores pastel o neón, fríos o cálidos, brillantes u opacos, entre otros.
Las actitudes son determinantes para el éxito o el fracaso de un matrimonio. Se conforman de sentimientos, valores, preferencias, gustos, motivos o intenciones que seleccionamos previamente para determinar nuestras conductas. Por eso, existen actitudes que resultan positivas para pintar matrimonios sólidos, como también las hay negativas, que entorpecen, enferman, dañan o destruyen la relación.
Las actitudes podemos situarlas en el corazón, son predisposiciones de la voluntad. Son mecanismos automáticos que vamos construyendo para responder favorable o desfavorablemente ante situaciones que se nos presentan. Estos los vamos definiendo conforme vamos creciendo y nos vamos formando a lo largo de la vida, con base en experiencias previas. Así, este mecanismo, es nuestra manera de decidir: ante este tipo de experiencias yo responderé de esta manera. Así, podemos concluir que las actitudes se aprenden, las tomamos de las experiencias y los modelos que nos rodean. Están arraigadas en lo más hondo e íntimo de nuestro ser. Veamos 15 colores (actitudes) que pintan un matrimonio:
1. El egocentrismo. Cuando tenemos una predisposición a colocarnos en el centro de la vida matrimonial, pintamos un cuadro en el que los demás giran a nuestro alrededor y nosotros estamos ubicados en el lugar de privilegio y de atención. De esta manera no existe relación de iguales ni de reciprocidad, sino de utilitarismo, la pareja o los hijos son valorados en la medida en que son útiles a nuestros propósitos y satisfacción personal. El egocentrismo es lo opuesto al amor, cuando determina nuestras decisiones no es posible entregarse a una relación de iguales.
2. Desprecio. Cuando tenemos una predisposición a despreciar a otros nos conducimos con falta de respeto, burlas o insultos. Esta actitud le comunica a la pareja que tiene un valor inferior, sus aportes, comentarios, decisiones o anhelos ocupan un lugar de menor importancia que los nuestros. Nuestra vida se llena de color, mientras que la vida de los otros está en las sombras.
3. Crítica destructiva. Cuando tenemos una predisposición a señalar constantemente los errores, defectos o limitaciones de nuestra pareja, sin reconocer sus aspectos positivos. Esta actitud se manifiesta en comentarios negativos frecuentes, juicios severos y una tendencia a magnificar las fallas. La crítica destructiva erosiona la autoestima del cónyuge y crea un ambiente de tensión constante donde la pareja siente que nada de lo que hace es suficientemente bueno.
4. Actitud defensiva. Cuando tenemos una predisposición a interpretar cualquier comentario o sugerencia como un ataque personal. Esta actitud se caracteriza por respuestas automáticas de justificación, contraataque o victimización. La persona defensiva no puede recibir retroalimentación constructiva y convierte cada conversación en un campo de batalla donde debe defender su posición, impidiendo el diálogo genuino y el crecimiento de la relación. Esta actitud surge de creer que el matrimonio es un campo de batalla, y todo lo que ocurre lo pintamos como una escena de conflicto.
5. Indiferencia. Cuando tenemos una predisposición a mostrar desinterés por las necesidades, sentimientos o experiencias de nuestra pareja. Se manifiesta en la falta de atención, escucha y respuesta emocional. La persona indiferente crea una distancia emocional que hace sentir al cónyuge invisible y sin importancia, destruyendo gradualmente la conexión íntima necesaria para un matrimonio saludable. Este cuadro se parece a las fotografías en las que el fondo está difuminado.
6. Evasión. Cuando tenemos una predisposición a huir de los conflictos, las responsabilidades o las conversaciones difíciles. Esta actitud se refleja en comportamientos como el silencio prolongado, el refugio en el trabajo o actividades fuera del hogar, y la negativa a abordar temas importantes. La evasión impide la resolución de conflictos y el desarrollo de intimidad en la relación. En este cuadro la pintura queda siempre inconclusa.
7. Manipulación emocional. Cuando tenemos una predisposición a usar las emociones como herramienta de control. Se manifiesta mediante chantaje emocional, culpabilización, victimización o amenazas sutiles. El manipulador utiliza colores de miedo, culpa o compasión para conseguir que su pareja actúe según sus deseos, destruyendo la confianza y la autenticidad en la relación.
8. Descalificación. Cuando tenemos una predisposición a invalidar las opiniones, sentimientos o experiencias de nuestra pareja. Esta actitud se expresa minimizando o ridiculizando lo que el otro siente o piensa, negando su realidad emocional y deslegitimando sus perspectivas. La descalificación constante destruye el color de la confianza del cónyuge en su propio juicio y percepción.
9. Resentimiento. Cuando tenemos una predisposición a guardar y alimentar heridas pasadas sin resolverlas. Esta actitud se manifiesta en el recuerdo constante de ofensas anteriores, la incapacidad de perdonar y la tendencia a usar el pasado como arma en los conflictos actuales. El resentimiento envenena la relación y bloquea la posibilidad de renovación y crecimiento. Es un cuadro lleno de rayones.
10. Comparaciones negativas. Cuando tenemos una predisposición a contrastar constantemente a nuestra pareja con otros, señalando sus deficiencias. Esta actitud se expresa mediante comentarios que destacan las cualidades de otros mientras menosprecian las del cónyuge. Las comparaciones negativas destruyen la autoestima y generan inseguridad en la relación. Pintamos un cuadro que siempre se ve inferior al del vecino.
11. Cerrados a la comunicación íntima. Cuando tenemos una predisposición a mantener barreras emocionales que impiden la vulnerabilidad y la apertura. Esta actitud se caracteriza por la resistencia a compartir sentimientos profundos, temores o necesidades emocionales. La falta de comunicación íntima impide la construcción de una conexión profunda y significativa. Pintamos un cuadro que no expresa su belleza y arte.
12. Control excesivo. Cuando tenemos una predisposición a supervisar y dirigir cada aspecto de la vida matrimonial y de nuestra pareja. Se manifiesta en la necesidad de tomar todas las decisiones, monitorear actividades y restringir la libertad del cónyuge. El control excesivo borra los colores de la individualidad y la autonomía necesarias en una relación saludable.
13. Celos excesivos. Cuando tenemos una predisposición a la desconfianza y la posesividad extrema. Esta actitud usa colores de sospechas constantes, vigilancia, restricciones sociales y acusaciones infundadas. Los celos excesivos envenenan la relación con inseguridad y paranoia, destruyen la libertad y la confianza mutua.
14. Negación de problemas. Cuando tenemos una predisposición a ignorar o minimizar las dificultades en la relación. Esta actitud se manifiesta en la resistencia a reconocer conflictos, la minimización de preocupaciones válidas y el rechazo a buscar ayuda cuando es necesaria. Los colores de la negación impiden el crecimiento y la resolución efectiva de problemas.
15. Falta de apoyo emocional. Cuando tenemos una predisposición a ausentarnos emocionalmente en la vida de nuestra pareja, sobre todo en momentos de necesidad. Se caracteriza por la ausencia de colores que reflejan empatía, comprensión y soporte en situaciones difíciles. Esta actitud deja al cónyuge sintiéndose solo y abandonado en sus luchas personales.
Un aspecto que debemos destacar de las actitudes es que estas pertenecen al mundo afectivo. Es decir, manifestamos actitudes negativas o positivas en la medida en que sentimos afecto o aprecio por la persona ante quien debemos responder: no mantenemos la misma actitud ante nuestros padres, nuestros hijos o nuestro cónyuge.
Igual de importante es reconocer que las actitudes también obedecen a relaciones de poder; no tenemos la misma actitud ante nuestro jefe que ante un subordinado, ante una autoridad que ante una persona común.
En tercer lugar, debemos notar que las actitudes pueden convertirse en predisposiciones pecaminosas. Nuestras actitudes, tanto pueden estar motivadas por el pecado, como pueden llevarnos a pecar. Sobre todo, en el caso de las actitudes negativas; pues estas, generalmente van en contra de la voluntad santa del Señor.
Las actitudes, como hemos señalado, son asuntos del corazón, tienen que ver con nuestra esencia íntima. Por lo tanto, no siempre somos conscientes de ellas, generalmente no nos damos cuenta de que estamos siendo movidos por esa predisposición, actuamos en “automático” y no percibimos que estamos actuando de esa manera.
Con base en lo anterior, podemos comprender la importancia que tiene la acción del Espíritu Santo en nuestra relación, ya que Él lleva a cabo tres acciones en nuestra vida:
1. El Espíritu nos hace conscientes de nuestras malas actitudes. El Espíritu Santo tiene un papel fundamental en la convicción del pecado (Juan 16:8). Por ello, como hizo David, necesitamos orar constantemente: Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad (Salmo 139:23-24).
2. El Espíritu nos lleva a desear las mejores actitudes. El deseo por mejorar y adoptar actitudes más positivas también es obra del Espíritu Santo. Pablo explica: los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu (Romanos 8:5-6). Esto implica que el Espíritu Santo nos guía hacia un anhelo por lo espiritual y lo bueno (Filipenses 2:13) y produce en nosotros un mejor fruto (Gálatas 5:22-23).
3. El Espíritu transforma nuestros corazones para cambiar nuestras actitudes. La transformación del corazón es una obra poderosa del Espíritu Santo. En Ezequiel 36:26 Dios promete: Y os daré un corazón nuevo, y pondré un espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Esta transformación permite un cambio genuino en nuestras actitudes y comportamientos. Pues el Espíritu nos permite vernos como somos, tal y como ocurre cuando nos miramos en un espejo, pero no nos deja así, sino que nos va transformando a la imagen misma de Jesús (2 Corintios 3:18) y nos va renovando constantemente (Tito 3:5).
Estas tres acciones del Espíritu Santo funcionan de manera interrelacionada, de suerte que forman un círculo virtuoso:
• La consciencia de nuestras malas actitudes nos lleva al arrepentimiento y la búsqueda de cambio.
• El deseo de mejores actitudes nos motiva a someternos a la dirección del Espíritu.
• La transformación es un proceso continuo que requiere nuestra disposición a la acción del Espíritu Santo.
• La transformación que experimentamos nos lleva a una mayor consciencia de nuestras actitudes.
El itinerario hacia un matrimonio exitoso requiere una transformación profunda de nuestras actitudes, una tarea que no podemos lograr por nuestras propias fuerzas. Es aquí donde descubrimos el papel determinante del Espíritu Santo.
Es importante que reconozcamos que muchas de nuestras actitudes destructivas están profundamente arraigadas en nuestro corazón, formadas por años de experiencias y patrones aprendidos. Sin embargo, no estamos condenados a vivir encadenados a estos ciclos destructivos. El Espíritu Santo está impulsándonos a experimentar la nueva vida y es poderoso para transformar incluso las actitudes con raíces muy profundas de nuestro ser.
Anímense a dar estos tres pasos prácticos en cooperación con el Espíritu Santo:
1. Permitan que el Espíritu Santo ilumine esas actitudes que están dañando su relación. Como David, oren pidiendo que Dios examine su corazón. La verdadera transformación comienza con el reconocimiento honesto de nuestras áreas de necesidad. ¿Con qué colores cuentas para pintar tu matrimonio?
2. Respondan al trabajo de convencimiento que hace el Espíritu Santo con disposición al cambio. Él está generando en ustedes el deseo de desarrollar actitudes que edifican y fortalecen su matrimonio. Cultiven esos deseos santos que Él está sembrando en sus corazones. ¿Qué colores nuevos necesitas para pintar tu matrimonio?
3. La transformación de actitudes es un proceso continuo que requiere paciencia y persistencia. Confíen en que el mismo Espíritu que inició esta obra en ustedes es fiel para completarla. Manténganse sensibles a Su dirección y corrección diaria. ¿Comienza a cambiar los colores con los que estás pintando tu matrimonio? Pinta un matrimonio lleno de vida y felicidad.
Recuerden que el matrimonio es como un lienzo donde Dios quiere manifestar Su poder transformador. Que el Señor les dé por su gracia una nueva paleta de colores para cooperar con Su Espíritu en este proceso de creación y transformación.